“Y en cuanto a aquello que está escrito: “Quien dilapida [en su caridad], no gastará más de un quinto [de sus ingresos]” — esto se aplica sólo a quien no ha pecado, o a quien ha rectificado sus pecados por medio de mortificaciones y ayunos, como en efecto deberían ser rectificados todos los defectos en lo Alto. Pero en cuanto a aquel que aún precisa remediar su alma, la curación del alma obviamente no es una prioridad menor que la del cuerpo, donde el dinero no cuenta, [y, como declara el versículo:]
“Todo lo que el hombre tiene, lo entregará en aras de su alma”.