AÑORAMOS EL PASADO

¿Kedem o Kadima?

En Tishá B’av leemos el Libro de las Lamentaciones,[1] el rollo compuesto por el profeta Jeremías sobre el asedio de Jerusalén y la destrucción del Primer Templo. Todo el libro (o rollo, como se le conoce en hebreo) es doloroso de leer. Está lleno de descripciones muy duras del sufrimiento inimaginable que padeció el pueblo judío durante el asedio babilónico y la destrucción final de la ciudad. Aun así, uno podría preguntarse, ¿cuál es el versículo más triste y doloroso del libro?

Hay un principio en la Torá que dice que “todo sigue a la conclusión”[2], hakol holej ajad hajitum (הַכֹּל הוֹלֵךְ אַחַר הַחִתּוּם). La costumbre judía es siempre concluir con algo positivo.[3] El versículo final de Lamentaciones dice: “Porque en verdad Tú nos has rechazado, te has enfurecido amargamente contra nosotros”.[4] Dado que este no sería un final muy bueno, el versículo anterior se lee por segunda vez después del último versículo. El verso anterior es: “Llévanos de vuelta, oh Di-s, a Ti, y volveremos; Renueva nuestros días como antaño”.[5] La frase, “Renueva nuestros días como antaño”, jadesh iameinu kekedem (חַדֵּשׁ יָמֵינוּ כְּקֶדֶם) parece ser muy positiva. Pero si contemplamos un poco estas palabras, bien podemos llegar a la conclusión de que en realidad son la parte más triste de todo el libro.

¿Cómo puedo hacer una afirmación tan absurda? La idea detrás de estas palabras, “Renueva nuestros días como antaño”, es que recuerdo y he estudiado el plano y la arquitectura del Primer y Segundo Templo. Incluso he estudiado bien y con detenimiento la descripción del futuro Tercer Templo tal como aparece al final del Libro de Ezequiel (capítulos 40-43). Una de las conclusiones de mi aprendizaje es que, al menos arquitectónicamente, el Tercer Templo es similar al Segundo, con algunas diferencias. Pero en principio son similares.

Ahora, cuando digo la frase: “Renueva nuestros días como antaño”, en lugar de enfrentar el futuro y esforzarme por él, anhelo que Di-s traiga de vuelta el pasado. La palabra hebrea para el pasado, para “los días de antaño” es kedem. Tal vez me gustaría revivir el pasado en una versión un poco mejor, pero aun así mi mentalidad y mi corazón están puestos en el pasado. Es exactamente lo contrario de lo que el profeta describe como, “sus rostros están puestos ansiosamente hacia adelante”[6], mgamat pneihem kadima (מְגַמַּת פְּנֵיהֶם קָדִימָה), describiendo a alguien cuya intención está en el futuro, que en hebreo es una palabra muy similar, kadima, ¡adelante!

La difícil situación de “Lo que fue es lo que será”

¿Cuál es la difícil situación de aquellos que se aferran a la Torá? Que su ideal es lo que fue en el pasado. Entre las vanidades inútiles y vacías descritas por Eclesiastés[7] hay un versículo que dice: “Lo que fue es lo que será…, y no hay nada nuevo bajo el sol”.[8] Este es un ideal inútil, un ideal que carece por completo de sentido.

Es cierto que las iniciales de la frase, “Lo que fue es [lo que será]”, ma shehaia hu [sheihié] (מַה שֶּׁהָיָה הוּא [שֶׁיִּהְיֶה]) forman “Moisés”[9] (מֹשֶׁה), pero incluso si anhelas a Moisés que seguirá siendo el mismo que el primer Moisés – eso también es inútil. Porque la Torá de este mundo, de la realidad que estamos viviendo actualmente, es la Torá de Moisés. Y, sin embargo, los sabios dicen que esta Torá [es decir, su interpretación] “es como un aliento ante la Torá del Mashíaj”.[10] Por lo tanto, no puede haber nada más lamentable que imaginar el futuro Tercer Templo como una copia de los Templos del pasado, sin sentido interior de cómo será infinitamente mayor cualitativamente que todo lo que hubo en el pasado.

El sentido de cómo el futuro está destinado a ser infinitamente mayor que el pasado es el núcleo interno de la fe judía. La fe, por definición, es la expectativa y la creencia en una realidad que es inconmensurablemente mayor que todo lo que hemos experimentado. Si todo lo que puedo hacer es imaginar el futuro como otra versión del pasado, entonces no tengo necesidad de fe en lo que está por encima de la naturaleza. El pasado se puede reconstruir de forma natural. No hay necesidad de milagros, no hay necesidad de ascender por encima del curso natural de la realidad, no hay necesidad de trascender nuestro entendimiento actual. Todo lo que se necesita es más de lo mismo. El mundo puede seguir avanzando y seguir su curso.[11] ¡No debemos pensar de esta manera!

Necesitamos considerar la descripción del Rambám de los tiempos del Mashíaj. Él interpreta la frase, “renovar nuestros días como antaño” de acuerdo con su significado literal – un regreso al pasado. Esto se puede ver en su descripción de la primera parte de los tiempos del Mashíaj, cuando el mundo continuará siguiendo su curso. Esto parecería incluir la tercera fase de las gestas del Mashíaj, “construir el Templo en su lugar”.[12]

¿Por qué el Rambám usa la terminología de “en su lugar”? La respuesta simple es que para que el Templo sea santificado, la ubicación del altar externo debe ser precisa[13], exactamente en su lugar. Pero también significa que el Templo (en esta etapa de la Redención) sigue siendo lo que llamaríamos en física un “fenómeno local”. Se limita a ser “el lugar donde [Di-s] elegirá hacer que Su Nombre more allí”.[14] Esta todavía no es la morada de Aquel a quien los sabios describen como “Él es el espacio del mundo, pero el mundo no Le contiene”[15], Hu mkomó shel olam veein haolam mkomó (הוּא מְקוֹמוֹ שֶׁל עוֹלָם וְאֵין הָעוֹלָם מְקוֹמוֹ).  Esa solo puede ser la verdadera ubicación de “moraré en ellos”,[16] “dentro del corazón de todos y cada uno de ellos”.[17]

La corrupción conduce a la destrucción

Durante las Tres Semanas, y particularmente los Nueve Días, es costumbre estudiar Torá que esté relacionada con el tema del Templo, pero así nos limitamos a aprender sobre lo que fue. Entonces, ¿por qué Di-s destruyó el Templo una y otra vez? Una razón simple es que aquellos que estaban a cargo del Templo (o el Tabernáculo), como los hijos de Elí[18] o los sacerdotes del final del período del Segundo Templo[19],  eran corruptos. El Templo estaba plagado de corrupción y la corrupción es lo que Di-s odia profundamente. Esta fue la corrupción de las autoridades del establecimiento religioso del pueblo. Esa fue una de las causas de la destrucción del Templo. De hecho, la corrupción – la causa – fue peor que el efecto – la destrucción del propio Templo. Es por esta causa que el pueblo llegó al odio infundado, todo comenzó con la corrupta gestión del Templo.

Ahora, si vamos a imaginar que construiremos otro Templo, debemos preguntarnos: ¿quién lo dirigirá? Desde el punto de vista de que “el mundo sigue su curso” y que nada cambia realmente, podríamos darnos cuenta que es el mismo tipo de personas el que dirigía las cosas en el pasado y el mismo tipo de personas el que las dirige hoy. ¿Quién puede garantizar que no serán corruptos como sus predecesores hace 2000 años? Ciertamente no puedo ofrecer tal garantía, y no creo que nadie pueda. El Templo Sagrado, a pesar de todo su bien, puede durar 410 años (el Primer Templo), 420 años (el Segundo Templo), pero al final, la naturaleza sigue su curso, incluyendo la tendencia natural a la corrupción en los responsables del establecimiento, y el Templo no puede perdurar y su bien no permanece.

Es por eso que nuestro lamento y llanto en Tishá B’av dura por generaciones.[20] Nos lamentamos y lloramos que, en efecto, “lo que fue, será”, y que inevitablemente, “renovarás nuestros días de antaño” y la corrupción volverá.

El Templo de lo Primordial

A pesar de todo lo que hemos dicho con respecto a la insuficiencia del anhelo por el pasado, por “kedem“, hay una interpretación más esencial del kedem (el pasado) que puede conectarlo con kadima – lo futuro. La palabra kedem también puede referirse a Di-s mismo, conocido como “el Primordial del Mundo”[21], kadmonó shel olam (קַדְמוֹנוֹ שֶׁל עוֹלָם). Esta es la verdadera fuente de kedem como se alude en el versículo: “Di-s me ha poseído desde el principio de Su camino, antes de Sus actos desde antaño”[22], Havaia kanani reshit darcó kedem mifalav meaz (הוי’ קָנָנִי רֵאשִׁית דַּרְכּוֹ קֶדֶם מִפְעָלָיו מֵאָז). Si es por esta primordialidad – el Primordial Mismo – lo que yo anhelo, entonces la frase, “renovar nuestros días como antaño”, se convierte en una afirmación muy positiva, porque anhelo el regreso del ser mismo de Di-s, de Su Presencia en la realidad tal como era antes de que el mundo fuera creado cuando solo Él y Su Nombre llenaban toda la realidad.

Pero de acuerdo con el significado literal de que anhelamos el pasado, incluso si se imagina el Templo pasado con las antiguas herramientas sagradas y vestiduras sacerdotales, etc. Si esto es todo lo que anhelo – que nuestra realidad presente se parezca al pasado-, no puede haber un clamor por el futuro Templo que sea menos apropiado para propiciar su construcción. De hecho, es debido a la lamentable historia de los Templos pasados que aún no hemos cumplido el mandamiento de construir un Templo, como lo explica el Rogatchover.[23]

La visión del templo

El Rebe Levi Itzjak de Berditchev enseñó que en el Shabat antes de Tishá B’av, conocido como Shabat Jazon (lit., el Shabat de la Visión), Di-s nos muestra a cada uno de nosotros el Templo.[24] ¿Qué muestra el Templo a cada alma? Cada persona ve algo más dependiendo de su nivel.

Hay quienes ven una imagen o un modelo tridimensional de la construcción física del Templo. Esta podría ser una “fotografía” intelectual de algo que una persona puede haber visto en un libro. Tal visión del exterior del Templo es en realidad una referencia al Templo tal como era en el pasado y fue destruido.

Luego están aquellas personas que ameritan ver una visión de los aspectos más esenciales del Templo. Eso podría manifestarse como una visión de algún objeto valioso. En la enseñanza de Rebe Levi Itzjak, él lo describe como ver un traje muy caro (porque eso es algo con lo que un niño puede relacionarse más que con un edificio, pero el principio es que a cada persona se le muestra una visión de algo que reconocería como valioso). Cuanto más avanzada espiritualmente esté el alma, más abstracto puede ser el objeto valioso: puede aparecer como un amigo querido, un miembro de la familia o incluso un estado espiritual elevado.

Una manifestación verdaderamente futurista del Templo aparecerá como una visión de estar ante Di-s mismo, por así decirlo. Cuando estamos delante de Di-s, ya estamos en el Templo. Estar delante de Di-s incluye la experiencia de la Providencia Divina personal en cada detalle de mi vida y de mi entorno. Incluye la experiencia del amor infinito de Di-s por cada alma, y la experiencia de escuchar a Di-s hablándonos, en lo que los sabios describen como: “Una nueva Torá surgirá de Mí”. Esto sigue a la superposición de las dos frases, “Que el Templo se construya rápidamente en nuestros días” y “Danos nuestra porción en Tu Torá”, donde “Tu Torá” se refiere a la Torá tal como es con Di-s, íntimamente privada. Es sobre esta Torá que oramos: “Abre mis ojos para que pueda ver las maravillas de Tu Torá”.

A cada persona se le muestra una visión del Templo en su mente en relación con su percepción de la Divinidad. Saber que la visión que recibimos del futuro Templo es personal es algo reconfortante. Si nos sentimos frustrados porque nuestra visión del futuro Templo parece limitada, podemos estar seguros de que, si abrimos nuestras mentes a aspiraciones más elevadas, se nos mostrará una imagen más exaltada y significativa de lo que nos deparará el futuro. Este es el cumplimiento de la declaración de los sabios: “¿Quién es sabio? El que puede ver lo futuro -lo que va a nacer”, ¿eizehu jajam? Haroé et hanolad (אֵיזֶהוּ חָכָם? הָרוֹאֶה אֶת הַנּוֹלָד). Como dijo el rey David, “visualizar la hermosura de Di-s”.[25]


[1] De hecho, en hebreo el Libro es llamado Eijá, nombrado así por su primera palabra. La traducción al español, Lamentaciones, es el nombre del libro en los círculos rabínicos, kinot (קינות); véase Sofrim 18:8.

[2] Berajot 12a.

[3] Talmud de Jerusalén Meguilá 3:7. Maharsha sobre Berajot 31a. (Véase también Talmud de Jerusalén Berajot 5:1 sobre los versículos de Lamentaciones).

[4] Lamentaciones 5:22.

[5] Ibíd. v. 21.

[6] Habacuc 1:9.

[7] Eclesiastés 1:2; 1:14; 2:11; 2:17; 3:19; 12:8.

[8] Eclesiastés 1:9.

[9] Megale Amukot 252 Rostros, rostro 65.

[10] Kohelet Rabá 11:7.

[11] Véase Avodá Zará 54b y Hiljot Melajim 12:1.

[12] Ibíd. 11:4.

[13] Hiljot Beit HaBejira 2:1.

[14] Deuteronomio 26:2.

[15] Bereshit Rabá 68:9.

[16] Éxodo 25:8.

[17] Véase Alsheij sobre Éxodo 31:13. Reishit Jojmá, Sha’ar HaAhava 6:19.

[18] 1 Samuel 2:12-17 y v. 22.

[19] Véase Pesajim 57a.

[20] Sanhedrín 104b.

[21] Bereshit Rabá 38:7.

[22] Proverbios 8:22.

[23] Véase Tzafnat Paaneaj Hiljot Beit HaBejira 1:1.

[24] Citado por Rebe Hilel de Paritch. También Tzemaj Tzedek sobre Eijá, p. 45 en notas al pie.

[25] Salmos 27:4.

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