LA SANGRE
La primera de las Diez Plagas es la sangre. El agua del Nilo y de sus alrededores se transformó en sangre. De todas las plagas, ésta es la más milagrosa porque implica la transformación de un material en otro. Y para el caso, fue la transformación de un elemento inorgánico – el agua – en una mezcla orgánica – la sangre.
Para apreciar mejor lo que implicó espiritualmente esta transformación, presentemos uno de los partzufim (modelos) más básicos y útiles. La Mishná dice: “Hay siete líquidos: rocío, agua, vino, aceite, sangre, leche y miel de abeja”.[1] Estos siete líquidos acondicionan un objeto, en particular una semilla, para recibir impureza (tumá). Puesto que hay siete líquidos, es lógico que debamos corresponderlos con las siete sefirot inferiores, desde bondad hasta reinado.
La correspondencia completa es la siguiente:
Poder-Guevurá גְּבוּרָה Vino | Bondad-jesed חֶֶסֶד Agua |
Belleza-tiferet תִּפְאֶֶרֶת Rocío | |
Agradecimiento-hod הוֹד Sangre | Victoria-netzaj נֶצַח Leche |
Fundamento-iesod יְסוֹד Aceite | |
Reinado-maljut מַלְכוּת Miel |
Exploremos este partzuf:
El agua corresponde a bondad, una conexión clara que aparece numerosas veces en la dimensión interior de la Torá. Abraham es el alma arquetípica de bondad y su motivador interior del amor. Dado que bondad corresponde tanto al amor como al agua, aprendemos que, así como la vida vegetal crece con el agua, así las personas crecen con amor. De hecho, el mismo Abraham se asocia con el agua en la oración litúrgica para la lluvia: “Recuerda al patriarca [Abraham] que fue llevado tras Ti [Di-s], como agua”.
El vino se asocia normalmente con la sefirá de entendimiento, que está situada por encima de poder en el eje izquierdo, ya que el vino trae alegría (cuando se consume correctamente). El vino que trae alegría es el vino tinto y la sefirá de poder también se asocia con el tinto.
El rocío está particularmente conectado con la Torá, como dicen los sabios: “Aquel que se ocupa de las palabras de Torá, el rocío de la Torá lo vivifica”.[2] Es bien sabido que el pilar de la Torá es el eje central de las sefirot, y que la Torá misma corresponde específicamente a la sefirá de belleza (tiferet).
La leche se asocia con los lactantes. En la Torá es el nutriente más importante para un bebé en crecimiento. El mayor estirón se produce durante los dos primeros años de vida, una época que los sabios describen como la mejor para amamantar leche. Al igual que el agua, situada por encima de la leche, es un catalizador para el crecimiento, la leche es el mejor alimento para el crecimiento del bebé.
La sangre, como el vino, es roja y, por lo tanto, pertenece al eje izquierdo, justo debajo del vino.
En Cabalá, el aceite se asocia con el fundamento del principio del padre (Aba) y por lo tanto lo correspondemos con fundamento.
Finalmente, la miel corresponde a la sefirá de reinado. Una de las hermosas alusiones a esta correspondencia es que las iniciales de “miel” (דְּבַשׁ) en hebreo deletrean los nombres de David y Batsheva (דָוִד בַּת שֶׁבַע), con David como el alma arquetípica del reino.
Del agua a la sangre
Ahora podemos usar nuestra correspondencia y observar que transformar el agua en sangre significa pasar de la sefirá de bondad a la sefirá de agradecimiento, hod (הוד). Esto representa el resonante eco de gratitud y aquiescencia que uno debe sentir al ser el receptor de un acto de bondad. A esto se alude en la letra inicial de la palabra “sangre”, que es la letra dalet (deletreada דַלֶת), que se explica en otros lugares como un acrónimo de “saber dar gracias” (דַע לוֹמַר תוֹדָה).
En la vida hay casos particularmente extremos en los que se requiere que una persona agradezca la máxima benevolencia de Di-s frente a un desastre personal. Tal era la posición de Aarón cuando dos de sus hijos, Nadav y Avihu, fueron muertos mientras servían en el Tabernáculo porque introdujeron una fuente ajena de fuego en el altar. La Torá describe la reacción de Aarón como: “Aarón permaneció en silencio”. Aarón reconoció claramente que, a pesar de todo su amor por sus hijos, Di-s era justo y benevolente. Pero la palabra hebrea para “permaneció en silencio”, Vaidom (וַיִדֹם), que está gramaticalmente relacionada con sangre.
Cuando Di-s ordenó a Moshé y a Aarón que transformaran las aguas egipcias en sangre, instruyó que fuera Aarón quien realmente realizara la transformación. Los sabios explican que Moshé no podía golpear las aguas por sí mismo, ya que fue el destinatario de su bondad cuando, siendo un bebé, fue arrastrado por el Nilo en una pequeña arca. Así que, en cierto sentido, incluso el hecho de que la plaga fue infligida por Aarón y no por Moshé refleja la sencillez del agua convertida en sangre, o el agradecimiento que se dan a cambio de bondad.
Cuando la bondad está por encima y más allá de toda medida, la gente a veces dice: “Te debo mi vida”. Esta expresión también expresa cómo la sangre, y ofrecer la sangre, símbolo de fuerza vital y vitalidad, o convertirse en “hermanos de sangre”, se considera un tributo apropiado en respuesta a la bondad.
[1] Mishná Majshirin 6:4.
[2] Ialkut Shimoni Devarim §824