CONECTAR CON LA FUENTE DE LA VIDA

Una de las cosas más difíciles de integrar en nuestra conciencia es que la vida no puede darse por sentada. La vida nos es dada desde arriba por Di-s. Esta toma de conciencia suele golpearnos cuando hay una grave ruptura en nuestra confianza en la vida y, desafortunadamente, casi todo el mundo se enfrenta a esto en algún momento.

Entonces, ¿por qué normalmente no sentimos el flujo de la vida desde arriba? ¿Y cómo puede renovarse ese flujo si parece que se detiene?

En este extracto de una clase impartida en Simjat Torá 5786 en relación con la esperanza de que los rehenes fueran liberados, HaRav Ginsburgh analiza los niveles de vida en el alma tal como fueron descritos por el sexto Rebe de Lubavitch.

Recibir vida de la fuente de toda vida

En los anales de Jasidut, el evento más parecido a la liberación de nuestros rehenes en Hoshana Rabá fue la liberación del Frierdiker Rebe, Rabi Iosef Itzjak Schneersohn, de su encarcelamiento hace casi 100 años, en 1927. Cada año, en su día de redención, enseñaba un ensayo jasídico y en 1934 se basaba en el versículo: “Él pone nuestra alma en vida y evita que nuestros pies resbalen”[1], hasan nafshenu bajaim velo natan lamot raglenu (הַשָּׂם נַפְשֵׁנוּ בַּחַיִּים וְלֹא נָתַן לַמּוֹט רַגְלֵנוּ).

La pregunta que se plantea sobre este versículo es ¿por qué el alma debería ser puesta “en vida?” El alma es por definición vida, y da vida al cuerpo. Uno de los niveles del alma se conoce como “vida esencial” y otro se conoce como “vida que da vida”. El alma es vida en sí misma, incluso antes de estar revestida de cuerpo, y una vez que lo hace, da vida al cuerpo en su conjunto y a cada parte individual del cuerpo. Sin embargo, la cuestión es que el alma es una creación, por lo tanto, por definición está limitada y debe extraer la vida de toda la vida, el Creador. Por eso, “Él pone nuestra alma en vida.”

Para entender mejor esto, necesitamos ordenar los diferentes niveles de la fuerza vital en el alma y ver cómo se relacionan con ser ubicados en la vida del Creador. Los escritos jasídicos son de naturaleza relativista. Dependiendo del tema, el mismo análisis puede dar lugar a lo que parecen ser estructuras y paralelismos diferentes. Vamos a adoptar una visión panorámica de los diferentes niveles de vida a lo largo de muchas de estas enseñanzas.

El nivel de la “vida esencial”, jai beetzem (חַי בְּעֶצֶם) a veces se asocia con la sefirá de corona (keter), considerada un punto adimensional, nekudá dela naitz (נְקֻדָּה דְּלָא נָעִיץ), mientras que el nivel de “vida que da vida”, jaim lehajaiot (חַיִּים לְהַחֲיוֹת) se asociaría entonces con la sefirá de sabiduría (jojmá)), siguiendo el versículo, “La sabiduría da vida a su poseedor.”[2] En otras fuentes, encontramos que la “vida esencial” es sabiduría y la “vida que da vida” está en entendimiento (biná), puesto que el entendimiento es el principio madre que engendra las emociones (Divinas) en el corazón. Otras fuentes corresponden la “vida esencial” con entendimiento y “vida que da vida” con Ze’er Anpin“, es decir, las emociones en el corazón, ya que se unen y dan vida al reinado (Maljut), las facultades de acción (piensa: hacer algo con entusiasmo o sin ganas). También aparece la última opción, que corresponde “vida esencial” con Ze’er Anpin y “vida que da vida” con reinado. Reinado corresponde al Mundo de la Acción, el terreno común para todas nuestras acciones.

Lo que tiene en común todas estas correspondencias es que la “vida esencial” es lo que alimenta a la “vida que da vida”. Lo que cambia es su ubicación dependiendo de lo que se le da vida, de lo que se está energizando: ya sea el punto de sabiduría sobre el que existe toda conciencia, o la capacidad de engendrar sentimientos divinos, o las diversas acciones que se nos ordena desarrollar, etc.[3]

En resumen, hemos visto cuatro niveles distintos de vida. La primera es la fuente divina de la vida, que está completamente por encima de la naturaleza humana. Aquí es donde Di-s “coloca nuestra alma” cuando le da vida. Luego está la vida esencial del alma, creada por Di-s. Por debajo de ellos se encuentran los dos niveles del alma conocidos como “vida que da vida”: el primero se refiere a la fuerza vital general y completa que el alma da al cuerpo. El segundo se refiere a la fuerza vital infundida en cada órgano individual y poder en el cuerpo. Estos cuatro niveles de vida pueden ahora integrarse en un modelo que establece un paralelo entre las cuatro letras del Nombre esencial de Di-s, Havaia.

letraNivel de vidaTérmino en hebreo
IudFuente divina de la vidaהַשָּׂם נַפְשֵׁנוּ בַּחַיִּים
HeiLa vida esencial del almaחַי בְּעֶצֶם
VavAlma dando vida en su conjunto al cuerpoחַיִּים לְהַחֲיוֹת הַגּוּף בִּכְלָל
HeiAlma que da vida a órganos individualesחַיִּים לְהַחֲיוֹת בִּפְרָט

La cuestión es que a veces una persona experimenta una vulnerabilidad (por ejemplo, cuando alguien es retenido como rehén o encarcelado) que puede llegar hasta la vida esencial de su alma. En tales situaciones, la persona precisa de una infusión de nueva vida procedente de la fuente Divina de toda vida y por eso “Di-s ubica nuestra alma en vida”, es decir, en Su fuente Divina de toda vida para fortalecer la vida esencial del alma y los dos niveles inferiores de “vida que da vida”.


[1] Salmos 66:9.

[2] Eclesiastés 7:12.

[3] La relación entre los dos aspectos de “vida esencial” y “vida que da vida” es, en su sentido más general, una manifestación de la relación entre la “luz circundante”, sovev (סוֹבֵב) y la “luz interior”, memalé (מְמַלֵּא). La luz circundante está siempre en segundo plano, flotando sobre la luz interior, que penetra en el lugar de destino donde la luz terminará.

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