Cabalá y Psicología
Inspiración
La Alegría de no sentir que merezco el bien que recibo
Dar las gracias tiene que ser genuino y no simplemente de los labios para afuera. Por regla general las cosas valiosas son directas y verdaderas, y brotan de nuestro mundo interior. Pero cuando decimos gracias, es particularmente importante ser genuinamente honesto. Cuando damos las gracias solo para parecer educados o porque será beneficioso para nosotros, el destinatario percibe el fraude.
Entonces, ¿cómo decimos realmente gracias?
Sinceridad simple
La capacidad de decir gracias (todá en hebreo) proviene de la sefirá de hod, que generalmente traducimos como dar las gracias (o reconocimiento). La dimensión interna de hod es temimut , que significa “sinceridad simple”.
Para dar gracias, tenemos que ser simplemente sinceros. Cuanto más sofisticados seamos, más difícil se vuelve expresar el agradecimiento genuino. Incluso da miedo dar gracias de verdad. En nuestras mentes, cuando agradecemos a los demás, estamos exponiendo nuestra debilidad. Tenemos miedo de revelar nuestra dependencia de los demás o de expresar nuestras necesidades personales. Es posible que sintamos que al agradecer a los demás estamos admitiendo que le debemos algo a alguien y no podemos pagar nuestra deuda, solo podemos agradecerle. Una persona sofisticada, incluso si los buenos modales lo obligan a dar las gracias, encontrará todo tipo de formas de negar que alguien le hizo un favor, explicará que en verdad la otra persona no tuvo más remedio que realizar el acto de bondad. Una persona simplemente sincera, por otro lado, dirá la verdad tal como es. Me hiciste un favor. Te diste por mí, llenaste mi necesidad.
Gratitud
Para que el agradecimiento sea genuino, tenemos que reconocer que alguien realizó un acto de bondad por nosotros. Los sabios dicen: “Un buen invitado, ¿qué dice? Todos los problemas que tuvo que pasar el anfitrión fue por mí” (Berajot 58a). Cuanto más pensamos en el bien por el que damos gracias, más podemos reconocerlo como bueno y dar gracias de todo corazón. Tenemos que contemplar lo importante y reconfortante que fue el acto de bondad y apreciar cada detalle del acto. Por ejemplo, “Tu pastel llegó exactamente cuándo lo necesitaba, era hermoso y delicioso, es justo lo que me gusta y me trajo alegría”.
Es importante no dar por sentados los actos de bondad. Necesitamos reconocer la cantidad de problemas y esfuerzos que se hicieron por ellos (mientras superamos nuestra tendencia a minimizar la dificultad y el esfuerzo de los demás y a centrarnos solo en lo que es difícil para nosotros). Además, necesitamos desarrollar un sentido interior para identificar el profundo mundo emocional que se esconde detrás de hechos aparentemente simples: cuánto esfuerzo y voluntad se realizó para poder expresar el verdadero cariño. Necesitamos dar gracias por eso y corresponder bondad por bondad.
La alegría de dar gracias
La gratitud no es simplemente una respuesta a un favor hecho. Es un estilo de vida. Para reconocer todo el bien que recibimos tenemos que acabar con todo sentimiento de que es nuestro derecho recibirlo. Cuando interiorizamos este concepto, cada acto de bondad que encontramos despierta alegría y gratitud en nuestro interior.
Una persona que siente que es merecedora de todo no tiene nada por lo que dar gracias. El verdadero agradecimiento se relaciona con lo que está más allá de la obligación. Una persona que se siente merecedora, con todas sus sofisticadas justificaciones, vive en un eterno estado de insatisfacción. Según ella no solo no hay nada por lo que deba estar agradecido, sino que tiene mucho de qué quejarse. Desarrolla necesidades imaginarias y le duele no poder satisfacerlas.
Por el contrario, una persona que analiza lo que realmente necesita y lo que merece con simple sinceridad y honestidad, descubre que recibe más allá de sus necesidades básicas y que tiene mucho por lo que agradecer. Profundizando, descubre qué grandes regalos son sus necesidades básicas -familia, amigos, salud, pan para comer y agua para beber, ropa simple y un lugar para dormir. Son obsequios magníficos y preciosos que nunca deben darse por sentados. Todos y cada uno de ellos justifican un gran agradecimiento y llenan de alegría el corazón. Debemos agradecer al Creador por todos y cada uno de estos obsequios y también agradecer a todos aquellos que son parte de la donación: nuestros amigos, familiares e incluso nuestro jefe o cliente. Una persona que sabe que no tiene derecho a nada se llena de gratitud. Vive una vida de acción de gracias y su corazón siempre está lleno de alegría.
Rabino Itzjak Ginsburgh