DESTERRAR EL MAL

Rabino Itzjak Ginsburgh

Enviar el chivo expiatorio a Azazel es como sobornar las inclinaciones oscuras que nos amenazan desde dentro

La porción de Ajarei-Mot describe en detalle el servicio del Sumo Sacerdote en el Templo en Iom Kipur. Una acción especial en este servicio es enviar el chivo expiatorio a Azazel, y así el chivo expiatorio se lleva consigo los pecados de todo el pueblo judío. De eso depende que la expiación sea completa en Iom Kipur.

Hoy en día los sacrificios en general son un concepto extraño, y el chivo expiatorio parece aún más extraño todavía. Realmente, incluso en los servicios del Templo es algo excepcional.

La cabra extraña que no es un sacrificio

Más adelante en esta porción de Ajarei-Mot, se nos advierte estrictamente no hacer sacrificios de animales fuera del Templo. Todos los sacrificios deben ser ofrecidos en el altar “delante de Dios”. Sin embargo, el chivo expiatorio es desterrado fuera del Templo, al desierto, sin ninguna de las ceremonias de sacrificio regulares. A diferencia de otros sacrificios, desterrar al chivo expiatorio no tiene que ser ejecutado por un cohen, está permitido incluso que lo haga un judío común. El Talmud de Jerusalén afirma que la cabra no siempre moría, sino que a veces escapaba al desierto. Rabi Abraham Ibn Ezra dice claramente: “[La cabra] que está desterrada no es un sacrificio”.

¿Pero si no es un sacrificio qué es? ¿Por qué la expiación en Iom Kipur depende de ello?

Hay una lista de actos religiosos enumerados por los sabios que son cuestionados por el mundo no judío. El chivo expiatorio es uno de ellos. Expulsar a la cabra parece ser como los actos de los adoradores de ídolos que se describen más adelante en la porción: [Vaikrá-Levítico17:7] “No ofrecerán más sus sacrificios a los sátiros [como demonios] tras los cuales se corrompen”. La palabra hebrea para “sátiro” (שְׂעִיר, seir) y “cabra” es la misma. Sin embargo, es evidente que Dios no nos ordenó sacrificar la cabra a un sátiro imaginario en el desierto.

¿Cuál es el secreto de esta extraña cabra?

Un regalo del rey para sobornar a su siervo

En su comentario, Ibn Ezra dejó pistas crípticas sobre la naturaleza del chivo expiatorio. Najmánides, de cierta manera apologética descifró sus acertijos. Él explica que esta cabra es un regalo de Dios para “el ministro que gobierna los lugares de destrucción”. Sobornamos a los poderes del mal para que ellos también aboguen por el pueblo judío. Por lo tanto, explica Najmánides, el chivo expiatorio se presenta primero ante Dios y su destino es sellado por un sorteo Divinamente ordenado. Esto nos enseña que no estamos sirviendo a las fuerzas profanas, sino que hacemos la voluntad de Dios. Como un rey que le da un premio a su siervo, Dios recompensa a los poderes del mal por darnos la oportunidad de vencerlos.

Esta explicación no se digiere fácilmente para aquellos que intentan comprender la Torá desde una perspectiva racional y desean escapar a todo lo que huela a secretos de la Torá. El chivo expiatorio sigue siendo algo excepcional. ¿Qué se entiende por “sobornar” a las fuerzas del mal, especialmente en Iom Kipur, el día más sagrado del año?

Silenciar a la inclinación al mal

Los maestros jasídicos tradujeron los secretos de la Torá en términos psicológicos, otorgándole así un significado práctico para nuestro servicio a Dios. La siguiente explicación se cita en nombre del Baal Shem Tov:

“No hay hombre justo en la tierra que haga lo bueno y no peque” Esto significa que el bien que hace nunca está libre de interés propio o de pecado… porque cuando hace el bien sin ningún mal, la inclinación al mal lo provoca. No es así cuando la inclinación al mal ve que hay cierto interés malo en la acción, lo abandona y se aleja.

Ignorar y negar el mal que está dentro de nosotros, eventualmente lo llevará a mostrar su gran fuerza provocándonos. El servicio principal de Iom Kipur es la confesión. Durante todo el día confesamos nuestros pecados en numerosas ocasiones, admitimos que somos “un recipiente lleno de vergüenza y deshonra”. Actuar con humildad al admitir que hay algo malo en mí hace que el mal me deje y se vaya.

Incluso cuando estamos a punto de realizar una mitzvá sinceramente, debemos admitir que tenemos motivos ocultos. Hablando en términos prácticos, el Baal Shem Tov nos aconseja tomar conciencia del disfrute personal que obtendremos al cumplir la mitzvá. Solo una vez que hemos confesado que nuestros hábitos no son en aras del Cielo, debemos intentar hacerlo en aras del cielo.

Por ejemplo, si quiero levantarme a la medianoche para estudiar Torá y orar, no debo decirme a mí mismo: “Voy a superar mi naturaleza y romper la inclinación al mal”. Más bien debo pensar en el café caliente que me prepararé cuando me despierto. Luego, mientras tomo una humeante taza de café, podré concentrarme sin que la mala inclinación interfiera con mi estudio de Torá. Al hacerlo reconozco la existencia de la inclinación al mal, y le doy su recompensa. Entonces me libero de su control y puedo desterrarlo a un rincón abandonado para que no me moleste más.

Enviar la Mala Inclinación a Azazel

Este consejo sirve como una explicación del acto de sobornar al “otro lado” en Iom Kipur. Los poderes del mal, “el ministro que gobierna sobre los lugares de destrucción”, mora en nosotros, “Él es el Satanás él es la inclinación al mal”. Al acercarnos a Dios para purificarnos y expiar todos nuestros pecados en Iom Kipur, el día más sagrado del año, no debemos negar la existencia del mal. Tiene su lugar en el mundo, pero no debemos convertirnos en sus esclavos, Dios no lo permita. Debemos admitir que Dios “crea el mal”, que el mal es el siervo de Dios cuya tarea es seducirnos.

El mal inunda nuestra conciencia desde los abismos del alma, debemos dirigirnos a ese sátiro imaginario de rostro audaz y decir: “Sí, tú existes, pateándonos y golpeándonos la cabeza, pero no tienes lugar aquí conmigo, ve al desierto, tu hábitat natural, más allá de la tierra firme, ¡ve a Azazel y déjanos en paz!”

En Iom Kipur, llevamos esta actitud al extremo. Confesamos todos nuestros pecados y exponemos todo el mal, entonces, lo desterramos de la faz de la tierra. De esta manera nos volvemos puros, como dice la Mishná, “una cinta de lana escarlata estaba pegada a la entrada del Templo y cuando el chivo expiatorio llegaba el desierto la cinta se ponía blanca, como dice: ‘Si tus pecados son rojo escarlata, se volverán blancos como la nieve”.

Para concluir, hay un dicho jasídico que dice todo esto de manera concisa, “el no-bueno (la inclinación al mal) está en todos nosotros. El chivo expiatorio enviado a Azazel es uno de los servicios del Templo. Como no hay nada bueno en el mundo, debe ser enviado a la tierra del acantilado”.

Que tengamos el mérito de desterrar todo lo no-bueno que está dentro de nosotros y enviar el chivo expiatorio a Azazel.

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