INTRODUCCIÓN
En Cabalá existen tres modelos generales para la organización de las estructuras sociales, todas ellas se derivan de una concepción extralimitada de la verdadera identidad de un ser humano. Esta identidad incluye tanto la universalidad “abstracta” como la individualidad “concreta” jugada por las tensiones positivas experimentadas por el sujeto atrapado en las corrientes de la vida política y social. A los tres modelos que tratan de las relaciones de la universalidad e individualidad se les conoce como mundos, ya que el término olam, “mundo,” en el pensamiento jasídico tiene una connotación de marco de referencia y una óptica para visualizar un cierto ámbito de la realidad. Los términos para estas tres diferentes visiones de la realidad, son:
akudim -“aglutinados”, nekudim- “puntos” y berudim- “veteados”
Cada una de estas visiones del mundo se pueden describir como estructuras sociales y políticas.
EL COLECTIVISMO
La primera visión del mundo, ekudim “aglutinados”, se refiere a una situación donde el espectro de los detalles individuales de la realidad es expresado como “aglutinados” en un sólo paquete homogeneizado. Por lo tanto, sólo refleja universalidad, y no hay un reconocimiento de los componentes individuales que conforman el conjunto. Más concretamente, esta visión del mundo representa una forma pura de colectivismo social o socialismo, a través del cual el individuo es anulado por la sociedad y su identidad particular debe ceder siempre para el beneficio general.
Esta perspectiva se deriva de la noción de que el individuo, en última instancia, no requiere de nada para sí mismo, y puede ser totalmente desinteresado al grado de que nada importe, a excepción del colectivo, y todo es entendido de manera ideológica o se expresa retóricamente desde el punto de vista de la colectividad.
EL INDIVIDUALISMO
Por el contrario, la segunda visión del mundo, nekudim “puntos,” sugiere que cada individuo es un “punto” en la realidad. Este individualismo radical es puramente egoísta en su intención, viendo al prójimo como un objeto para ser asimilado por la propia autobiografía, o ser removido como irreconciliable con nuestra propia autenticidad. En el caso de esta visión del mundo, cada individuo viene en su propio paquete estilizado, que es independiente y distinto de todos los demás, sin embargo, no hay un verdadero sentido de integración inter-personal. Como modelo de la estructura social, se asemeja a la forma pura del capitalismo, donde cada quien trata de acumular para sí mismo tanto como le sea posible. La persona se encuentra en constante competencia con el prójimo así como en una búsqueda incesante de la fama y la fortuna. Siente como si debiese desafiar e imitar a los demás.
La frase en la Cabalá para este tipo de visión social altamente individualista se relaciona a la descripción de la Torá de los Reyes de Edom, de los cuales se dice, de cada uno de ellos excepto el último, que “Reinó y luego murió”. De acuerdo a la Cabalá, estos reyes representan al caótico mundo de los “puntos” que es fundamentalmente inestable debido a la falta de integración de sus diversas fuerzas. Así también, las personas ejercen su autoridad, llegan al poder, a la riqueza y el éxito, y luego caen y son tragados por las próximas generaciones o por sus competidores inmediatos, y consecuentemente mueren, desapareciendo de la escena en la que, al menos por un tiempo, tenían el escenario central.
TORÁ
La tercera visión del mundo, que podría llamarse “la perspectiva de la Torá,” es el mundo de los berudim “rayados.” Lo que está implícito en la palabra berudim es que hay un ensamble de los puntos individuales así como de las líneas que los conectan, interconectados uno al otro. En otras palabras, combina los aspectos positivos de los dos mundos anteriores. Por consiguiente, a veces se le llama el mundo de la rectificación –que lleva consigo la promesa del continuo mejoramiento – trabajando dentro de las limitaciones humanas, mientras que es asistido con ayuda Divina. Lo paradójico de esta visión del mundo es la combinación de opuestos al mismo tiempo que sugiere que la estructura social requiere tanto del colectivismo como de la individualidad simultáneamente.
Ahora, lo extraordinario de la incorporación de la colectividad y la individualidad en este punto de vista, consiste en la insistencia de que cualquier tercera alternativa no sería simplemente una síntesis o dilución de los estados puros de las otras dos. Lo que la Cábala sugiere aquí una comprometida sombra de grises, sino más bien la integración de los opuestos como opuestos simultáneamente. El logro de esta posición rectificada requiere que la persona reconozca su lugar, esté satisfecha con su parte, para que se de cuenta de que todo lo que tiene proviene de Dios, y por lo tanto, se incline naturalmente a ofrecer sus dones, talentos y habilidades hacia una única, insustituible contribución a la sociedad.
En pocas palabras, sé que lo que tengo es mío, únicamente mío, con el objetivo de ejercer mi responsabilidad y beneficiar a otros. Mi responsabilidad es únicamente mía. De esta manera, nuestra situación no podría ser descrita como colectivismo, puesto que cada individuo juega un papel esencial como individuo y se reconoce como tal. Tampoco se le puede describir como individualismo, pues nada de lo que poseo o de lo que tengo soberanía es únicamente para mí, sino que siempre se me otorga para que yo la pueda emplear en beneficio del prójimo, para el colectivo. Además, no tiene sentido permanecer congelado en mi soledad como individuo, sino que estoy continuamente siendo entregado en una relación social a través de mi contacto con el prójimo, y por lo tanto, también juego un papel en la identidad colectiva.
* Rabino Asher Crispe, basado en parte en el ensayo “ Sheloshá Olahmot”, “Tres Mundos”, del Rabino Itzjak Ginsburgh