P: Mi hija se fue al extranjero y ya no vive un estilo de vida religioso. Estoy muy molesto por esto, pero ella está tan lejos y realmente no puedo hablar con ella sobre estos asuntos. ¿Cómo puedo ayudarla a volver a la religión y la conexión con Dios, y no alienarla aún más?
Respuesta: Hay un dicho talmúdico que establece que “majshava mo’elet”: los pensamientos e intenciones de uno pueden tener un efecto tangible sobre alguna realidad halájica. Este concepto es interpretado de manera más amplia por los maestros jasídicos. El sexto Rebe de Lubavitcher, el rabino Iosef Itzhak Shneerson, citó este principio en apoyo de la idea de que uno puede superar las limitaciones naturales a través del poder del pensamiento, especialmente en lo que respecta a ayudar a otras almas a liberarse de situaciones de opresión o cautiverio. Una de las enseñanzas más fundamentales del Baal Shem Tov dice: “En cualquier lugar donde se dirijan los pensamientos, ahí es donde uno está realmente”. Por lo tanto, la distancia física no tiene por qué impedir la capacidad de uno para forjar una conexión espiritual que produzca efectos tangibles.
Todos han tenido la experiencia de sentir a alguien mirándolos incluso cuando están ocultos a la vista. Si la concentración visual puede producir tal efecto, cuánto más la concentración espiritual del pensamiento. Dos almas separadas por el tiempo y la distancia pueden encontrarse repentinamente “cara a cara” cuando se reorientan a través del poder del pensamiento. Al concentrarse amorosamente en otro, uno está en esencia ofreciendo una oración que inspira a Dios a reaccionar con compasión también hacia esa persona. Por esta razón, los grandes maestros jasídicos dedicarían tiempo a simplemente sentarse y pensar en sus jasidim. Esto no es muy diferente de un ejecutivo ocupado que interrumpe su rutina para mirar con cariño las fotos que guarda de sus seres queridos.