El Jajam y El Tam – El Sabio y el Ingenuo
[nota del traductor: la palabra תם , tam y sus derivados –temimut, tamim, tmimim– tienen distintas traducciones y significados en castellano:
sincero, ingenuo, íntegro, completo, simple.
Cada uno le provee un matiz y una coloratura diferente y aunque utilizamos las diferentes palabras en el texto, le dejamos al lector el ejercicio de integrar a todos ellos en la lectura. Algo similar sucede con חכם , jajam, que significa sabio, pero puede ser usado como inteligente, intelectual, y hasta “jojmolog”, peyorativamente “sabiondo o de sabiduría superficial”.]
¿Cuál es el punto en que se pueden unir un jasid de Jabad y un jasid de Breslev? Quien conoce un poco, sabe que por lo general los jasidim de Jabad y de Breslev son personas de temperamento muy diferente, y acercarlos es una tarea para nada simple. Así, por ejemplo, el elemento clave en el jasidut Jabad, empezando por su fundador el Admur Hazakén, es poner en funcionamiento la mente y el intelecto –jojmá-biná-daat, “sabiduría, entendimiento y comprensión”- con una meditación extensa, profunda y pormenorizada. En cambio, Rabi Najman de Breslev advierte: “en verdad hay que desechar el intelecto, hay que obviar todas las sabidurías y servir a Hashem con absoluta temimut” (Likutei Moharán 5), “el objetivo principal y la perfección es servir a Dios con absoluta simpleza, sin intelectualidad” (ídem 19).
En sus sipurim maasim, “narraciones”, Rabi Najman va más allá y cuenta en “la historia del sabio y el inocente – el tam y el jajam” donde alaba la figura del hombre sencillo de “intelecto simple e inferior”, quien se comporta con mucha simpleza y está muy contento con su parte. Por el contrario, el intelectual investiga y estudia todo y es de carácter hosco. En esta historia, el sabio tiene un amargo final, en cambio el inocente es nombrado gobernador ¡y todo el mundo lo ama!
Parecería que existe una contradicción entre el sendero de Rabi Najman y la del Alter Rebe. Pero observando en profundidad resulta que los senderos se pueden encontrar (incluso ambos justos vivieron en la misma época, y de hecho se reunieron).
El Jajam y el Tam en el Seder de Pesaj
La verdad es que también en Jabad el tam es lo máximo. Esto sobresale especialmente en las enseñanzas del Rebe Rashab (Rabí Shalom Dovber) de Lubavitch, de quien hace poco celebramos su cumpleaños (el 20 de Jeshvan). El Rebe Rashab fue un “intelectual” extraordinario del jasidut, y en cierta medida llevó las enseñanzas de Jabad a su máxima expresión, con artículos jasídicos muy ordenados y profundos, a tal punto que es llamado “el Rambam del Jasidut”.
Y he aquí, que ni más ni menos que su hijo el Rebe Raiatz (Rabi Iosef Itzjak), cuenta que en la noche del seder de Pesaj, cuando llegaban al relato de los cuatro hijos en la Agadá, el Rebe Rashab “caía con furia” sobre el hijo sabio, con una crítica mordaz y, mientras que alababa sobremanera al hijo tam. El Rebe Raiatz contó incluso que él mismo, que era un niño, tenía miedo de sentarse al lado de su padre, porque temía que las críticas del hijo sabio iban dirigidas hacia él…). Por supuesto, el Rebe Rashab concuerda con la interpretación aceptada de que entre los cuatro hijos, el sabio está frente al malvado, y por lo tanto es el tzadik.
Pero como una “orden del momento”, el Rashab veía la necesidad de dar vuelta el plato (el plato del seder), y darle importancia al “vort” [el dicho] jasídico que a veces el sabio es lo contrario del tam, que el tam es el justo y el sabio es una especie de malvado… esto para resaltar el peligro que representaban los intelectuales iluministas que querían realmente erradicar el judaísmo.
También en sus discursos jasídicos, explica el Rashab con una gran profundidad la virtud sin igual de la cualidad de la inocencia. Decía que a medida que las generaciones se vayan acercando a la redención, tienen que aferrase en especial a esta cualidad, y sólo con su ayuda se podrán superar todas las crisis.
Efectivamente, una de las acciones más importantes del Rebe Rashab fue fundar la ieshivá [centro de estudios judíos] llamada “tomjei tmimim”, “patrocinadores de los inocentes”, y sus alumnos son conocidos como “tmimim”, “inocentes”, porque quien ingresa a esa ieshivá para estudiar Torá tiene que asociar a la Torá la cualidad de integridad (incluso la Torá misma es llamada “Torat Hashem temimá”).
Ingenuo, pero no tonto
Así como el Jasidut Jabad reconoce la virtud de la inocencia, así Rabi Najman reconoce la virtud de la sabiduría (él mismo era un sabio extraordinario). Aunque en el relato de “la historia del jajam y el tam”, el inocente tiene una mente “simple e inferior” –para subrayar que aunque no tenga talentos espectaculares, es preferible la sabiduría del simple e inocente que la sabiduría profunda del intelectual- por supuesto quien está dotado de un intelecto agudo no se tiene que hacer el tonto. Ingenuo sí, pero no estúpido, y hay que saber muy bien diferenciar a uno del otro.
Para entender quién es el ingenuo tan valorado, veamos quién es ese sabio contra quien se está hablando aquí. No hay que olvidarse que en el Tanaj, “sabio” es un título muy positivo, y el rasgo de la sabiduría es apreciada como ninguna (como se ve especialmente en el libro de Proverbios). Pero aquí estamos hablando de una clase diferente de sabio, el intelectual moderno y elegante, un “sabelotodo” cuya sabiduría al final se convierte en un estorbo, como está dicho: “tal como su agudeza así es su confusión”, porque en vez de sentido común tiene una mente torcida.
Este es el sabio de la historia de Rabi Najman, y este es también es el sabio que el Rebe Rashab “despedaza” en la noche del Seder”. “En la historia del sabio y el inocente, el sabio duda de todo, a tal punto que cuando el rey lo manda a llamar pone en duda hasta la propia existencia del rey. Y la moraleja es clara, el investigador puramente intelectual se empecina en que no hay ley ni juez, interpretando erróneamente la sabia afirmación “todo es relativo”.
Al contrario del sabiondo, el inocente no es tonto. No podemos sospechar que el Rashab quería educar “inocentes” tontos en su ieshivá. El mismo era un gran sabio, y para entender sus tratados de Jasidut se requiere no poco esfuerzo mental. Un picante dicho de Jabad en nombre del Baal Shem Tov dice que “la primera mitzvá es ser sabio y ser tonto es una trasgresión de la Torá”… pero el inocente es reacio al intelectualismo del sabio. Tiene una mente recta y simple, una intuición sana enfocada siempre al objetivo, incluso si sus conocimientos no son demasiado amplios y no fue dotado de una mente aguda (porque este es un don que no todos poseen).
La sabiduría del inocente crece en el terreno de la fe, y la sinceridad es más preciada a sus ojos que toda su sabiduría. “Inocentes” como estos quería el Rebe Rashab, tmimim que no eran para nada tontos, pero cuya sabiduría no iba en detrimento de su inocencia, y en este sentido en cierta medida son iguales al inocente de la historia de Rabi Najman. En esencia, la mayor virtud es ser un sabio inocente, jajam y tam.
No seamos ingenuos… hay diferencias entre el sendero del Admur Hazakén y el del Rabi Najman, pero ambos coinciden en que la sinceridad está primero. Así, hay un precepto explícito de la Torá “íntegro serás con Havaiá tu Dios”, y en la parashá de esta semana, “toldot”, es el primero y más importante calificativo que recibe Iaacov Avinu: “y crecieron los jóvenes y Eisav fue un cazador, un hombre del campo, y Iaacov un hombre inocente que habita en las tiendas”. Y así Iaacov se une a dos personajes anteriores en Génesis, Noaj y Abraham (sobre Noaj se dice “Nóaj un hombre justo íntegro”, y sobre Abraham Avinu “anduvo ante Mí y fue íntegro”).
Sinceridad Natural o Adquirida
La inocencia más sublime es la que está en el hombre de forma natural. El inocente natural no es consciente de que es inocente, es así y ya, -inocente de toda inocencia- y no hay necesidad de explicarle lo que es la inocencia. Todos fuimos niños pequeños e inocentes, pero hay quienes continúan con esta inocencia hasta su vida adulta, y cuando se introducen en el mundo y adquieren gran sabiduría y conocimiento, de todas maneras, no pierden su inocencia infantil.
Tal inocencia natural era una característica de nuestra madre Sará. Sobre la muerte de Sará está dicho: “Y la vida de Sará fue cien años y veinte años y siete años”. E interpretan los sabios: “a los veinte años como de siete años en belleza”. A primera vista la intención no es clara, ya que la belleza de una mujer de veinte años es más evidente que la belleza de una niña de ¡siete años! Pero la diferencia es que la belleza de los siete años es natural y la niña inocente no es consciente de su propia belleza (si no la estropearon demasiado). La alabanza a Sará, entonces, no es sólo por su belleza esencial, sino porque toda su vida mantuvo su belleza inocente, e incluso cuando se miraba al espejo no se ‘asombraba’ de su belleza (y no le preguntaba al espejo si había alguien tan bonita como ella).
Pero por lo general cuando la persona se hace más consciente de sí misma –el fruto surgido en ese momento en que se comió del árbol del conocimiento- pierde la inocencia inicial y natural. “Aumenta el conocimiento, aumenta el dolor” dicen los sabios, y ahora nuestro objetivo es trabajar sobre la cualidad de la inocencia, adquirirla e integrarla dentro de nosotros.