COMO LOS DÍAS DEL ÁRBOL, ASÍ LOS DÍAS DE MI PUEBLO
Una vez, durante una época muy difícil, cuando la tristeza y las duras noticias llamaban a la puerta todos los días, entré a consolarme un poco con las palabras de Torá en la clase de jasidut del rabino Adin (Steinsaltz).
En un momento, el maamar que enseñó abordó el placer Divino en la creación, el fluir de la vida y su influencia.
Y a mí me sonaba tan lejano y extraño.
No sé bien lo que hice,
Quizás torcí la cara o incluso dejé escapar un suspiro con una sonrisa de disgusto; lo que haya sido el rabino se dio cuenta.
Creo que entendió que me estaba preguntando: “¿Qué es el placer ahora? ¿Qué es la vida ahora?”
Luego nos dijo algo que nunca olvidaré,
Sus palabras fueron algo como esto:
“Una vez leí sobre el período de la esclavitud negra en los Estados Unidos.
era un tiempo…”
Hizo una pausa por un momento y adoptó un tono intelectual:
“No es necesario leer mucha historia ni intentar imaginar cómo era la vida de un esclavo africano en Estados Unidos en aquella época.
Esta gente no tenía nada.
Estaba permitido golpearles, estaba permitido hacerles daño de cualquier forma.
No tenían ningún derecho.
Y leí allí algo interesante,
la descripción fue en primera persona,
uno de estos esclavos contó que cuando trabajaban en el campo tenían un ejercicio que les ayudaba a vivir.
Allí describe que contenían la respiración durante un cierto período de tiempo.
Literalmente dejaban de respirar, dejaban que el aire fluir y salir de los pulmones por completo.
Eso… hasta que sentían realmente angustia, sofocados.
Y entonces, en un instante,
liberaban la respiración e inhalaban profundamente, aspirando mucho aire hacia adentro de los pulmones.
Esa persona que escribió estas cosas después de habérsele concedido ciertos derechos describe esta inhalación de aire en términos de placer.
Él dice allí,
que después de contener la respiración con fuerza y de repente volver a respirar podía sentir el pulso de la vida, el placer y el disfrute que realmente tiene el hecho de respirar.
Según él, este ejercicio lo mantuvo con vida a él y a sus amigos.
Imaginémoslos
En una realidad donde no tenían ni una buena razón para vivir,
se aferraron a la esencia de la vida, al placer y la alegría que hay en esto en sí mismo”.
El rabino Adin se detuvo por un momento, nos miró profundamente con un silencio serio y continuó:
“Ahora, si volvemos a lo que está escrito aquí,
de hecho,
la mayoría de las veces la gente tiene buenas razones para vivir,
y es bueno que sea así.
Pero precisamente por eso a veces se nos escapa así el simple placer que existe en la vida misma, en la respiración, en el movimiento, en caminar, con correr.
Entonces, lo que está escrito aquí en este artículo es que básicamente,
este placer que la gente puede sentir de vez en cuando si le prestan atención,
es el deleite Divino en la creación,
esta es la esencia de la vida.”
COMO LOS DÍAS DEL ÁRBOL, ASÍ LOS DÍAS DE MI PUEBLO
Y en otras ocasiones, el rabino Adin agregaba un poco más a esto y decía algo así (escribo de memoria):
“Una de las leyes básicas de la física es la ley de la entropía.
Esta ley es compleja, pero se pueden simplificar las cosas y decir que desde un punto de vista físico los sistemas ordenados tienden a fragmentarse, a separarse.
En general hay un desgaste que le van sucediendo a las cosas con el tiempo,
y este desgaste rompe los sistemas en sus pedazos.
Ahora bien, una de las fuerzas que va en contra de esto es la fuerza vital.
Esta fuerza, que encontramos en todo el campo de la biología, va a la inversa.
Es algo interesante,
un hombre va y tira una pequeña semilla al suelo, donde se pudre y desaparece.
Hay alguna fuerza ahí que causa el crecimiento, el empuje y la unión de los diversos elementos en un sistema vivo que crece y se desarrolla.
En este sentido, el poder de la vida misma es un poder que va en contra de la desintegración,
Parece juntar las cosas y trae fertilidad y reproducción.
Es algo que puedes ver en los árboles viejos,
cómo incluso después de grandes traumas,
los incendios forestales y cosas similares todavía logran sacar así alguna rama verde y fresca.”
El rabino Adin sonrió por un momento, como si jugara con su imaginación sobre alguna rama verde y viva que vio algún tiempo después de un incendio forestal en las montañas de Ierushalaim.
y agregó:
“Esto es algo que aparece de manera diferente en las palabras de Ishaia que describe al pueblo de Israel y dice:
“Como los días del árbol, así los días de mi pueblo.”
Según esto, si hay algo que caracteriza al pueblo de Israel son las ganas de vivir,
superar a estas leyes de la desintegración.
crecer, avanzar, desarrollarse.
Unir las cosas, la realidad, a través del poder de la vida.”
Y en los últimos días, a menudo debilitantes y tristes,
llevo conmigo estas dos cosas que escuché de él:
La vida como fuerza Divina en la que hay placer,
Y la vida como superarse frente a la desintegración, como la unificación de la realidad.
Ambas me dan un motivo y una dirección de qué hacer cuando surge la dificultad:
No luchar contra ella de frente.
En cambio: apégate a la respiración, neshimá, que tal vez sea el alma, la neshamá.
aferrarse a ella y a su placer,
sentir a Dios a través de la esencia misma de la vida,
Y entonces traer un poco de bálsamo y medicina,
que una la realidad y la haga brotar.
Y el ser vivo recapacitará en su corazón.
Que estas palabras sean para la elevación de las almas de los caídos en la guerra.
David Hillel