En la Parashat “En el Monte Sinaí” está escrito el precepto de Shmitá [año sabático] y el precepto de Iovel [año de jubileo]. Cada séptimo año es una año de descanso de la tierra y luego de 7 años llega el año de Iovel:[Vaikrá 25:8-10]
וְסָפַרְתָּ לְךָ שֶׁבַע שַׁבְּתֹת שָׁנִים שֶׁבַע שָׁנִים שֶׁבַע פְּעָמִים וְהָיוּ לְךָ יְמֵי שֶׁבַע שַׁבְּתֹת הַשָּׁנִים תֵּשַׁע וְאַרְבָּעִים שָׁנָה… וְקִדַּשְׁתֶּם אֵת שְׁנַת הַחֲמִשִּׁים שָׁנָה וּקְרָאתֶם דְּרוֹר בָּאָרֶץ לְכָל ישְׁבֶיהָ יוֹבֵל הִוא תִּהְיֶה לָכֶם”.
“Y contarás siete Shabatot de años, siete años siete veces y serán para ti los días de siete semanas de años nueve y cuarenta años… y consagrarán el año cincuenta y proclamarán liberación en la tierra a todos sus habitantes, Jubileo será para ustedes”.
Esta cuenta recuerda por supuesto la cuenta del omer, sobre la que leímos en la parashá anterior, Emor, escrita en un lenguaje similar: [Vaikrá 15:16-17]
“וּסְפַרְתֶּם לָכֶם מִמָּחֳרַת הַשַּׁבָּת… שֶׁבַע שַׁבָּתוֹת תְּמִימֹת תִּהְיֶינָה”
“Y contarán para ustedes desde el día siguiente a Shabat— siete Shabatot completos serán”.
Salvo que aquí contamos años y allí días, y además tomemos en cuenta que esas dos cuentas las leemos en la Torá durante los días de la cuenta del omer.
Si vamos un poco para atrás en el libro de Vaikrá, encontramos otras dos cuentas similares (en la parashá Metzorá): Sobre la impureza del hombre está escrito: [Vaikrá 15:13-15
“וְכִי יִטְהַר הַזָּב מִזּוֹבוֹ וְסָפַר לוֹ שִׁבְעַת יָמִים לְטָהֳרָתוֹ”
“Y cuando se purifique el que tiene flujo de su flujo y contará siete días para su purificación”.
Y en cuanto a la impureza de la mujer está dicho: [Vaikrá 15:19]
“וְסָפְרָה לָּהּ שִׁבְעַת יָמִים וְאַחַר תִּטְהָר”.
“Y contará siete días y luego se purificará”
En la mayoría de los años, también estos versos se leen durante la cuenta del omer.
Como la cuenta de la impureza del hombre y de la mujer son similares, encontramos que en total tenemos 3 cuentas: años de Jubileo, días del omer, y la purificación de la impureza del hombre y la mujer. Estas son las únicas veces en la Torá que se ordena contar, y en todas contamos el tiempo, tomamos conciencia del tiempo que pasó y transcurre, de los siete días de la cuenta de la purificación, pasamos por los cuarenta y nueve días del omer y otros cuarenta y nueve años de las shmitot seguidos del año de iovel.
El judío siempre cuenta
La cuenta del tiempo es uno de los rasgos más sobresalientes de la cultura humana. Pero no es suficiente con reconocer el reloj que va marcando las horas, nuestra misión es darle significado al tiempo. Así se dice sobre los grandes tzadikim que siempre contaban, y explicaban: “esta es la cuestión del servicio a Dios: “las horas deben estar numeradas, y entonces también los días deben estar numerados. Al final del día hay que saber qué se hizo y qué hay queda para el futuro, teniendo que esforzarse para que mañana sea mucho más bueno que hoy” (calendario de Día en Día, 1 de Iaar).
De acuerdo con esta interpretación, la cuenta del tiempo implica prestarle atención y suma importancia a cada día y a cada momento (porque este momento no existió ni existirá nunca más). No dejes que el tiempo te dirija, dirígelo tú, conviértelo en un tiempo que cuenta, significativo. La sabiduría de la cuenta judía comienza con Abraham Avinu, al que se atribuye la sabiduría del “Sefer Ietzirá” que revela los secretos de la creación de acuerdo a las diez sefirot [también de la expresión sefarim, números]. Abraham contó todos sus momentos y sus días, no desperdició ni uno, por eso fue “ba baiamim”, “venido en días”, todos los días venían a él.
El Ciclo del Siete y la Naturaleza
Además de este significado de la cuenta del tiempo, darle importancia a toda “partícula de tiempo”, meditemos en las tres clases de cuenta en la Torá en las cuales se resalta la cuenta del tiempo acumulado.
La cuenta del tiempo es de forma cíclica, círculos y círculos de siete, donde el número siete expresa la integridad del mundo natural, como se relata en la parashá Sheminí, que va girando de manera natural, “generación va y generación viene… gira y gira va el viento” [Kohelet 1:6], como las aguas del reloj que giran en círculo.
En Cabalá, el número siete corresponde a las siete cualidades, que conocemos muy bien de las kavanot de la sefirat haomer, de jesed de jesed hasta Maljut de Maljut. En la psiquis humana, las siete cualidades son la parte emocional [murgash] y conductual [mutvá] que tenemos, el universo de las emociones del corazón y los potenciales de acción. Pero sobre las emociones encontramos un piso superior que son los poderes intelectuales, mojín, “la mente”, nuestra inteligencia, [muskal], el poder que tiene que orientar y rectificar las cualidades. Si el tiempo mismo que fluye se relaciona con las cualidades, con el mundo natural, por su lado la cuenta-sefirat del tiempo principalmente es una actividad intelectual, el hombre tiene conciencia de lo que sucede y las diferentes clases de la cuenta expresan niveles diferentes de conciencia, como explicaremos:
Desde atrás hacia adelante
Comencemos con la comparación entre la cuenta de la purificación y la cuenta del omer. La cuenta del omer es muy bien conocida: cada uno al comenzar el día (o sea al anochecer) bendice “sobre la cuenta del omer” y cuenta oralmente “hoy es un día del omer”, “hoy es dos días del omer”, etc. Por su lado, la cuenta de la purificación del flujo, no es necesario contarla con la boca los 7 días, y por supuesto no hay que bendecir por la cuenta. Es decir, el significado de la orden “y la contará” es “prestar atención a los días”, cuidar la cuenta de los días y revisar que sean limpios de impureza. En la cuenta del omer lo principal es la cuenta misma, porque después de contar “un día del omer” no tengo que hacer nada más ese día… por el contrario, en la cuenta de la purificación lo principal es el resultado práctico, supervisar que transcurran 7 días limpios de impureza.
Desde el punto de vista interior, la diferencia entre las cuentas es la misma diferencia que hay entre las dos clases de conciencia: en la cuenta de la pureza se habla de una conciencia relativamente baja, que depende de las cualidades del corazón, en cambio en la cuenta del omer se habla de una conciencia superior, que existe por sí misma.
El flujo es como una enfermedad, y la persona que experimentó en su carne el efecto del tiempo se ocupa en controlar su limpieza en los días de la cuenta. En esta cuenta no se habla de un aspecto intelectual sino de una vivencia práctica, y lo principal es el resultado práctico y no la conciencia en sí misma, por eso no se cuenta con la boca. Una conciencia como esta se llama conocimiento o conciencia de “אחור ”, ajor, “posterior” y no “פנים” , panim, “adelante”, porque permanece en segundo plano, escondida dentro del mundo de los sentimientos y la acción, la dirige y la vitaliza, pero no aparece de forma explícita ni se dice, como el lado posterior de la cabeza donde no hay ojos ni boca. Esas personas impuras por el flujo [zab y zabá] esperan que por mérito de la cuenta se liberen de la enfermedad y salgan del círculo de la impureza, suban del universo inferior de las cualidades del corazón hacia las cualidades relacionadas con el intelecto, pero por el momento están confinados profundamente dentro del mundo emocional y práctico que no está iluminado por la luz de la mente.
La cuenta del omer, por su lado, es una conciencia del “frente”, el rostro, “la sabiduría del hombre iluminará su cabeza”: aquí lo principal es la conciencia misma, a tal punto que se puede y es necesario anularla en la expresión explícita de la boca. Está explicado que el asunto de la sefirat haomer es elevar y rectificar las cualidades, comenzando por las cualidades “pequeñas”, como en el animal, y se las transforma en “adultas”, las cualidades del hombre, tal como se expresa en la transición que sucede desde la ofrenda de minjá del omer el primer día de la cuenta, consistente en cebada que es un alimento animal, hasta los “dos panes” de trigo que se ofrendan en Shavuot, alimento humano.
Las cualidades se rectifican a través de la expansión del intelecto, hamshajat hamojín, no quedan en el ámbito de las cualidades naturales y corrientes, sino que se traslada a la mente, y esta es la gran diferencia entre el hombre y el animal. Por eso en la cuenta del omer se resalta que no seguimos volviendo en un círculo infinito, sino que nos encontramos en un proceso claro de progreso, que comienza en el mes de nisán, donde todo se renueva y en él salimos de Egipto, y finaliza con la Entrega de la Torá en el Monte Sinaí.
En verdad, en el libro de Zohar [III, 96a] se explica que la sefirat haomer es como la cuenta de la purificación de la mujer para el marido: frente a los “siete [días] limpios están las siete semanas, frente a la unión entre el hombre y la mujer luego de la inmersión en la mikve está la festividad de Shavuot donde se produce la unión superior entre la novia y el Novio, la congregación de Israel y Hashem. Y con todo, en la cuenta de purificación misma el acento está en las cualidades naturales por sí mismas, en cambio en la cuenta del omer el acento está en la elevación de las cualidades a través de la mente. Si observamos en detalle los conceptos del sistema de las sefirot de la Cabalá, podemos comparar [lehakvil] la cuenta de la purificación con el “daat tajtón”, “el conocimiento inferior”, equivale al alma dentro de las cualidades, y la cuenta del omer equivale a la sefirá de jojmá, “sabiduría”.
El Gran Jubileo
Ahora llegamos a la cuenta de los años de Shmitá y Iovel, año sabático y jubileo. Lo especial de esta cuenta, respecto a las cuentas de la purificación y del omer, es que aquí contamos años, שנים , y que la cuenta está destinada especialmente al Beit Din Hagadol, la Gran Corte de Justicia, y no a los judíos individuales. Es algo comprensible, porque cuando se cuenta durante un período largo de tiempo, la persona no puede sostener la atención tanto tiempo y sólo el gran Beit Din, como representante de la sociedad (“Las sociedades no mueren”) puede contar la sucesión de años y generaciones.
Y en cuanto a la expresión práctica, se puede decir que la cuenta del Iovel se encuentra “en el medio”, entre la cuenta de la purificación y la cuenta del omer. En las enseñanzas de los sabios no hay una referencia explícita de cómo se cuentan los años, y los sabios medievales discrepaban en esto. Algunos dicen que en el Bet Din se cuenta en voz alta, igual que la cuenta del omer individual (e incluso bendicen por la cuenta), y hay quien dice que esta cuenta es como la de la pureza del flujo, por lo tanto sólo cuidar y controlar la cuenta de los años y los años sabáticos, para confirmar que el resultado en la acción sea correcto.
¿Y cuál es el significado interior de esta cuenta? De manera simple, los años de Shmitá y Iovel son una dimensión de la historia. Además, se explica que los años de Shmitá alude a todo el transcurso de la historia del mundo, de acuerdo a las palabras de los sabios acerca de los seis mil años que existe el mundo y luego el séptimo milenio futuro que es como una Shmitá”. El año de Iovel, en el cual todo vuelve a como era al principio, los dueños vuelven a su propiedad y los esclavos son liberados, alude al “Gran Jubileo”, que es el Mundo por Venir.
Los cabalistas incluso describen un proceso de siete shemitot donde cada una tiene siete mil años, y luego llega el milenio cincuenta, y así se habla de “los cincuenta mil jubileos” (Torat HaShmitat), salvo que el Arizal explica que esto no es así exactamente, sino que explican procesos de mundos espirituales superiores.
Los sistemas de las sefirot de la Cabalá, invitan a comparar [lehakvil] la cuenta del Iovel con la sefirá de biná, “entendimiento”. Cuarenta y nueva años y el año cincuenta después de ellos coinciden con los “cincuenta portales del entendimiento” de los cuales se nos entregó 49 portales, y el portal 50 quedó sin entender. Pero además de esta comparación, que también es cierta para la cuenta del omer, la sefirá de biná misma se llama en el libro de Zohar “Iovlá”.
La biná (בינה ) se llama así porque es un cerebro “beinoní”, intermedio, (בינוני ) ya que se encuentra “entre” (bein, בין ) el frente y el dorso, jojmá y daat, sabiduría y entendimiento. Biná se relaciona con la realidad pero no está sumergida en ella, es la “madre”, ima, אמא , que genera las cualidades y por eso ella experimenta (חווה , jová, de ahí Javá, la primera madre) las subidas y caídas de sus hijas, las cualidades, pero ella las conduce, despacito y con seguridad en el proceso de superación. Así es la cuenta (sefirá) de los años de la Shmitá (el séptimo año de descanso de la tierra) y Iovel (el año cincuenta) no vuelve cada vez a su punto de inicio, sino que es una cuenta en un círculo que va progresando, que va subiendo. Es una cuenta (sefirá, ספירה ) en espiral (spirala, ספירלה ), pero sólo los líderes del pueblo en el Gran Bet Din pueden percibir los pulsos de esos procesos evolutivos tan largos.
Cada cuenta (ספירה , sefirá, de numerar) tiene un cuento (סיפור , sipur, historia) propia: La cuenta de la purificación es un cuento personal de cada uno de nosotros. La cuenta del jubileo es el “libro de las crónicas”, ספר דברי הימים , Sefer divrei haiamim, el gran cuento de la historia. La cuenta del omer es la cuenta más elevada de todas, la historia del Pueblo de Israel que sale de Egipto y llega a la Entrega de la Torá. La cuenta del omer “ilumina”, (como la piedra de safiro, ספיר , sapir) todas las cuentas y cuentos, sefirot y sipurim, y nos asegura que para nuestra redención no necesitamos un proceso de años y generaciones. Se puede reducir el proceso de años a días, y podemos redimirnos este día tal cual. “Hoy, si Su voz han de escuchar”. [Tehilim 95:7, Sanhedrin 98a)