LA TORÁ DE LOS JUDÍOS SIMPLES

Traducido de la trilogía de Rabi Ginsburgh sobre el Ba’al Shem Tov, Or Israel, volumen II. pág. 191

Los tzadikim ocultos y los discípulos de nuestro maestro, el Baal Shem Tov, eran errantes. Viajaron de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Dondequiera que se encontraban, conectaban con la gente sencilla y hablaban de las virtudes de los vendedores en el mercado y de los trabajadores.

El tzadik oculto, Reb Kehat, un destacado discípulo del Ba’al Shem Tov, estuvo una vez en el mercado. Se mezcló con los vendedores y se encontró con un grupo de comerciantes de caballos. Oyó que uno de ellos le decía al otro:

“En los Salmos está dicho: ‘No seáis como un caballo o un mulo insensato…’[1] El caballo piensa que le pones un bocado en la boca para no olvidarse de masticar, pero no debes ser así de insensato. ¡Debes entender!”

Cuando Reb Kehat relató esta conversación al Ba’al Shem Tov, cantó una melodía con mucho entusiasmo, con una tremenda unión a Dios.

(Sefer Hasijot 5702, p. 3)

Quienes están familiarizados con el sagrado Zohar saben que los profundos secretos de la Torá fueron revelados a sus sabios específicamente cuando estaban en el camino. Una enseñanza en el Zohar a menudo se presenta con una declaración similar a: “Rabi Elazar y Rabi Iosi viajaban por el camino”.

Los caminos del mundo actúan como arterias o venas que conectan los órganos del cuerpo y canalizan la vitalidad interior por todas partes. Una persona que está buscando la esencia interna de la realidad puede seguir el ejemplo de los sabios del Zohar y embarcarse en un viaje. Cuando los límites claros de los lugares habitados por personas se vuelven borrosos y poco claros, los sentidos se vuelven más conscientes de lo que se esconde en las profundidades, debajo de la superficie.

Por supuesto, hay sabios que no viajan – que pasan la mayor parte de sus vidas situados en un solo lugar. Se puede decir que sabios como estos, que llevan una vida sedentaria, reflejan la luz inmanente de Dios, la luz a la que el Zohar se refiere como “la luz que llena todos los mundos”, or hamemalé col almin (אוֹר הַמְמַלֵּא כָּל עָלְמִין), la cual se revela de manera ordenada e incremental. Por el contrario, el sabio que emprende un viaje se conecta con la Luz de Dios que lo rodea, or hasovev col almin (אוֹר הַסוֹבֵב כָּל עָלְמִין). La Luz significa revelación y la revelación circundante de Dios iguala a todo lo que es grande y pequeño. Así, su efecto (en forma de chispas) se puede encontrar en medio del mercado, entrelazada con el comerciante de caballos. “De Dios son establecidos los pasos del hombre, y Él desea su camino”.[2] Cuando salimos de viaje con esta intención, Dios guía y dirige los pasos de nuestros pies, dirigiéndolos a todo lugar que el Todopoderoso desea que vayamos.

Para alcanzar la luz circundante, (pronunciado “sovev” סוֹבֵב) uno debe moverse (lehistovev, que se origina desde la misma raíz que sovev). En arameo, “moverse” es sejor sejor. La forma repetida del verbo connota una identificación con el movimiento circular, porque un tzadik que quiere extraer energía de la luz circundante debe realizar él mismo un movimiento circular.[3]

El Ba’al Shem Tov tenía discípulos que se comportaban de acuerdo con este entendimiento y eran tanto viajeros como comerciantes; un “comerciante” (סוֹחֵר) es un sojer, otra raíz que proviene de la misma raíz que “moverse”. En todos sus viajes buscaban buenas mercancías. No hay mejor mercancía para un tzadik errante que una chispa de santidad esperando que él venga específicamente y la devuelva a su fuente. Cuando uno escucha palabras sagradas pronunciadas en medio de una realidad física extraña y las transforma en una importante enseñanza de la Torá, trae la redención al mundo.

El poder de la granada

Cuando escuchamos una enseñanza de la Torá de un judío simple – en este caso, un comerciante de caballos – se puede comparar con un árbol que no da frutos y que de repente produce frutos deliciosos y dulces. De hecho, los sabios nos dicen,[4] “¿Cuál es la fuente de que, en el futuro, incluso los árboles que no dan frutos darán fruto? El versículo que dice: ‘Y el árbol del campo dará su fruto’”.[5] El valor de la palabra que significa “su fruto”, piró (פִּרְיוֹ), es el mismo que “granada”, rimón (רִמּוֹן), en alusión a la declaración: “Incluso los individuos vacíos entre vosotros están llenos de buenas obras, como una granada [está llena de semillas].”[6] El énfasis en esta afirmación está en que los judíos simples son comparados con la granada.

La Tierra de Israel fue bendecida con Siete Especies de productos, “Tierra de trigo, cebada, vid, higo y granado, tierra de aceite, aceitunas y miel”,[7] que corresponden a las siete sefirot emotivas, en orden:

 PoderTrigo   BondadCebada
  BellezaVid  
ReconocimientoGranada VictoriaHigo
 FundamentoAceituna  
  ReinadoDátil[1] 

Por lo tanto, la granada corresponde a la sefirá de reconocimiento (hod), que se encuentra justo debajo de poder en el eje izquierdo. Cualquier cosa que esté situada a lo largo del eje izquierdo tiene el poder de rechazar y desechar lo que es perjudicial y negativo en la práctica, en el día a día. Entre los sistemas físicos del cuerpo, reconocimiento corresponde al sistema inmunológico, que combate las fuerzas dañinas y los intrusos y los elimina del cuerpo.

Los simples judíos que se comparan con la granada juegan un papel fundamental en el bienestar de la Congregación comunal de Israel. Su sencillez y fe ferviente en Dios y la Torá impiden el mal. Son precisamente estas personas las que salvaguardan la identidad clara y pura de la nación y no permiten que se arraiguen influencias extranjeras en su seno. En comparación, los eruditos de la Torá son individuos complejos y su sentido de sí mismos es mucho más dominante. Sin la estabilidad y el apoyo que reciben de los judíos simples, pueden fallar y caer mucho más fácilmente.

La sefirá de reconocimiento, a la que corresponden los judíos sencillos y serios, está obviamente relacionada con servir a Dios en un sentido de agradecer y reconocer que la verdad es la base y el fundamento del servicio a Dios. Comenzamos cada mañana dando gracias a Dios, “Doy gracias ante Tu presencia” (Modé ani lefanejá). La palabra “dar gracias”, modé(מוֹדֶה), tiene el mismo valor numérico que “base”, eden (אֶדֶן), como las soleras usadas para insertar las paredes de madera del Tabernáculo, en, y sobre las cuales, se sustenta toda la estructura. Así también, toda la estructura de la Congregación de Israel se basa en judíos sencillos y serios.

Permanecer distante de la divinidad

Todo el versículo del Salmo 32 con el que comenzamos dice: “No seáis como un caballo o un mulo insensato, cuyo movimiento debe ser contenido con bocado y brida; ellos no se acercan a ti.”

El comerciante de caballos insistió en que la sumisión y la auto coerción externa nunca ayudarán si una persona carece de un sentido de sumisión interna, autodisciplina y una verdadera voluntad de separarse del mal y acercarse al bien. El alma animal interpreta de manera innata todo lo que le sucede de acuerdo a sus necesidades y naturaleza. Tiene la disposición de un esclavo que ve todo lo que no se le impide disfrutar por la fuerza como permisible[8] – una visión libertina e indiscriminada de la vida. Por lo tanto, a pesar de que el bocado se coloca en la boca del caballo para permitir que el jinete controle sus movimientos, el caballo piensa que el bocado es algo para masticar – un objeto de autoservicio destinado a garantizar que no olvide cómo comer.

Si una persona no es capaz de trascender la vida dominada por su alma animal, el resultado se describe al final del versículo, “no se te acercan”. A pesar de la educación que recibió y de todos los esfuerzos externos, que como un bocado y una brida estaban destinados a ayudarlo a reinar sobre su carácter innato, no logrará realmente acercarse a Dios. Sin embargo, si se esfuerza por comprender verdaderamente el significado de la vida y la importancia de servir a Dios, entonces incluso las acciones superficiales tienen un propósito y acercarán su alma animal a la Divinidad.


[1] Salmos 32:9

[2] Salmos 37:23

[3] Irónicamente, podemos decir que los tzadikim que se conducen con la luz circundante pueden parecer mareados (que en hebreo es sejarjoret, la misma raíz que sejor). Experimentan altas revelaciones de divinidad, que los impactan fuertemente. Pero ellos no sufren, porque un tzadik que es digno de conducirse con las luces circundantes tiene la aptitud y la templanza para prosperar a través de estas revelaciones. Por lo general, son las personas que entran en contacto cercano con estos tzadikim las que se marean con las luces y las revelaciones circundantes, porque no necesariamente tienen la templanza para comprender completamente las acciones de ese tzadikim.

[4] Sifra Bejukotai Parashá alef

[5] Levítico 26:4

[6] Berajot 57a

[7] Deuteronomio 8:8

[8] Ver Guitin 13a (עַבְדָּא בְּהֶפְקֵירָא נִיחָא לֵיהּ).

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