La tradición judía de desafiar los decretos del mal
comenzó con las justas parteras judías en Egipto
En la porción anterior de la Torá, Parashat Shemot , nos encontramos con las parteras Shifra y Pua, y ahora, en Parashat Vaeira, nos encontramos con dos de las miembros femeninos de la familia de Moshé: Iojeved, su madre y Elisheva, la esposa de su hermano Aarón. La opinión predominante de los sabios es que Shifra es Iojeved y Pua es Miriam o Elisheva. Dedicamos nuestra enseñanza sobre esta porción de la Torá en su honor, y en honor al auto sacrificio de las justas mujeres judías en cuyo mérito se produjo la redención de Egipto, como está dicho: “En virtud de las mujeres justas, nuestros padres fueron liberados de Egipto”.
La determinación de las mujeres judías
La virtud especial de las mujeres israelitas en Egipto fue su determinación de mantener al pueblo judío incluso en las condiciones más duras. Alentaron a sus esposos a engendrar hijos en las circunstancias más sombrías. Las mujeres sin nombre de Israel tuvieron hijos a pesar de los horrendos decretos del faraón.
Cada madre transmitiría la historia del pueblo judío a sus hijos. Al final de un día de trabajo agotador, les contaba historias a sus hijos, enseñándoles sobre la Tierra de Israel, su tierra natal y los lugares donde fueron enterrados sus antepasados. Les cantaba una canción de cuna sobre la redención, transmitiendo fe y aliento de generación en generación. Los niños bebieron la conciencia judía con la leche de su madre, reforzando su esperanza y su fuerza durante el oscuro exilio.
El faraón les ordenó a las parteras que mataran a los primogénitos judíos y por voluntad propia desafiaron su decreto y permitieron que los bebés vivieran. Su temor a Dios anuló su miedo a las consecuencias de su acción atrevida. La conciencia judía alimenta una innata postura empecinada contra los decretos injustos.
Nadar contra la corriente
El judaísmo no se somete a los dictados del exterior, ni cede a los hábitos sociales corruptos con el argumento de que “si todos piensan así, lo hacen así, yo también”. No importa quién dicte el decreto, un judío temeroso de Dios no seguirá una orden que viole la Torá. La ley de apertura del Shulján Aruj (Código de la Ley Judía) dice: “El que se dedica al servicio de Dios no debe avergonzarse frente a los que se burlan de él”. “Sé tan audaz como un tigre” – “para que puedas mostrar una cara audaz a los que te desprecian”.
En una “mutación” genética única, Abraham grabó esta cualidad en todos sus descendientes. Se le llama Abraham “que vino del otro lado” (הָֽעִבְרִי, haivrí). Cuando el mundo entero tomaba una postura, él defendía su propia fe. Hizo añicos los ídolos de su padre sin ningún reparo, sufriendo una confrontación directa con el Rey Nimrod quien lo arrojó al horno. Siguiendo los pasos de Abraham, Iosef el justo se negó a someterse a la seducción de la esposa de Potifar, incluso bajo amenaza de encarcelamiento o muerte.
Y así también las parteras siguieron esta tradición. Rashi explica que su negativa a obedecer al Faraón fue tanto pasiva [no matar a los niños] como activa [alimentándolos dándoles comida y bebida].
La recompensa otorgada a las parteras se establece explícitamente en la Torá: “Y como las parteras temían a Dios, Él les hizo casas”. Su recompensa fue que se convirtieron en las amas de casa de la nación. Los cohanim (sacerdotes), los levitas y la dinastía de reyes de la dinastía de David descendieron de ellas. El hogar judío en todos los niveles se basa en principios firmes, y los dictados externos, por amenazadores o tentadores que parezcan, no pueden vencernos.
Rechazar las órdenes
El requisito de rechazar órdenes si no están de acuerdo con la Torá es válido incluso si son emitidas por los más altos niveles de autoridad: nuestros padres, un rey gentil o un rey judío.
En general, la Torá nos ordena que obedezcamos a nuestros padres y que “demos respeto a la realeza”. La Mishná nos instruye “Orar por el bienestar del gobierno” y el Talmud afirma que “La ley del país es ley.” Del mismo modo, estamos obligados a respetar y obedecer a los reyes de Israel. Sin embargo, cuando las órdenes humanas contradicen la Torá, debemos oponernos a ellas.
El orden cabalista
En la Cabalá, el padre corresponde a Jojmá (la sefirá de sabiduría), y la madre corresponde a Biná (la sefirá de entendimiento). Estas dos sefirot son las fuentes de la identidad de la consciente en el alma.
El rey gentil representa el aspecto externo de la corona supra consciente, keter en Cabalá (la sefirá de la corona) que se encuentra por encima de los principios padre y madre. “No hay corona sino para el rey”. Esto corresponde a la voluntad. En esto radica el punto de combate: el rey gentil enfrenta su propia voluntad contra la voluntad del alma judía, que es “una parte real de Dios en lo Alto”.
En contraste, un rey judío corresponde al aspecto interior de keter, en donde reside el poder del placer en el alma. Para desafiar los mandamientos de un rey judío contra la Torá, necesitamos adquirir un genuino sentido de placer basado en nuestra fe en Dios.
Padres Resistentes: Identidad y Pertenencia
Dios nos ordenó reverenciar a nuestros padres y tener respeto por ellos. Nuestros padres representan la autoridad de Dios, el tercer y principal “socio” en la creación de un hijo. El versículo dice: “Temerás a tu madre y a tu padre, y guardarás Mis Shabatot“. Rashi comenta: “Aunque te advertí que temieras a tu padre, si él te pidiera que violes el Shabat no le obedezcas, y lo mismo ocurre con las otras mitzvot”. Al igual que el niño, sus padres son siervos de Dios. Las prioridades con respecto a la obediencia de un niño a sus padres son claras, cuando un padre ordena a su hijo que lleve a cabo un acto que se opone a las leyes de la Torá, el niño no debe obedecer.
La ley de que uno no debe violar un mandamiento de obedecer a su padre es el meollo de nuestra identidad. Honrar a nuestros padres proviene de nuestra gratitud fundamental hacia aquellos que nos trajeron al mundo y se esforzaron por criarnos, y en el judaísmo también los respetamos como los transmisores de nuestra tradición judía. Sin embargo, cuando un padre está en una actitud de colisión con Dios, el niño debe afirmarse, dejando en claro que su principal obligación es con Aquel que da vida tanto a sus padres como a él. Mi identidad esencial es que Dios me creó a su imagen, y como judío estoy obligado a seguir sus mandamientos. No puedo renunciar a mi compromiso con Él, y tú tampoco deberías hacerlo tú.
Rechazar a un rey gentil: una decisión deliberada
Los sabios describen el diálogo entre Janania, Mishael y Azariá con Nabucodonosor cuando los tres se negaron a inclinarse ante su ídolo. “[Nabucodonosor dijo] ¿Acaso el Todopoderoso no te ordenó que obedecieras a la realeza, sin importar lo que te pidieran?… Ellos respondieron: ¡tú eres el rey sobre nosotros con respecto a los impuestos y las leyes de la propiedad, pero con respecto a la idolatría, Nabucodonosor o un perro son iguales!”
Comenzaron respetuosamente, pero concluyeron con una buena dosis de jutzpá judía (insolentes). Cuando un rey no judío sobrepasa los límites e intenta imponer acciones que están en contra de nuestras creencias, todo respeto a la realeza desaparece y nos volvemos insolentes, resistiendo sin miedo a las consecuencias.
En la parte de la Torá de Vaeira, vemos otro ejemplo de cómo enfrentarse a los decretos de un rey gentil. Dios le dijo a Moshé: “Ven y habla con el faraón rey de Egipto para que envíe a los hijos de Israel de su país”. “Y Yo endureceré el corazón del faraón”.
A lo largo de los siguientes párrafos, la Torá enfatiza cuán “duro” se volvió el corazón del faraón. Dios reforzó la voluntad de Faraón y le dio el poder de desafiarLo, a pesar de las devastadoras plagas que le envió. Moshé también tuvo que enfrentarse al Faraón en una batalla de voluntades que alcanzó un crescendo (en la siguiente porción de Torá de Bo) después de informar al Faraón de la inminente plaga que mataría a todos los primogénitos egipcios. Finalmente, incluso el Faraón admitió que estaba sometido al Rey de reyes.
El Talmud describe la confrontación final de Moshé con el faraón: “Y él [Moshé] dejó al Faraón furioso” y sin embargo ¿no le dijo nada? Dijo Reish Lakish: Lo abofeteó y se fue… Rabi Iojanán sostuvo: [Dios le dijo a Moshé] Él es un hombre malvado, tienes que ser insolente con él…
Un encuentro con un rey gentil no toca temas de identidad. La identidad de Moshé como súbdito egipcio no compitió con su identidad judía. Sin embargo, fue difícil ignorar el poder del faraón. “Si un rey declara que arrancará una montaña, arrancará la montaña. ¡Nunca se retractará [de su palabra]!”
Ante las amenazas de un rey, debemos invocar una fuerza de voluntad infinita y desafiarlo contra viento y marea. Esto deberá ser de tal manera que estemos preparados para el sacrificio personal. Habiendo alcanzado este nivel ya hemos derrotado a nuestro adversario. Si no tiene otra opción que llevar a cabo su amenaza, se vuelve impotente sobre nosotros. Incluso un simple judío puede aprovechar este poder infinito de voluntad. El rey despótico no puede hacer nada más que rechinar los dientes.
En cuanto a un rey judío: es una prueba de fe
Con respecto a un rey judío, Maimónides establece: “Si el rey decreta anular una mitzvá, no le prestes atención”. Solo un liderazgo que acepte la autoridad del Todopoderoso es digno de gobernar al pueblo judío. Los sabios critican a Ioav, hijo de Tzruiá, por llevar a cabo la orden del rey David con respecto a Urías el hitita. ¡Ni siquiera el rey David tiene el privilegio de hacer lo que le plazca! Todos son iguales a los ojos de Dios, y la Torá anula la autoridad del rey.
En el Talmud, los sabios preguntan qué tiene prioridad: las palabras del rabino o las palabras del alumno. En su fallo, Maimónides alteró la redacción de “alumno” a “sirviente”, afirmando: “Las palabras del maestro tienen prioridad sobre las palabras del sirviente”. Incluso un rey, con todo el respeto que se le debe, es un siervo de Dios. Debemos obedecer a Dios, el Rey de reyes, en vez de a un rey de carne y hueso.
Rehusarse a un rey de Israel: una decisión de placer
Un rey gentil gobierna por el poder de su voluntad de hierro. Él hace lo que quiere tomar en cuenta ninguna otra consideración. En cambio, la motivación del liderazgo judío es más refinada. En Jasidut, la voluntad no es el objetivo final, proviene y está motivado por el placer de lograr nuestro deseo. El placer, a su vez, es impulsado por la fe. Estas son las tres cabezas de la Corona-Keter, desde lo exterior hacia lo más profundo. El gobierno judío no puede confiar únicamente en el poder de su voluntad, sin identificarse con el principio de placer subyacente. Para el pueblo judío el factor decisivo es nuestra fe fundamental. Cumplo las demandas del rey porque el placer que me brinda afirma mi fe. Pero cuando el decreto del rey se opone a la Torá, identificarse con la voluntad de Dios produce un placer aún mayor.
Para adquirir la fuerza de voluntad necesaria para desafiar a un rey no judío, es suficiente estudiar los aspectos prácticos de la Torá. Para lograr el mayor nivel de identificación con el placer Divino, necesitamos refinar nuestro placer estudiando los misterios más íntimos de la Torá.
El Acatamiento que Demolió a Gush Katif
El poder del liderazgo judío depende del placer supremo de concretar la fe innata del alma judía. Bajo el liderazgo de un gobierno justo esto se logra al cumplir con las leyes de la Torá.
Durante muchas generaciones, el pueblo judío estuvo en el exilio sin un gobierno nacional. El deseo de establecer un estado judío no surgió de un deseo despótico de gobernar sobre un pueblo, pero tampoco reflejó el deseo de llevar a la práctica la tradición judía en el ámbito público. Más bien hubo una clara necesidad de un hogar seguro para todos los judíos, y un deseo de reunir a nuestro pueblo bajo un gobierno judío.
El entendimiento innato judío de que una voluntad de hierro no puede vencer la fe arraigada en Dios, significa que cuando el liderazgo no está en sintonía con los preceptos de la Torá, el gobierno está Page | 6 obligado a ofrecer un sustituto de la fe en Dios y Su Torá. En tiempos pasados, esto se lograba ofreciendo alguna forma de idolatría como alternativa, como lo hizo Ieroboam.
En el caso del gobierno israelí, extrae su autoridad de su voluntad de hierro. Sin embargo, debido a que ningún gobierno judío desea competir por la tiranía con Faraón o Nabucodonosor, alimenta un falso orgullo nacional. En lugar de poner su fe únicamente en Dios, la mayoría de los residentes judíos en Tierra Santa ponen su fe en el Estado de Israel. Por lo tanto, su placer deriva de identificarse con esta entidad y se ven obligados a cumplir con todo lo que representa. Sin embargo, estamos constantemente decepcionados con los resultados, porque sin fe en Dios, el máximo placer nunca se puede lograr.
Mientras el gobierno israelí separe su propia voluntad del placer de cumplir nuestra fe judía innata en Dios, siempre habrá ciudadanos que desafíen sus leyes. El orgullo judío solo se justifica cuando llevamos a cabo las órdenes dadas en Nombre de Dios.
Un judío que es leal a Dios, a Su pueblo, a Su tierra y a Su Torá, continuará la tradición de la resistencia judía. Si por ejemplo le dicen, Dios no lo quiera, desarraigar a los colonos judíos de sus hogares, desafiará a sus oficiales y se unirá a los colonos en su búsqueda para devolver cada centímetro cuadrado de Tierra Santa a manos judías, como lo exige la ley de la Torá.
El alma judía nunca puede separarse por completo de su fuente Divina. En esencia, cada judío permanece fiel al Todopoderoso. La obediencia a Él corresponde a la fe innata que es el núcleo del alma judía. Él es el Rey de reyes y “La corona de todas las coronas”. Nuestra fe simple nos une a Dios eternamente.
Cuando nos enfrentamos a la adversidad por medio de la fe pura, tenemos el poder invencible para desafiar los decretos malvados. Este es el poder de la resistencia judía genuina que puede vencer incluso a un gobierno que ofrece un sustituto de la fe en Dios y su Torá. Finalmente, el alma divina de los líderes judíos los influenciará para que se den cuenta de su propia fe y sucumban al placer de servir a Dios a través de un rey justo con decretos justos.