¿cuál es su mensaje?
Una de las pesadillas más dolorosas de nuestra generación es la promiscuidad. El mundo que nos rodea es un mundo permisivo, parece que se han roto todas las barreras del pudor y que todo lo que antes era impensable ahora es accesible con el toque de una pantalla. La excusa para esta permisividad es la ideología de la “apertura”, de eliminar toda censura y disolver todo autocontrol. En verdad, sin embargo, la descarada falta de modestia en el mundo no son una señal de que la humanidad haya alcanzado un estado en el que principios apreciados como la franqueza y la honestidad hayan derribado barreras, más bien están enmascarando a la oscuridad y la falsedad. Lo que realmente ha sucedido es que lo superficial y falto de profundidad ha capturado el centro de atención y nuestro enfoque se ve tentado a tomar en cuenta solo las partes más externas, físicas y profanas de nuestra existencia. Al mismo tiempo, se niega la entrada a los mundos y experiencias interiores y se obstruye el camino para encontrar el alma dentro del cuerpo. Se perdió el camino hacia el amor verdadero que va más allá del deseo físico.
En un mundo en el que todo es exterior y superficial, puede parecer que si queremos guardar y conservar la verdadera modestia interior, tenemos que huir de la realidad que nos rodea y encerrarnos en una habitación sin acceso a internet. Pero está claro que esa no es una opción realista, y pensándolo bien, parece que al fin de cuentas tampoco es la voluntad de Dios. La reclusión provoca un alejamiento tanto práctico como emocional de todos los que quedan afuera y que ahora, más que nunca, necesitan escuchar una voz humana, una experiencia espiritual y de compromiso con un estándar superior.
Entonces, ¿cómo debemos abordar y comprender la promiscua realidad en la que vivimos y qué podemos hacer para rectificarla?
Estas palabras difíciles de entender del Salmo 144:14
“Alufeinu mesubalim, ein peretz veein iotzet, veein tzvajá birjovoteinu.”
“Nuestros líderes están sobrecargados, no hay irrupción, no hay quien salga (en cautiverio, ni hay gritos (de pánico) en nuestras calles.”
Cuyo significado literal puede traducirse “nuestros bueyes están cargados”) el Baal Shem Tov las explicó de la siguiente manera. Aquel que sabe que el “Aluf del mundo”, (refiriéndose a Dios, que también puede traducirse como “buey”) está en todas partes y sabe que no hay lugar vacío de Él, es capaz de soportar todas las dificultades y el ocultamiento que tienen la vida en este mundo. Es capaz de superar todas las tentaciones y amenazas en la realidad exterior, cuando el mundo permisivo amenaza con “tragarse” a cualquiera que se atreva a expresar un enfoque diferente y luchar por un significado interior de las cosas del mundo.
Sin embargo, el objetivo no es solo aumentar nuestra capacidad para llevar las cargas de la vida. Cuando adoptamos el enfoque de que no hay un lugar sin Dios, lo cual sería una buena manera de expresar el punto principal de Baal Shem Tov, entonces, la segunda parte de este versículo también se cumple. La traducción literal de la segunda parte es algo así como, “no hay brechas ni salidas, ni lamentos en nuestras calles”. Pero, siguiendo la dirección del Baal Shem Tov, cuando uno es consciente de que Dios está en todas partes, entonces no existe la eliminación de fronteras y límites (“no traspasar”) ni inmodestia y promiscuidad (“no salir”) y finalmente, no hay lamento ni llantos de dolor en nuestras calles (“no hay gemidos en nuestras calles”).
¿Cómo puede la conciencia de la omnipresencia de Dios proporcionar un remedio a la promiscuidad y sus males asociados?
La promiscuidad, que encubre y oscurece el ser interior, surge de la conciencia de la oscuridad, de la falsa creencia de que a Dios no le importa, que no nos mira, y que, dejándonos a nuestra suerte, podemos hacer lo que queramos. Jasidut enseña que como resultado de sentirnos solos y desamparados, nos sentimos distantes de todo lo bueno (es decir, Dios) y finalmente perdemos la esperanza de alcanzar un verdadero estado de amor sincero y significativo, lo que se llama “amor interior”.
Al fortalecer el reconocimiento de que no hay lugar vacío de Dios y en todo lugar, “hay un ojo que ve y un oído que oye, y todas tus acciones están escritas en un libro”, se combate este sentimiento de haber sido abandonado. Externamente, las personas interpretan estas declaraciones (un ojo que ve, un oído que oye, etc.) como una especie de realidad de “Gran Hermano” en la que alguien te está mirando para atraparte. Pero el significado real de estas declaraciones es expresar el simple hecho de que Dios está en todas partes porque Dios se preocupa por todo, nada es demasiado pequeño o intrascendente. Por supuesto, el significado más simplista de que estamos siendo observados también contribuye a ayudarnos a comportarnos mejor.
El reconocimiento del hecho de que todos los muros que ocultan a Dios no son reales y que Él está en todas partes tiene el poder de realinear nuestra perspectiva. En lugar de que la realidad exterior amenace nuestra realidad interior, nuestra realidad interior podrá fluir hacia afuera. Entonces, los pensamientos más íntimos que tenemos acerca de Dios y las emociones más sentidas acerca de nuestra conexión con la santidad pueden derramarse hacia afuera, al mundo que los absorberá sediento de esas verdades. El “llanto en nuestras calles” puede ser rectificado sólo por lo que el Mashiaj le dijo al Baal Shem Tov: que la redención vendrá “cuando tus manantiales se expandan hacia afuera” y “manantiales de agua corran por las calles”. [Proverbios 5:16]
Lingüísticamente, la palabra “promiscuidad” (פְּרִיצוּת, pritzut) en hebreo está relacionada con el verbo “estallar” (וּפָרַצְתָּ, ufaratzta). Por lo tanto, la forma rectificada de promiscuidad es difundir el conocimiento de nuestra conexión interior con la Divinidad y con todo lo que es sagrado, recordando el versículo: “Y te expandirás al oeste y al este y al norte y al sur y las familias de la tierra serán bendecidas por ti y tu descendencia”. [Bereshit 28:14]
Serán bendecidos tanto en el plano físico como en el espiritual. En el plano físico, esto expresa el nacimiento de generaciones justas, modestas y felices, con conciencia de la misión de “ser fecundos y multiplicarse y llenar la tierra y conquistarla”. [Bereshit 1:28] En el plano espiritual, esto expresa la diseminación de las fuentes más internas de la Torá a los lugares más externos de la tierra.