Arriba está el mandamiento:
“Yo soy Di-s, tu Di-s, quien te sacó de la tierra de Egipto, afuera de la casa de la esclavitud”.
Este, el primero de los Diez Mandamientos, es la mitzva de creer en Di-s.
En particular, creer en Di-s implica:
- creer en la existencia de Di-s, que es un Di-s.
- creer que Di-s es omnipotente.
- creer que Di-s, en Su providencia por sobre todo, redime cada alma de su esclavitud.
Las primeras tres palabras de este versículo, Yo [soy]”, “Di-s” y “tu Di-s”, significan en cabala: la esencia de Di-s, Su luz trascendente y Su luz inmanente, respectivamente. El hecho de que el sufijo “tu” (en el singular) esta unida a la tercera palabra –la inmanencia de Di-s, como se experimentó en el exodo de Egipto- indica que Di-s, el redentor, se relaciona personalmente a cada individuo.
Claramente, estos tres aspectos de Divinidad corresponden a los tres elementos de fe enunciados arriba: un judío cree en la real existencia de Di-s, como esta dicho: “Yo soy el que soy”. La luz trascendente de Di-s es aludida como la luz que “rodea todos los mundos”, “rodear” la realidad implica el poder de controlarla. La fe en que Di-s, en su providencia integral redime el alma de la esclavitud, corresponde a Su luz inmanente, la luz que “llena los mundos”.
Pero para que la luz inmanente de Di-s –Su providencia Divina general- nos saque de Egipto (un lugar reputado como sin escapatoria natural) debe recibir fuerza de Su luz trascendente. Estas dos luces se deben unir como el novio y la novia, cuya unión es efectuada realmente por el poder de la propia esencia de Di-s. Y así, los tres niveles de Divinidad se unen para redimirnos de Egipto: “Yo soy Di-s, tu Di-s, quien te sacó de la tierra de Egipto, afuera de la casa de la esclavitud”.