El Maharshá: Un Consejo para vivos y muertos…nunca sabes

El Maharshá, Rabi Shmuel Eliezer Halevi Idels, fue uno de los grandes comentaristas del Talmud. Nació en Cracovia, Polonia en 5315 (1555) siendo su padre, Rabi Iehuda Halevi y su madre, Gitel, quien era descendiente directa del Maharal de Praga. Se casó con la hija de Rabi Moshe Lipschitz, el Rebe de Brisk. Fue apoyado por su suegra, Idel, quien también financió su ieshivá durante dos décadas. El Maharshá la consideraba su segunda madre, por lo que se le conoce como Idels (como en Idel’s). Idel falleció en 5368 (1607) y el Maharshá se convirtió en el Rabi de Jelm y luego sirvió en Lublin, Tiktin y Ostro (Ucrania). También participó en el Consejo de las Cuatro Tierras en su reunión anual en Jarosław. El Maharshá fue famoso por sus muchos actos de bondad. En su puerta se fijó un letrero que decía: “Mi casa está abierta a los invitados”. Escribió sus comentarios sobre el Talmud, Jidushei Halajot (Legal) y Jidushei Agadot (Homilético) y en un paso inusual los combinó en un solo libro para enfatizar la igual importancia de estas dos áreas diferentes de la Torá. Hubo tzadikim testificaron que su libro fue escrito con ruaj hakodesh (inspiración Divina). El Maharshá es uno de los primeros eruditos del ámbito revelado de la Torá en citar la opinión de los cabalistas.

El Maharshá falleció el 5 de Kislev de 5392 (1631) y fue sepultado en Ostro.

El famoso Jatam Sofer, Rabi Moshe Schreiber, relató la siguiente historia sobre el Maharshá:

En los días del Maharshá hubo un judío famoso que era conocido por ser un pecador. Este hombre murió y uno de los discípulos del Maharshá le avergonzó públicamente antes de su entierro. Esa noche, el fallecido se acercó al discípulo en un sueño y le dijo: “Te convoco a un juicio de Torá ante la Corte Celestial por haberme avergonzado”. El joven despertó muy perturbado y le contó su sueño a su padre. Su padre lo tranquilizó diciéndole que “los sueños carecen de sentido” y cosas por el estilo, y el joven se calmó.

El sueño, sin embargo, se repitió durante tres noches y el joven quedó aterrorizado y enfermó. La familia decidió acudir al Maharshá y pedirle consejo. Cuando llegaron al Maharshá le indicó al joven que se quedara a pasar la noche en su casa, e instruyó a su propia familia que cuando el joven se despertara aterrorizado lo llamaran. Y así sucedió. En medio de la noche el joven se despertó aterrorizado y la familia inmediatamente llamó al Maharshá para que viniera.

El Maharshá se acercó a la cama del joven y comenzó a hablar con el muerto: “¿Qué quieres de esta persona?”

“¡Me avergonzó!” respondió el muerto. El Maharshá le dijo: “¡¿Pero seguramente mereces ser avergonzado?!” El muerto respondió: “No lo merezco y no era una persona completamente mala. Una vez vi a un estudioso de la Torá caer a un río y casi se ahogó, y entonces me puse en peligro y le salvé la vida. Desde entonces, nos hicimos amigos íntimos. Hicimos entre nosotros una sociedad al estilo Isajar Zebulun entre nosotros. Lo apoyé ampliamente durante toda mi vida, y cuando llegué al final de mi vida y llegué al Cielo me recibieron con gran honor, como si hubiera sido un gran estudioso de la Torá. No mencionaron mis pecados, porque cualquiera que salva un alma es como si hubiera salvado al mundo entero. Además, tengo una gran parte de la Torá aprendida por el erudito y por lo tanto yo mismo soy considerado un erudito de la Torá. Entonces, estoy citando al joven a la corte para ser acusado de avergonzar a un erudito de la Torá…”.

El Maharshá no escatimó palabras en su respuesta al hombre muerto: “La verdad es que a pesar de todo lo que has dicho llevas una gran carga de pecados, pero es imposible procesarte porque tus buenas obras crearon una sólida barrera entre tú y el ángel acusador y todos los demás fiscales. Pero debes saber que tus transgresiones no fueron borradas, solo estás protegido de ellos por tu buena acción. Para eludir tu protección, el ángel acusador quiere atraparte convenciéndote de que persigas a este joven hasta que muera y luego te acusará medida por medida. Si bien es cierto que salvaste a un erudito de la Torá ahora deseas matar a un erudito de la Torá. Si lo haces, se eliminará la barrera que te protege y serás responsable de todos tus pecados. Por lo tanto, te aconsejo que no des este paso insensato y te aniquiles a ti mismo. Perdónalo y todo estará bien para ti también”.

El muerto aceptó el consejo del Maharshá y el joven recuperó la buena salud.

A veces, es tentador difamar a alguien que parece estar en un nivel inferior al nuestro. Pero en nuestra historia vemos que lo que se ve a simple vista no es necesariamente la historia completa y creerlo puede llevar a grandes errores. En la historia la gente cree que el judío fallecido fue una persona malvada durante su vida y, por lo tanto, era merecedor de la vergüenza. Pero luego resultó que en su vida tenía grandes méritos, incluso haber puesto en peligro su vida para salvar la de un erudito de la Torá. Al mismo tiempo, esta misma persona, aunque mereció morar en el Jardín del Edén no comprende realmente su situación. Fuera del muro que se ha esforzado en construir, los acusadores están al acecho de cualquier mínimo paso en falso. Incluso le transmiten continuamente pensamientos de amargura y venganza, sobre los cuales esperan que actúe, perdiendo así su protección ante un enjuiciamiento adicional.

Nuestra historia destaca la opinión de los sabios de que Dios solo “carga con el pecado” y lo aleja del pecador, pero no lo borra por completo. Por lo tanto, aprendemos que sorprendentemente el pecador en la otra vida sigue encontrándose ante los mismos desafíos que afrontó durante su vida. Incluso allí, los giros y vueltas de la vida guiados por la Divinidad continúan probándolo, y no es fácil merecer la entrada completa e incondicional al Jardín del Edén. Nuestra imagen del Jardín del Edén es que es un estado en el que los pecados del pasado ya no acechan. Pero para el alma que aún no ha entrado realmente en el Jardín del Edén, la balanza Divina sigue inclinándose hacia arriba y abajo, sin un final evidente a la vista.

Una persona de la estatura del Maharshá podía percibir esto. El Baal Shem Tov dijo sobre el Maharshá que “si la gente supiera de la grandeza del Maharshá, lamerían el polvo de su tumba”. En su sabiduría el Maharshá logró calmar al fallecido y convencerlo de abandonar su insensato plan, que podría haberlo catapultado a las profundidades.

La lección de esta historia en una palabra es: “humildad”, shiflut (שִׁפְלוּת). Si el joven hubiera sido consciente de los límites de sus propias apreciaciones, y en particular con respecto a un compañero judío, no habría avergonzado ni siquiera a una persona conocida como pecadora. Si el fallecido hubiera sido consciente de que su recompensa celestial era un absoluto regalo de Dios, no habría hecho nada que pudiera inclinar la balanza Divina en su contra.

En este mundo, e incluso en el siguiente, nunca se sabe…

Imagen de autor deconocido – Sarei HaMeá, por Rabi Y.L. HaCohen Maimon, Mosad HaRav Kook, Jerusalem, Israel. (1950), Public Domain

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