REENCARNACIONES DEL ARREPENTIMIENTO

Itiel Giladi
Categoría: Torat HaNefesh (La sabiduría del alma)

Nuestra generación es una generación de teshuvá (retorno).
Para purificarse del pasado y prepararse para su verdadero papel, hay una etapa en la que los baalei teshuvá —aquellos que retornan— se entregan a ayudar a otros con las cualidades únicas que poseen, hasta que merecen alcanzar su propia misión independiente y la realización de su propósito (la “profecía de la generación”): ¡los baalei teshuvá dominarán el Estado!

El secreto de las reencarnaciones

Uno de los fundamentos de la Cabalá es el secreto de las reencarnaciones (guilgulim).
La Cabalá antigua lo utilizó para explicar la justicia divina cuando ésta parecía ausente (“el justo sufre y el malvado prospera”).
En la Cabalá del Arizal, esta enseñanza se desarrolló en una doctrina completa que describe los procesos de las raíces de las almas colectivas a lo largo de la historia, con implicaciones directas para la posición y la misión de cada alma individual.

El Baal Shem Tov apartó el conocimiento místico de las reencarnaciones de ser un centro de la devoción y lo transformó, a través del jasidismo, en una enseñanza práctica para el trabajo interior.
Según esta visión, no hay que buscar las reencarnaciones en los misterios ocultos de las almas, sino dentro de la propia vida cotidiana.
Un guilgul es un proceso de rectificación del alma, una oportunidad de volver a empezar. Cuando una persona hace teshuvá y produce una transformación profunda en su vida, vive una reencarnación en vida.
Así, una persona puede pasar por muchos “guilgulim” en una sola vida: cambiando, reparándose y renovándose una y otra vez.

El ejemplo de David, rey de Israel

Como la reencarnación es una forma de teshuvá, el ejemplo más significativo es David HaMelej, quien estableció el principio del retorno.
El Arizal enseña que el alma de David surgió de las profundidades de las kelipot (fuerzas impuras); por eso, aunque era un justo, el mal se adhirió a él, y tuvo que pasar por un largo proceso de reparación espiritual.

Cuando el Arizal explicó los secretos del alma de su gran discípulo, Rabí Jaim Vital —que provenía de la raíz del Mashíaj ben David—, dijo que antes de reencarnarse plenamente en su propio cuerpo, su alma había pasado por tres reencarnaciones en las que actuaba como “aura envolvente” (makif) de otras almas.
En esos ciclos, el brillo futuro de su alma —la del gran Rabí Jaim Vital, difusor de la sabiduría cabalística— protegía y ayudaba a rectificar a otras almas.
Solo después de esos tres niveles de purificación pudo obtener una reencarnación propia e independiente, en la que las tres almas a las que había asistido se unieron a la suya.

Aplicación para el hombre contemporáneo

Este proceso descrito por el Arizal puede servir como modelo para cada baal teshuvá en nuestra generación:
Al principio, la persona está inmersa en el mal de sus actos pasados.
Para purificarse, debe pasar por etapas intermedias, en las cuales aún no actúa plenamente desde su esencia. En ese tiempo, se dedica a ayudar a otros en su propio trabajo espiritual, con la certeza de que Di-s le pondrá en su camino tres personas vinculadas a la raíz de su alma, a las que podrá asistir.
A través de ese servicio desinteresado, la persona llega finalmente a su reencarnación independiente, cuando reconoce su misión particular en el mundo y se identifica completamente con ella.

La “profecía de la generación”: los baalei teshuvá y la redención pública

En una dimensión más amplia, la “profecía de nuestra generación” enseña que “los baalei teshuvá dominarán el Estado”.
El poder para la rectificación colectiva —la teshuvá pública de todo Israel— está en manos de esas almas valientes que supieron transformarse.
Quienes lograron cambiarse a sí mismos podrán transformar al pueblo entero.

Al principio, los baalei teshuvá están “anexados” como envolventes espirituales a las almas de quienes conservan la tradición, limpiándose así de las impurezas del pasado. Su luz futura —su potencial de reparación nacional— protege y purifica incluso al público religioso.
Pero al final, alcanzan su misión propia y plena, en la cual rectifican tanto al individuo como a la colectividad. Entonces, las mismas almas de los “justos” a quienes antes acompañaban se unen a ellos como auxiliares.

¡Que merezcamos llegar a esa meta!

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