La Aparición de Moisés En Cada Generación
El Zohar enseña que nuestro Maestro Moisés “aparece” en cada generación, y en cada una de ellas hay un único individuo que es su encarnación. El espíritu de Moisés emana a todo hombre sabio de la generación, y de él a todos los que viven en su época, iluminando el alma judía con la luz de las partes internas y ocultas de la Torá (“el ‘alma’ de la Torá”), confiriéndoles el poder del Conocimiento Supremo, el poder que le permite a uno conocer y aferrarse al que “Da la Torá”, Di-s, Bendito Sea.
Luego de la entrega de la Torá, en el principio del mes de Sivan, Moisés ascendió al monte Sinaí, donde permaneció por “cuarenta días y cuarenta noches”, hasta el diecisiete (tov – “bien” = 17) de Tamuz ( “no hay otro “bien” que la Torá” – Pirkei Abot 6:3).
Si no fuera por el pecado del becerro de oro (que se produjo como resultado de la decepción al imaginar que Moshé había muerto – Talmud Bavli, Shabbat 89a), hubiéramos sido meritorios de poder ver concretamente la esencial “benevolencia” de Di-s cada día (como es sabido que “Di-s es la esencia del ‘bien’”, “y por naturaleza, alguien que es bueno siempre desea hacer el bien”).
Ese mismo día se dió testimonio de la consumación de la entrega del verdadero “bien” al pueblo “bueno”, o como afirman los sabios: “Deja que el “bueno” (Moisés) venga y reciba el “bien” (Torá) de parte de “El Bueno” (Di-s), para el pueblo “bueno” (Israel), Talmud Bavli, Menajot 53b).
La Cadena de Transmisión de la Torá
Esos 40 días que Moisés permaneció en el monte (en un estado que trasciende el tiempo tal como es conocido en este plano terrenal… “Él no comió pan ni tomó agua” – Exodo 34:28), comparable a las 40 generaciones de la transmisión de la Torá desde Moisés, nuestro Maestro, (quien recibió la Torá Escrita [en forma completa, y también la revelación inicial de la Torá Oral]), hasta Rav Ashi (en cuya generación y a través suyo fue plasmada la Torá Oral) como fue aclarado por Maimonides en la Introducción de su gran tratado legal Mishné Torá.
Moisés, nuestro Maestro, vivió en la 26o generación desde la Creación. 26 es también el equivalente numérico del Nombre de Di-s Havaiá, asociado con la Torá Escrita (el secreto de la sefirá de tiferet – “belleza”, como está argumentado en Cabalá). Rav Ashi es la 65o generación (26 hasta Moisés incluido, más 39 generaciones hasta Rav Ashi). 65 es el equivalente numérico de otro Nombre central de Di-s: Adnut, el nombre asociado con la Torá Oral (el secreto de la sefirá de maljut, “reinado”, “maljut es la boca, también llamada la Torá Oral” [Pataj Eliahu]). En lo concerniente a la unidad esencial de estos dos Nombres, le fue declarado a Moisés cuando Di-s Se reveló en la sarsa ardiente: Este es Mi Nombre (Havaiá, tal como se escribe, comparado con la Torá Escrita) por siempre, y este es Mi recuerdo (Adnut, tal como se pronuncia, comparado con la Torá Oral) de generación en generación” (Exodo 3:15).
Es enseñado en la cabalá: “El final está comprendido en el principio” (Sefer Ietzirá 1:6). Por cierto, Rav Ashi está insinuado en el principio de la Torá Escrita, la Torá de Moisés: las primeras cinco letras de la Torá, de la palabra Bereshit), ¡son la permutación del nombre de Rav Ashi!
Evolución, Investir, Morar
La cadena generacional en la transmisión de la Torá, no debe ser vista como que se produce sólo a nivel de “desarrollo” y “evolución” (descripciones usadas para entender el “desencadenamiento de los mundos” durante el proceso de Creación). En todo proceso de desarrollo y evolución, el “final” del “nivel superior” está incluido en la “cabeza” o “principio” del “nivel inferior” (como la sucesión de eslabones en una cadena). El “final” del que influencia (el maestro), puede revelar enseñanzas (en forma oral) al receptor. Esta instrucción entra y es aprehendida por la “cabeza” del que recibe.
Sin embargo, la transmisión generacional de la Torá es mucho más que un simple proceso de desarrollo y evolución. Más exacto es verlo como que el maestro se “inviste” dentro del estudiante-receptor, algo similar al alma que se “inviste” dentro del cuerpo, con el fin de traerlo a la vida y darle continua existencia. No sólo el conocimiento revelado del maestro pasa al estudiante de una manera evolutiva, sino que también el alma del maestro “impregnada” en el estudiante, causa el despertar del poder intelectual de este, que luego fluye como un “inagotable manantial”.
Más aún, y más esencial por cierto: desde una perspectiva más profunda, el Rebe (el Moisés de cada generación) y el discípulo son verdaderamente “uno” completamente unificados. Este nivel de revelación es el secreto del “morar” Divino a través de la aceptación de la Torá en cada generación. El nombre hebreo Moisés, es un acrónimo de “lo que fue, es lo que será” (Eclesiastes 1:9). “Moisés es Verdad y su Torá es Verdad” (Midrash Tanjuma, Koraj 11), y como es sabido, la Verdad es una cualidad eterna e indestructible. Cuando Di-s llama: “Moisés Moisés” (Exodo 3:4), notamos que no hay ninguna nota de entonación que indique un corte o pausa entre los dos “Moisés”. Ambos, Moisés y la Torá, participan de lo eterno, de lo inquebrantable, porque ambos reflejan la Verdad.
Durante los 40 Días desde la entrega de la Torá hasta el diecisiete (tov) de Tamuz, Moisés (y a través de él toda alma judía) recibió iluminación desde la Morada Divina. Esta inspiración Divina fue otorgada en la entrega de la Torá a Moisés, y por eso -y en cada generación hasta la llegada del Mashiaj- “Moisés es el primer redentor, y es el redentor final”. El pecado del becerro de oro, fue causado por una falta de conciencia de este secreto. El avanzado nivel de percepción de Moisés en la montaña (behar es similar a la palabra behirut, denotando un entendimiento claro y cristalino) no trajo al pueblo judío a un nivel similar de conciencia Divina. Por eso, después del pecado, le es dicho a Moisés: “Ve abajo (de la montaña)”, para conducir al pueblo judío hacia una percepción conciente de que en su interior mora algo Divino.
Para aquel que alcanza esta percepción Divina (y consecuentemente rectifica el pecado del becerro de oro, la falsa ilusión de que “Moisés murió” como fue dicho arriba), Moisés vive eternamente -un alma dentro del cuerpo- “Porque la tierra (el cuerpo) estará llena del conocimiento de Di-s (el alma de Moisés) como las aguas (“Yo lo saqué de las aguas” – Exodo 2:10) cubren el lecho del mar” (Isaias 11:9).