SIETE CRISIS DEL MUNDO DEL CAOS

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TRAUMA Y CRECIMIENTO EN LA CASA DE IAACOV

Hemos hablado de las siete crisis generales en la vida que corresponden a los siete reyes del Mundo del Caos, representados en la Biblia por los siete Reyes de Edom que reinaron y murieron. [Génesis 36:33-39. Véase el Likutei Torá del Arizal, al final de Vaishlaj.] Sus muertes representan la ruptura de las siete sefirot emocionales del Mundo del Caos. Recapitulemos estas crisis y su correspondencia con cada una de las sefirot emocionales y los siete reyes:

La crisis nerviosa es la destrucción de conocimiento (da’at), correspondiente al rey Bela ben Be’or.

El sentimiento de alienación, la falta de amor, es la crisis de bondad (jesed), correspondiente al rey Iovav Ben Zeraj de Batzrah.

El trauma del daño que conduce a la paranoia es la crisis de poder (guevurá) y corresponde al rey Jusham de la tierra de los Teimani.

El aislamiento social, la sensación de “no tengo lugar en el mundo”, es la crisis de belleza (tiferet), correspondiente al rey Hadad Ben Bedad.

La crisis por fracaso, el sentimiento de no tener éxito y de ser un shlimazel (un perdedor), corresponde a victoria y a reconocimiento (netzaj y hod), que en el Mundo del Caos son una sefirá y corresponde al rey Samla de Masreka.

Una crisis familiar, ya sea por la paz en el hogar u otros asuntos familiares, corresponde a fundamento (iesod) y al rey Saúl de Rejovot junto al rio.

Una crisis causada por el vacío existencial y la falta de sentido corresponde a reinado (maljut) y al rey Ba’al Janan ben Ajbor.

La transición

Después de los siete reyes que representan una crisis que es seguida por un colapso psicológico, viene el octavo rey Hadar que está casado con Meheitavel, de quien la Torá no escribe que murió. Así, Hadar representa la transición del Mundo del Caos al Mundo de la Rectificación (tikún), siguiendo la fórmula general de que “En el principio oscuridad y después, luz”.[1] El mismo principio se aplica al considerar la expresión “Hod y Hadar[2] (הוֹד וְהָדָר).

La palabra hod se relaciona con el trauma autoinfligido, como en “Mi gloria [hod] se ha convertido en un arma de destrucción contra mí”[3]; esto se refiere a la Ruptura de las Recipientes, la muerte, y el entierro, que están todos asociados con el atributo o sefirá de hod (que generalmente traducimos como reconocimiento). Posteriormente, la restauración ocurre con hadar, refiriéndose al rey Hadar, y en el dicho de que “En el principio la oscuridad y después la luz”, con las palabras “y después la luz”, hadar nehorá (וַהֲדַר נְהוֹרָא).

El comienzo de la rectificación es la creencia de que es posible volver al estado anterior a la ruptura (“Hadar” también significa retorno), pero el objetivo es un nuevo crecimiento y progreso que sea mejor de lo que era antes de la crisis. La esencia del estado anterior, que se hizo añicos, solo existe en la memoria del pasado, que no está destinada a regresar. Por lo tanto, la ruptura es una etapa de transición, un vínculo que conecta el pasado con el futuro que está por venir.

La llave que incluye seis

La primera crisis, la ruptura de la sefirá de conocimiento (da’at), es el principio general que incluye todas las demás crisis y su fuente, tanto que uno de los significados del término conocimiento en hebreo es ruptura.[4] Por lo tanto, debemos reinterpretar el lenguaje del Zohar de que da’at es “la llave que incluye seis”[5], mafteja dejalil shit (מַפְתְּחָא דְּכָלִיל שִׁית). La interpretación usual es que da’at abarca las seis emociones del corazón, los seis aspectos del Pequeño Semblante (Ze’er Anpin), el partzuf que incluye los atributos del corazón.

Sin embargo, para nuestro propósito, debemos interpretar que el primer rey Bela ben Be’or, que se corresponde con da’at, incluye a los seis reyes que le siguen y que también representan una crisis que conduce a una ruptura. En otras palabras, todo el secreto de la ruptura, es decir, de la crisis de tipo existencial, se encuentra en la sefirá de conocimiento (daat). El poder de experimentar la rectificación y el crecimiento después de tal crisis emana de la sefirá de corona – la raíz de da’at – y siguiendo el versículo: “Su nombre es Tzemaj, y de debajo de sí, él [es decir, el Mashíaj] crecerá”.[6]

Una de las explicaciones de la correspondencia entre Bela ben Be’or y la sefirá de conocimiento señala la similitud entre su nombre y el de Bilam ben Be’or, el profeta no-judío que fue contratado para maldecir al pueblo judío cuando se acercaba a la tierra de Moab. Bilam se describe a sí mismo como “aquel que tiene conocimiento del Altísimo”[7] , veIodea daat elion (וְיֹדֵעַ דַּעַת עֶלְיוֹן).[8] Bilam es considerado la némesis de Moisés, quien es el daat de todo Israel. Esto se aprende del versículo: “No volvió a surgir en Israel un profeta como Moisés”, que los sabios analizan en el sentido de que en Israel no hubo un profeta como Moisés, pero entre las naciones del mundo, si lo hubo, y él era Bilam. Añadiendo otra dimensión a esta correspondencia, la profecía de Bilam contiene la profecía más explícita en la Torá sobre el Mashíaj,[9] quien, como hemos dicho, representa el incrementado crecimiento postraumático que proviene de la corona.

La crisis de Daat y su rectificación

Otra forma de entender la sefirá de da’at es que es autoconciencia. La crisis que conduce a la ruptura comienza como un sentimiento excesivo de autoconciencia, un sentido del ego, que en el caso de los Siete Reyes de Edom se describe como “Yo reinaré”, ana emloj (אנא אמלוך). Este egocentrismo excesivo eventualmente conduce a una crisis existencial en la psique.

En la crisis del daat, que identificamos como una crisis nerviosa, el conflicto que está en el centro se experimenta como “yo contra mí mismo”, y bajo la superficie es un conflicto entre el intelecto y las emociones. Para que este conflicto conduzca a un colapso, tanto el intelecto como las emociones deben ser inestables.

El intelecto inestable es exactamente esta sefirá inestable de da’at y las emociones inestables son aquellas que carecen de anulación y bajeza, haciendo que tanto el intelecto como las emociones sean ejemplos del Mundo de Tohu, el Mundo del Caos. La rectificación se extiende desde el reconocimiento de la verdadera fuente del ego propio, un mandato conocido como “sabe de dónde vienes”[10] dá meain batá (דַּע מֵאַיִן בָּאתָ).

De esta crisis se derivan las siguientes crisis – ya sea causadas por algún enemigo que se opone a mí, o porque me opongo y me encuentro oponiéndome a otra persona (las crisis que se encuentran en bondad a través de reconocimiento), o que tanto yo como otra persona estamos enfrentados (en la crisis de fundamento), que siento que Di-s está en mi contra (en la crisis de reinado). La rectificación y el crecimiento se producen cuando uno es capaz de transformar el sentimiento que se oponía a mí en algo que en realidad me ayuda. Este es también el secreto de la descripción de la Torá de Eva como literalmente “un ayuda frente a él”[11] ezer knegdó (עֵזֶר כְּנֶגְדּוֹ). El rey Hadar, que se casó, se dio cuenta de que lo que podría parecer una oposición de su esposa, es en realidad la ayuda más importante que jamás haya recibido, toda con la intención de Di-s de dirigir su crecimiento y éxito futuros.[12]

 La casa de Iaacov: el mundo de la rectificación

Hasta ahora, la meditación ha estado sobre los reyes del Mundo del Caos, la ruptura que precedió a la rectificación, y en el Rey Hadar, que representa el comienzo de la transición del caos a la rectificación. Sin embargo, el verdadero propietario del Mundo de la Rectificación es Iaacov.[13] Por lo tanto, debemos reflexionar como las crisis aparecen en su vida y cómo a partir de ellas la Casa de Israel creció hasta convertirse en una familia, y más tarde -a partir del trauma del descenso a Egipto y el exilio allí -en la Nación de Israel.

Esto significa que ahora estamos reinterpretando “la llave que incluye seis” en lo que se refiere a la familia nuclear de Iaacov, concretamente que Iaacov es ahora el primer rey, en paralelo a Bela ben Be’or y la sefirá de conocimiento (da’at) y los seis reyes que le siguen son los seis hijos que tiene a través de Leá.

Normalmente, se explica que Reubén, Shimón y Leví corresponden a bondad, poder y belleza (jesed, guevurá y tiferet), respectivamente; la pareja Isajar y Zevulun corresponde a victoria y reconocimiento (netzaj y hod), y Iehuda corresponde a reinado. En esta correspondencia, el fundamento permanece para Iosef, el hijo de Rajel, y el fundamento de Nukva (la contraparte femenina de Ze’er Anpin) es para Benjamín, el hijo de Rajel.

Pero ahora, estamos correspondiendo a Iaacov con conocimiento (da’at), y así los seis hijos de Leá corresponden a los seis reyes del Caos y sus crisis (desde las cuales, en los hijos de Iaacov, estalla el crecimiento postraumático). Y así, tenemos:

  Conocimiento – Daat דַַּעַת Crisis nerviosa Iaacov
Poder-Guevurá גְּבוּרָה Crisis paranoica ShimonBondad-jésed חֶֶסֶד Crisis de Amor Reuven
Belleza-tiferet תִּפְאֶֶרֶת Crisis de alienación Levi
Victoria-netzaj   נֶצַח y Esplendor-hod   הוֹד Crisis de fracaso Zebulun
Fundamento-iesod יְסוֹד Crisis de familia Isajar
Reinado-maljut מַלְכוּת Crisis de sinsentido Iehuda

Reubén, Shimón y Leví permanecen en su lugar, pero Zabulón el comerciante corresponde a victoria y a reconocimiento juntos, ya que están en el Mundo del Caos como una sefirá, Isajar el sabio corresponde a fundamento, siguiendo el versículo: “Regocíjate Zabulón en tu partida [viaja sobre tus pies, que se corresponden con victoria y reconocimiento, y sal y deambula fuera del torso] e Isajar en tus tiendas [la tienda es el secreto de fundamento]”.[14] El rey Iehudá también permanece en su lugar y corresponde a reinado. (Para completar la correspondencia, observamos que cuando Iaacov es da’at, Abraham e Itzjak corresponden a sabiduría y a entendimiento.

El nombre de Abraham (אַבְרָהָם) permuta para formar “el órgano de la nada”, ever má (אֵבָר מַה) aludiendo a sabiduría (חָכְמָה), cuyas letras permutan como “el poder de la nada”, coaj má (כֹּחַ מַה). El nombre de Itzjak significa literalmente risa y alegría y, por lo tanto, corresponde a entendimiento, cuya experiencia interior es la alegría. Finalmente, la corona corresponde al Mashíaj, quien es descrito como “el Di-s de Iaacov”.[15]

Las crisis de los hijos de Leá

Las seis crisis “individuales” de los seis reyes del Mundo del Caos se pueden identificar en la vida de los seis hijos de Leá.

La crisis de amor se expresa en Reubén, quien sufre de un sentimiento de alienación de su familia, incluido su padre, quien lo llama “un primogénito necio”.[16] Esta crisis es también la transformación del don de la sabiduría, la sabiduría de la vida, asociada a la sefirá de bondad.[17]

De hecho, la falta de amor ya está expresada en su nombre, en el que Leá, su madre, expresó el sentimiento de que no era amada: «Ella le llamó Reubén, porque decía: ‘Di-s ha observado mi aflicción; Ahora mi esposo me amará'”. Después de la muerte de Rajel, Reubén se pone aún más celoso por la falta de amor mostrada a su madre.

A partir de esta crisis de amor, Reubén crece hasta convertirse en un hermano entregado y amoroso que expresa y ejerce un amor que no depende de nada, hacia su hermano Iosef, el hijo de Rajel. Los sabios expresan esto en su comentario sobre por qué Leá eligió llamarle Reubén.

Ella dijo: “Mira, reú (רְאוּ) la diferencia entre, bein (בֵּין) mi hijo y el hijo de mi suegro [Esav] quien vendió la primogenitura a Iaacov y sin embargo quiso matarlo después. Mi hijo no vendió su primogenitura a Iosef, sin embargo, no levantó ninguna protesta para que él fuera considerado como el primogénito y no solo no levantó una protesta, sino que incluso deseó salvarlo del pozo y rescatarlo de la muerte”.[18]

La crisis de lesiones, daño, aparece en Shimon, quien hiere tanto a Shejem como a Iosef, y en consecuencia también se daña a si mismo. Allí también el sentimiento de odio se expresa ya en su nombre, en el que Leá, su madre, expresó el sentimiento de que era odiada – “Y dijo: ‘Di-s ha oído que soy odiada, y Él me ha dado también a éste’, y le llamó Simón”.

A partir de esto, Shimón crece hasta desarrollar una sensibilidad al daño, y después de vengarse de Shejem, el que le hizo daño, y de los hombres de su ciudad, extiende sus alas sobre su hermana Dina, que fue violada.[19] (Por supuesto, Leá también siente que es a causa de los traumas – la falta de amor que siente de Iaacov, e incluso el odio – que llegó a merecer hijos, como enfatiza al darle nombres, y su verdadera intención es aspirar a la verdad de que “vio Di-s que Leá era aborrecida, y abrió su vientre”[20]).

Leví, cuyo nombre expresa un deseo de unir y conectar – “Esta vez mi esposo se unirá a mí, porque le he dado tres hijos” – sufre la crisis social dentro de belleza[21] (tiferet), y no se mezcla con sus hermanos, a excepción de Shimon, su hermano mayor, con quien se une[22], lo que ilustra que aquellos que no encuentran su lugar en la sociedad a menudo optan por unirse específicamente con aquellos que dañan y son dañados.

En última instancia, crece a partir de esto para ser alguien que no se deja influenciar en absoluto por la presión social: no es parte de la esclavitud en Egipto,[23] circuncida a sus hijos incluso cuando todo Israel se abstiene de circuncidar a su descendencia en el desierto,[24] no participa en el pecado del becerro de oro, y permanece fiel a Di-s y a Moisés. Cuando llega el momento de heredar la tierra de Canaán, no recibe su propia tierra (una expresión tangible del sentimiento de “no tengo lugar en el mundo”), sino que se gana su porción honorablemente,[25] siendo disperso por la tierra, involucrado con todo Israel, y recibiendo bienes materiales de otros e influyendo en ellos espiritualmente[26].

Zabulón, que corresponde a la crisis del fracaso que se encuentra en victoria y reconocimiento, se siente desafortunado y fracasado. Los sabios relatan: Zabulón se queja de su suerte… Zabulón dijo ante el Santo Bendito Es: “Amo del Mundo, a mis hermanos Tú les diste campos y viñedos, y a mí me diste montañas y colinas. A mis hermanos Tú les diste tierras, y a mí me diste mares y ríos'”.

Y cuando Di-s le responde que en su porción está el tinte púrpura, las tripas y el vidrio blanco (en efecto, tiene buena fortuna), teme que no tendrá éxito[27] y que se lo arrebatarán: “Dijo ante Él: ‘Amo del mundo, ¿quién me garantizará [mi éxito]?'”

Y sobre esto, Di-s le responde que el éxito está asegurado, y el fracaso vendrá al que no le pague: “Esta será tu señal: el que te arrebate sin pagar, no tendrá éxito en su negocio”.[28] De hecho, al final, Zabulón se convierte en el comerciante más exitoso, con su red extendida por todo el mundo, y más allá de los beneficios materiales, que le permiten mantener a su hermano Isajar[29] y también dedicarse él mismo a la Torá,[30] es también un comerciante exitoso que reúne chispas de conversos de todo el mundo.

Isajar, que nació de la insistencia de su padre a su madre (aparentemente, no con la modestia convencional), refleja una crisis en la paz entre sus padres. Hereda los sentimientos de falta de amor y odio entre ellos.

De hecho, a partir de esto, se convierte en un erudito de la Torá, como está dicho: “Y de los hijos de Isajar, hombres que entendieron el entendimiento [el secreto de su madre Leá] de los tiempos, sabiendo lo que Israel [Iaacov-Israel, su padre] debía hacer”. Se convierte en un erudito de la Torá que sabe cómo rectificar los 28 “tiempos” que aparecen en el Libro de Eclesiastés y aportar equilibrio al hogar judío a través de las diferentes estaciones. A veces es “un tiempo para abrazar y un tiempo para abstenerse de abrazar”, y él se dedica a traer paz entre un esposo y una esposa.

En Iehuda encontramos el vacío existencial que se siente cuando, después de la venta de Iosef, se separa de sus hermanos. Siente que ya no tiene nada que hacer con su vida y se va a buscar fortuna con un hombre adulamita. Mientras todavía está en su crisis de vacuidad, engendra a Er y Onán (cuyos nombres están relacionados con la destrucción y el duelo) que pecan al manchar su pacto y mueren (reflejando su crisis, el sentimiento de falta de sentido en la vida)

Pero Di-s mismo dispone que Iehuda efectúe el levirato con su nuera, Tamar, para dar continuidad a Er y Onán y resucitarlos a través de Peretz y Zeraj,[31] sus hijos de Tamar y de quienes surgirá la verdadera y completa redención.[32] Su viaje es uno de un claro crecimiento postraumático.

Las crisis de Iaacov

De hecho, como ya se ha explicado, la crisis general que lo abarca todo es la crisis de da’at, el centro del sistema nervioso, que puede sufrir un colapso en diversos niveles. Por el lado de la santidad, asociamos esta crisis con Iaacov, el padre de los seis hijos, cuya vida entera estuvo llena de preocupaciones y crisis. De hecho, podemos encontrar las seis crisis que aparecen en sus hijos, en Iaacov:

  • Experimenta una crisis de desamor, hasta el punto de la alienación, porque su padre ama a Esav.
  • Sufre daño de Esav, su gemelo (que lo daña a él y a todos los que lo rodean).
  • No puede conectarse en absoluto con este mundo, el mundo de Esav (mientras que Esav parece llevarse bien con todos…), y se aísla como alguien que “mora en la tiendas”.
  • Es ingenuo y fracasado en los negocios (en los que no tiene interés, pero siente que, a los ojos de los demás, este es un problema grave para él).
  • No está casado y permanece soltero hasta los 84 años, sin paz en su hogar. Además de eso, su proceso de emparejamiento es complejo y difícil, y en muchos sentidos, también lo es su vida matrimonial. Como resultado, no encuentra sentido hasta que comienza a comprometerse en el establecimiento de la Casa de Israel.

Como se explicó en el artículo anterior de esta serie, la crisis de daat es un conflicto cuyo origen no está claro, y su rectificación se produce como resultado de: “Sabe de dónde vienes, a dónde vas y ante quién estás destinado a rendir cuentas”; reconociendo que la crisis es un punto de transformación, una decadencia de la que surgirá el crecimiento.

La crisis del daat es un punto en el camino del pasado al futuro. El pasado se convertirá en un futuro brillante cuando uno cumpla el llamado del versículo: “Alzaré mis ojos a las montañas, de donde vendrá mi ayuda”, con la confianza de que Di-s traerá la ayuda desde dentro de la crisis.

De hecho, el valor de “Iaacov” (יַעֲקֹב) es el mismo que el de “de dónde a dónde”, meain leain (מֵאַיִן לְאָן), así como el de 7 por 26, el Nombre esencial de Di-s Havaia – ante quien todos rendirán cuentas – el Nombre que designa la creación del ser a partir del no-ser (creación ex nihilo), el poder supremo del crecimiento, y una nueva realidad que se acerca rápidamente.

(basado en un shiur dado el 16 de Shevat 5785)


[1] Como vemos en el comienzo de la Torá, primero “y la tierra era caótica y vacía y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” y luego “Di-s dijo: ‘Hágase la luz’, y fue la luz”.

[2] Salmos 21:6, 96:6, 104:1, 111:3 y 1 Crónicas 16:27.

[3] Daniel 10:8

[4] Ver Shoftim 8:16 y el Targum Ionatan y Rashi allí.

[5] El valor de “da’at” (דָּעַת) es seis veces el valor de “de’a” (דֵּעָה), una forma equivalente de la palabra, lo que indica que da’at contiene todos los otros seis tipos de crisis.

[6] Zacarías 6:12

[7] Números 24:15.

[8] La fuente de la maldición que Bilam deseaba administrar sobre el pueblo judío son los atributos-aspectos de poder dentro de daat. Di-s transformó la maldición en una bendición al cambiar la fuente a los atributos de bondad dentro de daat (ver Deuteronomio 23:6).

[9] Hiljot Melajim 11:1; véase en detalle en Likutei Sijot vol. 18, segunda sijá sobre Balak.

[10] Avot 3:1

[11] Génesis 2:18. Véase Rashi en el versículo.

[12] El versículo dice: “No es bueno que el hombre esté solo, le pondré por ayudante frente a él” (לֹא טוֹב הֱיוֹת הָאָדָם לְבַדּוֹ אֶעֱשֶׂה לּוֹ עֵזֶר כְּנֶגְדּוֹ). El valor de estas palabras es 1333, que es 31 por 33. Hay 31 letras en esta frase, lo que significa que el valor promedio de cada letra es 33, que es el valor de la palabra “grande”, gadol (גָּדוֹל), aludiendo a la conocida declaración del Zohar (3:5a): “Un rey sin reina no es ni un rey ni es grande”, malka belo matronita lau ihu melej velau ihu gadol (מַלְכָּא בְּלֹא מַטְרוֹנִיתָא לָאו אִיהוּ מֶלֶךְ וְלָאו אִיהוּ גָּדוֹל).

[13] Ma’amarei Admur HaZaken 5565, 84b (ver también las notas de Rabí Nathan Shapira a Otzrot Jaim, 24).

[14] Deuteronomio 33:18.

[15] 2 Samuel 23:1.

[16] Rashi en Génesis 29:32 (segun Berajot 7b).

[17] Sefer Ietzirá 4:3 (ver el comentario del Gra allí y en la introducción del Raavad al Sefer Ietzirá).

[18] Berajot 7b y citado en Rashi ibid.

[19] Véase Bereshit Rabá 80:11.

[20] Génesis 29:31. Véase Ialkut Shimoni 873, que Leá era estéril, pero gracias a su trauma, Di-s alentó su crecimiento y abrió su vientre. En hebreo, la palabra “vientre”, rejem (רֶחֶם) significa “compasión”, y así, al abrir su vientre, Di-s abrió su compasión, el verdadero recipiente necesario para recibir de Iaacov, que corresponde a la sefirá de belleza (tiferet), cuya experiencia interior es la compasión.

[21] El valor de la “belleza”, tiferret (תִּפְאֶרֶת) es el valor triangular de Levi (לֵוִי), es decir, el triángulo de 46 – la suma de los números enteros del 1 al 46.

[22] Génesis 34:25; Ibíd. 49:5 (y Rashi allí).

[23] Shemot Rabá 5:16.

[24] Véase también Ibíd. 19:5 y otros lugares

[25] Rashi en Génesis 49:7.

[26] La capacidad de Leví para hacer frente a su trauma y crecer a partir de él es el rasgo especial de Iaacov (Génesis 32:11) “Estoy empequeñecido”, katonti (קָטֹנְתִּי), el cual él hereda. De hecho, su nombre ilustra la disminución de su menosprecio a sí mismo. Comienza con la letra más grande del alef-beit, la lamed (ל), pasa por la letra de tamaño mediano vav (ו) y termina con la letra más pequeña, iud (י).

[27] Zebulun teme inconscientemente que su mercancía sea vista como basura, zevel (זֶבֶל), otro significado de su nombre, Zebulun (זְבֻלוּן).

[28] Meguilá 6a.

[29] Bereshit Rabá 99:1.

[30] Ver Rashi en Génesis Deuteronomio 33:19

[31] Ver Sha’ar HaGilgulim 37. Sha’ar HaPesukim sobre Vaieishev.

[32] Bereshit Rabá 85:1. Mientras Iehuda sentía el sinsentido de la existencia y se ocupaba de casarse con la hija de Shua, el hombre adulamita, Di-s estaba ocupado creando la “luz [la revelación] del Mashíaj“.

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