HISTORIAS JASÍDICAS
El Ahavat Shalom:
Rabí Menajem Mendel Hager de Kosov nació en 5528 (1768), hijo de Rabí Iaacov Kopel Jasid y su esposa Jaia. Durante la mayor parte de su vida, se dedicó al estudio de la Torá, dedicándose a los negocios solo para ganar lo necesario para la vida y nada más. Después de que su maestro, Rabí Zeev Wolf de Chornyi-Ostriv, hizo aliá a la Tierra de Israel, aceptó el cargo de rabino en Kosov. En poco tiempo, se convirtió en el guía espiritual de miles de jasidim y fue conocido epónimamente después de la colección de sus enseñanzas, Ahavat Shalom.
Sus descendientes incluyen a los Rebes de la dinastía Kosov, y más tarde también a los Vizhnitz, Seret-Vizhnitz y otras dinastías jasídicas. Partió de este mundo el 17 de Jeshván de 5586 (1825) y fue enterrado en el cementerio de Kosov
Por la mañana, después de rezar, el Ahavat Shalom emprendió de nuevo su viaje, con el corazón roto por la angustia de ver a los niños hambrientos. En su camino, se acercó una carreta con un judío rico adentro. La carreta se detuvo, y el judío rico preguntó al Ahavat Shalom a dónde se dirigía. Él respondió que se dirigía a su Rebe, el santo Rebe Meshulam Faivush de Zbarazh. El hombre rico dijo: “Yo también estoy viajando al Rebe. ¿Por qué caminas? ¿Quizás te gustaría unirte a mí y continuar tu viaje en mi carreta? Ven, súbete a la carreta y te llevaré ante el Rebe”. Sin embargo, el Ahavat Shalom, cuyo corazón estaba roto por la situación de la familia, respondió al hombre rico: “No puedo viajar contigo a menos que me des cien monedas de oro”.
El hombre rico quedó sorprendido por la audacia del joven de solicitar una suma tan exorbitante a cambio de su generosa oferta, pero para evitar rechazarlo con las manos vacías, accedió a darle cinco monedas de oro. Sin embargo, el Ahavat Shalom le dijo: “No te pedí que me dejaras montar en tu carreta. Si quieres que me suba a la carreta, por favor dame la suma que pedí”. El hombre rico no estuvo de acuerdo, y el Ahavat Shalom se despidió de él y continuó caminando.
El hombre rico también continuó su camino, pero surgieron sentimientos de arrepentimiento en su corazón. Regresó al Ahavat Shalom y le ofreció veinte monedas de oro. Sin embargo, el Ahavat Shalom no estaba dispuesto a subirse al carro. El hombre rico se dio cuenta de que este joven no era una persona corriente y su corazón no le permitía dejarlo solo en el camino. Accedió a dar las cien monedas de oro, si se subía a la carreta para que pudieran continuar el viaje. Pero el Ahavat Shalom respondió: “No, aún no vamos a seguir nuestro camino”. Le dijo que necesitaba la suma para un pobre posadero judío cuyos hijos tenían hambre y le pidió que diera media vuelta y fuera a la casa del posadero para darle el dinero.
Una vez más, el hombre rico estaba descontento de que el joven le hubiera pedido que extendiera el viaje después de que ya le había dado la suma completa, pero sabiendo que sin esto no estaría de acuerdo en subirse a la carreta, pensó para sí mismo: Veamos las buenas acciones de este joven que insiste en beneficiar a un judío con tanta devoción. Giró la carreta hacia la posada. Cuando llegaron, el santo Ahavat Shalom entró en la posada junto con el hombre rico. Le entregó al posadero las cien monedas de oro y le ordenó que fuera a la ciudad a comprar aguardiente, para que tuviera algo que vender y alimentar a sus hijos.
Antes de separarse del posadero, el Ahavat Shalom le susurró: “Toma un libro de contabilidad y registra las ganancias de este negocio todos los días a partir de ahora, porque cuando llegue el momento, tendrás que compartirlas con tu rico benefactor”.
Cuando llegaron al santo Rebe Faivush, el Rebe proclamó ante todos los presentes: “¡Abran paso a aquellos que cumplen mitzvot!” Los recibió con gran alegría y les mostró mucho cariño.
La rueda de la fortuna gira en el mundo. Pasaron los días y los años. El pobre posadero se hizo rico, y el hombre rico que le había dado cien monedas de oro perdió su fortuna. Era tan pobre que tuvo que unirse a uno de los grupos de necesitados que iban de ciudad en ciudad recogiendo limosna. En aquellos días, el Ahavat Shalom se había hecho conocido como un rebe generoso y un hacedor de maravillas. Las personas necesitadas acudían a sus puertas, y él las reanimaba a todas con sus bendiciones y su caridad generosa y respetuosa.
Un día, el otrora rico hombre llegó a la casa del Ahavat Shalom. El Rebe lo reconoció de inmediato. El Ahavat Shalom instruyó a su asistente para que llamara a este pobre hombre y lo llevara a su habitación. El Rebe lo recibió con un semblante agradable y le recordó el viaje en carreta y el dinero que le había dado al posadero. El Ahavat Shalom le dio una carta para el posadero, que mientras tanto se había hecho rico. Le pidió que hiciera una cuenta justa con su benefactor y que le diera la mitad de sus ganancias. El posadero cumplió completamente la petición del Rebe, y el antiguo hombre rico volvió a ser rico y dio caridad generosamente.
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El santo Ahavat Shalom no fue bendecido inicialmente con una voz agradable. Una vez, estaba en cierto pueblo donde había un cantor con una voz maravillosa. El Ahavat Shalom notó que después de que el cantor terminó de dirigir las oraciones, preguntó entre las mujeres cómo se recibía su oración. El Ahavat Shalom levantó sus ojos al cielo y dijo: “Maestro del Universo, si me das una voz agradable, rezaré solo para Tu gloria y no para impresionar a los demás, Dios no lo quiera”. A partir de entonces, el Ahavat Shalom recibía una voz excepcionalmente agradable, y cada Shabat componía una nueva melodía o acorde.
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Una vez, el Ahavat Shalom estaba en cierta ciudad en Shabat durante las Tres Semanas de luto por el Templo en Jerusalén, y había una alegría tan grande en Shabat que la gente bailaba en los tejados. Después del sagrado Shabat, la gente del pueblo y los eruditos de la Torá se acercaron a él. Él les preguntó: “¿Qué dicen ustedes acerca de la alegría en Shabat?” Los eruditos de la Torá respondieron que era excesivo, dado que fue durante las Tres Semanas. Él respondió y dijo: “¿No es el Shabat un regalo, como dice en el Talmud: ‘Tengo un regalo precioso en Mi tesorería, y Shabat es su nombre’, y la ley de venta preferente a un vecino[1] no se aplica cuando se trata de un regalo?”.
El Rebe Menajem Mendel de Kosov es conocido epónimamente como el Ahavat Shalom – la colección de sus enseñanzas. ¿Por qué le dio este nombre a su libro? En la introducción del libro, se explica que casi todas las enseñanzas se refieren al Shabat, a la caridad y a la salvaguardia del pacto (es decir, la rectificación de los impulsos sexuales). Estos tres asuntos se relacionan con la paz (shalom). Todos conocemos el saludo común para Shabat: “Shabat Shalom”. Con respecto a la caridad, el versículo dice: “Y el acto de caridad será paz”.[2] Finalmente, en Cabalá, la sefirá de fundamento, que corresponde a los órganos procreativos, se conoce como shalom. Por esta razón, elegimos traer estas tres historias sobre el Ahavat Shalom, que ilustran su enfoque de estos tres asuntos. En nuestra explicación, veremos que estos tres puntos juntos tocan todos los poderes conscientes del alma dentro de un judío, rectificándolos y conectándolos con la santidad.
La mitzvá de la caridad rectifica las facultades conductuales dentro de una persona, que incluyen las sefirot de victoria, reconocimiento, fundamento y reinado (netzaj, hod, iesod y maljut). Las facultades de comportamiento/conductuales dirigen el alma a la acción práctica y a la influencia. Cuando una persona usa estos poderes para dar a otros el dinero por el que ha trabajado, transforma los poderes del alma de instrumentos para la autorrealización en vínculos tangibles con otras personas y con Dios. Además, la fuente de estas sefirot (netzaj, hod y iesod) se encuentra en los dos tercios inferiores de la sefirá de tiferet, cuya esencia interior es la compasión. Dar caridad no comienza con una acción inmediata. Como en nuestra historia, en primer lugar, comienza con la verdadera compasión por los demás, que es la esencia de estos dos tercios de tiferet.
A medida que ascendemos al siguiente nivel de las facultades del alma, conocido como el nivel emotivo, nos encontramos con la historia del cantor que rezaba para impresionar a las mujeres y la rectificación por la que rezaba el Ahavat Shalom. La sefirá de fundamento (iesod) está asociada con la conexión entre un hombre y una mujer y la rectificación o posible corrupción de esta relación. Aunque ya estaba incluida en la historia anterior, aquí se trata independientemente de las otras sefirot. La razón de esto es que la raíz de fundamento se encuentra en la sefirá de conocimiento (da’at): “Y Adán conoció a Eva, su esposa”. El conocimiento se divide en dos mitades conocidas como la corona de la bondad y la corona del juicio. El tercio superior de la sefirá de belleza (tiferet) también está incluido dentro de ella.
El pacto (refiriéndose a la unión matrimonial y la fidelidad) también se conoce como “la pluma del alma”, una expresión con la que el Alter Rebbe solía referirse a las melodías. Esta conexión entre el pacto y la música también se expresa en la elección del Ahavat Shalom decomponer una nueva melodía específicamente cada sagrado Shabat, el tiempo de unión matrimonial para los eruditos de la Torá. Este es el secreto del Cantar de los Cantares que se recita en la víspera de Shabat: esta canción tan selecta es la canción de amor entre el Todopoderoso y el pueblo de Israel. El amoroso tzadik tiembla ante cualquier intento de convertirlo en una canción para mujeres extrañas.
Después de haber examinado los poderes de acción y emoción, llega el Shabat y expresa los atributos intelectuales de sabiduría y entendimiento. Aquí podemos ver el sentimiento del Rebe de que la esencia del Shabat no son las comidas elegantes o el día de la semana, sino más bien la simple alegría que sentimos por haber merecido recibir un precioso regalo del tesoro de Dios.
[1] Esto se conoce como Dina DeBar Meitzra en el Talmud. Dado que el Shabat es un regalo de Dios para el pueblo judío, y alguien que recibe una tierra como regalo no está obligado a venderla preferentemente a su vecino, el Shabat no tiene que renunciar a nada durante el período de luto de las Tres Semanas.
[2] Isaías 32:17