SER AGRADECIDO CON EL AMIGO

HaRav HaKadosh MiKaminke contó:

Una vez, un hombre pobre y deprimido vino al Baal Shem Tov y le pidió salvación.El Baal Shem Tov le respondió:
Ve debajo de cierto puente, y allí se cumplirá tu deseo, y encontrarás tesoros de oro y plata. El pobre se metió debajo del puente, buscó y no encontró nada.

Un pobre sastre que se encontraba allí y le preguntó: ¿Qué estas buscando?
Y le contó el consejo del Santo Baal Shem Tov, y terminó diciendo:
Pero vine en vano, no lo encontré.

El pobre sastre respondió: Mira, el Baal Shem Tov también me ordenó que fuera a cierto lugar, -y el sastre le indicó el lugar de residencia del hombre- y allí, debajo de su estufa, se encontraría un gran tesoro. Pero me dio vergüenza y no quise ir allí y buscar el tesoro, porque no conozco la casa del hombre.

El hombre escuchó las palabras del sastre, y los pensamientos comenzaron a correr por su cabeza:

“¿Pero acaso no soy yo el dueño de esa casa?’ Iré a mi casa y buscaré el tesoro debajo de la estufa. Y así fue, llegó a su casa, cavó debajo de la estufa y encontró allí un gran tesoro.

Y a su vez, nuestro sastre pensó para sí: Ya que estoy debajo del puente, ¿qué pierdo con hurgar por aquí? ¿Tal vez las palabras del hombre son ciertas? El hombre buscó y encontró grandes tesoros.

No en vano se encontraron, ambos encontraron tesoros y se enriquecieron. Y cada uno se dijo a sí mismo: ¿No fue gracias a mi amigo que encontré la riqueza? ¿Y cómo puedo ver la pobreza de mi amigo y no hacer nada, cuando él causó mi riqueza?

Y cada uno pensó en su amigo, y decidió traerle un cofre de oro y plata, y así lo hicieron y se encontraron, y su alegría aumentó en gran manera, y no sabían qué hacer con los cofres de dinero que tenían con ellos. Se calmaron y decidieron unir las familias, porque uno tenía un hijo y el otro una hija, y dieron fortuna a los hijos y vieron por su felicidad.

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