SHAVÚA TOV
UNA HISTORIA JASÍDICA PARA DESPEDIR AL SHABAT
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Es costumbre contar una historia jasídica sobre el Baal Shem Tov al terminar Shabat por la noche en una comida de Melavé Malká, acompañando a la Reina, el Shabat
Una segulá para un buen sustento, para tener hijos y tener satisfacciones de los niños, para una vida buena y larga y para salud
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ELUL CIUDAD DE REFUGIO
A veces un judío se acerca a la “ciudad de refugio” del mes de Elul – el mes de la misericordia y el perdón – con miedo: tal vez el camino es difícil, angosto, y cualquier desviación mínima lo hará salirse de la ruta y perder todo el esfuerzo invertido.
Pero la Torá revela:
“El camino hacia las ciudades de refugio era de treinta y dos codos de ancho” – ancho, pavimentado, accesible para todos.
No se trata de un sendero angosto, reservado para unos pocos individuos excepcionales, sino de un camino amplio en el cual cada judío, en cualquier situación, puede transitar con seguridad. (Shaarei HaMo’adim, Jodesh Elul, p. 125)
🔑 El mensaje jasídico:
El mes de Elul no es un tiempo para hundirse en miedos o en la sensación de que “no se puede lograr”. Es un tiempo en el cual Hashem abre las puertas de par en par, otorga una fuerza especial y posibilita que cada uno se acerque con facilidad – mediante el retorno (teshuvá), la plegaria y la cercanía a Él.
Mira el camino no como una carga o una lucha, sino como un regalo amplio y luminoso, lleno de amor.
❤️¡Sueños jasídicos!❤️
*SHAVUA TOV*
*KTIVÁ VEJATIMÁ TOVÁ
🎻 *Y AQUÍ LA HISTORIA*
RABÍ IEJIEL ASHKENAZI
Fue yerno del Baal Shem Tov, esposo de la tzadéket Eidel,
y padre de Rabí Baruj de Medzhybózh, Rabí Efraim de Sudylkov y Feiga – la madre de Rabí Najmán de Breslov.
Se cuenta que, siendo aún joven, su padre le entregó a él y a su hermano una suma de dinero y les dijo:
“Viajen a donde deseen, y dentro de cinco años regresen a mí y veré en qué se han convertido”.
Rabí Iejiel emprendió su camino y, en el curso de sus andanzas, se encontró con el Baal Shem Tov y con su sagrada enseñanza.
El Baal Shem Tov incluso lo tomó como yerno.
Cuando llegó el momento de volver a su padre, era a finales del verano.
Rabí Iejiel, que anhelaba permanecer junto a su suegro, el Baal Shem Tov, durante los Días Temibles, le pidió su bendición para no sufrir ningún percance en el camino y poder regresar antes de Rosh Hashaná.
Pero el Baal Shem Tov no respondió nada.
Incluso cuando repitió su pedido, el Baal Shem Tov permaneció en silencio.
Rabí Iejiel comprendió que su maestro y suegro sabía que su petición no se cumpliría.
Por ello, se proveyó de un shofar antes de partir.
Tras un encuentro extraordinario que tuvo con su padre y su hermano —donde conocieron su nuevo camino e incluso aprendieron de él los senderos del jasidismo—, se dirigió al puerto y abordó un barco hacia su destino.
Era el mes de Elul. El mar, que al principio estaba sereno, de repente cambió bruscamente: sopló un fuerte viento y enormes olas se levantaron.
Dentro del barco reinó un pánico inmenso: los pasajeros se aferraban desesperados a las paredes, clamaban y lloraban amargamente.
Rabí Iejiel, en cambio, se encerró en su camarote y rezó desde lo profundo de su corazón para que la nave no se hundiera en los abismos.
La tormenta duró muchos días, pero por un gran milagro, no ocurrió nada a la nave.
Cuando finalmente amainó, los pasajeros distinguieron una franja de tierra en el horizonte.
El capitán condujo la nave hasta allí y ancló cerca de la costa.
Aquel día era la víspera de Rosh Hashaná.

Rabí Iejiel entendió que la tormenta no había sido sino un enviado divino para llevarlo a ese lugar, a fin de que pasara allí el día sagrado.
Descendió del barco y preguntó a los lugareños dónde había llegado.
Le respondieron: “A la capital, la ciudad donde reside el rey”.
Al preguntar si había allí judíos, le dijeron que no había ni un solo judío en la ciudad.
Rabí Iejiel se entristeció al pensar que debería pasar el Día del Juicio entre gentiles, pero aceptó la situación con amor y con fe de que era la voluntad de Dios.
En la playa encontró una choza abandonada, organizó allí sus pertenencias y bajó al mar para purificarse con un baño ritual en honor al día sagrado.
Al día siguiente, cuando acercó el shofar a sus labios y comenzó a tocar las notas, muchos habitantes del lugar se congregaron a su alrededor, observándolo con asombro.
En ese mismo momento, el rey había salido a pasear cerca del mar y vio la gran multitud alrededor de la choza.
Envió a uno de sus acompañantes a averiguar la causa.
Este volvió y le dijo: “Un hombre extraño está allí, grita, llora y sopla en un cuerno”.
El rey, que era un hombre sabio y erudito, entendió de inmediato que no se trataba de un insensato.
Ordenó a su sirviente:
“Ve y dile a la gente que no moleste a ese hombre, pues parece ser un hombre de Dios que está en oración ante su Creador”.
Tras dispersarse la multitud, el rey mandó llamar a Rabí Iejiel y le preguntó:
“¿De dónde vienes y cómo llegaste hasta aquí?”.
Rabí Iejiel le relató todo lo sucedido.
El rey quedó impresionado con el hombre que tenía delante y le propuso acompañarlo a su palacio.
“No puedo hacerlo antes de que termine la noche”, respondió Rabí Iejiel, pero prometió visitarlo al salir la festividad.
Cuando se encontraron después, el rey le dijo:
“Has hallado gracia ante mis ojos. Cuéntame un poco sobre tu pueblo y tu fe”.
Rabí Iejiel le habló sobre el pueblo elegido y sobre la Torá de verdad.
El rey se conmovió profundamente y le pidió:
“Deseo mucho que vuelvas aquí con otros trescientos judíos, y vivan aquí en paz y prosperidad”.
Rabí Iejiel le respondió:
“Soy un hombre sencillo y no puedo influir en la gente para que deje su tierra y venga hasta aquí.
Además, si Dios lo hubiera querido, habría traído judíos a este lugar encadenados; y si no llegaron aquí, es solo porque no es la voluntad del Creador que los judíos habiten en esta tierra”.
El rey aceptó su respuesta y se despidió de él con gran respeto y afecto.
No mucho después, Rabí Iejiel encontró un barco que lo llevó a su destino.
Al llegar a Medzhibuzh, su suegro, el Baal Shem Tov, lo recibió con amor y alegría, y le dijo:
“Debes saber que en el lugar donde estuviste había chispas sagradas muy elevadas.
De no haber ido y elevado esas chispas con tus plegarias, los hijos de Israel se habrían visto forzados, Dios no lo quiera, a exiliarse allí encadenados.
¡Pero gracias a ti, los judíos ya no vivirán allí hasta la llegada del Mashíaj!”.
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*💎💎 PARA CURACIÓN COMPLETA DE💎💎*
*ITZJAK FEIVISH BEN BREINA MALKA*
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Iosef Itzjak ben Avraham ve-Sterna Sara
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