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El Canto del Pozo
אָ֚ז יָשִׁ֣יר יִשְׂרָאֵ֔ל אֶת־הַשִּׁירָ֖ה הַזֹּ֑את עֲלִ֥י בְאֵ֖ר עֱנוּ־לָֽהּ:
Entonces Israel entonó este canto “¡Asciende, oh pozo! ¡Llámenle! [Bamidbar 21:17] A medida que el pueblo de Israel se acercaba por el desierto a la frontera de Moab camino a la Tierra de Israel, tenían que pasar por un valle entre dos altas montañas una frente a la otra. Los ejércitos de los siete reyes de Canaán que se unieron para luchar contra Israel, algunos se escondieron en el mismo valle y otros se escondieron en las cuevas de la montaña para tomarlos de sorpresa. Hashem hizo un milagro y movió el monte Moab, donde muchas de las tropas moabitas se escondían, acercándolo a la montaña de enfrente. La montaña opuesta tenía como protuberancias que encajaban exactamente en las cuevas de enfrente, y cuando las dos montañas se juntaron, las salientes en la montaña opuesta aplastaron y partieron a todos los que se escondían en las cuevas. Cuando el pueblo de Israel llegó al lugar, no sabían la magnitud del milagro que se les había hecho, y para mostrarles el milagro, el Todopoderoso trajo el pozo que acompañaba a Israel en todos sus viajes por el desierto hasta esas cuevas, y sus aguas comenzaron extraer y arrastrar los restos de los soldados enemigos. Cuando se dieron cuenta que el río no estaba, lo empezaron a buscar y de repente vieron un gran río surgiendo de entre las montañas y en sus aguas, los restos de los soldados y sus armas. Al comprender el tremendo milagro que se les había realizado, Israel comenzó a cantar a Hashem el canto por el pozo que sacó a la luz las extremidades de sus enemigos caídos.
La vaca roja purifica lo impuro y lo puro lo hace impuro (como a la persona que rocía las cenizas). Este es el profundo secreto acerca del cual el más sabio de todos los hombres dijo en Cohelet-Eclesiastés: «Dije seré sabio y está lejos de mí».
El Baal Shem Tov explica: Es un asunto de altivez. La inclinación al mal te dice: «No eres digno de realizar esta gran mitzvá o acción». Por lo tanto, la persona debe elevar su corazón en el camino de Di-s… y decir: ‘El mundo depende de mí’. Y así, con esta elevación se purificará y se acercará a Di-s al realizar la acción, ya sea de estudio de Torá u oración o una mitzvá».
En otras palabras, la impureza de la muerte es un estado de cesación e inacción, cuando una persona está floja y apática. Ella presentará varias excusas: ¿Quién soy yo y qué soy yo para hacer esto? Aquí es donde se necesita la altivez, esa ambición positiva y confianza en uno mismo que te lleva a decir ¡Por supuesto que lo haré, puedo rectificar todo el mundo! Esta es la vaca roja, la esencia de la vida vibrante, que purifica lo impuro.
Pero ese mismo sentimiento puede hacer impuro al puro, como el Baal Shem Tov continúa: «Y luego, en el momento en que está realizando la acción… debe protegerse contra cualquier atisbo de altivez. Debe disminuirse ante Di-s y ante todos. Y esta es la pequeñez en santidad: que no pensará que es más grande que sus amigos porque ve que no están llevando a cabo la acción que él está realizando… porque entonces la altivez hace impuro a lo puro, Di-s lo prohíba». En otras palabras, después de que una persona ha realizado una buena acción, debe eliminar todos los sentimientos de superioridad y estar estrictamente en un lugar de humildad y pequeñez. Si no lo hace, es probable que caiga en el orgullo y la suficiencia, lo que corromperá toda la mitzvá. Hace lo puro, impuro.
Cabalá y Jasidut de Jukat Balak 5780