El don del habla es mucho más que un medio de comunicación, es nuestro talento recibido de Dios para llegar a lo que nos rodea –y en definitiva a toda la creación- e incorporarlo en nuestra conciencia para crear algo nuevo. En esta clase el rabino Ginsburgh explica de qué manera el arca microcósmica de Noaj se asemeja a la palabra hablada macrocósmica, delineando las bases para poder usar nuestras palabras habladas para conectarnos con el cosmos y crear una nueva realidad.
Entrar a la Palabra
Cada palabra que pensamos y decimos debe tener santidad
El arca de Noaj, llamada teivá en hebreo, contiene un microcósmos de la creación. Además de “arca”, teivá también significa “palabra”. En una de las enseñanzas más importantes, el Baal Shem Tov explica que la orden de Dios a Noaj de “entrar en el arca” está también dirigida a toda la humanidad para que entre a la “palabra”.
Cada palabra que pensamos y decimos debe tener santidad, tanto si es de Torá, de plegaria o hasta las que, aparentemente mundanas, son dichas para crear una unión con otra alma. La conciencia universal de todo lo creado -la humanidad y todo el reino animal- debe penetrar en cada palabra que pronunciamos.
Cómo Podemos Expresar con la Palabra la Conciencia Cósmica
Cada criatura canta su canción especial a Dios, como está detallado en el Midrash llamado Perek Shirá. Todo en la creación tiene un origen en el alma del pueblo judío. Cuando cantamos la canción de cada criatura sobre la tierra, incluimos toda esta conciencia cósmica en nuestra palabra.
Las Dimensiones del Arca
“El secreto del arca de Noe es el del lenguaje rectificado”
Para entender más profundamente cómo entrar a nuestras palabras, analizaremos las dimensiones del arca de Noaj. La Torá explica que el arca tiene 300 codos de largo, 50 de ancho y 30 de altura. En Cabalá y otros textos tradicionales aprendemos que cada una de estas dimensiones puede ser analizada de acuerdo a su correspondencia con las letras hebreas. De esto surge lo siguiente:
El largo, 300 codos, corresponde a la letra shin.
El ancho, 50 codos, corresponde a la letra nun.
El alto, 30 codos, corresponde a la letra lamed.
La Shin Apasionada
Analizaremos ahora cada componente de las dimensiones del arca para que podamos entender más profundamente el proceso por el cual podemos entrar a las palabras.
El Sefer Ietzirá, el primer texto cabalístico, explica que cada letra hebrea tiene un sentido profundo físico y espiritual. La shin, una de las tres “letras madres”, representa el elemento fuego, que espiritualmente es la pasión.
Cuando decidimos hablar lo podemos hacer por varias razones: por un deseo de expresarnos, para obtener una ventaja o para pronunciar palabras buenas de Torá. Todas estas razones para hablar deben estar motivadas por la pasión.
En el Salmo 39:4 el Rey David escribe:
Mi corazón arde dentro de mí,
cuando medito, mi fuego interior comienza a arder,
entonces hablo con mi lengua
Este verso expresa sucintamente el proceso por el cual la pasión motiva el habla. Primero el corazón se inflama de pasión, las palabras del pensamiento crean un fuego interior (los jasidim de la era talmúdica solían meditar toda una hora antes de comenzar a pronunciar las palabras de la plegaria) y al final la lengua termina diciendo palabras apasionadas.
La pasión, la capacidad de arder por un objetivo determinado, es el principio “longitud” de la palabra.
La Nun Sensitiva
Las palabras fogosas pueden tener a veces un efecto destructivo, por eso la siguiente dimensión del arca de Noaj y del habla rectificada es 50, la letra nun. Explica el Sefer Ietzirá que esta es una de “las letras elementales”, corresponde al mes de Jeshván, la tribu de Menashé y el sentido del olfato. Espiritualmente este sentido es sensible a los demás. Este es el sentido del Mashíaj, la sensibilidad que explora incluso en el interior de la conciencia de las almas uniéndose al final con ellas.
En el habla la sensibilidad de la nun tiene un efecto moderador sobre la pasión de la shin, dirigiendo la llama de la pasión hacia la compasión sensitiva, esto es, nuestra capacidad de sentir las necesidades de los demás y pronunciar palabras de plegaria por ellos. También se aplica a las palabras que uno reza para si mismo.
Esta sensibilidad de la nun debe hacerlo comprender que su infortunio es sólo un reflejo de los infortunios de todo el pueblo de Israel y en definitiva de Dios, cuya Presencia Divina está en exilio junto a al Pueblo de Israel.
Si una persona es suficientemente sensible, puede afectar la realidad no sólo a través de la plegaria sino también por medio de las palabras de Torá que pronuncia, como fue ejemplificado por Rabí Shimón bar Iojai, que podía traer la lluvia con sus palabras de Torá.
La sensibilidad, la capacidad de abarcar la conciencia de los demás, es el principio “ancho” de la palabra.
La Lamed Unificadora
Penetrar en la conciencia de los demás con pasión puede ser invasivo si no se atempera con la lamed. Enseña el Sefer Ietzirá que la lamed, también una “letra elemental”, corresponde al mes de Tishrei, la tribu de Efraim y el sentido del tacto o procreación. El sentido del tacto es la capacidad de tocar una realidad determinada, unirse a ella y crear algo nuevo, ex nihilo, a partir de esa unión.
La lamed es la dimensión de “altura” del arca de Noaj y de la palabra. Cuando se da vuelta la dimensión “altura” deviene “profundidad”. La altura, o el clímax de la experiencia de entrar completamente en la palabra es también su profundidad. Es vivenciar a nuestra palabra apasionada conectándose con el cosmos entero y unificándose con él con el conocimiento de que esa unión creará un alma o realidad nueva.
Cuando hablamos con la conciencia de que cada palabra nuestra puede crear una realidad nueva, nuestras palabras combinadas crearán por cierto la nueva realidad mesiánica.