“Un hombre o una mujer si comete todos los pecados de una persona, transgredir una transgresión contra Dios, y esa alma será culpable. Y confesarán los pecados que cometieron”. Esta es la fuente de la Torá para la mitzvá de confesión y retorno a Dios, teshuvá, que es como el Rambam abre sus Leyes de Retorno a Dios: “Todas las mitzvot de la Torá… si una persona transgrede una de ellas… cuando retorna a Dios y se arrepiente de su pecado está obligado a confesar ante Dios, bendito sea “
El Rambam enumera tres etapas: “cuando regresa a Dios y regresa de su pecado, está obligado a confesar”. La primera etapa, “cuando regresa a Dios”, es el reconocimiento del hecho de que ha pecado, lo que lo lleva a un sentimiento de profundo remordimiento. En el alma, este sentimiento proviene de la sefirá de biná, entendimiento: ” Y su alma entenderá y volverá”. Esta es la etapa de sumisión del alma, de acuerdo con la enseñanza de psicología del Baal Shem Tov.
La segunda etapa, “y él retorna de su pecado”, es un completo abandono del pecado junto con una firme resolución de no volver a pecar. En esta etapa, biná se extiende a la sefirá de guevurá, poder, como en el verso: “Yo soy biná, guevurá es mío”. Esta es la etapa en la que la persona domina su inclinación al mal: “Quién es guibor/poderoso? El que vence su inclinación al mal.” Después de la etapa inicial de sumisión, el ex pecador ha llegado a la etapa de separación, durante la cual se separa de la realidad del pecado.
La tercera etapa es “está obligado a confesar”. Las dos primeras etapas tienen lugar en el mundo interior de la persona. Pero la mitzvá requerida al final es el acto de hablar, “confesión verbal”. En esta etapa, la sefirá de biná llega a su más extenso alcance: la sefirá de hod, esplendor. En hebreo, la raíz ‘hod’ también significa ‘confesar’, lehodot. Después de la sumisión y la separación, esta es la etapa de endulzamiento. Al hablar se endulza la tormenta interior de la persona y llega enseguida la expiación (como en nuestros versículos, en los que la confesión precede a la presentación del sacrificio).
El Rambam enfatiza que la confesión es “ante Dios, bendito sea”. Después de la profundidad del remordimiento y el abandono del pecado, es sólo con la confesión verbal simple y sincera que realmente estamos de pie y hablando con Dios: “Hemos pecado ante ti”. Ésta es la superioridad de hod, que es como un eco (hed) que regresa y golpea lo más profundo de las profundidades del ser.