VISIÓN ESENCIAL Y MARAVILLAS CELESTIALES

En la porción de la Torá de esta semana, Reé (“Ve”) Moisés amonesta a Israel: “Mira, hoy pongo ante de ti bendición y maldición”. El Or Hajaim HaKadish explica que con estas palabras Moisés se dirigía a los Hijos de Israel instándolos a elegir el placer del mundo superior y a no dejarse seducir por elegir los placeres de este mundo. La palabra que él escoge para resaltar esto es Re’e, “Mira”. El poder de la vista es la identificación confirmada de la esencia de la materia, que en la lengua vernácula actual se llama “conciencia basada en los sentidos”, o en términos usados en Jasidut, “ver la esencia[1]“.

Con el fin de influir verdaderamente en las personas para que elijan el bien, se necesita un líder como Moisés, una persona que “vea” las cosas, que no solo conozca las cosas intelectualmente, sino que realmente las experimente de primera mano, y que infunda a la nación su auténtica experiencia. Muchos rabinos y educadores dan clases y enseñan Torá durante muchas horas, pero sus palabras no generan ningún cambio en la mayoría de sus oyentes, porque el conferenciante no ha experimentado personalmente lo que está enseñando. No está mintiendo, pero no está hablando desde su propia experiencia física de la esencia del asunto.

La vista es un sentido muy elevado, que corresponde a la sefirá de Sabiduría (Jojmá). Sin embargo, cuanto más elevado es el sentido, más profundo es su alcance, lo que le permite encontrar expresión de una manera más baja y torpe. El sentido de la vista es el principal influenciador en nuestro mundo. Todo lo que nos rodea es visual y tangible. Los medios de comunicación escenifican cada declaración e idea como una producción visual. Podemos quejarnos de la superficialidad del discurso público y de la simplificación excesiva de ideas complejas, pero la ventaja de la presentación visual es obvia.

Es cierto que aspira al mínimo común denominador, pero al hacerlo, llega no sólo a los pensadores profundos individuales, sino a todo el público. Como tal, el mensaje de Moisés (el primer redentor) al público se basa en la vista (“Re’é“). Se deriva de su propia visión y experiencia personal tanto de este mundo como del mundo superior. Su naturaleza esencial abre el corazón de sus oyentes para interiorizar sus palabras y adoptarlas para toda la vida. El último redentor, el Mashíaj, también enseñará la Torá con estas herramientas visuales esenciales, basadas en su experiencia personal. Ver para creer. No se puede negar. Es una señal celestial inequívoca.

La “superficialidad” del sentido de la vista se expresa en la atracción que la mayoría de las personas sienten por las “señales divinas” y su conexión con los tzadikim, de quienes se dice que realizan “maravillas”. Había escuelas de pensamiento jasídicas que criticaban la atracción por las “maravillas” y milagros como si simplemente se dejara atrapar por “trucos” superficiales. Esto es particularmente cierto en el caso del Jasidut de Kotzk, que es la más áspera de todas las corrientes emotivas de Jasidut. En Kotzk decían que la mayor señal divina que un tzadik puede realizar es tomar un bloque de madera (alguien sin sentido interrior de la Divinidad) y convertirlo en una persona.

En Jasidut Jabad, de carácter más intelectual, las señales divinas – que galvanizan el nivel inferior de comportamiento del alma que está cautivada por cualquier violación de las leyes de la naturaleza – no tienen mucha importancia. Sin embargo, una señal divina aumenta nuestra percepción, permitiéndonos “ver la esencia”, tanto que el Rebe de Lubavitch dijo que, en nuestra generación, parte del camino para traer la redención es dar a conocer las señales divinas.

La señal divina abarca todos los niveles del alma. A nivel intelectual, (Jojmá, Biná y Da’at / Sabiduría, Entendimiento y Conocimiento), una señal divina clara es una prueba (ra’aiá) que es igual a ver (re’iá, las mismas letras que ra’aiá), evocando la “visión sensorial” del intelecto, similar a la visión sensorial de la Divinidad de Moisés.

En el plano emocional, (Jesed, Guevurá y Tiferet / Bondad, Poder y Belleza), una señal divina despierta las emociones de amor, temor o compasión. La señal divina intelectual, que revela claramente la existencia de Dios, convierte un bloque de madera en una persona que puede relacionarse con la divinidad en su corazón.

En última instancia, la señal divina se expresa a nivel conductual, (Netzaj, Hod y Iesod / Victoria, Esplendor y Fundamento). Para quienes la Divinidad es tangible es fácil cambiar las leyes de la naturaleza revelando así la presencia de Dios a todos.


[1] Derej Mitzvoteja, Mitzvat Ha’amanat Ha’Elokut, capítulo 2