Hay dos elementos del sacrificio animal traído al Templo, las “grasas selectas” (jelev) y la “sangre” (dam), que son ofrendadas exclusivamente a Di-s. Aprendemos de esto que todas las cosas que son selectas deben ser entregadas al Creador. No pueden participar de ellas ni la persona que trae el sacrificio ni el sacerdote. Esta prohibición es eterna, hasta hoy en día los judíos no comen determinadas grasas o la sangre del animal kosher. Para poder comprender la razón de esta prohibición, debemos explorar el significado interior de estos dos elementos del sacrificio.
Dos Dimensiones de la Corona Supraconciente
El alma del judío tiene dos niveles: el alma natural (a veces denominada “alma animal”) y el alma Divina (el alma interior). Cada uno de estos niveles tiene una supra conciencia llamada “corona” (keter). La corona tiene dos dimensiones, la interior y la exterior. La dimensión interior de la corona es el “placer” supra consciente (taanug). La dimensión externa es la “voluntad” (ratzón) o deseo.
Normalmente, estas fuerzas están ocultas a la conciencia, pero a la postre son las que motivan los diez niveles de conciencia del alma, las tres de la inteligencia y las siete de las emociones. La inteligencia y las emociones son como los engranajes de una máquina que dependen del suministro de energía para que giren. Esta energía deriva de la corona supraconciente. El placer motiva los poderes conscientes del alma, mientras que la voluntad, que reviste o incluye el placer, está al servicio de éste. (En ciertos casos, la voluntad puede ser la experiencia opuesta del placer.)
El Servicio del Templo: La Rectificación de la Conciencia
La Presencia Divina de Di-s se manifestaba en su mayor parte en el Templo. La persona se dirigía allí para encontrarse con Di-s. Este “encuentro” demandaba que explorase hasta los más lejanos rincones de su conciencia, los rectifique y los ofrende como sacrificio a su Creador. Este proceso aseguraba la rectitud de aquellos que venían al Santuario.
En cabalá y jasidut, la “sangre”, dam, representa la voluntad, mientras que el jelev, “las grasas elegidas”, representan el placer. Cuando una persona trae un sacrificio, en primer término, la sangre del animal sacrificado debe ser salpicada en el altar. Esta sería la culminación del proceso de la ofrenda de la voluntad de la persona a Di-s. Acto seguido, el sacerdote habría de incinerar las grasas elegidas en lo alto del altar. Esto habría de culminar el proceso de ofrenda del placer de la persona a Di-s.
La Rectificación de la Conciencia Sin el Templo
En la época del Templo todo lo que concierne al servicio a Di-s llegaba realmente al inconsciente del hombre y lo rectificaba. Para nuestro pesar, el templo aún no fue reedificado. Sin él, la mayoría de las personas no pueden tener un acceso pleno, de largo alcance a su inconsciente. En el mejor de los casos sólo podemos controlar nuestra conciencia. De acuerdo con el libro de Tania (del primer Rebe de Lubavitch, el rabino Shneor Zalman de Liadi) el nivel que pueden alcanzar la mayoría de las personas hoy en día es la de servidor intermedio de Di-s (beinoní), alguien que tiene un completo control de sus pensamientos conscientes, sus palabras y sus actos. De todas maneras, sigue vigente la prohibición de comer la sangre y el jelev de los animales, aunque sean kosher. En nuestro propio nivel, debemos seguir rectificando nuestra voluntad y nuestro placer y ofrendarlos a Di-s.
Unicidad Completa
La palabra jelev comienza con la letra jet y la palabra dam con la dalet, formando un acrónimo, jad, que en hebreo es una abreviatura de ejad (alef, jet, dalet), que significa “uno”. Si contemplamos este fenómeno a través de la meditación inductiva, podemos inducir inmediatamente que los dos elementos de placer y voluntad, jelev y dam, forman en realidad un triplete, cuyo elemento faltante debe comenzar con una alef (la primera letra de la palabra ejad). Esto completaría el fenómeno de jad como ejad, “uno”.
Lo Selecto de lo Selecto
La dimensión interior de la corona, el placer, tiene su propia dimensión interior. La dimensión exterior del placer es la experiencia, mientras que la dimensión interior está más allá de la experiencia. Este nivel de placer se conoce como “fe simple”, emuná, y es la “cabeza incognoscible de la corona”, reisha de lo itiadá.
Hay diferentes tipos de animales que son sacrificados. Cuando se trae una oveja como sacrificio, hay un tercer elemento que se brinda exclusivamente a Di-s además del jelev y el dam. Es un nivel más selecto de grasa llamado aliá, “rabadilla”, adyacente a la cola del animal. La aliá es más jelev que jelev, más placentero que el placer. De acuerdo con nuestro proceso de meditación inductiva, como la palabra aliá comienza con la letra alef, completa el jelev y dam formando la palabra ejad: dos niveles de placer y uno de voluntad que dan forma a nuestra completa Unidad de Di-s.
La Meditación Matemática
El valor numérico de aliá es 46.
El valor numérico de jelev es 40.
El valor numérico de dam es 44
La suma de estos números es 130.
130 es 10 veces 13, el valor numérico de ejad (de paso, también es el valor de ahaba, “amor”). 10 veces 13 es la manifestación plena de cómo la completa Unidad de Di-s se manifiesta en los diez niveles concientes de nuestra alma.
Al procurar que nuestra conciencia acceda a las dos dimensiones de placer y a la dimensión de voluntad en nuestras almas, y ofrendándolas a Di-s, podemos alcanzar la unidad simple con nuestro Creador en los diez niveles conscientes de nuestra alma.