El Rebe Dov Ber Schneori, el Mitler Rebe, (Rebe Haemtzaí, el rebe intermedio entre el Armur Hazakén y el Tzemaj Tzedek) es el segundo Rebe de la dinastía Jabad. Era hijo y sucesor del Alter Rebe de Jabad, Rabi Schneor Zalman de Liadi. El Mitler Rebe nació después del fallecimiento del Maguid de Mezritch y recibió su nombre. Es conocido por la extensión y profundidad de sus discursos jasídicos, tanto que su yerno, el tercer Rebe, el Tzemaj Tzedek dijo: “Si le cortaran el dedo a mi suegro no brotaría sangre, sino enseñanzas jasídicas.” Al igual que su padre, el Mitler Rebe también fue encarcelado debido a las acusaciones de los opositores al jasidismo. Su día de redención de la prisión es el diez de Kislev. El día antes de esto, el nueve de Kislev, es su cumpleaños y el día de su fallecimiento. Nacer y fallecer en la misma fecha es una expresión del verso, “llenaré el número de tus días”. El Mitler Rebe fue el lider de Jabad durante 15 años. Murió mientras escribía un discurso jasídico y está enterrado en Nizhin, Ucrania.
Una vez, el Alter Rebe envió a su hijo, el Mitler Rebe, en una misión por el bien de la nación judía. (Desde la época del Alter Rebe, la costumbre en Jabad es que el Rebe envíe a su heredero en misiones por el bien público). Mientras el Mitler Rebe todavía estaba en el camino llegó Purim. En Purim, por supuesto, leemos el Rollo de Ester (Meguilat Ester) y el Mitler Rebe entró a la sinagoga local para escuchar la Meguilá.
En aquellos días, era costumbre que después de la lectura de la Meguilá, los congregantes dieran ‘meguilá gelt’, una ‘propina’ para la persona que leyera el rollo. Después de la lectura de la meguilá, cada congregante se acercó al lector y le dió su ‘propina’. El Mitler Rebe, que era un hombre joven en ese momento, puso cinco rublos de plata en el sombrero del lector. Todas las monedas dadas por todos los demás congregantes combinados ni siquiera alcanzaron la suma de un rublo. El lector, que era un hombre modesto, le dijo al Mitler Rebe: “Rebe, esto es demasiado dinero. Nadie me da esta suma”. “No, no”, insistió el Mitler Rebe. “Nunca había escuchado una historia tan maravillosa y hermosa en mi vida.”
No se nos dice qué edad tenía el Mitler Rebe en ese momento, pero podemos suponer que ya había escuchado la meguilá al menos veinte o treinta veces en su vida. ¿Por qué dijo que nunca había escuchado la historia?
Los jasidim que escucharon este suceso explicaron que el Mitler Rebe nunca había escuchado realmente la historia de la meguilá. Había estado con su santo padre en todos los Purim anteriores. Cuando un tzadik como el Alter Rebe lee la meguilá y un tzadik como su hijo, el Mitler Rebe, escucha, toda la meguilá está llena de secretos de la Torá. La historia simple y dramática quedaba perdida entre todos los secretos.
Una historia similar que tuvo lugar varios años antes, fortalece esta explicación: cuando el Mitler Rebe tenía unos doce años, escuchó la reprensión y las maldiciones que hay en la lectura de la Torá de ese Shabat, Parashat Ki Tavó, y se desmayó de tristeza. Cuando se le preguntó por qué se desmayó, respondió que era la primera vez que escuchaba la lectura de la Torá de alguien que no era su padre. “Cuando mi padre lee esta porción de la Torá, solo se escuchan bendiciones…”
Estas dos historias describen una característica central en la personalidad de Mitler Rebe: por el mérito de su padre, el Mitler Rebe pasó sus años de formación en un mundo oculto, celestial. Las maldiciones son bendiciones, las historias son secretos de la Torá y las profundidades de la Torá aparecen como el más simple de los significados, y cuando se encuentra por primera vez con lo que consideramos la realidad ordinaria, lo toma por sorpresa. A veces es difícil y doloroso, como en la lectura de la reprensión de la Torá, y a veces sorprendente y refrescante, como en la meguilá.
Se cuenta una historia similar sobre uno de los Rebes posteriores que se convirtió en rabino de la ciudad y se le pidió que determinara si un pollo en particular era kosher. “La sagrada pupik (pancita)”, exclamó, asombrado al ver una verdadera víscera de un pollo real, tal como se describe en los libros sagrados.
Entre paréntesis, agregaremos que hay tzadikim que son completamente diferentes al Mitler Rebe. El sucesor y yerno del Mitler Rebe, el Tzemaj Tzedek, fue uno tzadik así, como lo ejemplifica la siguiente historia:
La primera vez que el Tzemaj Tzedek viajó con el carretero que anteriormente había servido a su suegro, se detuvo en una posada para descansar un poco. Como era costumbre, le dio una moneda al conductor del carro para que pudiera comprarse una copa de cerveza. El conductor de la carreta volvió a la carreta después de su bebida, pero no devolvió el cambio al Tzemaj Tzedek. “¿Dónde está el cambio?” preguntó el Tzemaj Tzedek.
“¿Eres un Rebe?” preguntó el conductor no judío. “¡El Rebe a quien serví todos estos años nunca pidió el cambio!”
A diferencia de su suegro, el Tzemaj Tzedek estaba muy involucrado en este mundo y usó su conocimiento para determinar las reglas de la Torá en casos complejos. El Mitler Rebe, por otro lado, trascendió los asuntos mundanos. Cuando se encontró con ello se sorprendió.
Podemos aprender mucho sobre la educación de los niños a partir de las dos primeras historias, que ocurrieron en diferentes momentos de la vida del Mitler Rebe. En la medida de lo posible, un niño pequeño debe crecer en un entorno protegido, sin encontrarse con el mal real. Sin embargo, llega el momento, aproximadamente alrededor de los 12 o 13 años, cuando una mujer o un hombre judío acepta el yugo de las mitzvot sobre sí, cuando un niño debe madurar y comprender que el mal existe en el mundo. El sufrimiento y la tristeza, el pecado y el castigo, todo existe y así será hasta que llegue Mashíaj. Esto es particularmente relevante para un niño que se convertirá en Rebe y líder. Curiosamente, el fallecimiento del Mitler Rebe también está relacionado con una historia similar:
Mientras viajaba, el Mitler Rebe se detuvo en la ciudad de Nizhyn, Ucrania. Una mujer llegó a la habitación donde se hospedaba y gritó: “¡Rebe! ¡Sálvame! ¡Llevaron a mi único hijo al ejército!”. El Mitler Rebe sintió un dolor tan profundo que se enfermó y falleció unos días después.
Un niño debe ser expuesto a la existencia del mal como un adolescente que se prepara para la vida. Pero después de la reprensión viene la meguilá: un adulto emprende su misión, entrando en la realidad con sus giros y vueltas. Para navegar con éxito el joven adulto debe sentir principalmente el autosacrificio de Ester y Mordejai. Es en este punto de su vida que necesita escuchar e integrar en su conciencia su historia y la maravillosa Providencia Divina que los acompañó en todo momento. El Mitler Rebe, que estaba ocupado en ese momento anulando los malos decretos, se sorprendió al descubrir repentinamente que el Rollo de Ester también trataba sobre la realidad a la que se enfrentaba. Una buena historia como esa en el momento adecuado ciertamente valía cinco rublos.
Rabino Itzjak Ginsburgh