EL HOMBRE POBRE

Al santo Baal Shem Tov llegó una vez un rumor sobre un hombre pobre sentado en cierta ciudad y todas sus bendiciones que daba se cumplían.

El Baal Shem Tov invitó al pobre que viniera para escuchar la maravilla de primera mano.

El pobre vino al Baal Shem Tov y le dijo aparentando humildad…

– “Soy un hombre sencillo y no sé por qué todos dicen que mis bendiciones se cumplen”.

El Baal Shem Tov le pidió al pobre que le contara la historia de su vida.

El pobre le dijo:

– “Soy sastre de profesión, junto con otro sastre nos mudamos de aldea en aldea, conseguiríamos trabajos ocasionales y con eso nos ganábamos la vida. Un día, un rico terrateniente de una de las ciudades se acercó a nosotros y nos dijo que su hija se iba a casar y que le gustaba nuestro trabajo. Nos pidió que le hiciéramos todo el trabajo de costura. Conseguimos trabajo durante unos meses con un salario atractivo de 300 rublos cada uno. Cuando terminamos el trabajo y estábamos a punto de partir, el terrateniente nos dijo:

– “Tal vez le interese, tengo una familia judía aquí en el pozo que me debe mucho dinero. Como no pagaron su deuda los arrojé al pozo. Han languidecido allí en la cárcel durante mucho tiempo, sé que ustedes los judíos tienen el gran mandamiento de rescatar al cautivo. ¿Quizás quieras cumplir una mitzvá? “

Le pregunté cuánto dinero era ¡Y respondió 300 rublos!

Le pregunté a mi amigo si le gustaría participar en el cumplimiento de la redención de prisioneros por 150 rublos. Pero a mi amigo le resultó difícil renunciar al salario que tanto le costó ganar.  Después de pensarlo un poco, me volví hacia el terrateniente y le dije que tomara mis 300 rublos y liberara a la familia. La familia fue liberada y regresé a mi ciudad con los bolsillos vacíos. Ya no tenía fuerzas para seguir trabajando…

En mi angustia, me senté en la esquina de una calle y pidiendo tzedaká. Cuando pasaban judíos a mi lado les pedía ayuda. Uno de esos días, pedí tzedaká de un judío rico.  El rico preguntó:

– “¿Qué me darás a cambio?”

 Le respondí que podía bendecirlo y así lo hice. Resulta que ese día tuvo mucho éxito en su negocio. Al día siguiente, antes de salir a sus ocupaciones, vino a visitarme, me dio tzaedaká y pidió una bendición y nuevamente tuvo éxito…  Y así se me empezó a conocer como alguien cuyas bendiciones se cumplen, pero no sé por qué lo que amerité”.

El Baal Shem Tov le dijo:

– “Con las grandes acciones que has realizado, no es de extrañar que tus bendiciones se cumplan”.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *