TORÁ Y CIENCIA
Universidad de la Torá
EDUCACIÓN
EDUCACIÓN
- PARTE 1 INTRODUCCIÓN 6
- PARTE 2 EDUCACIÓN: PERFECCIONAR LA COMUNIDAD HUMANA 6
- PARTE 3 INSPIRACIÓN E INTEGRACIÓN 7
- PARTE 4: LAS FASES DEL CRECIMIENTO ESPIRITUAL 8
- PARTE 6 INTEGRACIÓN A TRAVÉS DE LA TORÁ, MANDAMIENTOS Y PLEGARIA 14
- PARTE 7 LA VOLUNTAD DE APRENDER 15
- PARTE 8 LA VOLUNTAD: ENTRAR Y ASENTARSE EN LA TIERRA 16
- PARTE 9 PLANTAR Y ALIMENTAR 17
- PARTE 10 LOS PRIMEROS FRUTOS 18
- PARTE 11 EDUCACIÓN Y CRECIMIENTO ESPIRITUAL 20
- PARTE 12 INSPIRACIÓN Y CRECIMIENTO ESPIRITUAL 21
- PARTE 13 INTEGRACIÓN Y CRECIMIENTO ESPIRITUAL 22
- PARTE 14 EL PODER DE RENOVAR Y LA FUERZA DE PERDURAR 24
- PARTE 15 ABRAHAM COMO EL EDUCADOR MODELO 25
- PARTE 16 LA FORTALEZA INTERIOR DE ABRAHAM 27
- PARTE 17 PREPARANDO EL FUTURO 29
- PARTE 18 INTERINCLUSIÓN 30
- PARTE 19 EL CAMINO DE LA AUTOMOTIVACIÓN 31
- PARTE 20 MEDITACION, PLEGARIA Y EDUCACIÓN 33
- PARTE 21 DOS PLEGARIAS PARA MEDITAR 33
- PARTE 22 LA ESPADA Y AL ARCO 35
- PARTE 23 LA PLEGARIA RECTIFICANDO EL SUBCONSCIENTE 37
- PARTE 24 LA CLAVE PARA LA ILUMINACIÓN ESPIRITUAL 38
- PARTE 28 CONVERTIRSE EN PARTE DE LA CONCIENCIA MESIÁNICA 44
- PARTE 29 LA “BELLEZA” DE LA EDUCACIÓN 46
- PARTE 30 LA GRACIA COLECTIVA 47
- PARTE 31 DESARROLLAR EL TALENTO Y A LA VEZ ANULAR EL EGO 48
- PARTE 32 GRACIA Y BONDAD 49
- PARTE 33 BENEVOLENCIA Y JUICIO 51
- PARTE 34 HACIENDO ORDEN 52
- PARTE 35 LAS 7 APTITUDES 54
- PARTE 36 AUTOCRÍTICA (Parte A) 55
- PARTE 37 AUTOCRÍTICA (Parte B) 56
- PARTE 38 EL ANTÍDOTO: EL DESINTERÉS PERSONAL 57
- PARTE 39 SABIDURÍA, TEMOR AL CIELO Y HUMILDAD 59
- PARTE 40 LA COMUNICACIÓN EFICAZ 60
- PARTE 41 LA DESVENTAJA DE LA SEVERIDAD 61
CABALÁ Y EDUCACIÓN
EL ARTE DE LA EDUCACIÓN
Parte 1: Introducción
Parte 2: Educación: Perfeccionar la Comunidad Humana
Parte 3: Inspiración e Integración
Parte 4: Las Fases del Crecimiento Espiritual
Parte 5: Entrando a un Nuevo Estado del Ser
Parte 6: Integración a Traves de la Torá, los Mandamientos y la Plegaria
Parte 7: La Voluntad de Aprender
Parte 8: Voluntad Para Entrar y Asentarse en la Tierra
Parte 9: Cultiva y Criar
Parte 10: Los Primeros Frutos
Parte 11: Educación y Crecimiento Espiritual
Parte 12: Inspiración Crecimiento Espiritual
Parte 13: Integración y Crecimiento Espiritual
Parte 14: El Poder para Renovar y la Fortaleza para Perdurar
Parte 15: Abraham como modelo de Educador
Parte 16: La Fuerza Interior de Abraham
Parte 17: Preparando el Futuro
Parte 18: Interinclusión
Parte 19: El Sendero de la Automotivación
Parte 20: Meditación Plegaria y Educación
Parte 21: Dos Plegarias para Meditar
Parte 22: La Espada y la Flecha
Parte 23: La Plegaria – Rectificando el subconciente
Parte 24: La Clave para la Iluminación Espiritual
Parte 25: Desarrollando el Gusto por la Verdad
Parte 26: La Entrega en la Integración
Parte 27: La Sabiduría de Aguardar al Mashíaj
Parte 28: Volviéndose Parte de la Conciencia del Mashíaj
Parte 29: La Belleza de la Educación
Parte 30: La Gracia Colectiva
Parte 31: Desarrollar el Talento Mientras se Aplasta el Ego
Parte 32: Gracia y Bondad
Parte 33: Benevolencia y Juicio
Parte 34: Haciendo Orden
Parte 35: Las 7 Habilidades
Parte 36: Autocrítica (parte a)
Parte 37: Autocrítica (parte b)
Parte 38: El Antídoto: El Desinterés
Parte 39: Sabiduría, Temor al Cielo y Humildad
Parte 40: Comunicación Efectiva
Parte 41: El Lado Negativo de la Severidad
Parte 42: El Arte de la Comunicación en la Hagada de Pesaj próximamente
Parte 43: La Biná Rectificada como un Instrumento para la Educación
Parte 44: Conociendo al Estudiante próximamente
Parte 45: Creando una Unión de las Almas próximamente
Parte 46: La Unión de los Opuestos próximamente
Parte 47: La Adaptación del Asesoramiento próximamente
Parte 48: Los Tres Elementos de la relación Maestro – Estudiante próximamente
Parte 49: Ver lo Bello próximamente
Parte 50: El Diseño de una Estrategia próximamente
Parte 51: próximamente
Parte 52: próximamente
Parte 53: próximamente
Parte 54: próximamente
Parte 55: próximamente
Parte 56: próximamente
Parte 57: próximamente
Parte 58: próximamente
Parte 59: próximamente
Parte 60: próximamente
PARTE 1 INTRODUCCIÓN
En los años recientes se ha visto una proliferación de libros de autoayuda y de maestros inspiradores. Algunos de ellos lograron el status de best-sellers y algunos de estos maestros desarrollaron millones de seguidores. Aquellos que son tocados por sus mensajes atestiguan sobre la naturaleza inspiracional de sus palabras, pero unos meses más tarde ya están buscando el próximo best seller, el próximo maestro/orador en busca de inspiración. Esto es porque en el proceso de crecimiento espiritual y autosuperación, la inspiración nunca es suficiente. Si el libro o los maestros no imparten herramientas para la integración de la información inspiradora, lo que ha sido comunicado se escapa rápidamente de la conciencia.
Este es el secreto de una educación apropiada. La inspiración es esencial, enciende en nosotros el deseo del cambio, pero si no se nos muestra como integrar lo que hemos aprendido, todo es por nada.
Los siguientes capítulos presentan un modelo educacional basado en los principios de inspiración e integración explicados en la Cabalá y dilucidados por el jasidismo. Estos principios se aplican tanto si uno es un padre que trata de impartir valores a sus hijos, un maestro de una escuela elemental, un profesor universitario, un consejero religioso en un camino espiritual o, por cierto, cuando uno esta en un proceso de autoeducación. (En este último caso, se debe hacer notar que no se puede seguir estos principios totalmente solo, de momento que es esencial la palabra de un consejero espiritual objetivo.)
Cada uno asume realmente el rol de educador alguna vez en su vida, tanto en relación a los amigos en busca de consejo, padrinazgo, matrimonio o una carrera. Cada uno a su vez aprende de un maestro que sabe más que nosotros y enseña a aquellos que saben menos que él. Estos principios se aplican cualquiera sea el caso.
Sólo hay que tener en cuenta que el enfoque de esta presentación no es sobre la educación de temas seculares, sino más bien se esfuerza en introducir a los buscadores espirituales a un modelo que deberán adoptar si es que pretenden obtener frutos. Solo siguiendo un modelo como este uno puede conseguir cambios sustantivos.
PARTE 2 EDUCACIÓN: PERFECCIONAR LA COMUNIDAD HUMANA
Las ideas básicas presentadas aquí provienen de “Una Guía”, escrito en 1898 por el Rabino Iosef Itzjak Shneersohn, el sexto Rebe de Jabad Lubavitch. Este discurso fue escrito inicialmente como un “manual de entrenamiento” para mashpiim, aquellos rabinos responsables del desarrollo del carácter espiritual de los estudiantes de ieshiva. En 1943, el Rebe liberó estas enseñanzas para que lleguen al público en general. Razonó que por cuanto estamos viviendo en la era mesiánica, con su ritmo acelerado de crecimiento y cambio, todo encuentro interpersonal debe ser utilizado como una oportunidad para el crecimiento mutuo.
Además de los principios básicos de educación, este trabajo presenta también las siete cualidades de buen educador y consejero espiritual del Rabi Iosef Itzjak. Estas pueden parecer engañosamente simples, pero en verdad, cada una se adquiere sólo con práctica y arduo trabajo. Pero no es suficiente leer acerca del tema. Obviamente, se puede leer este material para obtener la técnica y conseguir una invalorable perspectiva acerca del sistema psicológico y educativo de la Torá. Sin embargo, la persona que desee realmente desarrollar sus habilidades de maestro y consejero debe encontrar las formas de experimentar y aplicar la información en su vida.
¿Puede una persona aprender a tocar el violín estudiando libros de teoría, acordes y las posiciones de los dedos? Por supuesto que no. La verdadera destreza se adquiere por medio de la práctica, y el progreso será un reflejo del tiempo invertido en el esfuerzo puesto en entrenar las manos para que respondan a las órdenes de la mente, y así tocar el instrumento de acuerdo a la música.
Este es el requisito necesario para la internalización o integración, cuando el conocimiento intelectual se “corporiza” a nivel físico del ser, de tal manera que nuestro comportamiento habitual expresa automáticamente esas verdades. Y para esto no hay atajos, el progreso se consigue sólo por medio de la práctica tediosa y el trabajo duro.
Este trabajo duro no sólo es importante, sino esencial para todos, porque la educación, en el sentido profundo de la palabra, es una responsabilidad de cada uno. Debemos ayudar a cada uno y uno. Cuanto más nos familiaricemos con los principios básicos de la educación, más exitosos serán nuestros esfuerzos al luchar por el perfeccionamiento de la comunidad humana y así llevar a cabo el propósito de la creación.
PARTE 3 INSPIRACIÓN E INTEGRACIÓN
Como estamos viendo la educación a través de la óptica de la Cabalá, debemos empezar definiendo la educación en términos cabalísticos. La Cabalá considera al hebreo como el lenguaje de la creación y le da una gran significación a la formulación hebrea de las palabras, sus raíces, sub-raíces y su significado oculto, por lo tanto, definiremos la educación tomando en cuenta las palabras hebreas que connotan este concepto.
En hebreo hay dos palabras para educación: jinuj y hadrajá. En un diccionario común hebreo-español, encontraremos definida la palabra jinuj como “adiestramiento” y hadraja como “guía”, términos que aparecen casi como sinónimos. Sin embargo, en los trabajos rabínicos, lejos de ser intercambiables, estas palabras expresan ideas específicas y diferentes.
Para captar el significado interior de estas palabras y así descubrir el significado de educación, debemos examinar primero las raíces o ideas germinales que contienen. Esto arrojará luz a las sutilezas que las distinguen.
La raíz básica de jinuj aparece más frecuentemente en la Biblia con el significado de “inauguración” o “iniciación”. Describe el acto de dedicar algo a un propósito en particular. Por ejemplo, el Salmo 30, conocido como Mizmor Shir Janucat HaBait, es un canto de inauguración compuesta por el Rey David para el Templo de Jerusalem construido luego por su hijo, el Rey Shlomo. Una vez construido el Templo, sus utensilios no podían ser usados hasta que fueran santificados e inaugurados en sus tareas. Así, la menorá (el candelabro) tenía que ser santificada e inaugurada en su rol de “iluminador”. Así mismo era para los cohanim, los sacerdotes que servían en el Templo, que tenían que ser iniciados en el oficio antes de asumir sus responsabilidades. Aunque el sacerdote ya está capacitado físicamente para realizar su función, requiere una inyección de luz para trasladar su potencial espiritual a la realidad.
Este acto de iniciación atrae hacia abajo luz espiritual, es un ritual que despierta a los receptores a un nivel superior de potencialidad, habilitándolos para comenzar su nueva tarea. A través de esta emisión de resistencia física, psicológica y espiritual, esta descarga de luz, energía e inspiración transforma verdaderamente a la persona o el objeto en cuestión.
Cuando aplicamos estas ideas germinales embebidas en la raíz de jinuj o educación, vemos que el maestro es un “iniciador”, en su tarea de despertar los potenciales latentes de sus discípulos. Hace esto bajando la luz del conocimiento al nivel de los estudiantes, inspirándolos así a una nueva manera de pensar y ver el mundo.
La raíz de la segunda palabra hebrea para “educación”, hadrajá, conlleva una variedad de significados relativos al método y la dirección. Así, mientras que jinuj implica el espíritu de un comenzar de nuevo, hadrajá implica el esfuerzo por el movimiento y el progreso. En términos de educación, significa que luego del sacudón de inspiración, es necesaria una continuación.
Con la inspiración no se logra demasiado si los estudiantes no integran estos nuevos conocimientos a su vida diaria, si no aprenden como mantenerse en el nuevo camino y evitar los obstáculos, progresar constantemente y mantener el objetivo a la vista.
PARTE 4: LAS FASES DEL CRECIMIENTO ESPIRITUAL
A partir de estos dos “sinónimos” de “educación”, jinuj y hadrajáh , se derivan dos substantivos Hebreos, mejanej y madrij , que literalmente se traducirían como “educador” y “guía”. Siguiendo nuestra nueva comprensión de estos dos términos, podríamos traducir mejanej como “iniciador” (es decir, un individuo que actúa como fuente espiritual) y madrij como “integrador”.
El Quinto Rebbe de Lubavitch, Rabí Shalom Dov Ver, dijo en una ocasión: “El Ba’al Shem Tov [el fundador del Jasidut] es el primero entre los Mejanjim; Rabí Schneur Zalman [el fundador del Jasidut de Jabad] es el primero entre los Madrijim.”
Así, el Ba’al Shem Tov se considera el inspirador por excelencia, mientras que Rabí Schneur Zalman de Liadi manifiesta la quintaesencia de la cualidad de integración. Como veremos a lo largo del nuestro libro, la identificación de estas figuras insignes del judaísmo con cada una de las dos facetas de la educación nos será inmensamente valiosa para la comprensión de la distinción entre inspiración e integración.
Otro dicho 1 del Rabí Iosef Itzjak Schneersohn, el Sexto Rebbe de Lubavitch, refleja esta relación y arroja luz sobre la misma: “El Baal Shem Tov nos mostró c ó mo deberíamos servir a D-os, y Rabí Schneur Zalman nos mostró cómo somos capaces de servir a D-os.”
A través del ejemplo personal, el Baal Shem Tov inspiró a discípulos a través de las generaciones, para mostrar que incluso en los tiempos en que la consciencia de lo Divino está distante o ausente, siempre es posible servir a D-os. Entre sus discípulos, Rabí Schneur Zalman en particular tomó sobre sí la tarea de integrar la conducta inspiradora y el mensaje a cada individuo del Baal Shem Tov 2. Podríamos reformular el dicho anterior diciendo: “El Baal Shem Tov nos inspiró para servir a D-os; Rabbí Schneur Zalman nos enseñó cómo convertirnos en siervos de D-os.” 3
La parashá de la Torá que se lee en la fecha más cercana del nacimiento de ambos personajes, el 18 de Elul, es Ki Tavo , que empieza con las palabras: “Cuando entres a la tierra…” 4. Los Sabios nos explican que siempre que la Torá nos pide “entrar” en algo –sea entrar en la Tierra de Israel, o introducir una vasija en agua para la purificación ritual- debemos hacerlo de forma total 5. El Rebe de Lubavitch explicaba 6 que lo mismo también es cierto aplicado a temas psicológicos o espirituales, especialmente cuando está involucrado un nivel más elevado de percepción. Sin una inmersión total, no se puede conseguir nada. Incluso si el cuerpo está situado físicamente en el nuevo ámbito, mientras la mente permanezca fuera, el esquema mental de su consciencia seguirá sin cambios 7.
La Torá utiliza un proceso de dos fases para describir el acto de “entrar en la Tierra”. La primera fase es el propio acto de traspasar la frontera de la tierra, mientras que el segundo se identifica con el asentamiento y la herencia de la tierra 8. Estas dos fases son un bello paralelo de la secuencia de inspiración e integración, así como del trabajo del Baal Shem Tov y Rabí Schneur Zalman, respectivamente. Juntas, la inspiración (que se origina desde arriba, en el reino espiritual) necesaria para cruzar los límites y entrar en la Tierra de Israel y el vigor (arraigado abajo, en el reino físico) requeridos para asentarse en la tierra y perdurar en ella, comprenden una experiencia de “inmersión completa”.
Explican los Sabios que la revelación de la santidad inherente a la Tierra de Israel depende del cumplimiento de los mandamientos que acompañan a las dos fases de entrar y asentarse en la tierra. Como tal, el trayecto hacia el interior de la Tierra de Israel es un trayecto hacia lo sagrado. De forma similar, cada trayecto de crecimiento espiritual debería ser entendido como un trayecto con el objetivo de aumentar la “santidad” individual del estudiante. Una bella historia, protagonizada por Rabí Menajem Mendel, el Rebe de Vitebsk, quien, junto con sus seguidores, unas doscientas personas, inmigró a la Tierra de Israel en el siglo XVIII, asentándose primero en Safed y luego en Tiberias, ilustra este tema:
“Un día, después de haber vivido en la Tierra de Israel durante muchos años, el Rebe reunió a sus discípulos y les encargó preparar una celebración. Bebieron y cantaron y bailaron con gran fervor toda la noche, sin saber por qué les había dicho que la hagan la celebración. Cuando más tarde le preguntaron el motivo, les respondió con una historia: ‘Cuando era un muchacho, anhelaba tan intensamente la Tierra Santa que cada vez que oía que un emisario de Tierra Santa estaba en la ciudad, corría hasta él y le rogaba que me hablara sobre la santidad de la tierra. Inevitablemente, me describía las ciudades Sagradas: Ierushalaim, el Muro, Hebrón y la Cueva de Majpelá, Tiberias y el Mar de Galilea, y Safed y su inspirador aire de montaña, impregnado con las almas de los místicos. Después de oír todo esto, yo les preguntaba: ‘¿Y no hay nada más? ¡Tiene que haber más!’ Un día, uno de los emisarios me dijo: ‘Veo que verdaderamente anhelas conocer los secretos de la Tierra de Israel y su santidad. Cuando cada piedra, cada brizna de hierba, se convierta en santa para ti; cuando veas cada árbol y cada manantial como emanaciones de santidad; cuando las montañas, los desiertos y los bosques revelen cada paso realizado sobre ellos y todos los pensamientos encerrados en su esencia, entonces podrás empezar a entender la santidad de la Tierra de Israel.’
‘Hoy, después de todos estos años [viviendo aquí], estaba rezando en las colinas de Safed y empecé a ver y sentir la santidad emanando de cada roca y brizna de hierba. Y entonces supe que finalmente había llegado.”
Comparar la educación con la ascensión a la Tierra de Israel nos permite adquirir una nueva comprensión del tipo de dificultades que ello comporta.
En la Torá, Moshé y Iehoshúa dirigieron juntos el proceso de ascensión. Ambos se enfrentaron, como relata la Torá, con inmensos desafíos en sus relaciones con Bnei Israel. Así como el Baal Shem Tov generaciones después 9, Moshé fue elegido para inspirar a Bnei Israel con una nueva comprensión de su identidad (a través de la transmisión de la Torá). Pero dado que el proceso de ir entrando en nuevos niveles de consciencia y la perspectiva de cambios, exige una eliminación de todas las presunciones, expectativas y hábitos previos, a Moshé se le ordenó conducir al pueblo a través de las yermas tierras del desierto 10. Limpiar totalmente lo viejo es siempre un pre-requisito para poder entrar en un nuevo nivel del ser. La imaginaria seguridad de una auto-percepción estancada forma una barrera muy real de cara al cambio 11. Los cuarenta años vagando por el desierto sirvieron precisamente para ese propósito.
Aunque Moshé condujo a Bnei Yisrael a través del desierto y los llevó a las orillas del Jordán, la mismísima frontera de la Tierra Prometida, él mismo no sería su guía en la entrada de la Tierra. Iehoshúa, el fiel discípulo de Moshé, cargó con el liderazgo del pueblo para entrar en la Tierra Prometida. Los primeros pasos de Iehoshúa como líder fueron atravesar el Jordán 12, lo cual es descrito con un lenguaje sumamente inspirador, casi poético, como en el relato de la conquista de la primera ciudad, Jericó. De todas maneras, inmediatamente a continuación, tiene lugar una seria derrota en la ciudad de Ai.
Así es todo crecimiento y cambio. Es fácil experimentar la excitación de la iniciación y sentirse inspirado para cambiar la propia vida con el propósito de acomodarse a nuevas verdades y comprensiones. Pero sin embargo, incluso esos ajustes en el estilo de vida y hábitos personales que de entrada parecen tan importantes, pueden resultar de hecho meramente superficiales. A menudo nos espera un brusco despertar, que nos “sacude” descubriendo que aún no hemos entrado totalmente en aquella “tierra” nuestra que pensábamos. La causa subyacente de este fracaso es la falta de un firme compromiso de nutrir nuestros conocimientos que acabamos de adquirir.
Por ejemplo, un padre lee un nuevo libro sobre la disciplina de los niños, e inmediatamente se ve inspirado por una nueva estrategia que funciona a través de evitar las amenazas o de alzar la voz. Prueba con sus hijos la nueva estrategia, e inicialmente –quizá porque los niños tienen un día especialmente cooperativo- efectivamente parece funcionar. Pero pese al éxito inicial, si algo parece no ir bien del todo, al primer signo de problemas, el padre se frustra, pierde la compostura y encuentra imposible usar la nueva estrategia. El fracaso en integrar en un todo cada parte del sistema, demuestra que había niveles de “paternidad” que no habían sido afectados todavía por la nueva estrategia inspiradora. Al afrontar la estrategia con ambivalencias, no se vieron afectados por el proceso de iniciación y por lo tanto no compartieron la meta común de cambiar. Estos niveles de la persona permanecieron inalterados y desmotivados, y continúan identificándose con las viejas, familiares y habituales formas de afrontar la situación. A consecuencia de que la iniciación no fue completa, la subsiguiente fase de integración no tuvo éxito.
La segunda fase de la llegada a la Tierra de Israel tiene relación con la tarea de asentarse en la tierra. Esto incluye la dura labor de construir hogares, labrar campos, plantar árboles, establecer un gobierno, etc. Esta es la fase de integración – el proceso en enraizamiento. Psicológicamente, esto exige que cada aspecto de la persona – desde el ámbito físico al espiritual – se adapte a la nueva tierra o situación.
Y es aquí donde el educador religioso o el mentor espiritual pueden ser de más ayuda al estudiante que busca un crecimiento lleno de sentido, aclarando temas y dándole ánimo. Frecuentemente, un consejo como éste está basado en la premisa de que los cambios en el carácter pueden ser facilitados estudiando lo que la Torá dice sobre el problema, así como rectificando y perfeccionando la tarea espiritual específica (mitzvá) que se relaciona con esa cualidad o cambio que el estudiante busca conseguir. La adaptación completa se hace posible combinando el estudio de la Torá con el cumplimiento de los mandamientos y la oración.
NOTAS
1 Ver Likutei Sijot , vol. 19, pp. 246, 256 del Rebe de Lubavitch; basado en Hatamim , nº 2, p. 58 y en Sefer Hamaamarim 5708, p. 292 de Rabí Iosef Izjak Schneersohn.
2 Incluyendo aquellos definidos como “intermedios” ( beinonim ) en su obra principal, el Tania.
3 Una de las más sorprendentes y novedosas explicaciones de Rabí Shneur Zalman en su obra central, el Tania , se refiere al individuo “intermedio” — el beinoni —, remite al pasuk “Y verás la diferencia entre quien sirve a D-os y aquel que no Lo sirve” (Malají 3:18); ver capítulo 15 del Tania . Esta nueva interpretación ilustra la importancia que él atribuía a integrar cualidades positivas en el carácter y la psiquis del estudiante.
4 Devarim 26:1. Para más información sobre la importancia de la parashá semanal de la Tora para cada acontecimiento de la semana, ver capítulo 4.
5 Julin 33b. Este principio sirve como principal fuente en la Torá para el tratamiento filosófico moderno de “totalidad”, cuando se interpreta como una experiencia existencial por Emmanuel Levinas, especialmente en su obra Totalidad e Infinito.
6 Ver Likut Le’jai Elul , 5737; Likutei Sijot v. 19, pp. 255 y siguientes.
7 “Esquema mental” aquí hace referencia no sólo a la comprensión de la persona, sino también a su ser emocional y psicológico. Un cambio permanente requiere intervenciones emocionales además de las intelectuales y físicas. En esta línea el Ba’al Shem Tov explicaba que de cara a entrar a rezar en una sinagoga, que veremos es la actividad clave para promover el cambio, uno debe entrar con amor y con temor, dos emociones básicas del corazón. Ver Keter Shem Tov , § 36.
8 El propósito último de entrar en la Tierra de Israel era construir “na morada aquí abajo” para D-os ( Midrash Tanjuma , Naso ). Observemos cómo la palabra traducida como “lugar de residencia” es דִירָה , dirá , la cual proviene una de las raíces secundarias de dos letras de hadrajá (ver el Ensayo Complementario A, p. XXX). Así, el hecho de que D-os entre y resida en Su “hogar”, el Templo, puede ser entendido como un proceso de inspiración e integración (ver Zohar III, 262b; Ta’anit 5a). De hecho, la palabra hebrea que describe este hecho respecto a la Presencia Divina es hashraá ( הַשְרָאָה ), que conlleva ambos significados “inspiración” y “morar”.
9 El nombre completo del Baal Shem Tov en hebreo, , יִשְרָאֵל בַּעַל שֵם טֹוב numéricamente equivale a 1000 – el número de “luces” de energía (inspiradora) entregadas a Moshé en el Monte Sinaí. 1000 es también el valor numérico de וָתִיק תַּלְמִיד , talmid vatik , “estudiante experimentado o de años”, de quien nuestros sabios ( Talmud de Ierushalaim Peiá 2:4) dicen: “todo lo que innova un estudiante antiguo ya fue dado a Moshé en el Monte Sinaí.” El Baal Shem Tov, en particular, se considera un ejemplo de “extensión de Moshé en cada generación” ( Tikunei Zohar 69 [112a y 114a]).
10 En esencia, entrar a la Tierra de Israel es una forma de teshuvá (literalmente: “retorno [a D-os]”). Las diversas formas gramaticales de teshuvá que aparecen más a menudo en el Tanaj tienen que ver con el retorno del exilio del pueblo judío a la Tierra de Israel. Así, entrar en la Tierra de Israel ( aliá ) en su sentido más profundo es la manifestación definitiva del retorno a D-os ( teshuvá ), cuando ello forma parte de una experiencia total de entrar en un estado del ser totalmente nuevo.
11 “Educación” ( jinuj ) en hebreo tiene la misma raíz de dos letras que la palabra “aplastar” o “golpear” ( naj ) debido a que una iniciación verdadera y completa debe romper con lo viejo, haciendo lugar para lo nuevo. Incluso un tzadik (una “persona santa y recta”), una vez entra en Israel, debe despojarse de sus poderes de inspiración Divina que tenía y comenzar totalmente de nuevo en Tierra Santa. Se explica en el Talmud ( Bava Metzia 85a) que Rabí Zeira ayunó hasta que olvidó la metodología de aprendizaje en las academias de Babilonia para poder ser iniciado en la metodología de las academias de la Tierra de Israel.
12 Iehoshúa 3:5 a 4:24.
PARTE 5 ENTRANDO A UN NUEVO ESTADO DEL SER
Los sabios explican que cuando la Torá nos exige “ingresar” a algo nuevo, ya sea una nueva tierra o un nivel superior de percepción, debemos hacerlo con todo nuestro ser. Si dejamos un pie afuera de la puerta no es realmente entrar. Incluso si nuestro cuerpo está físicamente en el nuevo lugar, mientras que nuestro pensamiento permanezca afuera, no hemos ingresado por completo a un nuevo estado de conciencia.
Así también es con el crecimiento y el cambio. Nos puede parecer que experimentamos la exitación de la iniciación, siendo inspirados a cambiar nuestra vida para incorporar verdades y conocimientos nuevos. Incluso podemos proceder a realizar ajustes en nuestra personalidad y estilo de vida que pueden parecer de importancia, pero que de hecho son bastantes superficiales. Entonces viene el rudo despertar, nos sobresaltamos al darnos cuenta de que no hemos sido iniciados realmente y no hemos incorporado completamente nuestra nueva visión de la forma de ser. Cuando sucede esto, el problema de fondo es nuestra falta de compromiso.
Por ejemplo, una madre puede leer un nuevo libro para padres y ser inspirada por una nueva estrategia para educar a sus hijos sin amenazas ni alzar la vos. Prueba varias veces y verdaderamente parece funcionar, pero en el momento en que algo no va como corresponde, se siente frustrada, pierde su control y termina por regresar justamente a donde había empezado. Esto refleja la ambivalencia que hay en los niveles del ser que no fueron alcanzados por la iniciación y no comparten una causa común con sus objetivos. Estos niveles del ser permanecen inconmovibles y sin motivación, identificándose con los métodos viejos, familiares y habituales de enfrentar la situación. En otras palabras, la iniciación no fue completa y por lo tanto no se tuvo éxito en el subsecuente intento de integración.
El proceso de entrar a nuevos niveles de conciencia y visiones de cambio demanda descartar las asunciones, expectativas y hábitos de comportamiento previos (1). Esta depuración de lo viejo es siempre un prerrequisito para ingresar a un nuevo nivel del ser. La seguridad imaginaria de querer permanecer tal como somos es ahora una barrera para lo que podrías llegar a ser.
NOTAS
(1) Esta es realmente una forma de teshuva (o “retorno a Di-s”). El paralelo entre teshuvá y el ingreso a la Tierra de Israel es apoyado además por el hecho de que la palabra teshuvá, cuya raíz significa “retornar”, aparece en la Biblia más frecuentemente en relación con el retorno del pueblo judío su Tierra. Esto nos enseña que en su sentido más profundo, la aliá (el ingreso a la Tierra de Israel) es la manifestación más perfecta del retorno a Di-s, la entrada física y espiritual a un estado del ser completamente nuevo.
PARTE 6 INTEGRACIÓN A TRAVÉS DE LA TORÁ, MANDAMIENTOS Y PLEGARIA
La segunda fase de entrar a la Tierra de Israel es la tarea de asentarse en la tierra. Esta es la vigorosa tarea de construir una casa, labrar la tierra, plantar árboles, establecer un gobierno, etc.. Es el trabajo de integración, el proceso de echar raíces. Psicológicamente, esto implica entrenar cada aspecto del ser, física y espiritualmente, a adaptarse a estos cambios. En el judaísmo esto se logra con el estudio de la Torá, cumplir los mandamientos y la plegaria.
Aquí es también donde el educador religioso o mentor espiritual se vuelve más útil al estudiante que busca un crecimiento espiritual significativo. Puede asistirlo clarificando temas y dándole aliento. Frecuentemente, este consejo está basado en la premisa de que los cambios en los rasgos carácter pueden verse facilitados estudiando lo que la Torá enseña acerca de tal problema, como así también fortaleciendo y perfeccionando la tarea espiritual especifica (mitzvá) que se relaciona con esa cualidad o ese cambio que se quiere realizar.
En este proceso la plegaria es de ayuda invalorable. Primero, porque la plegaria es la meditación que despierta emociones sanas y rectificadas, que a su vez motivan un comportamiento saludable que ejerce una poderosa influencia purificadora en el carácter del estudiante. Segundo, porque la plegaria es una sentida devoción, tanto cuando se expresa a través de la liturgia formal y los salmos, o de verter espontáneamente el corazón. (referiremos en detalle sobre este tema en los capítulos siguientes.)
Sólo se puede conseguir el cambio con trabajo duro, espiritual y físico. Entonces, Di-s garantiza que si trabajamos de buena fe, El bendecirá nuestros esfuerzos y asegurará nuestro deleite de crecer y transformarnos.
PARTE 7 LA VOLUNTAD DE APRENDER
Tomaremos ahora la metáfora de ingresar y asentarse en la Tierra de Israel, explayándonos sobre ella para descubrir el gran secreto concerniente al rol de la voluntad en la educación. Este es uno de los secretos más profundos y a la vez más prácticos de la Torá, de acuerdo con la Cabalá. El entendimiento de la voluntad de aprender es esencial, ya que este aspecto del ser es una extensión de nuestra verdadera capacidad de aprender.
La voluntad es el nivel supraracional (o keter, “corona”) del alma. Es la fuente primaria de energía y motivación para nuestra personalidad y el origen de toda actividad conciente, ya sea pensar, hablar o hacer. Es semejante a lo que los psicólogos seculares llaman “impulso”. Aunque algunos identifican al impulso primario como sexual, otros sostienen que es el instinto de supervivencia, mientras que otros lo describen como un deseo de unirse a Di-s. Este último es el más cercano al modelo cabalístico de la personalidad, aunque todos son verdaderos desde una cierta perspectiva siempre y cuando la motivación subyacente sea sagrada.
La Cabalá enseña que “no hay nada más poderoso en el alma que la voluntad” y “nada se puede oponer frente a la voluntad”. Esto implica que la voluntad es la fuerza más potente en el universo, tanto dentro de una personalidad individual como en el mundo como un todo. No obstante, cuando es vaga y generalizada, no tiene un verdadero poder operativo. Sólo puede manifestar su fuerza cuando está focalizada y concentrada sobre un punto u objetivo.
Tendemos a pensar acerca de la “atención” como un concepto abstracto e intangible. Pero de hecho, es la concentración de verdaderas unidades de energía enfocada sobre un punto en particular, por ello su poder es real en el sentido físico y en el espiritual. De la misma manera que una lupa puede concentrar la luz del sol sobre una hoja seca y quemarla, también la mente y las emociones deben atraer la voluntad (el deseo innato por el bien y el crecimiento que inicialmente es vago e indefinido en la naturaleza) y canalizarla hacia el pensamiento y la acción. Sólo de esta manera puede comenzar a alterar realmente el mundo físico.
Cuando analizamos a la voluntad según el significado de la educación que planteamos (iniciación/inspiración e integración), vemos que la inspiración es el acto de despertar deseo y dirección en la voluntad, pudiendo catalizar este proceso a través de la mente (por medio de una bella idea, por ejemplo), o del corazón (con una experiencia especial). Pero si la propia voluntad no es tocada, el intelecto y las emociones son impotentes e incapaces de efectuar la iniciación por si mismos. Muchos maestros pueden enviar información que excita el intelecto e incluso provocar una respuesta emocional en sus alumnos, pero para inspirar la voluntad de tal manera que los discípulos se comprometan al trabajo y el sacrificio que implica incorporar ese conocimiento en su vida, es otro desafío por si mismo. De todas maneras, si no se produce un cambio en los estudiantes por medio de la experiencia, la educación no ha tenido lugar.
PARTE 8 LA VOLUNTAD: ENTRAR Y ASENTARSE EN LA TIERRA
Para entender mejor el significado de voluntad, vamos a aplicar este concepto a nuestra metáfora original de entrar y asentarse en la Tierra de Israel.
La palabra hebrea para “tierra” o territorio (eretz) deriva de la misma subraíz (r – tz, reish-tzadik) que “voluntad” (ratzón). Basado en esta relación los sabios enseñan “¿por qué la tierra se llama eretz [en hebreo]? Porque deseó hacer la voluntad (ratzón) de su Creador”. Por eso la tierra, más que cualquier otro ente creado, es un símbolo viviente de la voluntad subyacente de Di-s que la trajo a la existencia. En consecuencia, el proceso doble de entrar y asentarse en la tierra debe describir un proceso semejante al de la voluntad.
“Entrar a la tierra” representa nuestro despertar a un nuevo deseo o conciencia de cierto nivel más profundo de anhelo del bien. Significa querer sólo “eso”, sin ambivalencias. El deseo focalizado es el más potente estado de la voluntad, es como un láser de luz monocromática que está tan concentrado y dirigido que puede ser usado como un escalpelo quirúrgico. En cambio, el deseo disperso es como una luz difusa que no puede brindar ni siquiera un leve bronceado.
Entonces, “entrar a la tierra” simboliza el despertar a una nueva voluntad hacia un compromiso espiritual. Es como una pasión abarcadora que, en la etapa inicial, carece de medios ordenados de expresión y por eso no tiene aún el poder de motivar en un sentido concreto. Esta es la iniciación del alma.
Para poder ponerle riendas a esta poderosa fuerza de voluntad, esta debe ser bajada a la mente conciente, contraída y dirigida a través de un marco sistematizado de expresión. Esto es similar a “asentarse en la tierra”. Este proceso se parece al mecanismo de un motor que dirige la fuerza indiferenciada de una pequeña explosión de gasolina a través del pistón, los engranajes y ejes que hacen funcionar un automóvil. La Torá, como diseño de la vida, se asemeja al ordenamiento preciso de las partes que componen un motor. Dirige esta voluntad que acaba de despertar (que equivale a la explosión de la gasolina) hacia canales positivos que promueven el crecimiento.
En pocas palabras, la voluntad se despierta por medio de una experiencia emocional o intelectual apremiante que captura nuestra atención y excita nuestra imaginación. Las meditaciones de nuestra mente crean luego un patrón por medio del cual podrá descender hacia los niveles inferiores de nuestra personalidad, provocando la emoción correspondiente y generando la acción apropiada.
El proceso de revelar una fotografía provee una útil analogía. La luz indiferenciada (la voluntad) es dirigida a través de un negativo expuesto (la mente) hacia un papel sensible a la luz (emociones) induciendo una transformación específica, de lo potencial a lo real, dando como resultado una fotografía (acciones).
¿Cuál es la lección práctica de todo esto? El educador debe enfrentar su tarea en dos niveles. Primero, debe inspirar en sus estudiantes una voluntad para con Di-s y un deseo de hacer el bien, para luego dirigir la expresión de esas pasiones hacia canales espirituales productivos. Quien conoce profundamente la naturaleza y los mecanismos de la voluntad, quien la ve como la fuerza que está detrás de todo cambio, crecimiento y aprendizaje, ajustará su método educativo en concordancia y por lo tanto más eficazmente.
De todo esto surgen dos lecciones importantes. Debe quedar claro que la voluntad no es una fuerza “personal”, sino un poder generalizado y universal, una fuerza Divina hecha accesible a la personalidad. No creamos un nuevo “deseo por el bien”, nos apercibimos de él.
En consecuencia, la educación se convierte en la tendencia natural del universo. Es el proceso de toma de conciencia e internalización, en los seres humanos individuales, del deseo de Di-s.
El maestro está encargado entonces de conducir el carruaje; no tiene la necesidad de proveer los caballos de fuerza. Un maestro que capta las implicancias de todo esto hará uso de su energía de la manera más eficiente.
En segundo lugar, el maestro debe asegurarse que la voluntad de sus estudiantes está despierta y conectada con el esfuerzo de aprender. Debe mantener deliberadamente una tensión productiva entre las ansias del estudiante y su saciedad.
Este proceso describe el esfuerzo humano desde abajo hacia arriba, desde el plano físico hacia el espiritual. Por este medio retornamos a nuestra fuente de origen. Por supuesto, siempre hay una corriente correspondiente desde arriba hacia abajo que lo precede. En el ser humano, este es el flujo de vida y de conciencia que el alma le provee al cuerpo.
PARTE 9 PLANTAR Y ALIMENTAR
Otra metáfora que se asemeja a la relación iniciación/inspiración e integración es la de plantar un árbol y luego nutrirlo hasta que fructifique. Esto se ajusta particularmente bien con nuestra metáfora anterior de entrar y establecerse en la Tierra de Israel, ya que el proceso de plantar árboles fue el máximo símbolo de reclamo de la tierra. Este también tenía que ser un proceso de dos etapas, siendo la primera la de literalmente plantar, que fue seguido luego de la atención adecuada de los árboles para que maduren correctamente y produzcan frutos.
Plantar un árbol en Israel, tanto literalmente o como metáfora, es diferente que hacerlo en otro lugar. Esto es así porque la Tierra de Israel recibe la atención constante de la Providencia de Di-s, como Moisés le dijo a los israelitas en el libro de Deuteronomio:
“La tierra que van a heredar no es como la tierra de Egipto de donde salieron, donde plantaban vuestras semillas y la regaban a pie como un jardín vegetal. La tierra hacia la cual están cruzando para heredar es tierra de montañas y planicies, donde van a tomar agua de la lluvia de los cielos. [Esta es] una tierra que Di-s, tu Di-s, cuida. Los ojos de Di-s, tu Di-s, están siempre sobre ella, desde el comienzo del año hasta el final del año”.
En Israel, es tangible y palpable el compromiso de Di-s en todos los detalles de cada momento de cada vida. Hasta los fenómenos naturales como la lluvia y el viento, revelan por si mismos que son regulados directamente por El. Aunque Di-s es la causa definitiva de todas las cosas en todos lados, Su influencia fuera de la Tierra de Israel está oculta bajo muchas capas de la realidad.
La diferencia entre la relación de Di-s con Israel y los otros sitios es como la que existe entre la luz directa del sol y la luz indirecta de una lámpara, que es accionada por electricidad que deriva de combustibles, que surgen de antiguos vegetales que crecieron de la fotosíntesis, cuya energía proviene del sol. Cada paso intermediario enmascara y diluye más y más la radiación original. En fin, a pesar de que la lámpara trae luz al mundo, es una trivial imitación de la gloria original del sol.
Plantarnos en la tierra de Di-s, tanto sea inmigrar literalmente a Israel o metafóricamente entrar a una realidad de concientización de Di-s, significa iniciarse en una intensa experiencia de sentir que Di-s se involucra en nuestras vidas. Esto tiene su precio. Mientras que por un lado cosechamos los beneficios de un crecimiento acelerado que proviene de una dosis más concentrada de influencia espiritual, el costo es que nuestras imperfecciones se colocan de repente bajo un poderoso reflector. El egoísmo, la autoindulgencia, la pereza y la neurosis resaltan con toda su fealdad y simplemente no pueden ser toleradas como lo son en otros lugares. La depuración de estos rasgos y la incomodidad –y a veces el sufrimiento- ocasionado por este proceso está por lo tanto también intensificado.
PARTE 10 LOS PRIMEROS FRUTOS
En el proceso de educación, la etapa de plantar es la iniciación-inspiración. El maestro toma la responsabilidad de incentivar en sus estudiantes la percepción de la Divina Providencia, sembrando en sus mentes la noción de que Di-s está decididamente dirigiendo cada momento y comunicando Su voluntad a través de los detalles de cada aspecto de la realidad. Los estudiantes aprenden que cada experiencia es una comunicación entre Di-s y el alma. Y aún más, llegan a ver, con la experiencia personal, que la motivación subyacente de Di-s es siempre el amor, aún cuando puedan sentir lo contrario cuando se enfrentar al dolor de aprender algunas lecciones por el camino difícil.
Una vez que el maestro ha inspirado de esta manera a sus estudiantes, puede ir a la fase de integración que se asemeja a nutrir las semillas hasta que se puedan mantener por si mismas. Un árbol bien encaminado puede eventualmente volverse autosuficiente, pero hasta que alcance cierto nivel de madurez, necesita el soporte y la atención de alguien más fuerte que él. El sembrador desmaleza, fertiliza, poda riega los brotes en crecimiento y la culminación de sus esfuerzos es la alegría de ofrendar sus “primeros frutos” a Di-s, reconociendo de esta manera que fueron la tierra de Di-s, Sus lluvias y Su Providencia la verdadera fuente de toda abundancia.
Similarmente, el objetivo de un educador es ayudar al desarrollo de sus estudiantes hasta un nivel de maestría y sabiduría en el cual puedan comenzar a tomar la responsabilidad de sus propias vidas. El maestro premia y castiga, estimula y aconseja, prueba y alienta a sus estudiantes a actuar en concordancia con verdades espirituales de la Torá. No obstante, también sabe que los estudiantes deben volverse independientes de él, porque sólo cuando den sus propios pasos hacia adelante, sus almas pueden comenzar realmente el ascenso de nivel en nivel, de triunfo en triunfo desde abajo hacia arriba. Sin este esfuerzo independiente desde abajo, nunca habrá frutos. El cultivador puede crear las circunstancias más saludables para el crecimiento positivo, pero eso es todo lo que puede hacer, los frutos mismos sólo provienen del árbol. Es impotente en lo que respecta a esto.
Esta misma idea es expresada en el libro de Salmos:
Los pasos del hombre están establecidos por Di-s,
Y es su senda [del hombre] la que El [Di-s] desea
Esto significa que aunque el resultado final está decretado por Di-s, de todas maneras determinar nuestro propio curso y hacer cumplir misión. La paradoja es que incluso este área de soberanía personal es sólo una respuesta a la mano conductora de Di-s que orquesta la circunstancias de nuestras vidas. La elección que hacemos en respuesta a los cambios de la vida determina si nuestro progreso es lento o rápido, terso o tedioso, feliz o doloroso. El final está decretado, pero nosotros debemos resolver cómo llegar allí. Aquellos de nosotros que estemos familiarizados con el terreno, o sea, aquellos que se molestaron en aprender primero las leyes espirituales sobre las que se basa el universo, podrán evitar las numerosas trampas y callejones sin salida que de lo contrario pueden plagar su camino y proseguirán con una mínima frustración e incomodidad. Pero aquellos que se embarquen en la travesía sin un mapa que los guíe encontrarán peligros, tribulaciones y desperdiciarán mucho esfuerzo en innecesarias idas y venidas y giros equivocados. Se encontrarán a si mismos eliminando la maleza, hachando árboles y abriendo un nuevo sendero, sin darse cuenta de que a unos pocos pasos hay uno bien señalizado y transitado.
El trabajo del educador es inculcar en sus estudiantes un sentido profundamente internalizado de la verdad y un apasionado deseo por el bien, por Di-s y su leyes tal como están escritas en la Torá. Esto les proveerá un buen mapa de viaje, porque si las elecciones de los estudiantes reflejan los valores de la torá, aprenderán a encontrar su camino con la más mínima dificultad y la máxima paz mental.
Cuando la inspiración y la integración son comparadas con plantar y nutrir un árbol, el propósito de la educación es revelado de la siguiente manera:
Primero, el maestro inspira a sus estudiantes a percibir la mano de Di-s dentro de toda la experiencia, sembrando dentro de ellos el conocimiento de la inquebrantable benevolencia de Di-s. Segundo, motiva a sus estudiantes a comenzar a actuar de acuerdo con esta información (las acciones de los estudiantes denotan que ha tenido lugar la integración).
Procediendo de esta manera, un maestro exitoso libera a sus estudiantes de ira, resentimiento, depresión y ansiedad, todos las consecuencias negativas de una apreciación incompleta de Di-s, como Amo y Director que ama cada detalle de Su creación.
La culminación de estos esfuerzos en aras de la educación es la ofrenda de los “primeros frutos” a Di-s, representado por las acciones de un estudiante que ha hecho una decisión independiente de vivir en concordancia con Di-s y Su Torá.
PARTE 11 EDUCACIÓN Y CRECIMIENTO ESPIRITUAL
Como hemos visto, la inspiración y la integración son dos requisitos necesarios y complementarios de la educación. La inspiración comienza el proceso de aprendizaje despertando un deseo apasionado por el crecimiento y el cambio, mientras que la integración nos fuerza a incorporar a nuestra voluntad de bien en cada confrontación con la vida diaria. Por eso, enseñar se puede describir como el proceso de estimular la voluntad, mientras que aprender como el proceso de asimilarla.
Cada una de estas dos categorías principales se pueden subdividir en tres etapas intermedias que reflejan el proceso de crecimiento espiritual descripto por el Baal Shem Tov, el fundador del movimiento jasídico del siglo XVIII.
El enseñó que todo proceso de crecimiento espiritual y de hecho la experiencia profunda de cualquier faceta de la realidad, debe implicar una serie triple de cambios evolutivos, resumidos por las tres palabras:
- “sumisión”
- “separación”
- “dulcificación”
“Sumisión” es la subyugación del ego, elemento esencial para una estimación honesta de la realidad en nuestra relación con ella. A menos que neutralicemos el ego de alguna manera, este va a interponer seguramente sus intereses propios con nuestro ser superior y nuestros intentos de cambio y crecimiento.
“Separación” es el proceso por el cual identificamos los elementos positivos y buenos y los negativos y malos de la realidad, alineándonos con el bien y disociándonos de la maldad. Claramente, no podemos esperar cumplir con esta etapa sin haber atravesado primero el proceso de eliminar la autoimagen engañosa derivada del ego. Cuando separamos el bien del mal, la luz de la oscuridad, el bien comienza a brillar.
Una vez que hayamos identificado claramente lo perjudicial y de habernos separado de él, podremos proceder a “dulcificarlo”. En esta etapa podremos volver a evaluar lo dañino bajo la luz positiva del bien que se ha entremezclado con él. Nuestro bien reforzado nos permite relacionarnos objetivamente con el mal para “dulcificarlo”.
En los próximos capítulos veremos cómo estas tres etapas de crecimiento espiritual interactúan con el proceso educativo.
PARTE 12 INSPIRACIÓN Y CRECIMIENTO ESPIRITUAL
Demos una mirada a la fase de iniciación/inspiración y su expresión en la voluntad.
Fase de la Educación | Etapa de Crecimiento Espiritual | Estado de la Voluntad |
Iniciación/ Inspiración | 3. dulcificación | Deseo de unirse a Di-s |
2. separación | Deseo de crecimiento espiritual | |
1. sumisión | Deseo de servir a Di-s |
El estado de la voluntad que da comienzo a todo aspecto del proceso de la educación es un deseo puro e inequívoco de servir a Di-s de toda forma posible. Este giro inicial hacia el servicio espiritual requiere lo que el Baal Shem Tov llama “sumisión”, la rendición de toda voluntad personal a la voluntad de Di-s. Esto significa aceptar las restricciones y obligaciones del trabajo espiritual e ignorar el egoísmo y las demandas oportunistas del ego.
Luego sigue una manifestación de la voluntad un tanto más desarrollada, cual es el deseo de alcanzar un estado del ser donde cada acto se realiza con el sólo propósito de sustentar el crecimiento espiritual. Esto corresponde a la etapa de “separación” del Baal Shem Tov, ya demanda un grado de discriminación más elevado. Debemos elegir continuamente entre acciones que fomenten el desarrollo espiritual, como por ejemplo cumplir los mandamientos de la Torá, y las que son simplemente mundanas.
La fase final del despertar de la voluntad es el deseo de comprender la santidad inherente en cada acto, de usar cada momento, cada cosa, no importa cuán mundano sea, como una oportunidad para dirigirse a la unificación con Di-s. El libro de Proverbios describe esta fase con una declaración simple: “En todos tus caminos, conóceLo”. “En todos tus caminos” significa a través de todas tus acciones. “Conócelo” se refiere al contacto y la comunicación con Di-s.
De acuerdo con el Baal Shem Tov, nosotros podemos “dulcificar” la aparentemente insulsa realidad ordinaria e incluso su amargura sólo si primero perfeccionamos e internalizamos la habilidad de la discriminación, porque el trabajo de transmutar el mal en bien está basado en la habilidad de distinguir la realidad de la ilusión. Es obvio que quien no perfeccionó la etapa preliminar de la “separación” no será de fiar para diferenciar entre el propósito verdadero y los ilusorios. Por lo tanto, sus actos e intenciones no pueden reflejar verdaderamente la voluntad de Di-s y pueden tener un efecto negativo o atrofiante, más que nutritivo y estimulante. El error más común entre la gente con aspiraciones espirituales es el deseo de “dulcificar” sin hacer previamente las distinciones requeridas.
PARTE 13 INTEGRACIÓN Y CRECIMIENTO ESPIRITUAL
Ahora estamos preparados para ver cómo interactúan las tres etapas de crecimiento espiritual del Baal Shem Tov con la fase de integración del proceso educativo.
Fase de la Educación | Etapa del Crecimiento Espiritual | Cometido de la Voluntad |
Integración | 3. dulcificación | Rectificación del Alma |
2. separación | Rectificación de la Realidad | |
1. sumisión | Rectificación de la Personalidad |
El cometido de la integración es la implementación de esta voluntad o deseo del bien recientemente inspirado y perfeccionado. El proceso de arraigarlo dentro de la personalidad, de expresarlo en forma concreta en cada detalle de la vida, es llamado tikún (“reparación” o “rectificación”). No obstante, rectificar la voluntad es en realidad rectificar el instrumento a través del cual opera, ya que la voluntad del bien es pura en si misma. Desciende y se integra dentro del ser cuando hay un lugar para que ello ocurra. Esta secuencia de eventos es inducida por el afán de volverse una persona más honesta, amorosa, paciente y generosa. Crea un “espacio” por medio de eliminar las impurezas negativas y autoindulgentes que bloquean e inhiben el proceso de integración.
Por eso la primera etapa de concreción de esta noble y excepcional voluntad requiere la rectificación de la personalidad. Demanda sobreponerse y doblegar los rasgos negativos de carácter y cultivar los positivos, dos pasos críticos para el proceso de crecimiento. Como ya vimos, de acuerdo con el Baal Shem Tov la clave para el desarrollo del carácter es la “sumisión” o la nulificación del ego. Todas las características son malas según el grado en que estén ligadas al ego y mancilladas por el egoísmo o motivos ulteriores y son buenas en la medida en que sean desinteresadas. En esta primera etapa, la atención es dirigida hacia la esfera más íntima de la realidad del ser y la personalidad.
El paso siguiente de integración de la voluntad dentro de la realidad es llamado “la rectificación de la porción propia del mundo”. Esto significa alcanzar un nivel donde cada recurso, tanto físico como espiritual, como así también cada experiencia del mundo es usada para el bien. En esta etapa, se produce la expansión de la atención, la responsabilidad y el esfuerzo para incluir tanto la realidad exterior como la interior. Cada alma tiene asignada una parte de la realidad que tiene que ser rectificada. Ninguna otra puede hacer este trabajo y cada experiencia brinda una oportunidad para conseguir que un poquito sea hecho. Algunas veces la rectificación tiene lugar “automáticamente”, sin una intención conciente, pero hay otras situaciones que requieren una intención conciente de producir la rectificación, como así también la sabiduría necesaria para saber exactamente qué hacer.
De acuerdo con el Baal Shem Tov, esta habilidad de conocer exactamente cómo traer la voluntad de Di-s hacia ese momento (y así revelar todas las posibilidades que este posee) requiere una clase de discernimiento crítico –“separación”- que puede ser descripto como “la sabiduría del éxito”. Esto significa que debemos agudizar nuestra habilidad de discriminar entre la acción apropiada y cuál no, entre la que va a ser exitosa y la que fracasará. En el empeño educativo y de instrucción debemos fomentar ciertos atributos y desalentar otros. Estas evaluaciones requieren un ojo crítico.
Esta habilidad de desacertadamente es una destreza que sólo puede ser desarrollada con la asistencia de alguien más experimentado y que está más adelantado en el camino. Esta es la tarea del educador.
La etapa final en la implementación de la voluntad va más allá del estrato físico de la realidad e involucra la rectificación de las almas. En la descripción del Baal Shem Tov del desarrollo espiritual, esto refleja la etapa de “dulcificación”. Los que han avanzado a este nivel son “velas que iluminan otras almas”; tales personas han asimilado las enseñanzas de la Torá dentro de lo más profundo de su ser. Se han vuelto un ejemplo viviente de la verdad de la Torá y una fuente de luz para todo lo que lo rodea, como asevera el libro de Eclesiastés: “La sabiduría del hombre ilumina su rostro”. Este resplandor es una fuerza tangible que cura y rectifica las almas que toca. Este es el poder de “dulcificar”, la etapa más elevada del servicio espiritual.
Un educador debe recordar que los actos de cada persona son motivados en definitiva por su deseo de unirse a Di-s. En la medida en que ese deseo sea conciente e integrado, el estudiante tendrá éxito en su cometido. Pero si permanece inconciente e inconexo, su comportamiento estará distorsionado e incluso será autodestructivo.
El educador debe buscar este punto de verdad detrás de cada acto, para reconocerlo, verbalizarlo y reforzarlo. Esta es la tarea de la inspiración y la integración. Si es sensitivo, inspirará exitosamente en sus estudiantes una determinación conciente de la voluntad hacia Di-s y Su ley y les enseñará cómo integrar su anhelo espiritual en su enfrentamiento cotidiano con el mundo.
PARTE 14 EL PODER DE RENOVAR Y LA FUERZA DE PERDURAR
Hasta ahora hemos discutido acerca de la inspiración y la integración como dos etapas separadas y consecutivas en el proceso de la educación. Esta simplificación algo exagerada fue necesaria para comunicar el carácter único de cada una y presentar el modelo básico de su interacción. En realidad, cada una es un proceso progresivo por si misma. Pueden verse como temas paralelos que forman juntos la columna vertebral de la educación y el desarrollo del carácter.
El estado de iniciación/inspiración se afirma y expresa a través del tiempo como un sentido continuo de renacimiento y renovación: “cada día debe ser a tus ojos como un nuevo comienzo”. La Cabalá enseña que el secreto de la longevidad es la habilidad de reconocer cada momento como una creación original.
Un educador debe adiestrar a sus estudiantes para que corroboren esta verdad en tres niveles diferentes de la realidad:
1. a nivel del mundo
2. a nivel personal
3. a nivel de la Torá
A nivel del mundo el maestro busca que sus estudiantes estén permanentemente concientes de la renovación continua del universo; sensibilizándolos a la luz y el amor de Di-s que irradia desde lo alto y re-crea todo el universo, desde la nada absoluta, en cada instante.
¿Cómo pueden creer los estudiantes (y mucho menos verificar) una noción como esta, especialmente porque aparentemente no tiene ninguna relación con la experiencia diaria?
Una vez que comienzan a estudiar realmente el mundo que los rodea y extienden sus leyes para abarcar la totalidad de la creación, confirman al menos la posibilidad de la existencia de tal premisa. Ven que el universo necesita un suministro constante de energía para mantener su existencia, de la misma manera que una lamparilla electrica necesita un flujo continuo de electricidad para mantener su incandescencia. No obstante, aquí termina la comparación, porque cuando se jala de la perilla y la electricidad cesa de fluir, el bulbo continúa existiendo, la única diferencia es que ya no brilla.
La dependencia de su Creador que tiene la creación es más profunda que esto. Si Di-s desconectara el enchufe no solamente todo dejaría de brillar sino que también dejaría de existir. La creación entera, no sólo su energía y su fuerza, depende permanente y completamente del deseo de Di-s, renovado constantemente, de que siga existiendo.
Este nivel del mundo es el más importante por fijar el escenario de los otros dos.
En el nivel del ser, el maestro requiere de sus estudiantes que experimenten el renacimiento continuo de su propio ser y se regocijen con el despliegue de las infinitas posibilidades de crecimiento personal y espiritual que se presentan en cada momento. Cada instante ofrece el desafío y la oportunidad de escoger el bien. A través de este privilegio de elegir que los seres humanos transforman sus vidas en vehículos de Divinidad.
En el nivel de la Torá, el maestro quiere que sus estudiante experimenten nuevamente la revelación de la Torá, de acuerdo con las necesidades del estudiante y en concordancia con esas verdades y símbolos que le son más relevantes en ese momento. Por eso es posible leer la misma Torá semana tras semana, año tras año, una y otra vez y extraer una comprensión nueva y oportuna que “por coincidencia” se aplica al problema o asunto que tenemos entre manos.
Estos tres niveles de percepción se relacionan entre si. Como parte de un universo recreado continuamente todos participan en su renovación progresiva. A su vez, esto inspira un sentido de juventud y entusiasmo perpetuo que colorea cada experiencia, particularmente en relación con la ley de Di-s tal como está expresada en la Torá.
Los sabios enseñan que “la Torá es revelada nuevamente cada día”, pero si somos rígidos y rancios, fatigados y cansados de la vida, no podemos apreciar su frescura. ¿Cómo podemos, aquellos que estudiamos el mismo tema año tras año, mantener un sentido de bien nuestro aprendizaje? Podemos, pero sólo si comprendemos que cada día nos volvemos personas diferentes, con nuevas necesidades e interrogantes más profundos.
Así probamos y descubrimos las dimensiones de la Torá que pueden satisfacer a este nuevo “ser”. Esto requiere de nosotros leer nuevos materiales que no hayamos estudiado previamente, como también descubrir profundidades adicionales en lo que ya nos es familiar. Di-s revela Su Torá una y otra vez, día tras día, centuria tras centuria y también nosotros debemos renovarnos continuamente para apreciar la verdad única y singular de cada momento.
PARTE 15 ABRAHAM COMO EL EDUCADOR MODELO
De todas las personalidades de la Biblia, Abraham es considerado el educador arquetípico cuya vida es un modelo de los ideales de inspiración e integración.
Para comenzar, Abraham personifica las cualidades de iniciador, ya que reveló un nuevo nivel de conciencia y, como resultado, se convirtió en el progenitor de un nuevo “pueblo”, los judíos. Es asociado con la plegaria de la mañana, que es recitada en el momento del día en que es más palpable la re-creación, el tiempo de una luz nueva (el amanecer) y un nuevo estado de conciencia (el despertar).
La primera aparición en la Torá de la raíz gramatical de jinuj, que hemos definido como iniciación/inspiración, es en relación con actos que realizó Abraham, cuando lideró una fuerza formada por sus educandos (janijav) para rescatar a su sobrino Lot.
También es el epítome de integración, que en hebreo hemos definido como hadrajá, cuya raíz es la palabra derej, que significa “camino”, usado en La Torá en relación a Abraham en un contexto muy revelador. Di-s explica por qué eligió a Abraham:
“Abraham se volverá una nación grande y poderosa y por él serán bendecidas todas las naciones del mundo. Yo le di un presente especial porque instruyó a sus hijos y a su familia en su camino, y guardará el camino [derej] de Di-s haciendo caridad y justicia.”
Di-s señala aquí que lo que distinguió a Abraham de las otras almas era su compromiso y capacidad para guiar a otros por los caminos de Di-s.
Abraham es llamado por los sabios la “fortaleza de ser” (eitan), porque él es la piedra basal, fundamento del pueblo judío. Fue el primero en reconocer la unidad de Di-s en el nivel más profundo posible: no sólo que Di-s es el Creador y nada existe sin que así sea Su voluntad, no sólo que El es la Fuerza de Vida que permea toda la creación, mantiene toda vida y nada puede existir sin su aporte permanente de energía, sino que, más aún, no hay nada aparte de El y nada existe excepto El. (nuestra experiencia sensorial de la “realidad” es una ficción temporaria, que no tiene existencia real o independiente en relación a Di-s.)
El Tania -la obra básica del jasidismo Jabad escrita en el siglo 18 por rabi Shneur Zalmen de Liadi- explica este último nivel de unidad con la metáfora de la nulificación de los rayos del sol en el propio cuerpo del sol. En este fenómeno, podemos observar que la existencia independiente de los rayos de luz es posible sólo cuando están aparentemente separados de su origen. Si siguiéramos el rastro hasta su origen, podríamos ver que en el punto en que se “juntan” con el sol, estos dejan de existir como entidades enteramente separadas y se aniquilan completamente en el sol. Así es la relación entre el universo y su Creador. Estas palabras son difíciles de captar por la mente, y mucho menos de entender por el corazón.
Sin embargo, este nivel de reconocimiento de la unidad definitiva de Di-s es el potencial de todo descendiente de Abraham.
Esta verdad fue imbuida en la creación, esperando que alguien la capte y la exprese y haga consciente y sólido algo que sólo había sido vago y tenue. Entonces vino Abraham. Su conocimiento de Di-s era tan profundo que se estructuró dentro de su propio ser y como tal, se volvió parte de la herencia de cada uno de sus descendientes. Este potencial de conocer y experimentar los niveles más extremos de la unicidad de Di-s es el legado de nuestro patriarca, quien incorporó espiritualmente la comprensión en las profundidades más materiales de su ser, de forma tal que se tornaron una realidad genética que puede ser transmitida por medios biológicos. Abraham es llamado la “fortaleza del ser” porque pudo adquirir una iluminación que comenzó como algo vago e intangible y se transformó en algo ligado e inseparable de la realidad física concreta, una entidad real llamada alma judía. Al hacer esto llevó a cabo dentro de su ser la unificación definitiva de lo espiritual con lo físico.
Es interesante notar a este respecto que el pueblo judío es la única “entidad social” a la que se puede ingresar desde ambas direcciones, la física y la espiritual. Por el lado físico, se es judío si es hijo de una mujer judía, mientras que desde el plano espiritual, el primer paso de la conversión al judaísmo es reconocer las verdades espirituales del judaísmo y querer dedicar la vida a la Torá. Por eso el judaísmo es algo que representa una síntesis completa de lo espiritual y lo material.
Este fortalecimiento del alma en el nivel más profundo posible fue cristalizado a través de la capacidad de Abraham de mantenerse firme las diez veces que fue probado por Di-s. Esto confiere al pueblo judío la capacidad de soportar los momentos difíciles y abastecerse de esta fuente de fortaleza en los momentos de prueba y adversidad. Esta fuerza de Abraham está presente en potencia dentro del alma de cada judío, esa capacidad de resistir a las tribulaciones y sobreponerse a ellas. Es como si una parte de Abraham mismo estuviera presente.
PARTE 16 LA FORTALEZA INTERIOR DE ABRAHAM
¿Cuál es el origen de la fortaleza interior de Abraham? ¿Cómo influencia realmente en la personalidad colectiva de sus descendientes, el pueblo judío?
La fortaleza interior de Abraham opera a través de la fe (emuná). En Cabalá, la fe es definida de forma diferente que como se usa popularmente. La fe es el estado más profundo de comunicación, una percepción supraracional y al mismo tiempo potencialmente experimental, arraigada más allá de los límites de una explicación lógica. Su veracidad es vivenciada con más fuerza y certeza que el conocimiento del mundo físico, a pesar de que no es verificable con los sentidos físicos externos, ni los instrumentos de la ciencia pueden detectar sus esferas más trascendentes. Por el mérito de Abraham y Sará, cada alma judía tiene como mínimo un nexo subconciente con la absoluta unicidad de Di-s, una memoria, por así decirlo, de haber experimentado esta realidad. Esta fe profundamente arraigada en Di-s se manifiesta como una fuerza e integridad interior. El pueblo judío persiste atravesando pruebas aparentemente insuperables, tanto de fuego (pogroms) como de hielo (asimilación), por tener una fe sabia e innata en Di-s como su Amo, Creador y Protector.
¿Aún así queda la pregunta de por qué tiene que haber pruebas, tribulaciones, dolor, agobio y sufrimiento? ¿Por qué Di-s creó un mundo en el cual es necesaria la adversidad?
El Tania, basándose en el libro de Deuteronomio, explica que las adversidades del mundo físico muestran a Di-s lo que hay en el corazón humano. Pero ¿qué significa esto? ¿Acaso Di-s no lo sabe ya? De hecho, uno de los trece principios de fe establece “Yo creo con fe perfecta que Di-s conoce todos los actos y pensamientos humanos”. Y los Salmos confirman este punto: “El [Di-s] ha moldeado cada corazón. El entiende lo que hace cada uno”.
Entonces, la explicación debe ser que a través de las pruebas y tribulaciones nos educamos a nosotros mismos. Forzados a recurrir a los más profundos reservorios de fortaleza, aprendemos de qué estamos hechos. Especialmente en los tiempos de desafíos nos percatamos de la magnitud de nuestro amor y confianza en Di-s. Una prueba de fe revela dos cosas, la profundidad que tenía previamente nuestro amor innato a Di-s y las limitaciones de nuestro nivel actual de confianza. (Esta misma dinámica se aprecia también en las relaciones matrimoniales, donde un estado ocacional de adversidad provoca a menudo una profunda afirmación del amor, como así también la iluminación de aquellas áreas débiles que necesitan ser trabajadas).
Es útil también recordar que Di-s pone pruebas sólo de acuerdo con nuestra capacidad de sobrellevarlas y superarlas. Los sabios ven una parábola para esto en el procesamiento del lino, donde las fibras de alta calidad deben ser golpeadas vigorosamente para extraer su carácter excepcional, mientras que las de baja calidad serían destruidas con un tratamiento tan brusco.
La palabra hebrea eitan significa “la fortaleza de ser”, la característica internalizada por Abraham que revela el secreto de su poder. Está compuesta por las cuatro letras que se utilizan en hebreo como prefijo para construir el tiempo gramatical futuro simple (alef, iud, tav y nun).
Esto apunta a una idea muy importante en el proceso de educación. Previamente a la iniciación y a la inspiración de un deseo o voluntad en aras del desarrollo espiritual, los estudiantes están atados al pasado. Sus horizontes los limitan a una explicación de la realidad basada en las leyes de la causalidad física. Sólo ven que algo previo a este momento actual a causado un efecto en él. Aunque esto es verdad, es sólo una parte del cuadro. Todas las acciones acarrean consecuencias y generan efectos para bien o para mal, según el caso. Pero semejante punto de vista es incompleto, ya que no puede hacer frente a realidades espirituales que desafían el tiempo.
La iniciación nos introduce al “presente continuo” donde son posibles todas estas cosas por la renovación y recreación continua de cada momento, donde se expande la conciencia hasta incluir dimensiones más allá del tiempo linear y donde se sobrepasarán o manipularán las leyes físicas de la causalidad.
Pero mientras que la iniciación/inspiración nos excita a un idealismo que finalmente trasciende cualquier confrontación real con la adversidad, la integración entrena al estudiante a enfrentar la realidad y abordar cada dificultad con fortaleza de espíritu y fe en Di-s. Pero la integración no se detiene aquí, va más lejos aún y extrae una revelación del futuro.
Esto funciona así:
Cuando aprendemos a perseverar frente a las pruebas y las tribulaciones y a usar esas experiencias como un vehículo para profundizar nuestra relación con Di-s, le revelamos a Di-s y a nosotros mismos nuestro punto de “fortaleza del ser”, eitán. Esto es, hacemos real lo que ya existía previamente sólo como potencialidad. De esta manera crecemos hacia el futuro, como así también nos acercamos a la expresión de nuestro ser perfecto y verdadero, que es el punto final verdadero de la travesía de nuestro alma. Esto es llamado revelar el futuro, porque en Cabalá el futuro (atid) significa “lo que está preparado, pero aún no está revelado”, contrariamente a su definición más común como algo que no tiene existencia en absoluto en el presente. Esta es la rectificación requerida por la educación, descubrir que incluso nuestro futuro es una realidad actual.
PARTE 17 PREPARANDO EL FUTURO
En Cabalá, futuro (atid) significa “lo que está preparado pero aún no revelado”, en contraposición a la definición más corriente “algo que no existe en absoluto en el presente”. Esta es la rectificación requerida por la educación, descubrir que incluso nuestro futuro es una realidad presente.
¿De dónde viene este futuro, quién lo prepara y cómo?
Cuando Di-s creó el mundo, comenzó proyectando una visión de la finalización y la perfección de todo el proceso creativo (en general y en todos sus detalles). Esta visión imaginaria es la que inspiró y guió de hecho los actos subsiguientes de la creación. Esto es similar para nuestro propio proceso creativo, donde primero visualizamos el producto final, lo fijamos con los ojos de nuestra mente y luego tratamos de reproducir esa visión en el mundo físico. Similarmente, así como la visión que tuvo Di-s de su universo perfecto precedió al trabajo real de la creación, así será su futuro inevitable y su punto final. El canto que entonamos cada semana para recibir al Shabat expresa esta misma idea en el pasaje que dice: “Lo último en la acción es lo primero que surge en el pensamiento”. Como esta perfección es la voluntad del Creador y Di-s es la fuerza singular de la creación, nada se puede oponer a Su deseo en sentido absoluto, Su voluntad será cumplida. Entonces, vemos que Di-s “preparó el futuro” incluso antes del inicio, un destino que es irrevocable y existe, incluso ahora, en Sus “pensamientos”.
La fe en el bien absoluto que está por venir está basada realmente en un conocimiento íntimo y profundo y a veces inconciente de que Di-s es el único amo de todos los mundos y dirige hacia el bien cada detalle de cada momento, lo que quiere decir, hacia la realización de Su visión de su perfección. Así, la fe trae ese futuro al presente, al afirmar que ese bien y esa perfección son el destino irrevocable de la creación. Cuando luchamos en el presente motivados por la fe, para penetrar a través de las capas exteriores de nuestros problemas y descubrimos ese punto oculto de bondad que está destinado a ser revelado, entonces ese futuro realmente asume una existencia concreta en el presente, en nuestras mentes y nuestros corazones.
Este principio tiene una aplicación práctica en los ámbitos personal y colectivo. Significa que una técnica verdaderamente potente para liberarse de los patrones negativos de la personalidad, para sobreponerse a la inercia del hábito y realizar cambios positivos en la vida, es hacer contacto con lo trascendente a través de la plegaria. Para hacer esto, debemos utilizar un amplio espectro de expresión, debemos implorar, prometer o discutir mientras combinamos nuestra plegaria con visualizaciones concretas del futuro rectificado. La premisa subyacente es que todo deseo de crecer en concordancia con la voluntad de Di-s es buscar esa realidad que es un futuro inevitable e infinitamente bueno.
La plegaria es el medio ideal y más completo de aplicar estos principios teóricos para traer el futuro a es presente. Es la expresión práctica de la fe interior que a su vez cataliza una profundización aún mayor de la fe. Cuando le pedimos a Di-s que apoye nuestros esfuerzos para servirLo de una forma más perfecta (de cualquier manera, que imaginemos nuestro próximo paso en esa dirección) debemos agregar que sólo buscamos ese respaldo si nuestro objetivo expresa en la acción la suprema y verdadera voluntad de Di-s de que nos perfeccionemos. Si no, Di-s nos corregirá lo más gentilmente que se pueda.
Todo esto es reforzado con el entendimiento de los principios involucrados, porque el conocimiento afirma la fe más sólida y profundamente en nuestros corazones. Cuando cumplimos estos requerimientos, necesariamente tendremos nuestro propósito, porque así permitimos que se revele el destino.
En resumen, vemos entonces que la educación es una amalgama de dos procesos paralelos. El educador debe enseñar a sus estudiantes a encarar la vida con excitación y entusiasmo, reconociendo cada momento como un nuevo comienzo. Este no es sólo un prerrequisito sino un requerimiento continuo, porque sólo cuando los estudiantes sienten pasión por la vida pueden afrontar en el camino cualquier desafío con alegría y vitalidad de tal manera que puedan afirmar el crecimiento.
El educador debe enseñar simultáneamente a sus discípulos a aplicar su creciente conocimiento de la unidad Di-s a los problemas prácticos que surgen en sus vidas. Deben aprender que Di-s es el comienzo, el final y la sustancia esencial de la creación. Nada existe aparte de El y no sucede nada que no acerque al mundo a Su visión y deseo de su perfección. Cada experiencia, incluso el sufrimiento, sirve para este fin de atraer más divinidad al mundo. Cuando los estudiantes llegan a saber esto con fe perfecta, entonces tienen los elementos para extraer las lecciones de cada adversidad que ocurra.
El educador enseña a sus estudiantes a facilitar el proceso de crecimiento a través de desarrollar una conexión con la plegaria. Cuando planean concientemente un sendero para el cambio positivo que refleje de forma cierta los planes supremos de Di-s para su perfección, entonces podrán progresar hacia ese objetivo lo más rápido y eficientemente posible. Por eso deben mantener constantemente en el ojo de sus mentes una visión de la finalidad a la que aspiran, pidiendo a Di-s que corrija las equivocaciones y llene los espacios en blanco, recordando constantemente, por supuesto, que el resultado final es conforme al arbitrio TodoPoderoso.
PARTE 18 INTERINCLUSIÓN
Como hemos visto, la etapa inicial de la educación, cuando el estudiante despierta por primera vez a un nuevo conocimiento, y la integración de este en una aplicación práctica, son procesos paralelos. Pero más aún, para que los esfuerzos del educador sean efectivos, uno debe estar incluido en el otro. El camino personal para que cada estudiante pueda integrar estas ideas en su vida y su personalidad debe estar claro desde el inicio. De manera similar, la expresión más general de la voluntad -el deseo del bien que es el punto de partida- debe permanecer hasta en los estados más desarrollados de la integración.
Esta dinámica es conocida como el principio de interinclusión y es una regla básica del pensamiento jasídico. Esto enseña que lo particular –o sea cada detalle individual o resultado posibles- está siempre oculto en lo general –o sea, en lo genérico, en un principio general o en el punto de partida- y viceversa.
En relación a la educación, la inspiración es considerada lo genérico, porque estimula una voluntad universal e indiferenciada, mientras que la integración es lo particular porque encauza la expresión altamente personalizada de esa voluntad de acuerdo con los detalles de cada vida individual.
El Libro de Proverbios confirma este principio:
Educa al joven de acuerdo a su camino
e incluso cuando sea anciano no lo abandonará.
Vemos en este versículo que:
“educar al joven” es una referencia a la educación genérica
“en su camino” significa claramente el camino particular en el que debe ser educado el joven, de manera que le llegue
“cuando sea anciano” se refiere nuevamente a lo particular, un tiempo de la vida del estudiante.
“no lo abandonará” se refiere nuevamente a la educación genérica que recibió.
En otras palabras, cuando se inspira en el estudiante el deseo del bien, su efecto persistirá y tendrá un impacto concreto en su vida, sólo si la semilla personalizada está presente en la experiencia de la inspiración.
La educación masiva (producción en línea) no perdura largo tiempo, porque incentivar el amor a Di-s es idéntico para todos, pero experimentarlo no es algo uniforme. El educador debe ser sensitivo a las diferencias sutiles entre los individuos y variar su enfoque en concordancia. De esta manera el educador sugiere el método según el cual cada estudiante puede obtener una lección determinada en su corazón y en su vida.
PARTE 19 EL CAMINO DE LA AUTOMOTIVACIÓN
Como vimos en el versículo de Proverbios:
Educa al joven de acuerdo a su camino
e incluso cuando sea anciano no lo abandonará.
lo particular debe estar presente dentro de lo general (“educa al joven de acuerdo a su camino”). La inspiración desencadena el proceso de crecimiento estimulando el deseo de bien que yace dentro de la raíz inconciente de cada alma. No obstante, con toda la excitación y el dramatismo de las emociones, es algo típico que los estudiantes sólo vislumbren las posibilidades, pero todavía no produzcan de ninguna manera un cambio real. Deben trabajar, esforzarse y sacrificarse para construir verdaderamente esta nueva conciencia en sus personalidades, porque de lo contrario, cuando pase el romance volverán a quedar impasibles, ya que incluso en la cúspide de su inspiración, aún permanecen aferrados por las limitaciones de la personalidad, con la única diferencia de que ahora tienen un objetivo.
Un educador debe encaminar ambos aspectos, a qué está aferrado cada estudiante en particular y hacia dónde se quiere dirigir. Los esfuerzos del educador producirán frutos -esto es, motivarán el crecimiento espiritual de sus estudiantes- únicamente si se ajustan de manera realista y apropiada al nivel y la personalidad de cada educando. Por eso un padre motiva a su pequeño hijo con una golosina, pero un maestro incentiva al estudiante con distinciones y reconocimientos en el aula. El maestro debe ser atractivo a los intereses del estudiante a pesar de que parezcan superficiales e intrascendentes, pero cuando se realiza el balance final sólo variará el estuche, pero el contenido de las enseñanzas permanecerá esencialmente igual para todos. Esto es así porque en todo despertar verdadero hay un punto escondido de objetividad que puede evolucionar hacia una percepción de la verdad universal que va más allá de la subjetividad miope de cada personalidad.
Si el educador se asegura que lo particular está incluido en lo general, sus enseñanzas serán potentes, podrá conducir a sus estudiantes hacia la armonía con la voluntad de Di-s y liberarlos de la dependencia de la recompensa y el castigo externos. Los estudiantes adquirirán su automotivación; su internalizado nuevo amor por Di-s los obligará desde adentro a ir en busca de ese punto de verdad que se intuye más allá del horizonte.
La segunda mitad del verso de Proverbios describe la presencia de lo genérico dentro de lo particular (“incluso cuando sea anciano, no lo abandonará”). “Anciano” indica aquí la consumación completa del propósito de vida de la persona, incluso entonces no abandonará el deseo básico del bien que caracterizó su despertar inicial.
La necesidad de incluir la inspiración dentro de la integración se hace más evidente durante las crisis, cuando el estudiante cae desde el nivel de conciencia que había conseguido antes. En esos momentos pierden temporalmente la amplitud de su visión y caen a su estado básico, a tierra. A pesar de que estos “desvanecimientos” son alarmantes y terriblemente estremecedores, sin embargo, hacen posible el crecimiento. Al nulificar el estado de ser previo, permiten que emerja una percepción nueva y más perfecta.
El maestro planta la semilla de la integración dentro de la iniciación sugiriendo, tanto explícita como implícitamente, la manera en que sus estudiantes pueden beneficiarse aplicando el nuevo conocimiento a la situación particular de sus vidas. De esta manera los estudiantes ganan otro punto de apoyo -crean una conexión interior con esa nueva idea y crean así un lugar para comenzar a incorporarla a sus personalidades. En caso contrario el concepto puede abrumarlos; su complejidad, su elevación o sus implicaciones pueden paralizar sus habilidades para asimilar la información o incorporar el cambio.
Si la inspiración infunde integración, entonces en el caso de un lapsus o regresión su caída será amortiguada, su estado inicial de inspiración y su compromiso general con el bien no le permitirá hundirse más allá de cierto punto y tampoco sentirse tan perdidos como para tener dificultades en retornar al hogar –el lugar interior desde donde comenzar nuevamente la travesía en pos de la verdad, el bien y la realización de la voluntad de Di-s.
PARTE 20 MEDITACION, PLEGARIA Y EDUCACIÓN
El crecimiento espiritual se consigue a través del trabajo duro. Es importante comprender principios teóricos, pero esto sólo nos puede llevar hasta cierto punto. Es imposible aplicar esos principios en la acción sin dirigirnos hacia Di-s mediante la comunicación de la plegaria. Cada fase de la educación se refiere a este proceso. Durante la fase de iniciación/inspiración, el estudiante desarrolla la habilidad de contemplar a Di-s, mientras que en la fase de integración profundiza su relación con Di-s mediante la plegaria. No obstante, los dos están entrelazados: la contemplación/meditación inflama el corazón con amor a Di-s otorgando a la meditación profundidad y sinceridad, mientras que la plegaria crea una comunión con Di-s que da significado y dirección a la meditación.
El servicio de la meditación es la búsqueda espiritual e intelectual de conocer, comprehender y sentir una verdad particular de la Torá en su máxima amplitud posible. Al procurar profundizar en un interrogante, ya sea un asunto esotérico o un asunto legal más simple, atraemos nuestro conocimiento de Di-s, heredado e instintivo, a un estado más conciente y revelado.
Inicialmente, nuestra inmadurez espiritual requiere que la idea sobre la cual meditemos sea corta, fija y perfectamente definida. Gradualmente, a medida que maduramos, nuestra mente puede ordenar temas de complejidad mayor, límites menos restringidos y de más espontaneidad. A medida que aprendemos a ver con los ojos de la Torá, nuestra perspectiva se alinea con la de Di-s, porque “Di-s y Su Torá son uno”. Toda plegaria formal también se vuelve una especie de meditación, porque la liturgia sirve como un punto o foco para el pensamiento y la atención. El valor de la meditación es que disciplina la mente a penetrar a través de las varias capas de veracidad que yacen detrás del significado simple de las plegarias.
PARTE 21 DOS PLEGARIAS PARA MEDITAR
La meditación fundamental es el Shemá -la declaración esencial del monoteísmo– que en español se traduce: “Oye oh Israel, Di-s es nuestro Di-s, Di-s es Uno”. Esta declaración es seguida por otra: “Bendito sea Su Nombre cuyo Glorioso Reino es por Siempre y para Siempre.”
El primer verso proclama la transcendencia de Di-s -que El incluye toda la creación y sin embargo es infinitamente más grande que ella. Nos enseña a oír y reconocer que la esencia última e incognoscible de Di-s es idéntica a la fuerza vivificante del mundo material, incluso se expresa a través de las leyes físicas de la naturaleza. (Es por esto que en este verso en Hebreo son utilizados dos nombres diferentes de Di-s: el inigualable Nombre de cuatro letras, el Tetragrámaton, que nos es prohibido pronunciar; y el Nombre de Di-s Elo-im que aparece a lo largo del relato de la creación en el libro de Génesis y cuyo valor numérico es igual a hateva (86), “la naturaleza”.
Poder apreciar la unidad indivisible entre estos dos aspectos aparentemente contradictorios de Di-s (aquello que se encuentra por encima y no ha sido afectado por la naturaleza, y aquello que es la naturaleza) es resolver el acertijo de cómo lo “infinito” puede estar contenido dentro de lo “finito”. El proceso de crecimiento hacia Di-s es el proceso de entendimiento e internalización de las implicaciones últimas de esta verdad.
El segundo verso declara la inmanencia de Di-s, afirma que Él se encuentra presente por igual en el interior de cada punto de la realidad. Su “glorioso reino” –se refiriéndose a la perfección que existe incluso ahora, oculta dentro de la aparente imperfección de la realidad física- está, estuvo, y estará constantemente presente; el único cambio es la proporción en que es revelada por las capas exteriores de la realidad. A medida que la creación evoluciona, se manifiesta más de esta belleza interna en la superficie.
Las palabras del Shemá no son tan sólo conceptos abstractos, sino que poseen un poder verdadero. Cuando recitamos esta afirmación, en hebreo, con un entendimiento profundo, transformamos de hecho la realidad física de acuerdo con esta verdad. A través del primer verso atraemos luz al mundo, elevando su materialidad y avanzando en su propósito de ser un vehículo para la Divinidad. A través del segundo verso provocamos la revelación de ese punto de bien que vitaliza todo objeto y todo momento.
Siendo la más completa afirmación de la verdad última contenida en la Torá, el Shemá ha constituido una fuente perfecta de inspiración para los judíos a lo largo de las generaciones. Es recitado por lo menos dos veces al día y en el momento de la muerte, la máxima afirmación como último pensamiento, el entregar toda una vida de sabiduría acumulada enfocada en esta misma verdad. Debido a su concisión extrema, el Shemá es el foco perfecto para la contemplación; cada palabra es significativa y posee el poder de extraer una percepción relacionada con su sentido más profundo.
Puesto que permite vislumbrar lo que significa experimentar intimidad con Di-s, el Shemá sirve como la preparación ideal para experimentar el clímax de la plegaria Judía, la amidá (dicha de pie, es una plegaria silenciosa compuesta de diecinueve bendiciones). En la amidá, entramos en comunión directa con la más íntima esencia de Di-s. De hecho, los sabios utilizan la palabra plegaria (tefilá) como sinónimo para amidá.
La amidá integra no solamente nuestra petición personal a Di-s sino que a la vez, y en forma simultánea, refleja los deseos más profundos de Di-s para con Su creación, y así nos permite llegar a nuestra más grande intimidad posible con El. Es esta profunda comunión que constituye la verdadera esencia de la plegaria. También aquí es donde la meditación se vuelve tan útil, como ayuda para concentrarse en las palabras y sus significados; este punto fijo de enfoque crea realmente la posibilidad de comunión, y en su culminación, se convierte en el lugar de encuentro entre Di-s y el alma. En ese momento, la relación entre la persona y Di-s como “El”, que caracteriza la meditación, se torna en un encuentro con Di-s como “Tu”, que es la palabra básica de la plegaria. Entonces el verdadero enfoque en la plegaria no radica en las palabras de la liturgia, sino más bien en el “Tu” a quien son dirigidas.
PARTE 22 LA ESPADA Y AL ARCO
La Torá alude a dos formas de comunicación con Di-s -la meditación y la plegaria- cuando relata la bendición de Iaacov a su hijo Iosef: “He tomado esta ciudad (Shejem) de los amoritas con mi espada y con mi arco”. El traductor arameo Onkelos, interpreta la palabra “espada” como una plegaria en el sentido de contemplación/meditación y la palabra “arco” como plegaria con sentido de súplica. El primero describe un proceso de ingresar a un estado de solemnidad y devoción, mientras que el segundo se refiere a nuestra conversación real con Di-s, con lo que se llega a la culminación de todo el esfuerzo.
Las enseñanzas jasídicas explican en extenso cómo la meditación –la batalla con espada y lanza- es un combate cuerpo a cuerpo; una lucha contra la maldad conciente, contra aquellas cosas que son percibidas y vividas verdaderamente como “enemigas del alma”. La concentración equilibrada y enfocada en el Shemá puede erradicar la maldad palpable en el alma y rectificar la dimensiones concientes de la personalidad.
No obstante, este es todavía un estado inmaduro porque el subconciente aún no está controlado.
La plegaria –el combate con arco y flecha- es la batalla contra el mal subconciente escondido. Las flechas son arrojadas a ciegas y Di-s las dirige hacia el objetivo.
Pero si la victoria sobre el enemigo invisible depende de Di-s, entonces ¿por qué algunos “arqueros” son más exitosos que otros? Las enseñanzas jasídicas explican: los equilibrados y a la vez humildes son los más exitosos. Metafóricamente, el arquero se prepara para la batalla “encordando la flecha”, o sea, colocándola en su lugar y estirando la cuerda. Esto significa llevar el cuerpo y el alma a un estado de equilibrio y tensión positiva. Existen instrucciones precisas para realizar esta tarea y el arco debe estar afinado como las cuerdas del arpa, de esta manera, aunque el disparo sea a ciegas y contra un enemigo invisible, las flechas llegarán a destino porque el arquero estará en armonía con Di-s.
La tensión creada al doblar y estirar el arco –o sea, al unir los dos polos del cuerpo y el alma- debe ser positiva y constructiva y no lo contrario. El éxito es directamente proporcional a la autoanulación y desinterés del arquero, de lo contrario, la inflexibilidad quebradiza del ego y el ensimismamiento romperá el arco en vez de alistarlo para la acción.
[Este principio es particularmente aplicable al proceso de teshuvá. El factor limitante en el crecimiento personal y espiritual es el grado en que la persona puede despojarse de las múltiples capas de su ego. Es importante desacelerar y tomarse tiempo si es necesario, para evitar precipitarse hacia un punto de ruptura.]
La excepcional fuerza requerida para estirar un arco representa la humildad de recordad constantemente la dependencia humana de Di-s y la extrema insignificancia del ego y la personalidad. Los arcos antiguos usados como armamento de guerra eran apuntados hacia arriba en un ángulo de 45 grados y la cuerda era estirada en dirección opuesta hacia la tierra. Estirar hacia abajo simboliza la humildad, la que determina la distancia que recorrerá la flecha. Luego de este esfuerzo previo de tensar y jalar del arco, el arquero libera la flecha y Di-s realiza el trabajo final de dirigirla hacia el blanco correcto.
Salir victorioso con el arco es alcanzar el estado de madurez más elevado, cuando el arquero controla y dirige los niveles concientes y subconcientes de la personalidad. La iniciación purifica los aspectos concientes del ser y la integración lleva su claridad hacia los niveles subconcientes ocultos del ser, incorporando veracidad en el yo físico provocando su transformación en concordancia. La primera opera a través de la meditación y la última por medio de la plegaria.
A primera vista, podría parecer que la meditación debería ser el método de elección para penetrar en el subconciente, mientras que la plegaria estaría limitada por los horizontes de la percepción conciente. Pero de hecho es todo lo contrario. La meditación es un proceso de pensamiento conciente y discursivo que culmina en la concentración sobre un tema en particular o punto de enfoque. Si lo logramos o no (en otras palabras, nuestra habilidad de concentrarnos) depende de nuestra fortaleza mental. El grado de penetración en la profundidad del asunto o el desarrollo del pensamiento a través de varios niveles de abstracción, dependerá de la magnitud de la concentración. Si somos “ignorantes” es porque no nos concentramos bastante como para analizar los detalles que conforman nuestro entorno. Somos conducidos primariamente por nuestro subconciente porque no examinamos estos impulsos, poniéndolos así bajo nuestro control conciente.
Para liberarnos de la obediencia ciega a nuestros impulsos físicos, seleccionando exclusivamente las motivaciones apropiadas según las cuales actuar, debemos diferenciar entre aquellos deseos que son verdaderamente favorables a nuestros objetivos y los que desperdiciarán nuestra energía y en definitiva nos llevarán a la derrota.
La meditación refuerza la habilidad de concentrarse. Aunque amplía los límites de la percepción conciente para incluir más y más de lo que antes era inconciente, sin embargo, su campo de influencia primordial sigue siendo los reinos concientes del intelecto y las emociones.
PARTE 23 LA PLEGARIA RECTIFICANDO EL SUBCONSCIENTE
De acuerdo con la Cabalá, el nivel subconsciente de la mente puede ser rectificado tan sólo a través de la acción correcta. El subconsciente de nuestra alma física –es decir, la fuerza vivificante dentro nuestro que impulsa las funciones vitales del cuerpo— tiene una concepción física del mundo. Está preocupado en sobrevivir, en sí mismo, en su territorio, y esta es la raíz del ego, del deseo, del egoísmo, etc. Aún así, es un aspecto del alma —que tiene tanto un lado físico como un lado Divino— que como tal es parcialmente físico y parcialmente espiritual. Debido a su naturaleza dual, conecta el cuerpo con la mente permitiendo así que el pensamiento genere una acción.
La meditación calma pero no transforma de hecho el nivel físico del ser. Esto se consigue únicamente con la acción, al forzar al alma física a servir activamente al alma Divina, a invertir su fuerza física en ejecutar acciones ordenadas por Di-s.
Para entrenar el alma física empleamos las mismas técnicas que utilizaríamos para entrenarnos en cualquier actividad física. Por medio de la repetición forzada del comportamiento apropiado, el entrenador imprime un hábito de acción correcta sobre el aprendiz. El cuerpo (o nivel inconsciente del ser) es entonces programado para actuar de acuerdo con la mente. De esta manera el alma física es purificada. Un alma física rectificada es aquella cuya forma habitual de comportamiento corresponde a la voluntad de Di-s.
La plegaria se convierte en acción (y no solo en intención) cuando es expresada de manera audible. El cuerpo es forzado a pararse (en la Amidá), inclinarse frente a su Creador, utilizar su aliento para pronunciar palabras que proclaman la soberanía de Di-s y suplicar por un mundo de perfección espiritual. De esta forma el alma animal es rectificada, tanto por la disciplina física de la plegaria como por el poder de sus palabras y su contenido.
La meditación que emplea también algún tipo de acción significativa, como recitar un verso de la Torá en un estado devoto de súplica, es de hecho una forma simple de plegaria. (Es la integración inter-incluída dentro de la inspiración). Esto también provoca cierta purificación del subconsciente. Asimismo, cuando rezamos con gran concentración —lo que es llamado el servicio del corazón— experimentamos la expansión de la percepción consciente asociada con la meditación. (Esto es inspiración inter-incluida dentro de integración). Una vez más, los dominios de la inspiración y la integración no son excluyentes, sino que cada uno abarca y de hecho depende del otro.
Y así en el ciclo de la práctica diaria, hay un proceso educativo que ocurre a través de la alternancia de la meditación y la plegaria, que se convierten en inspiración e integración en nuestro trabajo constante por retornar a Di-s.
PARTE 24 LA CLAVE PARA LA ILUMINACIÓN ESPIRITUAL
La inspiración y la integración se asemejan a las dos ideas que se yuxtaponen dentro de la palabra hebrea jojmá, “sabiduría”. Cuando se separa en dos partes, esta palabra produce a su vez a otras dos: jej, que significa “gusto o paladar” y má, que significa “qué”. Basado en este hecho lingüístico, la sabiduría se define en Cabalá como “la habilidad de saborear (saber) lo qué es”.
Definida de esta manera, la sabiduría implica una sensibilidad al aspecto de Di-s que precede y trasciende a la creación, que en Cabalá se llama Ain HaAmití o “La Nada Verdadera”, porque existe más allá de las palabras o los conceptos de toda clase. No se le puede adjudicar ninguna cualidad y no se puede decir nada afirmativo acerca de él, sólo que no es esto ni aquello. La sabiduría es la sensibilidad a este origen oculto de todas las cosas. Esta correspondencia lingüística adquiere significancia de momento que el objetivo del educador es cultivar la sabiduría.
El Sabor de la Sabiduría
El lingüista del siglo XII rabí David Kimji (más conocido como el Radak), identifica realmente la raíz jej como jinuj (habiendo eliminado la consonante nun que es una de las siete letras “débiles” que desaparecen típicamente cuando la raíz se conjuga y toma distintas formas gramaticales). Basado en el parentezco entre estas raíces, una definición de jinuj debe comunicar alguna idea de saborear o comer. Por ejemplo, la educación es como presentar nuevos alimentos al estudiante, porque el educador está verdaderamente sensibilizando el paladar espiritual e intelectual de sus estudiantes a nuevas dimensiones de la realidad. El educador excita los gustos y propensiones latentes de sus discípulos y los lleva a percibir concientemente cómo pueden ser desarrollados y refinados.
Cuando el rey David utiliza esta idea en los Salmos: “prueba y ve que Di-s es bueno”, está describiendo un conocimiento que está más allá del umbral de la percepción visual que precede e induce realmente la experiencia de la vista.
Se puede analizar mejor esta idea de “saborear” en un marco que identifica las sensibilidades internas y externas de cada uno de los cinco sentidos:
- La vista es la sensibilidad a la luz, el fenómeno físico más peculiar. Es la capacidad de recibir y ordenar los patrones de color, luz y oscuridad según como son reflejados por un objeto. Aunque la luz en si se origina en otro sitio, es perceptible sólo a través de su interacción con el mundo físico. La expresión interior de la vista es la capacidad de sentir las potencialidades ocultas de otra alma.
- La audición es la sensibilidad a las vibraciones de la atmósfera, que requiere recibir estímulos que se originan a la distancia. Su contraparte interior es la capacidad de discernir la voz de la verdad en un mundo de apariencias.
- El olfato es la sensibilidad a cantidades diminutas de sustancias en el aire. Requiere un verdadero contacto con el estímulo, aunque el origen de la fragancia pueda estar lejos. La cualidad interior del olfato es la capacidad de sentir el estado emocional de otra persona..
- El tacto aparece desde cierta perspectiva como el sentido más superficial y externo, porque requiere contacto físico y sólo transmite información de la superficie de un objeto. Pero tocar es también el común denominador de todos los sentidos, ya que en cada instante un estímulo “toca” un órgano de sensor y genera una experiencia de percepción. La expresión interna del tacto es la unión de las almas, un encuentro que puede ser provocado por el habla, una acción o la proximidad física, pero que en gran medida los trasciende.
- Finalmente, el gusto es la capacidad de distinguir distintos sabores poniendo las sustancias dentro de la boca. Requiere contacto, y lo que es más, se debe traer el estímulo realmente al interior de la persona. Algo puede tener buen aspecto y oler bien, pero la prueba verdadera de su carácter es su sabor. El sentido interior correspondiente es la facultad de verificar la verdad a través de la hipótesis, el experimento y la conclusión.
PARTE 25 DESARROLLO DEL GUSTO POR LA VERDAD
Como se explicó en el capítulo anterior, la palabra jej, paladar, es también la raíz de la palabra jinuj, educación. La habilidad de paladear o descubrir la verdad se desarrolla en etapas, representadas por las permutaciones o las imágenes que refleja la palabra jej, que está compuesta por las consonantes hebreas jet y caf. Cuando se invierte el orden de estas consonantes, se forma la palabra coaj, que significa “poder o fuerza”.
El educador primero debe sensibilizar a sus estudiantes a la verdad, cultivando en ellos un deseo (o “engolosinamiento”) por la autenticidad, procediendo a elegir las lecciones más saludables y digestivas y sirviéndolas atractivamente, para que los estudiantes deseen probarlas y así abrirse a esa nueva dimensión de la realidad. Aquí, la influencia del educador es circunstancial, pone en contacto a sus discípulos con una idea, pero no intenta aún modificar sus personalidades. Su próximo paso, sin embargo, es infiltrarse realmente dentro de sus almas y comenzar a refinar sus personalidades, reforzar su sensibilidad a la verdad.
La sensibilidad a la verdad requiere profesarle devoción. El educador tiene que grabar en sus educandos la necesidad de estar dispuestos a pagar cualquier precio que sea por ese artículo tan valioso, vital e indispensable y a no tolerar la aparente comodidad de las mentiras y la irrealidad. Para transmitir esta lección debe estimular la sensibilidad por lo esencial y por las necesidades de los demás y a la vez desalentarla respecto a lo superficial y a sus necesidades propias de confort físico. De esta manera los estudiantes se desligan de las cosas que atraen a la gente a la complacencia y la tolerancia ante el engaño. Cuando expresan su compromiso con la verdad a través de acciones y sacrificios concretos, pueden recibir revelaciones de luz y verdad mucho más sutiles y potentes, esto es: “la bondad (y dulzura) de Dios” (ver nota al pie) que el Rey David menciona en los salmos.
Así como la brújula busca el norte, la persona de gustos refinados se orientará hacia esa fuente interior en Di-s que yace por debajo de toda experiencia. Esta habilidad es el fundamento de la sabiduría.
Nota
El Talmud describe al mundo por venir como el en que Dios “removerá el sol de su envase”. Esto se refiere a una era en que la verdad y la luz espiritual de Dios iluminará el mundo con una intensidad incontenible, equivalente a la experiencia de la luz física en la superficie del sol. El crecimiento en nuestras vidas nos prepara para esta experiencia. El Talmud dice que a aquellos que hayan adquirido un nivel de santidad en sus vidas se les dará el poder de resistir esta explosión abrasadora de revelación. Sus sensibilidades fortalecidas y refinadas les permitirá disfrutar de la tibieza solariega de esta experiencia de Dios que de otra manera sería un fuego consumidor.
Los sabios del Talmud nos aseguran que un día alcanzaremos este nivel de santidad, pero entre tanto permanece el problema de ¿cómo? Después de todo, obviamente estamos muy lejos de esto por ahora.
Por supuesto, aquellos que han dedicado su vida al bien, perseguido la verdad y a Dios, ya están a un nivel de santidad y no requieren otros ajustes finales. Han pasado sus vidas preparándose para esta revelación irrefrenable de Divinidad y cuando llegue harán esta transición suavemente, con regocijo y abrazándola con sumo placer. Sólo han anhelado a Dios en sus vidas y ahora son capaces de experimentarLo sin la frustrante barrera de la grosera fisicalidad.
Los que se dedicaron a los placeres materiales y temporales, abandonando una relación con el bien según está definido en la Torá, no habrán realizado la tarea de refinarse y cultivar el gusto por la Divinidad. Como estas almas han rechazado o abandonado a la verdad en sus vidas, serán incapaces de disfrutar los placeres del Mundo por Venir (donde sólo existe la Luz de la Verdad Divina) hasta que su tosquedad e impureza sea purgada de ellos a través de sufrir la dura experiencia de la “vergüenza”. Esto es lo que se llama popularmente el “infierno”, la vergüenza abrazadora que siente una persona cuando “sus actos y declaraciones marchan delante de él y pregonan acerca de sus actos”.
Esta es la consecuencia que afrontamos luego de morir por no habernos dedicado en vida a la verdad como es revelada ahora. Esta purga, aunque momentáneamente es dolorosa, es en realidad una gran bendición porque transforma a los que pasan por ella, capacitándolos para apreciar los placeres espirituales del Mundo por Venir. Esto funciona como el proceso de refinación del oro. En ambos ejemplos, el mineral bruto se pone en un horno a una temperatura extrema hasta que todas las impurezas se transforman en cenizas y todo lo que queda son pepitas de oro puro.
Para que no caigamos en el error de pensar que no hay ninguna diferencia si nos prodigamos con todos los placeres de este mundo y luego pagar nuestras deudas en el próximo, o sufrimos refrenando nuestras pasiones aquí para recoger nuestro placer en el Mundo por Venir, debe servir de advertencia las palabras de Najmanides, el gran cabalista del siglo XII. Escribió que Dios ha hecho una gran benevolencia a los seres humanos al permitirnos pagar nuestras deudas en el mundo físico, donde el dolor y las incomodidades son sólo temporarias (a lo sumo por el período de una vida), de proporciones tolerables y siempre hay cierta alegría y placer intercalado. Los setenta años de sufrimiento de Job (que incluyó la pérdida de todas sus propiedades, sus hijos y también una enfermedad física permanente que abrazaba su carne) no se comparan con un sólo instante de sufrimiento de nuestras almas después de la vida. Esto es porque el cuerpo actúa como una barrera aislante que protege el alma de muchas incomodidades. El cuerpo o la mente entran en estado de shock cuando el dolor se vuelve insoportable, pero después de la muerte el alma está totalmente expuesta y no hay protección ni lugar donde esconderse.
Por lo tanto, la oportunidad de afrontar las consecuencias de nuestras transgresiones en este mundo, antes que, en el siguiente, es un regalo de amor que Dios ha incluido en el sistema para nuestro beneficio.
PARTE 26 LA ENTREGA EN LA INTEGRACION
La fase educativa de la integración se refiere a la unión con Dios, quien es la “Nada Verdadera”. Dado que el proceso de desarrollo de nuestra relación con Dios consiste en imitar o emularLo, debemos disolver nuestro sentido de ser “algo”, o sea, nuestro ego e interés personal. Nos acercamos a Dios en la medida en que abdicamos de nuestro apego a la individualidad y el egoísmo.
Identificamos erróneamente el crecimiento espiritual como un proceso de adquisición, ya sea de poderes místicos, técnicas o realizaciones, etc. Pero en realidad es todo lo contrario. Es un proceso de desmantelamiento y descarte de lo más sobresaliente de nuestro sentido inflado del ser y de desembarazarse de una capa tras otra del ego.
Si la humildad nos brinda intimidad con Dios entonces la tarea educativa mas inmediata y esencial es enseñar al estudiante a ser generoso. ¿Por qué generosidad? Porque el habito de dar debilita el ego. Afloja los nudos impenetrables y oscuros de egoísmo que nos impiden entregarnos completamente a Dios. Moises alcanzo los más altos niveles de profecia porque fue quien encarno este estado de humildad, como lo indica su declaración al pueblo, que usualmente se traduce del hebreo como: “¿Y que (mah) somos?”, pero que en el sentido más literal realmente dice: “Y nosotros somos que (mah)”.
El momento más propicio para profundizar la sumisión a Dios es durante la plegaria silenciosa de la amida. Pero esto es paradójico. La amida, que es una lista de pedidos y deseos, podría aparecer como una auto gratificación y de las preocupaciones del ego por su propio bienestar físico, causando así nuestra separación de Dios. Pero dicen nuestros sabios que esta plegaria nos trae a un “cara a cara” con Dios, en un máximo estado de intimidad y unión imposible conseguir por otros medios. Como, en un sentido espiritual, las cosas se llaman cercanas si son semejantes y distantes si son diferentes, la amida debe reconciliar y armonizar de alguna manera los dos polos del ser humano -el cuerpo hecho del “polvo de la tierra” y el alma de origen celestial- por eso la persona que reza expresa exactamente lo que significa ser “creado a imagen de Dios”.
Cuando nos presentamos ante el Infinito, en la amida, manifestando nuestras peticiones con la mayor sinceridad posible, en realidad estamos pidiendo aquellas cosas que también representan el deseo de Dios para el mundo. Dios quiere que Lo conozcamos, que retornemos a El, que Israel sea redimido. El cumplimiento de estas peticiones seria la realización del propósito de Dios al crear el mundo. Por eso cuando aprendemos a desear de verdad estas cosas y a expresar nuestras plegarias con intención y concentración, nuestros deseos personales se alinean con la voluntad divina y se disuelven en ella. En ese momento, abarcamos la paradoja de la existencia física y la auto aniquilación, la autoafirmación y la entrega total a Dios. Unimos lo material con lo espiritual, encarnando ambas realidades antitéticas simultáneamente.
De esta manera, la inspiración y la integración, como etapas complementarias y secuenciales de la educación, reflejan los dos elementos correspondientes de la sabiduría (joj/ma) “gusto” y “desinterés”. De esto aprendemos que la sabiduría se adquiere en dos etapas, que también son paralelas a la inspiración y la integración.
La primera es a través de la devoción, que requiere de nosotros buscar la verdad con pasión inclaudicable. Haciendo esto, refinamos y fortalecemos nuestra capacidad de detectar la verdad, un prerrequisito esencial para la sabiduría.
A continuación, debemos cultivar el estado íntimo de auto desinterés, lo que se consigue sometiendo nuestra voluntad a la voluntad de Dios, dando a los demás en cada ocasión posible y nulificando nuestro ego de manera que nuestra “alma sea como el polvo frente a todo”.
Si nos volvemos como un desierto, secos de ego, entonces las leyes de Dios como están expresadas en la Tora –que son comparadas con el agua porque descienden hacia los lugares más bajos- fluirán y nos llenarán con sabiduría. Esta es la definición de sabiduría y la tarea más importante de la educación.
PARTE 27 LA SABIDURÍA DE AGUARDAR AL MASHÍAJ
Los dos componentes lingüísticos de la palabra sabiduría (joj-má) que analizamos antes, aparecen juntos en el pasaje citado profusamente del libro de Habakuk donde se describe la llegada del Mashíaj: “Aunque se demore (itmahmeah), aguárdalo (jaké). Venir, seguramente vendrá, no se atrasará”.
Esta oración ha sido parafraseada en los Trece Principios de Fe como: “Yo creo con fe completa en la llegada del Mashíaj y aunque se demore, de todas maneras, esperaré (ejaké) su llegada todos los día”. Semejante fe ejerce una influencia real en el mundo, su poder deriva de su veracidad y de la energía espiritual, mental y emocional puesta en juego por el creyente. S u potencia es proporcional a la profundidad con que se cree en ello. La creencia en el Mashíaj trae realmente su presencia a este mundo. (ver nota I)
Sin embargo, el judaísmo no enseña que debemos aceptar los Trece Principios de Fe ciegamente, más bien ellos deben expresar un sentido profundo de conocimiento interno. Similarmente, la “espera” mencionada por Habakuk no es un estado pasivo de desidia, sino un ejercicio de esfuerzo y una época de preparación y fortalecimiento.
La naturaleza exacta de este esfuerzo fue explicada por el Baal Shem Tov, quien fue agraciado con una profunda experiencia que arrojó luz sobre este asunto. (Ver nota 2)
Aprendemos del Baal Shem Tov que la espera del Mashíaj es un tiempo de activa preparación, de expansión del dominio de la Torá cuantitativa y cualitativamente. Esto se consigue respectivamente, educando a aquellos judíos que perdieron la tradición de la Torá y educándonos con gran profundidad en las leyes de la Torá y sus significados, a tal punto que los aspectos mundanos y externos de nuestras personalidades se vuelven condicionados por su veracidad.
La espera es un arte y un esfuerzo que, si está dirigido adecuadamente, acelera la llegada. Esperar el Mashíaj es estar inmerso continuamente en las palabras de la torá, rumiándolas, saboreándolas y paladeándolas desde todos los ángulos posibles, revelando nuesvas dimensiones, sabores, sutilezas y combinaciones. Esta es la relación entre “esperar” (jaké) y el “sabor/paladar” (jej).
De hecho, la palabra hebrea para “espera”, cuando se escribe en el tiempo presente simple (mejaké), es una permutación de las letras de la palabra jojmah, “sabiduría”. Esto es un fuerte respaldo a la definición de que esperar es un tiempo de contemplar la sabiduría de la Torá. Una aplicación práctica de este principio es estudiar pasajes de la Torá de memoria, como así también tomar un texto relativo a la Torá a donde quiera que vayamos y cuando nos encontremos sentados esperando en un banco de la estación, aprovechemos para oportunidad para estudiar.
Nota 1
La llegada del Mashíaj representa la realización final del propósito de la humanidad sobre la tierra. Se refiere a una era de paz y armonía, una época en que todas las criaturas expresarán su potencial más elevado. En la primera etapa, habrá una realidad física similar a la que conocemos en nuestros días. Habrá cuerpos, casas, comida, etc., aunque las innovaciones tecnológicas alterarán indudablemente la forma de tales cosas. La generación del Mashíaj habrá logrado un nivel de santidad eligiendo a Dios desde el amor, el temor o en una mínima medida luego de una gran purga o sufrimiento (el del holocausto ha sido más que suficiente) y de tal manera serán dignos de ser testigos de este gran evento. Entonces, la persona llamada “EL Mashíaj” no tomará alguna generación decadente para remodelarla, sino que más bien reflejará y encarnará la devoción espiritual que ya comenzó en cierta parte de la gente. Por eso la teshuvá (“arrepentimiento”) es tan importante, porque cada persona que elija dedicar su vida a Dios o llegue a una comprensión más profunda de su tarea espiritual, nos acerca a merecer esta alegre redención.
Nota 2
El Baal Shem Tov escribió una carta a su cuñado (incluida al comienzo del libro Keter Shem Tov) contándole que en Rosh HaShaná del año 1746, experimentó un “ascenso del alma” hacia los mundos espirituales. Al llegar al reino donde el alma del Mashíaj espera para descender a este mundo, le preguntó: “¿Cuándo llegarás? El alma del Mashíaj respondió: “Cuando tus enseñanzas se expandan hasta los lugares más lejanos”. El mundo debe ser preparado, por lo menos en cierta medida, para recibir las revelaciones que acompañarán la llegada del Mashíaj.
PARTE 28 CONVERTIRSE EN PARTE DE LA CONCIENCIA MESIÁNICA
Más allá de nuestro objetivo inmediato de aguardar la llegada del Mashíaj, ¿qué estamos esperando verdaderamente? De acuerdo con Isaías, aguardamos “esa promesa del futuro que Dios ha preparado para nosotros” –la comprensión de la esencia de Di-s y el perfeccionamiento de nuestras almas, individual y colectivamente- una realidad que ya existe en una dimensión espiritual por encima del tiempo.
Pero si esto es así, parecería que estamos aguardando algo que es imposible. La esencia de Dios se contrapone a la revelación; sus senderos pueden ser conocidos, pero no Su esencia. Toda la historia de la creación está basada en este principio. De acuerdo con la Cabalá, hay un nivel donde Dios existe en un estado de Luz Infinita (Or Ein Sof), donde todo está uniforme y absolutamente saturado con su resplandor. Allí no puede existir la existencia relativa –la forma y la materialidad- al ser abrumada y aniquilada por este tremendo poder de iluminación, de la misma manera que las luces individuales de las estrellas son anuladas por la radiación más potente del sol. Para crear el universo físico, Dios necesitó primero, desde nuestra perspectiva, retirar Su Luz Infinita de un área en particular y crear como un útero oscuro y vacío. Dentro de este “espacio vacío” El irradió un delgado rayo de luz, cuyo desarrollo y disipación es la historia y la evolución de la creación tal como la conocemos.
Para nosotros, desear la esencia de Dios, Su Luz Infinita, es querer algo que no puede ser contenido o aprehendido por una criatura viviente, es ir en pos de eso que consumiría nuestra propia existencia. Pero ninguna otra cosa podría satisfacer esta pasión. Empeñando la fe y el esfuerzo desde aquí abajo, aspiramos a producir como respuesta el regalo de luz y comprensión desde arriba, revelar aquí y ahora eso que está preparado, pero oculto aún. La inspiración incentiva este gusto o pasión de revelar y experimentar a Dios, iniciándonos en la disciplina de “aguardar”, mientras que la integración apropiada desarrolla nuestra humildad.
Cuando estamos previamente inspirados, sentimos la algarabía de experimentar una impronta de Dios superior a la que conocíamos antes. En este punto somos susceptibles a tener ilusiones de grandeza al sentirnos reflejados en las maravillas de lo que hemos sentido y estudiado. La Cabalá nos previene contra este engreimiento recordando la vanidad del esfuerzo humano y la insignificancia de nuestros logros. Después de todo, “¿Qué (má) sabemos realmente?” “¿Qué (má) ha revelado nuestra búsqueda?” Esta es el camino de la humildad, doblar y redoblar el esfuerzo de expurgar el ego. Al hacer esto nos volvemos realmente parte de la conciencia mesiánica que estamos esperando. ¿Para qué (má) estamos sino para nuestra perfección colectiva que será una realidad viva en el mesiánico final de los días?
La demora del Mashíaj es sólo lo que parece desde afuera, porque la realidad interior es la de un progreso permanente. Así es también con nosotros. A veces los cambios se manifiestan según el estado de ánimo. Los logros y esfuerzos parecen no tener un efecto persistente por períodos de tiempo prolongados y con todo, invisiblemente, su impacto va acumulando a niveles subconcientes. Parece como que no hubiéramos hecho ningún progreso, pero en cierto punto crítico el balance da un brinco y se evidencia un salto cuántico importante de crecimiento y conciencia. Esta iniciación a un nivel más profundo del conocimiento de Di-s, debe ser nuevamente alejado de la sensación del ego de su propia importancia y el engreimiento. Y así la espiral continúa.
El cometido inicial del educador de inspirar a sus estudiantes, no es más que la tarea externa y circunstancial de exponer a los estudiantes a un nuevo sabor de tal manera que despierte su interés. El educador ceba el anzuelo, a veces con golosinas y otras con incentivos más sofisticados y sutiles, con todo aquello que excite la curiosidad de sus estudiantes. En ese momento el educador se aparta, conduciendo sus estudiantes a un rol de mayor responsabilidad de ir activamente en procura de sus propios intereses. Este es el delicado balance de empujar y atraer, que es a lo que se refiere la educación. Los estudiantes aprenden que deben esperar en cada capa nueva de entendimiento internalizando su conocimiento de Torá ya adquirido y contemplando más profundamente esos temas que ahora están revelados.
Mediante estos esfuerzos, los deseos de los estudiantes se vuelven más penetrantes, precisos y potentes. Finalmente, el educador les revela que el factor limitante que marca el ritmo de este proceso no es la edad ni el nivel de inteligencia, sino más bien el grado de humildad del estudiante y su entrega a Dios.
Con el tiempo, los estudiantes aprenden que cada revelación progresiva de la verdad es un regalo de gracia para aquellos que encuentran favor a los ojos de Dios, a través de la sumisión profunda y sincera del alma. Cuando el ego es expulsado, ese “espacio” se llena inmediatamente con la dulzura y la luz de Dios. En el medio de la lucha, la tarea de desmantelar el ego pareciera demandar un autosacrificio intolerable, pero cuando se saborea la dulzura del éxito, el profundo sentimiento de unión con Dios lo compensa con creces.
PARTE 29 LA “BELLEZA” DE LA EDUCACIÓN
Como vimos al comienzo, la raíz gramatical básica de jinuj aparece con más frecuencia en la Biblia con el sentido de “inauguración” e “iniciación” [ver nota 1]. También puede ser dividida en dos partes, jen que significa “gracia/belleza” y uj, un fragmento que no tiene significado propio, pero sí en virtud de su valor numérico (guematria), 26, igual al del Nombre de Dios de cuatro letras, el Tetragrámaton.
Basándonos en esta información etimológica, podemos ahora definir más precisamente el jinuj como el proceso de revelar la belleza latente y particular que Dios ha sembrado en cada alma. La medida del éxito de la educación se transforma entonces en el grado en que el educador puede extraer del alma esta gracia inherente, haciendo que esta comience a brillar en la vida del estudiante.
El idioma hebreo tiene ocho sinónimos de belleza, enfatizando cada uno otra faceta diferente de esa evasiva y seductora cualidad. Gracia, jen, es la estética de la simetría, ya sea en movimiento, forma o proporción. Es un estado de balance y armonía entre diferentes elementos, denotando un punto elevado y oculto de síntesis. El atractivo y encanto de la gracia proviene de su capacidad de sugerir unidad dentro de un estado de multiplicidad, por medio de la distribución balanceada de sus partes.
Pero la belleza no es intrínsecamente algo sagrado, sólo entra en la categoría de gracia verdadera si trae con ella una apreciación más profunda de Dios, ya que de otra manera permanece atada a lo externo, a lo físico, es un fin en si misma y es llamada gracia falsa (sheker hajen). Esta belleza ilusoria es la fealdad más grande, porque seduce a los seres humanos para que idolatren la vanidad y las apariencias en vez de la integridad y lo esencial. La clase de inspiración que es el punto de partida de un buen proceso educativo debe orientar los gustos de los estudiantes y sus pasiones hacia la belleza de la verdad y la santidad, fortaleciéndolos para resistir las tentaciones de los placeres e ideales falsos.
El rey David enseña que la “Torá de Dios es perfecta, restituye el alma.” El Baal Shem Tov explica así lo que esto significa: no importa cuánto conocimiento de la Torá podamos obtener muchos de nosotros, su esencia y belleza absoluta está completamente más allá de nuestra comprehensión; es una sabiduría intocable, imposible de conocer, inmune a nuestras precepciones y concepciones limitadas, no pudiendo ser adulterada por ellos. Quien estudia Torá –apreciando que los detalles individuales e incluso las nociones más profundas aluden a otro nivel que es absolutamente impresionante e inconcebible- encontrará que este tipo de sabiduría “restaura el alma”.
El educador comienza la tarea de liberar y revelar la belleza del alma identificando cuáles son las sensibilidades y talentos del estudiante. Estas habilidades, a medida que se van desarrollando, se transforman en los canales a través de los cuales el alma halla su expresión en el mundo físico. Cada personalidad tiene sus predisposiciones y aptitudes, fortalezas y debilidades, y esta es la materia prima del arte del educador. Refuerza las dotes naturales de sus estudiantes, minimiza o elimina sus trabas y crea de esta manera la posibilidad de la autorrealización. Sus estudiantes estarán satisfechos cuando sientan que están realizando su potencial y sentirán frustración toda vez que sientan que se les impide hacer algo, tanto por obstáculos internos como externos. La sensación de bienestar –el aura de gracia y belleza- que rodea a aquellos que están utilizando sus sensibilidades y talentos de una manera consistente con la Torá de Dios en beneficio de la comunidad, es algo muy nombrado, pero difícilmente conseguido: PAZ.
Nota 1
Jinuj puede se descompuesto en varias subraíces de dos letras que forman palabras que brindan indicaciones adicionales a su profundo significado. Por ejemplo: jen (gracia o belleza), jej (gusto o paladar; jej es también la subraíz de jojmá, sabiduría, como ya hemos visto), najá (golpe, impacto, conquista).
PARTE 30 LA GRACIA COLECTIVA
La Cabalá enseña que cada una de las tribus de Israel representa una sensibilidad particular del alma: Iehuda se asocia al habla, Isajar al pensamiento, Zebulún al movimiento, Reubén a la vista, Simón a la audición, Gad al trabajo, Efraim a la sexualidad, Menashe al olfato, Benjamín al dormir y los sueños, Dan a la ira justiciera, Asher al comer y Naftalí a la risa. Por supuesto, cada idea codifica una riqueza de información que debe ser elaborada en profundidad para ser apreciada. Es también importante recordar el principio de interinclusión, según el cual todos los sentidos tienen dentro de si una traza de los otros. No son mutuamente excluyentes, sino que más bien están conectados esencialmente y entramados con los otros, formando un sólo conjunto unificado.
Durante el tiempo en que estaba el Templo en pie, el Sumo Sacerdote vestía una pechera, el Joshen Mishpat, que contenía doce piedras preciosas diferentes representando a cada una de las doce tribus de Israel y poseía el poder de oráculo. Era uno de los dos métodos para resolver cuestiones de importancia para la comunidad, donde no es aceptable el error humano. La mayoría de tales decisiones eran hechas por el Sanhedrín, un consejo compuesto de setenta y uno de los sabios más grandes de la generación. Cada sabio se distinguía por haber alcanzado tal grado superior de conocimiento de la Torá, que incluso sus respuestas instintivas a las preguntas y las experiencias de la vida eran consistentes con las verdades de la Torá.
Aun así, los prejuicios personales eran minimizados más todavía con el requerimiento de que se reglamente según el voto de la mayoría. Pero para ciertos interrogantes tales como ir a la guerra o no, se buscaba el consejo Divino por medio este pectoral. Sobre las piedras estaban grabados los nombres de las tribus y de los patriarcas y en respuesta a las preguntas del Sumo Sacerdote ciertas letras resplandecían. El Sumo Sacerdote estaba imbuido en esos momentos de inspiración Divina, lo que significa que se le daba acceso a esferas de información que estaban más allá de lo que puede ser deducido por el simple razonamiento humano. Podía determinar el mensaje recombinando las letras iluminadas para formar una oración que se constituía en la última palabra sobre la materia.
Esto establece una importante metáfora. De la misma manera que cada individuo debe identificar previamente su talento individual, antes de ser capaz de expresar la belleza innata del alma, así debe actuar colectivamente la comunidad de Israel. La composición del pectoral del Sumo Sacerdote muestra que sólo cuando cada tribu cumple su rol y realiza su contribución particular y necesaria a la nación en conjunto, el alma colectiva de Israel puede alcanzar la perfección y la consumación. Y sólo entonces la voluntad objetiva de Dios para la creación, representada por las letras brillantes del pectoral, se pondrá de manifiesto como un estado de gracia, paz y armonía dentro del pueblo de Israel y entre las naciones.
Dicho de otra manera, el Sumo Sacerdote procuraba el consejo divino por medio del pectoral cuando era necesario para el pueblo judío conocer el deseo de Dios en relación a un asunto específico del momento. El oráculo tenía doce piedras, organizadas en un cuadrado de tres por cuatro, representando a cada una de las tribu y como tal simbolizaba la unificación y armonía perfectas de los doce arquetipos o clases de personalidades del pueblo judío. Cuando cada uno lograba su máximo potencial, individualmente y en relación a los demás, entonces la armoniosa perfección, que era la revelación de la voluntad de Dios, se revelaba como profecía en el pectoral.
PARTE 31 DESARROLLAR EL TALENTO Y A LA VEZ ANULAR EL EGO
La única manera que tenemos de expresar nuestro propio potencial de gracia y belleza, asegurándonos de que provenga del lado de la santidad y no del de la ilusión, es desembarazándonos del engreimiento. La “gracia ilusoria” de aquellos que no se doblegaron a Di-s es autoindulgencia y autoglorificación. Esto sólo solidifica el ego, refuerza el estado de separación de Di-s y por lo tanto se convierte en una fuerza de destrucción. Pero aquellos que dominaron el orgullo y alcanzaron un estado de verdadera sumisión a Di-s son “guerreros sagrados” –en vez de ser una fuerza de destrucción, son una fuerza para el bien y el servicio a Di-s. El rey David es considerado el máximo exponente de esa clase de personas. Su falta de amor propio le permitió librar las guerras de Di-s, hacer las preparaciones para la construcción del templo y gobernar como rey sobre Israel.
El péndulo es una analogía adecuada de esto. Si primero se precipita hacia la humildad y la sumisión del ser, entonces el impulso opuesto y equivalente hacia las alturas lo vuelve a balancear hacia la humildad. No se está expresando el ego sino más bien una preocupación por la eminencia de Di-s y la voluntad de combatir a los poderes del mal que se oponen a Su voluntad.
Resulta entonces, que si no eliminamos previamente el engreimiento, todo intento de cultivar nuestros talentos no pondrán de manifiesto la paz y la gracia que debería acompañar semejante crecimiento, sino que por el contrario crecerán las malas hierbas de la competición y la inseguridad.
En vista de esto, todo interés por la belleza parece superficial. ¿Por qué poner tanto énfasis en superficialidades? ¿No es quizás la belleza un beneficio complementario, ocacional y no esencial, en la ruta hacia un propósito significativo en la vida? La respuesta se podrá comprender con esta profunda parábola:
Incluso la realización de un propósito significativo en la vida es sólo un medio para el fin verdadero de crear una morada para Di-s en nuestras vidas. Como el novio debe desear a su novia, así Di-s debe desear a Israel. ¿Cuál es la cualidad que despierta, por así decirlo, las pasiones de Di-s? Sólo la belleza que refleja un estado de verdadera sumisión. La Torá afirma: “¿Por qué Di-s escogió a Israel como Su pueblo? Porque (ellos) son la más pequeña de las naciones.” Rashi, El gran comentador bíblico del siglo XI explica esto aún más: “se sometieron a Su voluntad y se humillaron ante El.” Esto crea el estado de gracia que promueve el despertar y la unificación con Dios desde lo alto.
La gracia es definida como un estado de balance que revela la propia unión de arriba y abajo mediante la distribución simétrica de elementos positivos y negativos. El educador es un artista cuyo medio es la personalidad; su éxito se mide por el aura de gracia que rodea a sus estudiantes, lo que indica un sentido de paz interior. Debe mantener un delicado balance, fomentando una identidad fuerte e individualidad que motivará al estudiante a desarrollar sus talentos especiales, aunque suprimiendo en este todo indicio de altivez y autoindulgencia. Debe tener en mente en todo momento que un sentido exageradamente desarrollado del yo puede degenerar en arrogancia, mientras que un énfasis exagerado en la sumisión puede aplastar la motivación. El educador debe lograr un estado de balance entre estos dos elementos contradictorios, revelando así la gracia Divina oculta dentro del alma de cada estudiante.
PARTE 32 GRACIA Y BONDAD
La cualidad de gracia (jen) está siempre en pareja con el atributo de bondad (jesed); la frase “gracia y bondad” (jen vajesed) aparece a menudo en las plegarias y bendiciones. En tales ocasiones se combinan en una sóla idea que sintetiza sus diferentes aportes individuales, formando un “matrimonio” lingüístico, una expresión idiomática. Como tales se transforman en una entidad en si mismas. Como jinuj (“iniciación/integración”) comparte una raíz gramatical común con jen (“gracia”), resulta que jesed (“bondad”) se puede asociar con hadrajá (“integración”) y con su raíz derej (“camino”). Más aún, este par en particular jen y jesed podría reflejar la relación entre jinuj y hadrajá, entre inspiración e integración.
Esto implica que, mientras que la inspiración es el camino de la gracia, la integración debe ser el de la realización de actos de benevolencia. Esta relación se comprueba también de otra manera:
Abraham llegó a identificarse con la integración cuando Di-s lo eligió como patriarca del pueblo judío por su empeño en enseñar a otros el “camino” de Di-s, el de la rectitud y la justicia.
Basándonos en las afirmaciones de la Torá, el Talmud y la Cabalá, el nombre de Abraham y su persona están conectados esencialmente con el atributo de benevolencia. De momento que Abraham se identifica con la integración –y con la benevolencia, la rectitud y la justicia- estas ideas se vuelven emparentadas directamente entre si por medio de su conexión mutua con él.
También hay una instancia adicional que establece un nexo directo entre ellos, es un versículo de los Salmos que dice:
“Cuando la persona ama la rectitud y la justicia, entonces la bondad de Di-s llena la tierra”.
Asociando claramente los tres factores que ameritan a Abraham como el educador arquetípico.
De esto aprendemos que el educador debe entrenar a sus estudiantes para se comporten de acuerdo con los principios de rectitud y justicia, demostrando que han integrado estas lecciones cuando se relacionan con el prójimo con generosidad y bondad, mientras que, a su vez, se juzgan a si mismos con rigor, nulificando toda motivación egoísta de tal manera que realicen la labor de la benevolencia con una mayor abundancia de recursos materiales y emocionales. Este esfuerzo desde abajo atraerá la generosidad y la benevolencia de Di-s hacia el mundo desde arriba.
El Talmud de Jerusalem llama a la donación caritativa (tzedaká) con el término genérico “mandamiento” (mitzvá), implicando que es el mandamiento que incluye a todos los demás. Esto es así por varios motivos. Primero porque la relación primaria de Di-s con el mundo es la de dar, donde su continua recreación del universo, desde la nada absoluta, en cada instante, es pura tzedaká. Este regalo que es la existencia, Su infinita bondad, es el verdadero fundamento del universo. Como emulando a Di-s nos acercamos a El, entonces la tzedaká es particularmente propicia para este fin, emulando la forma elemental con que Di-s se relaciona con Su creación.
Segundo, la separación de una porción de nuestras ganancias semanales para este propósito transfocada momento de trabajo en un acto con el cual cumplimos este mandamiento, ya que todo nuestro ser está comprometido en ese momento en generar tzedaká. De esta manera toda nuestra semana laboral se transforma en una mitzvá, santificada y elevada a la categoría de servicio Divino.
La ley judía exige la entrega de un mínimo del 10% hasta un máximo del 20% de los ingresos a propósitos de caridad. Incluso un mendigo cuyo único ingreso es tzedaká, debe separar el diezmo mínimo. Aunque hay circunstancias atenuantes donde no se aplica el límite superior. Una excepción es durante una época de escases cuando el pueblo está hambriento y necesitado, situación en la cual todo cabeza de familia que tiene más que los otros debe vender sus bienes y repartirlos, hasta que su situación se equipare con la de la comunidad. No debe llegar a una situación peor que la de los demás, pero tampoco debe almacenar mientras los demás pasan hambre.
La segunda circunstancia atenuante es más común, es la enfermedad del alma que afecta a nuestra generación. Como hemos perdido la fortaleza física y espiritual para expiar completamente nuestras faltas o “enfermedades” a través del ayuno, la tzedaká se convirtió en la medicina más potente que se puede conseguir. Justamente por las razones mencionadas posee el poder de reparar el alma, curar las cicatrices, magulladuras y durezas resultantes de las diversas formas de transgresión, ya sea con el pensamiento, el habla y los actos. Dar a los demás es un depurativo que elimina los residuos producidos por una forma de vida decadente y de los alimentos y las relaciones prohibidas. Así como gastaríamos todo lo que sea necesario para salvar nuestra vida, de la misma manera se debería dar tzedaká para redimir nuestro alma. En esta situación de “tzedaká como medicina”, no se aplica el límite del 20%.
La tercera excepción se aplica a aquellos que se acercaron al nivel de Abraham en relación a este atributo en particular y comprobaron que dar tzedaká se convirtió en su más grande placer y satisfacción. Entonces, así como están libres de gastar el dinero en placeres temporales, cuanto más deberían gratificarse con la alegría de emular a Di-s yendo en Sus caminos y dar libremente.
PARTE 33 BENEVOLENCIA Y JUICIO
Sólo cuando está de por medio el aspecto autocrítico de justicia, la tzedaká (caridad) tiene el poder de atraer la bondad de Dios a este mundo. Esta relación de control y balance es necesario en varios niveles, porque debemos hacer ciertas valoraciones para dar tzedaká apropiadamente. Primero debemos evaluar, lo más conservadoramente posible, nuestros propios requerimientos financieros. Nuestra estimación debe considerar las necesidades de cada miembro de nuestro hogar y satisfacerlas de la mejor manera posible. Cada uno debe estar cómodo, aunque debemos desalentar indulgencias innecesarias. Luego debemos desapoderarnos de todos los recursos remanentes, declarándolos “bajo fianza” y procediendo a encontrar sus verdaderos dueños. Hay una sutil pero significativa diferencia entre aquellos que dan por obligación o incluso por su innata generosidad, y aquellos que reconocen que en realidad no es para nada una donación, sino que más bien están distribuyendo algo que no les pertenece, cosas que fueron puestas a su cuidado. Dios nos brinda exactamente lo que necesitamos y todo exceso no es realmente nuestro. Finalmente, debemos identificar al legítimo dueño de estas cosas, tarea que requiere paciencia, discriminación y juicio. La señal de éxito en esto es un fuerte sentido de la misericordia y la empatía. ¿Cuánto debe ser dado en cada momento? ¿Qué caridades son las más dignas y responsables? ¿Debe ser dado como un regalo absoluto, como un préstamo o es posible ayudar a alguien a establecer un negocio? ¿Debe apoyar la educación, al pobre o a los enfermos y minusválidos? Como todas estas opciones son meritorias, pero algunas son mutuamente excluyentes y los recursos limitados, nos vemos forzados a usar la discriminación.
Como se estableció arriba, la caridad y la benevolencia son esencialmente lo mismo, una involucra compartir recursos físicos, la otra activos intangibles como el tiempo y la energía emocional. Para quien la prioridad es estudiar Torá, el tiempo va a ser más precioso que el dinero y más difícil de renunciar a él. Pero la disciplina y el hábito de dar, financieramente o de otra manera, es el instrumento más poderoso para traer Torá a nuestros corazones y nuestras vidas. El conocimiento sólo puede ser internalizado por medio de su aplicación práctica. Podemos leer diez libros sobre la técnica de tocar el piano, pero hasta que no nos sentemos realmente al teclado y practiquemos, no podemos saber cómo tocar.
Similarmente, si queremos conocer a Dios, debemos emularLo. Como el dar con benevolencia es la forma primaria en que Dios se relaciona con el mundo, este es el rasgo más importante que debemos cultivar. Emulando la benevolencia y la generosidad de Dios conseguimos acceder a esferas de conocimiento, a sutilezas que existen más allá de las palabras. Así se abren los secretos de la Torá.
Integración significa desarrollar esta cualidad de generosidad, refinando su expresión, balanceándola con discreción y juicio y finalmente trayéndola a un estado de internalización. El educador que ha educado correctamente a sus educandos encontrará que incluso sus instintos expresarán esta cualidad.
Los sabios definen la madurez como la habilidad de dar sin ataduras. Podemos ser avanzados en años, exitosos en los negocios, de refinada erudición (incluso en Torá), pero si no aprendimos a dar, si no comprendemos que esa es la máxima prioridad, entonces no llegamos a la madurez.
Esta correlación de la gracia y la bondad con la inspiración y la integración encierra una importante lección para el educador. Los talentos de sus estudiantes, que trajo a un estado de gracia y belleza por medio de su habilidad de inspirar, requieren una etapa posterior de desarrollo y rectificación. Ellos deben encontrar su máxima expresión en el servicio a la humanidad. Si sus talentos son dirigidos en definitiva hacia el dar de esta manera, entonces la integración ha tenido lugar verdaderamente.
PARTE 34 HACIENDO ORDEN
Hasta ahora, hemos presentado una visión caleidoscópica del proceso de la educación y sus componentes claves: inspiración e integración. Cada aspecto analizado nos brindó una manera nueva de comprender las implicaciones prácticas de ese modelo simple, aunque elegante, de crecimiento y transformación. A medida que nos sensibilizamos con esta dinámica, tanto si funciona dentro de un contexto educativo o a escala más global, obtenemos varios beneficios:
Primero, como es común en todos los saltos de conciencia, una dimensión de la realidad que se había perdido en el cieno de los eventos fortuitos es súbitamente iluminada y elevada a la categoría de modelo legítimo predecible de la naturaleza. Previamente sólo contábamos con datos en bruto: sabíamos que cierta gente tiene bloqueos de aprendizaje y otros no, que algunos estudiantes están llenos de entusiasmo y sin embargo no progresan, que ciertas técnicas funcionan para algunos y no para otros, que cierto maestro es bueno para cierta clase de grupos y no para otros. La rima no era discernible, no rimaba, más bien contábamos con una fárrago de hechos y números, éxitos y fracasos. Entonces alguien clarifica el patrón y todo se pone en su lugar. De repente hay un orden, un significado y una interrelación en lo que parecía ser una masa caótica de eventos inconexos. Hay algo profundamente satisfactorio en de esto, la mente humana disfruta con su comprensión ampliada del mundo. Y a decir verdad esto no es poca cosa.
Si todo existe porque Dios lo ha puesto aquí deliberadamente y si Dios es la definición misma del conocimiento y la conciencia, entonces el universo debe reflejar la concepción de su Creador y contener una legitimidad en virtud de que su existencia está arraigada en la visión de Dios. Como proclama el libro de Salmos: “Con sabiduría Tu creaste todo”.
Si esto es así, el impulso humano de entender el mundo -incluso expresado en los terrenos seculares de la ciencia, la filosofía, la sicología, etc- está motivado, conciente o inconcientemente, por nuestro mandato de emular a Dios. A medida que expandimos los límites de nuestra percepción conciente y penetramos más profundamente en los territorios indómitos y desconocidos de la realidad -esos lugares que aún no han sido investigados e iluminados por la mente humana- entonces nuestra conciencia llega a acercarse a la emulación del conocimiento de Dios, donde todo es sabido y nada está oculto.
Segundo, una vez que se identifica un patrón y se construye un modelo, podemos aplicarlo a la tarea que tenemos entre manos, en este caso la educación. El educador organiza a los estudiantes en determinadas categorías: los que son fáciles de inspirar, pero no pueden permanecer en ese estado mucho tiempo, los que son trabajadores esforzados pero sin inspiración, los que necesitan mayor o menor atención para conducirlos hacia su crecimiento y cambio. Una vez que el maestro sabe qué es lo que está buscando, puede diseñar concientemente una estrategia que satisfaga cada necesidad, en vez de confiar en un golpe de suerte o fallar en el enfoque del problema.
Finalmente, este modelo de educación tiene también implicancias históricas. Por ejemplo, uno puede comenzar a referirse a la clásica cuestión de por qué fue posible para el pueblo judío experimentar, de primera mano, la más profunda revelación de Divinidad que jamás ha sido inspirada, la entrega de la Torá en el Sinaí, para cuarenta días más tarde idolatrar el becerro de oro.
La revelación del Monte Sinaí puede ser conectada con la inspiración del pueblo judío por medio de la cual fueron iniciados en el mundo de la Torá. Fue un regalo de luz y gracia desde lo alto aquí abajo, despertándolos a una dimensión completamente nueva de conocimiento y evocando en ellos una deseo apasionado por Dios. Sin embargo, esto no es suficiente por si mismo, porque no ha tenido lugar la integración, siendo que la inspiración es necesariamente fugaz cuando no hay integración. Incluso después de una revelación tan profunda como esta, tiene que haber una lucha lenta y esforzada para llevarla hacia el interior del ser y esto era sólo posible por medio de la acción, el desafío, la práctica y la repetición constante.
La Integración es un proceso que requiere tiempo y no puede ser esquivado. Hasta que se complete esta fase, está siempre latente la posibilidad del error, incluso del orden del becerro del oro. La historia completa del pueblo judío, desde aquel momento de su encuentro con Dios en el Monte Sinaí en adelante, es la pugna por hacer justamente eso. Es el esfuerzo, a la vez doloroso y gozoso, de traer la luz de Dios y la Torá hasta los rincones más alejados y sombríos de la vida, en las comunidades individuales en aquella época y, finalmente, en el mundo entero. Esto es lo que significa para Israel ser una “luz entre las naciones”.
PARTE 35 LAS 7 APTITUDES
En los próximos capítulos, hemos de considerar las siete aptitudes necesarias para que un educador sea efectivo.
Estas se desarrollan tanto lógica como cronológicamente, procediendo desde lo abstracto y general hacia lo específico y concreto, delineando una secuencia por la cual la intención sincera de educar y asistir al otro puede tomar forma en una acción efectiva que fomenta el crecimiento, permitiéndole influenciar positivamente sobre todas las interrelaciones de nuestra vida.
Cada una de las cualidades corresponden a las sefirot, las “esferas” o canales de energía Divina con los cuales Dios creó el mundo. De acuerdo con la Cabalá, estas sefirot permean y se manifiestan dentro de todos los aspectos de la creación, incluyendo, por supuesto, el alma humana que fue creada a imagen de Dios. Es importante tener en mente el funcionamiento de las sefirot, particularmente tal como se manifiestan en los poderes del alma, cuando nos referimos a nuestros estudiantes. Si el maestro trata de cambiar más de un rasgo de carácter por vez (bloqueando así cierto número de canales al mismo tiempo) puede provocar una explosión de energía acumulada que en el mejor de los casos socavará su éxito, y en el peor de los casos podrá causar un daño psicológico real.
Finalmente, nunca se recalcará suficientemente que las habilidades discutidas aquí sólo se pueden adquirir por medio de la práctica y el progreso del maestro será un reflejo del tiempo invertido en ese esfuerzo. Este es el requerimiento de integración necesario y suficiente de parte del educador.
PARTE 36 AUTOCRÍTICA (Parte A)
La efectividad de un educador o consejero espiritual refleja el alcance de su autorreflexión y autocrítica. Este “conocimiento del propio ser” da profundidad y sustancia a su enseñanza y brinda legitimidad a su consejo. El educador que revisa diariamente los detalles de su vida y corrige su conducta en concordancia, adquirirá la sabiduría y la humildad de penetrar directamente en el corazón de sus estudiantes y es un criterio clave de la educación espiritual que cuando toca el corazón también llega a la mente. De un maestro así, los estudiantes aprenden a transformar la teoría en acción.
Una historia va a ilustrar este punto. El Rebe Tzemaj Tzedek, el Maestro Jasídico del siglo XIX, solía viajar periódicamente por las aldeas de la Rusia Blanca (Bielorusia) con un pequeño grupo de sus estudiantes. Pasaban varios días en cada poblado y el Rebe ocupaba todo su tiempo viendo personas una por una, contestando preguntas, aconsejando y dando bendiciones junto a sus enseñanzas. Esas visitas eran momentos de gran excitación y regocijo. Pero una mañana el Tzemaj Tzedek se excusó de su rutina y se retiró a su habitación. Sus estudiantes asumieron que estaba tomando un descanso y suponían que regresaría en una hora más o menos.
Pero cuando pasó mucho más tiempo del esperado se empezaron a preocupar y dos de ellos fueron a ver si había algún problema. Cuando se acercaron a la puerta, lo escucharon llorando y recitando salmos. Regresaron para informar a los otros compañeros lo que habían visto, como así también a la gente que esperaba en el cuarto y comenzaron todos a recitar salmos para ayudar al Rebe.
Luego de un momento regresaron los dos al cuarto del Rebe y lo encontraron recitando las plegarias de la tarde. Pero notaron que estaba agregando las partes especiales que normalmente se recitan durante los Diez Días de Temor entre Rosh HaShaná y Iom Kipur, la época en que el pueblo judío está ocupado especialmente en el arrepentimiento. Todos estaban alarmados, preocupados y a la vez curiosos.
Más tarde esa noche, en la sinagoga, el Rebe habló del poder de las lágrimas, la Torá y los Salmos para limpiar el alma de sus impurezas. Todo el día siguiente descansó y volvió a recibir visitantes sólo al día siguiente.
No sabiendo qué había provocado todo esto, los estudiantes finalmente le preguntaron al Tzemaj Tzedek que había sucedido. Una oleada de tristeza atravezó el rostro del Rebe, pero recobrando su compostura les explicó:
“Cuando una persona viene a mi en busca de consejo para sus problemas, busco ese punto sutil en mí mismo que refleja exactamente el defecto en su alma y desde ese lugar de mi propio arrepentimiento sugiero la solución. Ese día una persona vino a mi con su historia y quedé muy perturbado por sus palabras; para peor, no pude encontrar ese punto sutil de identificación dentro de mi. Esto fue aterrador, pues significaba que la falta estaba presente pero oculta en las profundidades subconcientes de mi corazón, en cuyo caso su influencia no estaba bajo mi control. Por esta razón inmediatamente comencé a rezar para sacar este defecto de un estado de ocultamiento a uno de percepción conciente y ponerlo así bajo mi control.”
Esta historia una lección para todos nosotros. Todos asumimos el rol de educadores alguna vez en la vida, tanto en relación a amigos en busca de consejo, de asesoramiento en la crianza de los hijos, el matrimonio o la carrera y cada uno es responsable de obtener lo bueno de cada una de estas situaciones. Similarmente, la Torá nos obliga a hablar cuando vemos a alguien, quien debería estar más en conocimiento, actuando en violación de la ley de Di-s. Y también aquí la obligación es ser efectivo. No alcanza simplemente informar a los demás de sus errores, también debemos comunicárselo de tal manera que quieran recibir la información y cambiar sus conductas en concordancia. Esta habilidad de tocar el corazón de los otros es sólo posible si seguimos el ejemplo del tzemaj Tzedek y nos relacionamos con las imperfecciones que vemos fuera de nosotros como un espejo de alguna falta idéntica dentro nuestro.
En la práctica, esto significa que se debe asignar cada día un determinado período de tiempo para el balance individual, examinando nuestros pensamientos y conductas con vistas a mejorarlos; en segundo lugar, cuando nos encontremos criticando a o irritados por alguien, debemos reflexionar sobre el hecho de que nuestra reacción misma nos brinda en realidad información sobre nosotros. Podemos identificar esta información dándole un nombre a la falta que vemos en la otra persona y entonces, por el momento, asumir que también se aplica a nosotros, aunque posiblemente a un nivel más sutil y más oculto.
Luego, y esta es la parte más difícil, debemos tratar de verificar esta premisa con ejemplos concretos de nuestro propio comportamiento. Luego, durante el día, cuando nos atrapamos juzgando a otra persona, debemos recordar inmediatamente nuestras propias fallas en ese área, encontrando instancias durante ese mismo día o semana en que exponemos el mismo rasgo negativo (incluso aunque nadie lo viera) y decidir corregir el problema.
PARTE 37 AUTOCRÍTICA (Parte B)
En el capítulo anterior aprendimos con la historia del Tzemaj Tzedek que debemos considerar cada imperfección que vemos afuera como un reflejo de lo que fluye dentro nuestro.
El espejo nunca miente. Aunque pueda haber diferencias de matices entre nuestra conducta y la de los otros, esta afirmación es necesariamente cierta.
Por ejemplo, cuando una persona generosa ve a un avaro que nunca da caridad o nunca invita huéspedes a su casa, podría ser que se le esté recordando el desgano que siente a veces (aunque quizás nunca se dejo influenciar) de interrumpir algo que está haciendo e ir en ayuda del prójimo. El hecho de que uno se irrite o sea crítico con algo “externo” indica que es tiempo de rectificarlo más completamente “adentro”.
Este reconocimiento de la imperfección es el primer paso para retornar a Di-s por medio del arrepentimiento (teshuva) y nos permite proseguir luego con las etapas subsiguientes de arrepentimiento y compromiso de cambiar.
Dicha necesidad de autocrítica debe ser confinada a un período circunscripto de tiempo y moderado por la comprensión de que el cambio es un proceso que ocurre paso a paso. De otra manera, podemos preocuparnos y deprimirnos tanto por nuestro estado actual de imperfección que perderíamos toda sensación de alegría en servir a Di-s y de efectividad en la educación de los demás. Por eso debemos fijar una cierta cantidad de tiempo cada día para la autocrítica constructiva. Dentro de este período podremos evocar un sentimiento de tristeza profundo y abrumador por nuestras imperfecciones, que proviene de darnos cuenta de cuánto nos hemos apartado de nuestro Creador.
Este estado de total remordimiento despierta la misericordia Divina que trae con ella el perdón y la fuerza para cambiar. Di-s prometió que las disculpas sinceras siempre serán aceptadas, entonces terminaremos cada sesión de autocrítica jubilosos, alegres y seguros de la absolución y la purificación. Los que no pueden convertir su remordimiento en alegría están expresando una falta de fe en la misericordia Divina, aumentando su lástima por sí mismos y malogrando todo su esfuerzo por purificarse de tal manera que lo traiga más cerca de Di-s.
Por lo tanto, el desahogo y la paz mental que sigue es tan esencial como la autocrítica misma.
En otros momentos del día, cuando surgen pensamientos de culpa, incompetencia o remordimiento, debemos desecharlos inmediatamente con la intención de dirigirnos a ellos en el momento designado para tal propósito, porque sólo entonces tendremos el espacio para meditar realmente sobre la manera en que nuestras transgresiones han afectado nuestra relación con Di-s.
De esta manera, evitamos la debilitante ansiedad que viene de la autocrítica constante y exacerbada, el abrumador sentimiento de ineptitud que disminuye nuestra productividad manteniéndonos preocupados por nuestro “yo”, en vez de servir a una causa constructiva. Instituyendo una disciplina diaria de autorreflexión honesta evitamos también la igualmente tortuosa trampa de la autojustificación, el hábito de racionalizar nuestras malas conductas. La raíz de todas las características malas del alma es la incapacidad de admitir y reconocer nuestros errores, la mejor arma contra esto es la autocrítica.
PARTE 38 EL ANTÍDOTO: EL DESINTERÉS PERSONAL
La propiedad del alma que sirve como antídoto para los problemas del ego que bloquean la autocrítica efectiva es el desinterés propio, que a su vez está arraigado en la sefirá de jojmá (“sabiduría”). Esta relación entre la autocrítica y el desinterés personal la vemos en varios niveles:
1. Jojmá – por medio de la permutación de sus letras, se entiende como el “poder” (coaj) de “qué” (má). Representa el poder que proviene de la expulsión definitiva del ego y el egoísmo que bloquean el flujo de fuerza Divina que busca iluminarnos y reforzarnos, pero que sólo puede hacerlo en la medida que haya un “espacio” dentro nuestro para algo más grande que nosotros mismos. En otras palabras, el flujo de la fuerza Divina en nosotros es proporcional a nuestro nivel de auto desinterés. Todo el propósito de la disciplina de la autocrítica es disolver el blindaje de autojustificaciones que fortalecen el ego y bloquean nuestra entrega a Di-s, el prerrequisito para conseguir la verdadera sabiduría.
2. Jojmá – representa el “flash” instantáneo de sapiencia que aparece como un rayo relampagueante en la mente. Es un momento de intensa claridad y profunda percepción que regresa, tan rápidamente como llegó, hacia los reinos supraconcientes de donde vino, dejando apenas una impresión de sus realidades. Si queremos que tenga un efecto duradero sobre nuestra conciencia, debe ser entonces desarrollado y concretizado por las facultades analíticas de la sefirá de biná (“entendimiento”). La palabra hebrea para “un rayo que relampaguea” es barak, una permutación de las mismas tres letras que forman la raíz de la palabra bikoret, que significa “crítica”. Como la jojmá es descripta en Cabalá como un relampagueo, esto establece otra correspondencia entre autocrítica y sabiduría.
3. La cualidad interior de Jojmá es el auto desinterés, y este debe ser el principio y el fin de todo intento de autocrítica. Toda rectificación del ser debe derivar de la verdadera sabiduría (que es desinteresada) si ha de tener éxito en su objetivo de romper nuestras ataduras y preocupaciones con el ser. De lo contrario, es propenso a tener el efecto opuesto, volviéndonos obsesivamente preocupados por nosotros mismos, pero ahora con la “noble” apariencia de ocuparnos en la autocrítica; esto es falsa humildad.
El auto desinterés crea la posibilidad de la verdadera sabiduría y el conocimiento de uno mismo. El Talmud define a la persona sabia a la que “conoce su lugar”. Conocemos nuestro lugar cuando tenemos expectativas realistas sobre nuestras fortalezas, debilidades y capacidades. Un signo de una sabiduría falsa o superficial es tener falsas expectativas sobre nosotros o los demás.
Es una actitud sabia tener en mente las palabras del Rey Salomón en el libro de Eclesiastés: “No hay un hombre tan santo en la tierra que haga sólo el bien y no transgreda”. El Baal Shem Tov comenta este versículo explicando que, si el ego obtuvo satisfacción o reclama crédito por sus actos de bondad, entonces el acto aparentemente desinteresado está manchado (aunque sea en un mínimo grado) por la arrogancia. Aunque no podemos sobreponernos completamente a este rasgo de carácter, porque mientras permanecemos en nuestro cuerpo físico es imposible para nosotros trascender el “ser”. De todas maneras, debemos tratar de minimizar ese pecado de arrogancia lo más posible bregando por llegar al desinterés. La herramienta para poder hacer esto es la autocrítica que lleva a la verdadera sabiduría.
PARTE 39 SABIDURÍA, TEMOR AL CIELO Y HUMILDAD
En el libro de los Salmos, el Rey David enseña que: “El principio de la sabiduría es el temor a Di-s”. De este versículo -como también de otros proverbios de los sabios tales como “donde no hay sabiduría no hay temor”- se desprende una equivalencia entre jojmá (“sabiduría”) e irá (“temor al cielo”). El Talmud va más allá y enseña que “Tres cosas son equivalentes entre sí: temor al cielo, sabiduría y humildad”. Los comentaristas talmúdicos conocidos como Tosafot, explican que esto significa que una persona no puede alcanzar una sin las otras dos, no hay temor al cielo sin jojmá, no hay jojmá sin temor al cielo y ninguno de los dos sin humildad.
Esto significa que cuando somos temerosos del cielo cultivamos jojmá (o sea coaj má, que el auto desinterés). La auto gratificación y el ensalzamiento propio son las raíces más sutiles del pecado. La jojmá, por otra parte, requiere humildad, que sólo se logra con la autocrítica. Cuando reflexionamos regularmente sobre nuestro comportamiento con un ojo crítico, estamos evitando caer en la complacencia y las justificaciones.
La verdadera concreción de lo anterior está en cumplir con el dicho de los sabios: “Entrega a El lo que es Suyo, porque en definitiva tú y todo lo que te pertenece son Suyos”.
Como también lo afirmó el rey David: “Porque todas las cosas provienen de Ti, y de lo Tuyo te hemos devuelto”. Este es el máximo desinterés, cuando reconocemos que Di-s es el medio y el fin, El es todo y nosotros somos nada.
En resumen, como se prescribió previamente, la autocrítica no es un fin en sí mismo, sino un medio para servir a los demás. Su propósito es disolver el ego antes que fortalecerlo, crear dadores en vez de receptores. Pero la autoexploración sólo por sí misma puede degenerar en autoindulgencia, lo que fomenta centrarse en uno mismo en vez ser generosos. Reflexionar sobre uno mismo sólo es productivo según nuestra habilidad de vencer al ego. Aquellos que se esfuerzan más allá de su capacidad de auto desinterés pueden acabar magnificando sus tendencias neuróticas en vez de eliminarlas. Este es un balance peligroso y delicado.
La autorreflexión honesta profundiza nuestra capacidad de ser compasivos, sensibles a las necesidades del prójimo. A medida que nos concientizamos de nuestra propia inclinación hacia el egoísmo y la justificación aparentemente racional de nuestros actos, nos arrepentimos de ellos y peleamos contra esto descubriendo así diferentes caminos para sobreponernos de manera tal que podamos compartirlo con los demás. Entonces nos volvemos un “compañero de viaje” en vez de un dedo acusador. Las palabras que provienen desde un lugar de semejante humildad son endulzadas con compasión antes que aguzadas con una acusación y por esta razón penetran en el corazón del receptor y lo influencia positiva y productivamente.
PARTE 40 LA COMUNICACIÓN EFICAZ
La comunicación es la cualidad primaria del educador. Es el ingrediente crítico que determina si un encuentro en particular tendrá un impacto positivo o negativo sobre el estudiante. El que aspira a ser un maestro más efectivo debe aprender a observarse a sí mismo cuando habla, monitoreando sus comunicaciones en cuanto al estilo y el contenido para acertar en el corazón de sus estudiantes. Como los diferentes individuos responden de manera diferente a la misma idea o tono de voz, el educador debe adaptar su metodología y su enfoque a las necesidades de cada persona. La comunicación efectiva es una ciencia que requiere una meticulosa atención a las señales no verbales que transmite el oyente, como así también la versatilidad necesaria para ajustar nuestro mensaje en consecuencia.
En una relación maestro-estudiante una comunicación pobre es siempre una señal de una falta de compromiso de parte del educador. En la medida en que el maestro esté preocupado con su rol de depositar información, de deslumbrar a sus estudiantes con su conocimiento superior, de escucharse hablar a sí mismo, entonces sus enseñanzas se vuelven una indulgencia egoísta más que en un acto de dar.
cuando su propósito al enseñar es despertar y excitar el corazón de sus estudiantes a la verdad su comunicación se transforma en una expresión de amor y compromiso. Cuando la intención del educador es brindar, hallará exactamente a qué se aferran sus estudiantes, cuáles son sus creencias, qué necesitan y se dirigirá directamente a ese lugar. Esta es la cualidad que distingue a un maestro verdadero y exitoso.
A un nivel más sutil, este fue el error que inició la secuencia de eventos que culminaron en que Adán y Eva comieran del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Di-s ordenó su mandamiento de no comer de ese árbol a Adán en su estado inicial de unificación andrógina de hombre y mujer, esto es, antes de que Eva sea traída a la existencia. Entonces cuando ella emergió como una entidad independiente, Adán no le transmitió explícitamente el mensaje de manera tal que lo sepa concientemente. Aprendemos de la conversación de Eva con la serpiente que Adán agregó algo al mandamiento original, informándole que Di-s les había prohibido comer y tocar el árbol, ambos bajo pena de muerte. El no hizo ninguna distinción entre el mandamiento de Di-s (la prohibición de comer) y su propia modificación (la prohibición de tocar). Estaba tan enamorado de su propia innovación que fue negligente en su comunicación. Este minúsculo vestigio de amor propio trajo profundas consecuencias. La serpiente se aferró a esta sutil incorrección en la descripción de la verdad, empujó a Eva contra el árbol y la convenció de que así como no se murió por haber tocado el árbol, tampoco habría de morir por comer de su fruto. El resto es historia.
La Historia de Adán y Eva enseña un principio básico de la comunicación. Un maestro debe estar motivado exclusivamente por su compromiso con los estudiantes, deseando brindarles exactamente lo que ellos necesitan para que crezcan personal y espiritualmente. Todo motivo ulterior de parte del educador ciertamente reducirá la efectividad de sus enseñanzas y hasta pueden causar daño.
En tanto que el error del primer hombre fue muy sutil, los nuestros, desafortunadamente, son más evidentes. Por ejemplo, si le hablamos “a” otra persona denotando que estamos por ante todo en escuchar nuestro propio discurso, y si estamos introduciendo aspectos de Torá en nuestro monólogo egoísta, entonces cuando el oyente se canse de oírnos, también se le irán las ganas de escuchar Torá. Similarmente, si el educador transmite sus propias palabras, entonces eventualmente el estudiante sólo lo rechazará a él, pero si dice palabras de Torá y las esgrime como un machete, entonces el estudiante también rechazará las palabras de Torá.
(Esto refleja la falla de comunicación entre Adán y Eva. Por un leve vestigio de ego, Adán fracasó en diferenciar entre lo que eran las palabras de Di-s y las suyas. Este defecto en la comunicación se transformó en la brecha por la que ingresó la mala inclinación, personificada por la serpiente.)
Los sabios nos explican que cuando un educador habla honesta y sinceramente, en aras de dar, sus palabras penetran en el corazón del que escucha. Las enseñanzas jasídicas desarrollan más allá esta idea, haciendo notar que si bien, esas palabras que expresan la verdad pura y simple penetran y producen una respuesta de corazón, sin embargo no se grabarán en la memoria del receptor ni tendrán un impacto duradero a menos que sean intencionadas y articuladas. Esto es, a menos que sean perfectamente preparadas para la necesidad del momento, al nivel de los oyentes, de sus preguntas, su sentido estético y sus preferencias por los diferentes aspectos de la Torá, el racional, el místico o el emocional. Si el educador satisface estos criterios de sinceridad e intención, sus palabras perdurarán en sus estudiantes, incluso cuando se separen para seguir sus caminos en la vida. De lo contrario serán olvidadas rápidamente.
PARTE 41 LA DESVENTAJA DE LA SEVERIDAD
En los capítulos anteriores aprendimos acerca de la importancia de la comunicación sincera, centrada en las necesidades del estudiante. Otro principio de la comunicación que debe gobernar las relaciones maestro-estudiante es la ilusión de que la severidad en la comunicación, tales como gritar o llevar a las lágrimas al estudiante, es una técnica educativa ilegítima.
(Mientras que la recompensa y el castigo tienen su lugar en la educación y serán discutidos en extenso en el séptimo y último prerrequisito, sin embargo, una filosofía educativa no debería institucionalizar o glorificar la severidad como un medio de comunicación. No hay aquí una contradicción. La severidad como metodología empleada para brindar enseñanza es un grave error, mientras que la recompensa y el castigo pueden ser utilizados según la necesidad de corregir la comprensión y la internalización de dicha enseñanza.)
Los resultados aparentemente dramáticos derivados de emplear medidas severas se marchitan rápidamente, mientras que el crecimiento inspirado por el amor y la gentileza, perdura. A veces el maestro ve que uno de sus estudiantes necesita un sacudón para sacarlo de un sendero en particular. Aunque esta evaluación puede ser verdadera, sin embargo, el estímulo motivador (si se desea que sea efectivo por largo tiempo) debe provenir del interior del estudiante. El maestro, en su impaciencia y entusiasmo, no debe sacudir al estudiante, más bien debe permear su corazón con gotas tras gotas de luz, amor y Torá. Lentamente, esta infusión de luz creará una disonancia interior que eventualmente erupcionará en la forma de un sacudón interior, que impulsará al estudiante a salir de ese camino.
Un maestro que imagina que su angustia e impaciencia son en aras del máximo bien del estudiante, está racionalizando su propia falta de control. Su rigor puede parecer forzar el crecimiento y el aprendizaje, pero sus efectos son efímeros, porque al final el estudiante retendrá poco, sino nada, de los beneficios e incluso se podrá volver tosco e insensible en el proceso. Tal educador está realmente poniendo su propio impulso de gratificación inmediata (esto es, su necesidad de ver resultados y su propensión a la liberación emocional) por sobre los intereses educacionales de sus estudiantes. No tendrá éxito en sus enseñanzas e incluso puede causar más daño que beneficio.