PARASHAT BEHAALOTJA-  ALIÁ POR ALIÁ

Menorá del Templo Sagrado de Ierushalaim

ayúdanos a difundir la dimensión interior de la torá

PRIMERA LECTURA:

NUESTROS CUERPOS, NUESTRAS ALMAS Y LA MENORÁ

וְזֶ֨ה מַעֲשֵׂ֤ה הַמְּנֹרָה֙ מִקְשָׁ֣ה זָהָ֔ב עַד יְרֵכָ֥הּ עַד פִּרְחָ֖הּ מִקְשָׁ֣ה הִ֑וא כַּמַּרְאֶ֗ה אֲשֶׁ֨ר הֶרְאָ֤ה י־הוה֙ אֶת מֹשֶׁ֔ה כֵּ֥ן עָשָׂ֖ה אֶת הַמְּנֹרָֽה

 (במדברח,ד)

Esta fue la elaboración de la Menorá: una obra de oro labrada a martillo… de acuerdo con la forma que Dios le había mostrado a Moisés, así construyó la Menorá

(Números 8:4)

¿Qué hace que la Menorá dorada del Templo sea un símbolo judío tan conocido y querido? Primero, la Menorá es verdaderamente hermosa. Su diseño, descrito en detalle en la Torá y adornado con decoraciones como copas, botones y flores, enfatiza su atractivo estético. La Torá dedica especial atención a la Menorá, particularmente en los primeros versículos de nuestra parashá. Además, en la profecía de Zacarías la Menorá ocupa un lugar destacado.[1]

Tu cometido es más mayor que el de ellos

que el de ellos, porque tú encenderás y prepararás las velas [de la Menorá]”.[2] El Rambán interpreta esto como una alusión a Janucá, cuando las velas de la Menorá ardían milagrosamente más allá de los límites del tiempo. Las velas de Janucá perpetúan la luz de la Menorá, en cada lugar y en cada época. La Menorá simboliza la “luz eterna de Israel” y, por lo tanto, es un símbolo claramente judío.

Examinemos los versículos de la primera lectura de nuestra parashá: “Cuando enciendas las velas, las siete velas proyectarán su luz hacia la parte frontal de la Menorá… Así se hizo la Menorá: una obra de oro martillada… de acuerdo con la forma que Dios le había mostrado a Moisés, así construyó la Menorá”.

Estos versículos incluyen cuatro temas: 1) La elevación/encendido real de las velas. 2) La posición de las velas de modo que miren hacia el frente de la Menorá, lo que significa que apunten hacia el eje central de la Menorá (según Rashi). 3) La Menorá está labrada a martillo (es decir, está elaborada a martillo desde una única pieza de oro y no de piezas). 4) La Menorá fue hecha después de la visión que Dios le mostró a Moisés.

Cuerpo y alma

Comencemos con el cuerpo de la Menorá: “Esta fue la elaboración de la Menorá: una obra de oro a martillo”. Toda la Menorá fue hecha de un solo trozo de oro que servía como una fuente común a partir de la cual todas las partes de la Menorá fueron fundidas como un solo cuerpo. Las partes nunca se separaron, sino que fueron martilladas o esculpidas a partir de ese trozo original. Del mismo modo, el pueblo de Israel comparte una única fuente común fundamental, conocida como el cuerpo judío. Estamos acostumbrados a hablar del alma judía, pero la dimensión interior de la Torá enseña que Dios elige el cuerpo del judío, aunque aparentemente no hay diferencia entre el cuerpo de un judío y el de un no judío.

Los sabios dicen que a Moshé le resultó difícil hacer la Menorá – las palabras para “dificultoso” hitkashá (התקשה) y “una pieza”, maksha (מקשה) son afines entre sí – hasta que Dios le mostró la visión de una “Menorá de fuego”. Del mismo modo, ver la virtud especial del cuerpo judío es realmente difícil, solo Dios puede mostrar esto. Se podría decir que la virtud especial del “cuerpo” judío también puede identificarse con la palabra que significa “una sola pieza” (מקשה), es decir, con la dureza, terquedad y la testarudez en su creencia en Dios.

Por lo tanto, “la elaboración de la Menorá” ilustra la unidad de Israel. Todos somos judíos (testarudos – otra buena razón para elegir la Menorá como símbolo. Esta explicación del símbolo de la Menorá corresponde al Mundo inferior de la Acción y la hei inferior del Nombre esencial de Dios, Havaiá.

Del cuerpo pasamos a las velas, la parte dinámica de la Menorá. Las siete velas corresponden a las almas de Israel, que se pueden dividir principalmente en siete tipos, correspondientes a los siete atributos emocionales del alma. Cada alma tiene su luminosidad única, como se describe en varias fuentes: hay almas que pertenecen a la bondad, otras que pertenecen al rigor, etc. Por el contrario, el cuerpo del pueblo judío es uno, compartido por todos en partes iguales.

Aarón, el Sumo Sacerdote, enciende las velas, lo que la Torá describe como “elevar las velas”. Del mismo modo, el tzadik ayuda a cada persona a encontrar su color y luz especiales. De la elección de la Torá de la expresión de que las velas deben ser “elevadas”, aprendemos que las velas deben ser encendidas “hasta que la llama se eleve por sí misma”. El tzadik ciertamente asiste y dirige, pero cada persona debe hacer su propio trabajo personal por ella misma. Las siete velas demuestran la unidad de Israel, pero esta vez una unidad en la que se ven muchos matices. Esta explicación de la Menorá corresponde al Mundo de Formación, donde hay diversidad y diferentes direcciones (y a la vav del Nombre esencial de Dios, Havaiá).

Un propósito y una chispa de Moisés

Todas las llamas de las velas apuntan en la misma dirección, “hacia el frente de la Menorá”. Dado que las siete velas son todas tipos de almas de Israel, cada una con su modo único de servicio, entonces el hecho de que todas miren en la misma dirección muestra que al final todos tenemos un objetivo común – iluminar el mundo con la luz de la Torá y la santidad, hasta que nos convirtamos en “una luz para las naciones”. Este es otro nivel de unidad. No solo “todos somos judíos” (una sola pieza), no solo diferentes estilos unidos, sino un objetivo común. Esta explicación de la Menorá corresponde al Mundo intelectual de la Creación, la sefirá de entendimiento, y la primera hei en el Nombre esencial de Dios, Havaiá.

Finalmente, la Menorá fue moldeada de acuerdo con “la visión que Dios le mostró a Moisés”: una Menorá de fuego. Hasta ahora, hemos buscado significados cada vez más elevados en torno a la Menorá, significados que podemos comprender y con los que podemos relacionarnos al aumentar nuestro entendimiento. Pero hay un nivel de entendimiento de la elaboración de la Menorá que viene completamente de Arriba. La Torá relata que Moshé ve la realidad a través de su nivel único de profecía,[3] descrito por los sabios como mirar “a través de un cristal transparente”. El Alter Rebe explica que esto signific a que Moshé ve la realidad desde la perspectiva de Dios.[4]

Aun así, en cada judío hay una chispa de Moisés, y así cada uno de nosotros ve un pedazo de la Menorá de fuego, y así todos nos unimos en nuestra raíz con Dios. Esta explicación corresponde al Mundo de Emanación – donde sólo existe la conciencia Divina – y a la iud en el Nombre esencial de Dios, Havaiá.

QUINTA LECTURA:

 EL REGRESO DE LAS ALMAS PERDIDAS

וְנָסַ֗ע דֶּ֚גֶל מַחֲנֵ֣ה בְנֵי־דָ֔ן מְאַסֵּ֥ף לְכָל־הַֽמַּחֲנֹ֖ת לְצִבְאֹתָ֑ם

(בהעלתךי,כה)

“Entonces partió el estandarte del campamento de los hijos de Dan, la retaguardia de todos los campamentos, cada uno según sus tropas…”

(Números 10:25)

“Entonces se puso en marcha el estandarte del campamento de los hijos de Dan, la retaguardia de todos los campamentos, cada uno según sus tropas…”[5]

Venasá deguel majané bnei Dan measef lecol hamajanot letsivotam

וְנָסַע דֶּגֶל מַחֲנֵה בְנֵי דָן מְאַסֵּף לְכָל הַמַּחֲנֹת לְצִבְאֹתָם

Rashi explica: “Debido a que la tribu de Dan estaba abundantemente poblada, viajaba en la retaguardia, y todos los que habían perdido algo, se lo devolvían”. El Jizkuni explica que la tribu de Dan también se encargaría de las personas que se habían perdido, devolviéndolas a su lugar.

Desde la perspectiva de la dimensión interior de la Torá, la tribu de Dan no solo ayuda a aquellos que han perdido físicamente su camino, sino también a aquellos que han perdido su camino espiritualmente. Estos son los individuos que en la guerra con Amalek fueron los primeros en ser atacados, “Recuerda de lo que Amalek te hizo… atacó a todos los rezagados de tu retaguardia.[6] Por lo tanto, la palabra traducida como “cada uno según sus tropas” sugiere que los rezagados que habían perdido su camino espiritual, fueron devueltos a “sus tropas”, letzivotam (לְצִבְאֹתָם), es decir, a su “verdadera naturaleza”, tzivionam (צִבְיוֹנָם).

¿Qué tiene de especial Dan que le hace capaz de devolver a los que están perdidos? La tribu de Dan representa a los judíos sencillos y sinceros, aquellos que no tienen un linaje especial u otro atributo elevado. La tribu de Dan es descrita como “una de las tribus más bajas”[7], min haierudin shebashevatim (מִן הַיְרוּדִין שֶׁבַּשְּׁבָטִים). Son precisamente los judíos sencillos los que ayudan a encontrar el camino de vuelta al Yiddishkeit. De hecho, por lo general suelen ser los individuos sabios, talentosos y de alto linaje los que tienden a flaquear a causa de preguntas y dilemas intrincados y eventualmente acaban abandonando el camino recto de la Torá. Hasta que el judío sencillo, que camina con sinceridad y seriedad sencillas, sin pretensiones, llega y devuelve al desconcertado al sendero.

Dan tuvo un hijo, Jushim. Jushim – cuyo nombre significa literalmente “sentidos”, a pesar de que era sordomudo – era un judío sencillo, un individuo seriamente comprometido, que no abrigaba ninguna maquinación. Veía las cosas con claridad y sin complicaciones. Destaca una historia sobre él. Cuando los 12 hijos de Iaacov fueron a enterrarle en la Cueva de los Patriarcas en Jebrón, Esav apareció y reclamó que la parcela le pertenecía. Las tribus enviaron a Neftalí corriendo de regreso a Egipto para recuperar el contrato que Esav había firmado, entregando una parcela adicional a Iaacov. Sin embargo, Jushim no podía entender qué estaba retrasando el funeral de su abuelo y usó su espada para cortar la cabeza de Esav.[8]

Jushim (חֻשִׁים) es también una permutación de “Mashíaj” (מָשִׁיחַ), lo que sugiere que la llegada del Mashíaj y la redención completa dependen de la devolución de todas las almas perdidas del pueblo de Israel, como se afirma en los profetas: “Y los errantes que están en la tierra de Asiria… volverán y adorarán a Dios en el monte santo, en Jerusalén”.[9]

SEXTA LECTURA:

 LA TORÁ Y LA CIENCIA, ELDAD Y MEIDAD

וַיָּ֣רָץ הַנַּ֔עַר וַיַּגֵּ֥ד לְמֹשֶׁ֖ה וַיֹּאמַ֑ר אֶלְדָּ֣ד וּמֵידָ֔ד מִֽתְנַבְּאִ֖ים בַּֽמַּחֲנֶֽה

(בהעלתךיא,כז)

“El joven salió corriendo y advirtió a Moisés, diciendo: ‘¡Eldad y Meidad están profetizando en el campamento!”

(Números 11:27)

Nuestra lectura relata que Moisés reunió a setenta sabios en torno de la Tienda de Reunión, les imbuyó con su espíritu y comenzaron a profetizar. Sin embargo, dos hombres llamados Eldad y Meidad, que no estaban entre los setenta y no se reunieron alrededor de la tienda, de repente comenzaron a profetizar también:

Dos de los participantes, uno llamado Eldad y el otro Meidad, habían permanecido en el campamento; sin embargo, el espíritu descansó sobre ellos – estaban entre los anotados, pero no habían salido a la tienda – y hablaron profetizando en el campamento.

El joven salió corriendo y se lo contó a Moisés, diciendo: «¡Eldad y Meidad están profetizando en el campamento!»

Y Iehoshua, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde su juventud, tomó la palabra y dijo: «¡Señor mío Moisés, detenlos!»

Pero Moisés le dijo: “¿Estás alterado por mi causa? ¡Ojalá todo el pueblo de Dios fuera profeta, que Dios pusiera espíritu sobre ellos!”[10]

 

La historia de Eldad y Meidad

¿Qué ocurre? Los sabios relatan que Moshé tenía un problema: tenía que elegir a setenta ancianos de doce tribus, pero el número 70 no se divide uniformemente entre 12. Por lo tanto, Moisés pidió a cada tribu que nombrara a seis ancianos distinguidos, a excepción de dos tribus que nombrarían solo a cinco, lo que elevó el conteo total a setenta y dos. Puesto que ninguna tribu estaba dispuesta a nombrar solo a cinco, Moisés les dijo a todos que nombraran a seis, y llevó a cabo una lotería: en setenta papeletas escribió “Anciano” y dejó dos papeletas en blanco. Eldad y Meidad estaban entre los que sacaron una papeleta con la palabra “Anciano” (este es el significado de la frase “y estaban entre los anotados”), lo que indica que fueron escogidos divinamente para estar entre los setenta. Sin embargo, finalmente optaron por renunciar al honor, diciendo: “No somos dignos de esta grandeza”, y en su lugar, se nombró a los dos ancianos que sacaron las papeletas en blanco.[11] Otro detalle que aporta el Midrash es que Eldad y Meidad no eran otros que los hermanos de Moisés, hijos de Iojeved de su segundo marido.[12]

Ahora bien, debido a que inicialmente no sólo eran dignos de profecía, sino que también estaban dotados de una humildad extraordinaria, a pesar de haber renunciado al honor de figurar entre los setenta ancianos, el espíritu de profecía descansó sobre Eldad y Meidad. Además, su profecía era única y superior a la que descansaba sobre los ancianos: Eldad y Meidad profetizaron “en el campamento”, es decir, en los espacios públicos y entre el pueblo, no en la sagrada Tienda de Reunión. Su profecía no pasa por el canal “oficial” de la Tienda de Reunión, sino que emerge en la periferia, entre la gente sencilla. Además, su profecía se refería a la entrada en la Tierra de Israel y el destino de Moisés y Iehoshua: “Moisés morirá, y Iehoshua traerá a Israel a la Tierra”.

Inicialmente, esta profecía parece amenazar el orden de autoridad existente, por lo que Iehoshua busca encarcelar a estos profetas ‘rebeldes’. Pero Moisés le detiene, diciendo: “¿Estás celoso por causa de mí? ¡Ojalá todo el pueblo de Dios fuera profeta, que Dios pusiera Su espíritu sobre ellos!” De hecho, mientras que la profecía de los ancianos se describe en tiempo pasado, “y profetizaron”, se dice de Eldad y Meidad que están “profetizando”, de lo cual el Talmud deduce que “continúan profetizando para siempre” – su profecía es eterna.

La intrahistoria

Según la Cabalá, mientras que los setenta ancianos representan la “mente” o el “corazón” de la Torá, escondido en su interior, Eldad (אלדד) y Meidad (מידד), como sugieren sus nombres (ambos nombres terminan con el sufijo דד), representan los dos “pechos” de la Torá, dadim (דדים) que transmiten abundancia desde el interior hacia el exterior[13] (como se insinúa en el verso, “Una cierva amorosa, una grácil gacela, deja que sus senos te satisfagan en todo momento”[14]).

Por lo general, Eldad y Meidad suelen mencionarse juntos, y no se hace ninguna distinción entre ellos. El Talmud incluso afirma que profetizaron “la misma profecía en una simultáneamente”.[15] Sin embargo, la analogía con los senos revela una diferencia: Eldad se identifica con el seno derecho, que representa el descenso de la abundancia desde arriba hacia abajo, mientras que Meidad se identifica con el seno izquierdo, que representa el ascenso de la abundancia desde abajo hacia arriba.[16] Aunque su profecía es una, se nutre de dos fuentes opuestas: Eldad hace descender profecías de los Cielos, mientras que Meidad las extrae de lo mundano.

Estos dos movimientos – de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba – son exactamente paralelos a los movimientos de las aguas superiores e inferiores, que sirven como modelo básico de la Torá para la división original entre la sabiduría divina y la sabiduría mundana. Las aguas superiores que están por encima del firmamento, creadas en el segundo día de la Creación, traen la abundancia hacia abajo, mientras que las aguas inferiores que se encuentran debajo del firmamento elevan el conocimiento mundano recogido por la humanidad de la Naturaleza. Por lo tanto, Eldad y Meidad pueden ser vistos como encarnando, respectivamente, la Torá (de arriba hacia abajo) y la ciencia (de abajo hacia arriba) cuando operan en armonía y unidad. Eldad trae la sabiduría de Dios, la Torá, abajo, y Meidad trae la sabiduría de la ciencia, arriba.

Curiosamente, una antigua costumbre judía[17] sugiere comenzar a amamantar por el lado izquierdo, otro indicio de que cuando la Torá y la ciencia se unifican, la ciencia es lo primero en el orden de consideración.

Conclusiones sobre la unificación de la Torá y la Ciencia

Esta interpretación del relato sobre Eldad y Meidad arroja nueva luz sobre la visión de unir la Torá y la ciencia. En primer lugar, nos enseña que este emprendimiento no comienza en la “Tienda de Reunión”, refiriéndose al mundo tradicional de la ieshivá, que sirve como la tienda de Torá, sino más bien “en el campamento”, fuera de las ieshivot. Por otro lado, no surge de la gente práctica común, refiriéndose a los científicos en las universidades, ya que Eldad y Meidad estaban a punto de estar entre los setenta ancianos, es decir, los rabinos en una ieshivá.

Más bien, la tarea de unificar la Torá y la ciencia es fruto del pensamiento de individuos que son “forasteros” de ambas direcciones, quienes, debido a su interés en la ciencia, no se sienten completamente a gusto en la ieshivá, y debido a ser hombres y mujeres de Torá, no se sienten a gusto en la universidad. Eldad y Meidad encarnan una combinación única de la modestia y humildad de los eruditos de la Torá (insinuada por la modestia de los senos) y la irrupción para profetizar en el campamento (como exponer el seno para amamantar, lo que implica ser pionero). Esta combinación les otorga el mérito de traer nuevas profecías al mundo, conectando la sabiduría del cielo y la tierra, la Torá y la ciencia.

No es casualidad que su profecía se centrara en la entrada a la Tierra de Israel, que aún estaba en el futuro en ese momento, concretamente en el cambio de liderazgo que requeriría: la muerte de Moisés y Iehoshua ocupando su lugar. Su mensaje está ligado a la redención de Israel y a la conexión de su Torá espiritual que les fue dada en el desierto con la vida práctica encarnada en la Tierra de Israel. Esto requiere un cambio de liderazgo, un cambio de ‘mentalidad’.

La Halajá instruye que quien entra en el Beit Midrash debe decir: “Que sea Tu voluntad, Havaiá mi Dios, que no ocurra ningún percance a través de mí, y que no tropiece en ningún asunto de halajá“: en el estudio y la enseñanza de la Torá, uno debe ser muy cauteloso con los errores. ¿Qué pasa con Eldad y Meidad, que hacen el movimiento opuesto, desde el Beit Midrash hacia afuera? ¿Qué oración ofrecen al partir? La respuesta está escondida en la conclusión del versículo que citamos anteriormente: ” Una cierva amorosa, una grácil gacela, deja que sus senos te satisfagan en todo momento, embriágate siempre en su amor”.[18]

La expresión “embriágate siempre con su amor” también puede interpretarse como una bendición para cometer errores[19] en el estudio de la Torá y así aprender, del mismo modo que la ciencia progresa a través del ensayo y error. A la luz de esto, podemos conjeturar que la plegaria de Eldad y Meidad es exactamente lo opuesto a la oración del estudiante de ieshivá: en el espíritu de la ciencia, rezan para merecer cometer errores y equivocaciones, sabiendo que a través de esto alcanzarán los entendimientos más elevados, la sabiduría de la Tierra de Israel.


[1] Zacarías 4:1-14.

[2] Midrash Tanjuma, Beha´alotja 5

[3] Deuteronomio 34:10.

[4] La interpretación jasídica de la frase, “Él contempla la imagen de Dios”, utemuná Havaia iabit (וּתְמֻנַת י-הוה יַבִּיט), que aparece en la sexta lectura de nuestra parashá (Números 12:8).

[5] Números 10:25.

[6] Deuteronomio 25:17-18.

[7] Rashi en Éxodo 35:34.

[8] Sotá 13a.

[9] Isaías 27:13.

[10] Números 11:26-29.

[11] Rashi en el v. 26.

[12] Targum Ionatán Ibíd.

[13] Sha’ar HaHakdamot 41:2. Sha’ar HaPesukim, Beha’alotja 8.

[14] Proverbios 5:19.

[15] Sanhedrín 17a.

[16] Likutei Torá del Arizal, Beha’alotja.

[17] Tzava’at Rabi Iehuda HaJasid.

[18] Proverbios 5:19.

[19] Véase Metzudat Tzion sobre ibíd. Véase también Raavad en Hiljot Teshuvá 10:6.

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