En el segundo capítulo del Tratado de los Padres está escrito: “Pon atención en tres cosas, y no llegarás a transgredir: ‘sabe qué hay arriba de ti, un ojo que ve y un oído que oye, y todas tus acciones están escritas en el libro”. Hay una interpretación jasídica muy bella. En la época del primer Templo Sagrado el pueblo de Israel experimentaba “el ojo que ve”, que Hashem veía con Su ojo, es decir que las personas podían ver la Divinidad de forma revelada. En el segundo Templo ya no había una revelación de la Presencia Divina, pues cinco cosas ya no estaban en el segundo Templo, pero aún se podía oír La Voz Celestial, “el oído que escucha”. ¿Y qué sucede ahora en el tiempo del exilio, cuando ya no tenemos esa vivencia directa de poder contemplar y vivenciar el ojo que ve y el oído que oye? Lo que siempre permanece, incluso en las tinieblas del exilio, es que “todos tus actos en el libro están escritas”. ¿Qué significa esto? Cuando abrimos un libro y estudiamos Torá en aras de la Torá, ya sea el Tanaj, la Torá Oral, la Mishná o el Talmud, el Sagrado Zohar, Jasidut, en el libro hay una revelación de la Presencia Divina. El Baal Shem Tov nos enseñó que cuando la persona estudia Torá en aras de la Torá, todas sus acciones están escritas literalmente en la lección diaria que estudia de acuerdo al orden del día. Entonces, sólo tiene que abrir el libro y allí tiene una revelación Divina. Así: “todas tus acciones en el libro están escritas”.