Rabi Elimelej, el santo rabino de Tosh (Nyírtass), era el hijo del fundador de la dinastía Tosh, Rabi Meshulam Feish Segal-Lowy. Cuando Rabi Meshulam falleció el 28 ºde Sivan, 5633 (1873), Rabi Elimelej era todavía un niño. Su cuñado, Rabi Iehosef Rotenberg de Koson (Mezőkaszony), sucedió a su padre. Mientras tanto, Rabi Elimelej se sumergió en el estudio de la Torá en la casa de su cuñado. Se casó con la hija de Rabi Itzjak Isaac Weiss, gran rabino de Svaliava (en el oeste de Ucrania). Después de su matrimonio, él y su esposa se fueron a vivir cerca de sus padres en Muncatsch (Mukajevo). En 5658 (1897), Rabi Elimelej fue designado sucesor de su padre en Tosh, con el apoyo de su mentor, Rabi Eliezer de Komarna. Rabi Elimelej falleció el 23 de Kislev, 5703 (1943).
Cuando Rabi MeirIYosef de Kerestir (Bodrogkeresztúr) se casó con su hermana (después de la muerte de su padre), el santo rabino Elimelej de Tosh participó en la fiesta tradicional de Sheva Berajot en honor de los novios y se le dio el honor de recitar las bendiciones. Cuando llegó a la séptima bendición final, dejó la copa de vino sobre la mesa, se levantó y comenzó a bailar ante la novia. Es una antigua costumbre que el tzadik baile enfrente de la novia, cada uno sosteniendo un extremo de una cuerda o cinturón. Uno de los invitados preguntó: “¿En qué estaba pensando el santo Rebe durante el baile?” Otro invitado respondió que el Rebe estaba muy feliz de que una niña huérfana se hubiera casado. Cuando alcanzó la séptima bendición, su alegría se desbordó y se levantó para bailar.
Cuando Rabi Meir Iosef de Kerestir casó a su hija mayor, el santo Rebe Elimelej de Tosh participó en la boda. Bailó la danza de la mitzvá ante la novia, con un cigarro en la boca, durante toda una media hora. Bailó con un fervor tan santo que la multitud que lo rodeaba quedó hipnotizada, sin apartar los ojos de él, a pesar de que no eran sus jasidim.
En ambas historias sentimos la afinidad especial de Rabi Elimelej por llevar alegría a los novios. En particular, al Rebe le gustaba la ‘danza de la mitzvá‘, o mitzva tanz, en la que los parientes cercanos y los invitados importantes bailan ante la novia. Podemos decir que cada ‘Elimelej’ a lo largo de las generaciones es una reencarnación del primer Elimelej de la historia: Elimelej el esposo de Naomi del Rollo de Rut. En cada una de sus versiones actualizadas, por así decirlo, rectifica algo más de su primera encarnación.
Así es como podemos entender el gozo de Rabi Elimelej en la boda de la novia huérfana: El primer Elimelej murió antes de casar a sus dos hijos y fue el Rebe Elimelej de Tosh quien completó lo que faltaba del gozo del primer Elimelej. Por lo tanto, el Rebe Elimelej de Tosh es en realidad Elimelej, el suegro de Rut, quien fue uno de los líderes de su generación, bailando la danza de la mitzvá ante sus dos nueras, Rut y Orpá.
Si bien es fácil entender por qué el Elimelej bíblico habría querido bailar ante Rut (ella eventualmente se convirtió en la bisabuela del rey David), ¿por qué pensaríamos que él habría querido bailar ante Orpá, la madre de Goliat?
Es aquí donde debemos presentar lo que es un tema común en el pensamiento jasídico: que incluso aquello que termina manifestándose como mal puede, en su raíz, ser bueno. El orden de las cosas es que primero se manifiesta la versión negativa, incluso maligna, de un comportamiento o idea, o cualquier otra cosa. Solo más tarde podemos identificar la versión positiva y buena de esa misma cosa. Esto se conoce como el principio de “la cáscara precede al fruto”, basado en la experiencia de que no se puede llegar al dulce núcleo interno de una fruta sin pasar primero por la cáscara o cubierta externa, generalmente amarga y no comestible.
En este caso particular, de las dos hermanas Orpá tenía mayor potencial que Rut. Se puede encontrar una alusión a esto en sus nombres. En el nombre de Orpá, la segunda letra es un reish, la primera letra del nombre de Ruth. Esta reish luego se expande en el nombre completo de Ruth (רות). Pero, aunque la cáscara se revela primero, no puede convertirse en la forma rectificada de sí misma. Su potencial permanece desaprovechado y sin desarrollar. A pesar de todo su potencial, Orpá, que acaba siendo una figura que representa el caos, no puede soportar la incertidumbre que necesariamente acompañaría a la decisión de vagar con su suegra Naomi. Así, cuando Rabi Elimelej bailó ante ella, la elevó al nivel de santidad y la conectó con su hermana, Rut, quien también descendía de los campos de Moab pero, a través de su autosacrificio, ascendió a la santidad.
Orpá y Rut están intrínsecamente conectadas con la llegada del Mashíaj. Las primeras letras de sus nombres son ain y reish, que forman el nombre Er (ער), el primogénito de Iehudá, considerado una manifestación de energía preliminar no rectificada, caótica. Er se considera una chispa del Mashíaj que no se concretó en la realidad. En lugar de vivir a la altura de su potencial, Er (ער) se convirtió en “malvado” (רע) que significa “‘malo’ a los ojos de Dios”.
Como regla general el camino hacia la llegada de Mashíaj está pavimentado de dificultades y fracasos: el pecado de Lot y sus hijas (de quienes descendieron Rut la moabita y Naamá la amonita, ambas abuelas de los futuros reyes de Israel). Luego estaba el pecado de Er y Onán, y más tarde la historia de Iehudá Tamar, el exilio autoimpuesto de Elimelej a Moab, sobre el cual los sabios plantearon muchas críticas. Sin embargo, todas estas situaciones no tan dignas de cumplimento fueron orquestadas por Dios.
Este es el secreto de “Estoy dormida” (Cantar de los Cantares 5:2) en el exilio “y mi corazón está despierto (ער, er)” para buscar y encontrar chispas sagradas ocultas específicamente en Orpá (como se menciona en un verso adicional en el Cantar de los Cantares 8:1, “Te encontraré afuera”). Con los matrimonios de Orpá y Rut con los hijos de Elimelej, de la tribu de Iehudá, comienza el ascenso de la chispa de Er, camino al nacimiento del rey David, el Mashíaj. Más tarde, David mata a Goliat, el hijo de Orpá. El sobrino de David, Avishai, hijo de Tzruiá, su hermana, más tarde mata a Orpá. Al hacerlo rompe la rigidez de su cuello (en hebreo, Orpá es de la raíz de oref, que significa ‘nuca’) y la prepara para una rectificación relajada y alegre durante la danza de la mitzvá de Rabi Elimelej.
En su elogio para el Rebe de Tosher, Rabi Hertzke Vider de Nirtass relató lo siguiente:
Cuando el Tosher Reber llegó a Kerestir para la boda de la hija de Rabi Meir Iosef con su sobrino, los rabinos querían dar discursos de Torá durante la boda, como era tradicional entonces. El Tosher Rebe no estuvo de acuerdo con esto. Citó el versículo de los Salmos (19:9), “Los preceptos de Dios son rectos”, diciendo: “Lo que se puede rectificar con la Torá, también se puede rectificar con la continuación del versículo, ‘alegran el corazón'”.
Rabi Hertzke continuó su elogio: “Los tzadikim solían decir que cuando lleguen al cielo, no descansarán ni serán silenciados hasta que traigan el Mashíaj. Pero cuando llegan al cielo, se divierten al recibir el honor de enseñar Torá. Pero tú, estimado Tosher Rebbe, que no permitiste enseñar Torá en la boda, tampoco aceptas enseñar Torá en el Cielo, así que intenta traer el Mashíaj … “
El gozoso proceso de ascenso de Orpá y Rut se completará con la llegada del Mashíaj, ojalá sea pronto en nuestros días, cuando las audaces aspiraciones de las luces del caos se cumplan en la acción dentro de los recipientes de la rectificación. En hebreo las letras de Mashíaj (מָשִׁיחַ) se pueden permutar para formar “él será feliz” (יִשְׂמַח, ismaj) y también “hará felices a los demás” (יְשַׂמַּח, isamaj). En el espíritu de las palabras de Rabi Hertzke en su panegírico, la Torá del Mashíaj es una Torá gozosa que debe traerse “con abundancia de canciones y música” (las últimas palabras que escuchamos de la boca del Rebe de Lubavitch). La celebración del novio y de la novia, en particular el gozo de la unión matrimonial en la que el esposo “recuerda” a la esposa, pone de relieve la promesa de Dios de redimir a su nación con amor.
Una persona cuyas acciones están sazonadas con la intención de traer la redención adornando a la novia, es decir, al pueblo judío, con la Torá, no permite que meros discursos desvíen su atención del objetivo final de que Dios busque reunirse con su pueblo, después de lo cual se revelará una “nueva [y alegre interpretación de] la Torá”, destacando así que “los preceptos de Dios son rectos y alegran el corazón”.
Cuando tengamos una idea de las rectificaciones que hizo Rabi Elimelej con su baile ante la novia, un baile que comenzó con la historia de la Casa de David y alcanzará su objetivo con la llegada del Mashíaj, nosotros también podremos quedarnos hipnotizados, mirándolo bailar con santo fervor, anticipando el momento en que la danza hará su efecto y todos iremos juntos a la “danza del Mashíaj”. Quizás, sin embargo, no sea suficiente mirar desde el margen. ¡Para acelerar la llegada del Mashíaj ¡también tenemos que levantarnos y bailar!