TRANSFORMAR LO AMARGO EN DULCE

EL MES DE JESHVAN

Para entender nuestro mes actual de Jeshván, es importante analizarlo en relación con los tres meses que lo preceden: Av, Elul y Tishrei. Estos meses sientan las bases para entender la energía de Jeshván y sus posibilidades para el avance espiritual.

Una profunda conexión entre los meses de Av, Elul y Tishrei se encuentra en una enseñanza cardinal del Baal Shem Tov, quien enseñó que todo proceso, ya sea material o espiritual, progresa a través de tres etapas: sumisión (hajnaá), separación (havdalá) y dulcificación (hamtaká).[1] La primera etapa, la sumisión, implica disminuir el propio ego para obtener una visión más equilibrada de la realidad. En esta etapa inicial, la persona somete su voluntad, energía y tiempo al logro de una meta o propósito específico. A menudo, nos sentimos inspirados para comprometernos, pero carecemos de la capacidad de someternos a un plan de acción detallado, especialmente cuando el objetivo exige una cantidad considerable de dedicación o tiempo.

Al relacionar esta idea con Av, el mes de Tishá Be Av, cuando ayunamos y lamentamos la destrucción del Templo y muchas otras tragedias a lo largo de los milenios, es evidente que la energía de Av exige una gran sumisión emocional a la luz de la historia judía y la realidad existencial de un mundo sin rectificar. Sumisión no significa depresión, sino mucha humildad para asumir la carga de la historia colectiva del pueblo judío.

La segunda etapa, la separación, implica separar lo esencial de lo superfluo, la verdad de la falsedad, definiendo al mismo tiempo un camino ordenado hacia el cumplimiento de nuestras metas. Debemos separar o distinguir entre las actividades, situaciones y actitudes que nos ayudarán a alcanzar la meta y las que nos distraerán. Esta etapa describe con precisión el trabajo espiritual, emocional y psicológico del mes de Elul, cuando nos preparamos para el Año Nuevo y las festividades del mes de Tishrei mediante una profunda introspección.

La última etapa del proceso de tres etapas del Baal Shem Tov se denomina dulcificación. En esta etapa, alcanzamos nuestras metas y nos damos cuenta de que valió la pena el tiempo y el esfuerzo. Con frecuencia dedicamos un esfuerzo considerable a alcanzar una meta que resulta no ser exactamente lo que esperábamos y anhelábamos. La etapa de dulcificación nos ofrece la dulce recompensa por un trabajo bien hecho y nos permite expresar nuestra gratitud por la constante asistencia y guía divina.

El mes de Tishrei, con todas sus festividades, representa esta última etapa de dulcificación, cuando el trabajo espiritual de los meses de Av y Elul y las etapas anteriores de sumisión y separación se integran plenamente de la manera correcta. El temor y la alegría de las oraciones que suscitan arrepentimiento, perdón y expiación son verdaderamente un endulzamiento para el alma.

El Baal Shem Tov también enseñó un proceso similar de tres pasos basado en la misteriosa palabra, jashmal, que aparece en la visión de Ezequiel, conocida como Maasé Mercavá, la Obra o Relato de la Carroza.[2]  La primera sílaba de esta palabra significa silencio (jash), mientras que la segunda significa hablar (mal). De ahí la paradoja de los “sonidos del silencio”. El Baal Shem Tov enseñó que cualquier par de opuestos siempre tendrá una etapa intermedia que los une. Por lo tanto, lee la palabra como jashmalmal, ya que la palabra mal en realidad tiene dos significados: circuncisión y hablar.

Estas tres etapas se corresponden perfectamente con la sumisión, la separación y la dulcificación. La sumisión implica un silencio interior nacido de la verdadera humildad y la sensación existencial de pequeñez. La separación refleja la circuncisión, ya que ese acto implica separar el prepucio del órgano masculino. La dulcificación se expresa a través del habla, especialmente al agradecer a Di-s por cualquier logro que alcancemos. En este paradigma, la sumisión del mes de Av se manifiesta en el silencio, el proceso de separación en Elul implica la circuncisión del corazón, mientras que la dulcificación, el endulzamiento de Tishrei, se articula en las sublimes oraciones de las festividades de Tishrei.

Hajnaá Sumisión הכנעהSilencio Jash חש  Av
Havdalá Separación הבדלהCircuncisión Mal מל  Elul
Hamtaká Endulzamiento המתקהHabla Mal מל  Tishrei

Jasidut explica que el tipo de dulcificación al que se refiere el mes de Tishrei es convertir la oscuridad en luz. El mes de Tishrei comienza con Rosh Hashaná y recuerda la creación del mundo. Aunque la primera creación explícita a través de la palabra de Di-s en el primer día es la de la luz, descrita en el tercer versículo de la Torá, – “y dijo Di-s que haya luz, y hubo luz” – la oscuridad ya se menciona en el segundo versículo. La luz y la oscuridad inicialmente estaban mezcladas hasta que Di-s las separó y le dio a cada una su propio dominio: día para la luz y noche para la oscuridad.

El paradigma de la oscuridad que precede a la luz es arquetípico, preparando el escenario para la necesidad espiritual de “convertir la oscuridad en luz” o como dijo el Rey Salomón “más provechosa es la luz que viene de la oscuridad”.[3] El mes de Tishrei con todas sus festividades nos invita a convertir la “oscuridad en luz” en los planos personal, nacional y universal.

Un respaldo a la idea de convertir la oscuridad en luz en Tishrei se encuentra en el versículo: «Toquen el shofar en la Luna Nueva, cuando está oculta, para el día de nuestra festividad».[4] Rosh Hashaná en la Torá se denomina Iom Teruá, el Día del [soplido-toque] del shofar.[5] Es la única festividad que comienza en Luna Nueva, cuando la luna está oculta y reina la oscuridad. Las festividades de Tishrei que siguen son, por lo tanto, un tiempo para convertir espiritualmente la oscuridad en luz.

Con esta introducción, podemos intentar entender el servicio especial del mes de Jeshván. Según la tradición, el único mes del año que no tiene festividad, evento conmemorativo, ni día de ayuno, es el mes de Jeshván. Por esta razón, algunos lo llaman Mar (“amargo”) Jeshván. Otra razón importante para identificar este mes con la amargura es que fue el día 17 de Jeshván que comenzó el Diluvio en los tiempos de Noé.[6] De hecho, el mes de Jeshván en el Tanaj es conocido como Jodesh Bul.[7] La palabra bul proviene de la palabra para inundación, mabul. La historia del Diluvio siempre se lee al comienzo de Jeshván.

El Zohar[8] afirma que un verdadero tzadik es quien transforma la oscuridad en luz y lo amargo en dulce. Jasidut explica que, en realidad, es mucho más difícil transformar lo amargo en dulce, que transformar la oscuridad en luz. Por lo tanto, primero viene el servicio espiritual de Tishrei y solo entonces podemos transformar lo amargo en dulce en el mes de Jeshván.

Jasidut explica además que transformar la oscuridad en luz y lo amargo en dulce se relaciona con lo que la terminología cabalística denomina kelipot, que literalmente significa “cáscaras” o “envolturas”. Estas representan barreras espirituales que encierran chispas de santidad incrustadas en el mundo material. Según la Cábala, el mundo está construido de tal manera que la luz divina se oculta tras capas de ocultamiento, y el rol del individuo es penetrar esas cáscaras, extraer las chispas de luz y elevarlas a través de la acción consciente.

La Cábala identifica cuatro niveles principales de kelipot. Los tres primeros se consideran inaccesibles – ocultan la chispa divina tan profundamente que, en nuestro estado actual de desarrollo espiritual, no podemos redimir la luz interior. Estos tres se describen como inherentemente impuros y constituyen la base mística de diversas prohibiciones de la ley judía.

La cuarta kelipá es de una naturaleza completamente distinta. Conocida como kelipat noga, ocupa un espacio marginal – entre lo sagrado y lo profano. Contiene tanto oscuridad potencial como luz potencial, y como tal, es el ámbito principal en el que operamos los seres humanos. Es este ámbito con el que interactuamos a diario, mientras nos esforzamos por elevar el mundo físico mediante un comportamiento consciente y recto.

Jasidut explica que transformar la oscuridad en luz se logra mediante la klipat noga, y este es el servicio espiritual del mes de Tishrei. Mientras que las chispas de luz y santidad que se esconden en las tres klipot inferiores solo pueden lograrse mediante el trabajo mucho más arduo de transformar lo amargo en dulce. Dado que nada puede existir sin una chispa de Divinidad que lo anime, incluso en los aspectos más caídos de la realidad hay chispas que pueden ser redimidas.[9]

Dado que el mes de Jeshván sigue a las inspiradoras y edificantes festividades del mes de Tishrei, conlleva una amargura intrínseca. De forma similar a cómo la gravedad establece que todo lo que sube, eventualmente baja, en Jeshván hay una cierta sensación de caer desde las alturas espirituales de las festividades de Tishrei.

Sin embargo, el verdadero trabajo práctico y espiritual del Año Nuevo solo comienza en este mes y, por lo tanto, aunque carece del brillo del mes anterior, es donde se desarrolla la verdadera esencia del trabajo del nuevo año. Por lo tanto, encierra un enorme potencial para la rectificación, el logro y la manifestación real de todas las oraciones y resoluciones del mes de Tishrei.

Algunos se refieren a este mes como Ram («exaltado») Jeshván. La palabra Ram, en realidad, tiene las mismas letras que Mar (amargo), solo que están invertidas. Esta idea refleja a la perfección el desafío y la oportunidad de convertir lo amargo (mar) en dulce (ram) en el mes de Jeshván.


[1] 1 Keter Shem Tov (ed. Kehot) 28, 160, 302

[2] Ezequiel; Capítulo 1

[3] Eclesiastés 2:13; Zohar 3:47b

[4] Salmos 81:4

[5] Números 29:1

[6] Génesis 7:11

[7] 1 Reyes 6:38

[8] Zohar 1:4a

[9] Véase Mivjar Sheurei Hitbonenut; Volumen 10; el Mes de Jeshván

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