EXISTENCIA, SUFRIMIENTO Y SOCIEDAD

Pregunta:

Para empezar ¿por qué existimos? No importa cuál sea la razón de Dios para crearnos, ¿por qué nos creó de tal manera que tenemos que sufrir? ¿Por qué los humanos tienen que tratar de existir juntos?

Respuesta:

La Voluntad de Dios

Lo primero que hay que reconocer es que el Infinito (Dios) tiene una voluntad, y la esencia interna de Su voluntad es revelar Su trascendencia de la paradoja y la omnipotencia permitiéndoLe morar Su naturaleza infinita dentro de la realidad finita, creando lo que se conoce como “el verdaderamente ilimitado dentro de lo limitado” (los sabios rabínicos llamaron a esto, “una morada abajo”). Con este fin, Dios creó al hombre que es una creación finita (es decir, el hombre no es ilimitado ni omnipotente).

Existencia finita y sufrimiento

Es porque el hombre es finito que experimenta el sufrimiento (en hebreo, los verbos para “sufrimiento”, sevel [סבל] y para “finito”, gbal [גבל] son fonéticamente similares). El sufrimiento experimentado tiene dos fuentes principales, pero en ambos casos, el sufrimiento es el resultado de un intento de expandir estos límites de una manera impropia y profana.

La primera fuente de sufrimiento en la vida surge del impulso del individuo por expandir su ego sin límites. Un individuo rectificado y temeroso de Dios posee verdadera humildad y no siente la necesidad de nutrir e inflar su “sentido de sí mismo”. Así, el individuo rectificado no experimenta las barreras impuestas por ser un ser finito, pues en realidad son sólo barreras contra la expansión del orgullo propio, el sentimiento de importancia, etc. El individuo rectificado sólo se deleita y disfruta de la luz [es decir, la revelación] de Dios y no tiene experiencia de sufrimiento. Además, un individuo humilde respetará los límites y fronteras de los demás. En este sentido, la Torá nos ordena: “No comprometas los límites de tu prójimo” (Deuteronomio 19:14), que literalmente se refiere a los límites de la propiedad de tu prójimo, pero también se refiere a desafiar sus límites espirituales y psicológicos.

Estas barreras personales e individuales también incluyen el cuerpo, que según la profecía de Ezequiel se compone de cuatro elementos: huesos, tendones, carne y piel (veáse Ezequiel 37:1-14). En su profecía, Ezequiel vio estos cuatro elementos unirse y formar un cuerpo humano y luego vio cómo el aliento de vida entró en ese cadáver y le dio vida. Los cuatro elementos corresponden a las cuatro letras del Nombre esencial de Dios, Havaia (Iud, Hei, Vav, Hei), en orden, y el aliento de vida que entró corresponde a la “punta de la Iud“, o la corona. De esta profecía se deduce que la última barrera o límite en el cuerpo humano es la piel, que es el órgano afectado por la única enfermedad descrita en detalle en la Torá, la enfermedad conocida como tzara’at (ver Levítico cap. 13 y siguientes). La palabra hebrea para “aflicción”, nega (נֶגַע) es una permutación de la palabra “placer”, oneg (עֹנֶג), y, por lo tanto, es en la barrera de la piel donde el placer de la revelación de Dios que debería haber sido su suerte, se transforma en una aflicción derivada de la sobre-expansión del ego.

La palabra para “finito”, gbul (גְּבוּל), que hemos estado analizando, también significa la frontera o límite de un estado o país, lo que nos lleva a la segunda fuente de tremendo sufrimiento en nuestro mundo. No es sólo el individuo individual que trata de expandir su “sentido de importancia personal” y “autovaloración” lo que en última instancia le causa sufrimiento. Cuando le sucede lo mismo a un rey u otro líder, los resultados pueden provocar dolor y sufrimiento no solo para un solo individuo, sino para toda una nación. Al igual que la piel, que actúa como frontera entre el cuerpo del individuo y su entorno (actuando para impedir la entrada de gérmenes no deseados, etc.), las fronteras de una nación, que incluyen tanto las fronteras físicas con otras naciones como los límites de la influencia de una nación en su vecinos y personas que podrían estar a medio mundo de distancia, pueden ser positivos. Sin embargo, la búsqueda de aumentar su “honor” o “dignidad” nacional ha sido la raíz de todos los conflictos y guerras entre naciones, causándoles a ellos y a otros gran parte del dolor y sufrimiento que se siente en este mundo.

La importancia de la sociedad

Durante el curso de nuestra existencia en este mundo, que es el mundo más bajo de todos los mundos posibles, se nos confía una gran cantidad de tareas para revelar lo infinito en lo finito y lo ilimitado en lo limitado. Muchas de estas tareas no pueden realizarse en solitario y requieren los esfuerzos conjuntos de varias personas para llegar a una conclusión exitosa. Esto es similar a la descripción de la Torá de la piedra que cubrió el pozo en Harán (véase Génesis 29:2-10). Mover la piedra para sacar el agua requirió la cooperación de muchos pastores que se juntaron para dar de beber a sus rebaños. De hecho, de vez en cuando, puede haber un gran tzadik – un individuo piadoso – que representa una faceta particular del Mashíaj, el redentor, que puede mostrar poderes sobrenaturales (es decir, canaliza el infinito a través de él) y puede mover la piedra. por sí mismo; todo esto se explica extensamente en las obras jasídicas, las enseñanzas del Ba’al Shem Tov.

Esta necesidad de cooperar y trabajar juntos es la razón por la cual el hombre fue creado con el propósito de ser “político”, con la capacidad de unirse a los demás para buscar el bien común. La primera demostración de “lo infinito que habita en lo finito”, o la tarea de hacer para Dios una morada aquí abajo, se logra cuando todos (toda la humanidad) merezcamos un rey piadoso y justo (el Mashíaj) que nos unirá como un todo para que podamos traer lo ilimitado a lo limitado: el objetivo expreso de todos los mandamientos de nuestra sagrada Torá.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *