“Y el primero en traer su ofrenda en el primer día fue Najshón ben Aminadav de la tribu de Iehudá”. [Bamidbar-Números 7:12]
“וַיְהִי הַמַּקְרִיב בַּיּוֹם הָרִאשׁוֹן אֶת קָרְבָּנוֹ נַחְשׁוֹן בֶּן עַמִּינָדָב לְמַטֵּה יְהוּדָה“
“Vaiehí hamakriv baiom harishón et korbanó najshón ben Aminadav lematé Ieshudá.”
Así como la tribu de Iehudá marcha en el desierto a la cabeza de todo el campamento de Israel, también el príncipe de la tribu es el primero en traer su ofrenda a la dedicación del Tabernáculo. Iehudá es la tribu de los reyes de Israel y el rey lidera la nación, abriendo el camino como Najshón.
Inmediatamente después de Iehudá viene la tribu de Issajar: “En el segundo día trajo su ofrenda Netanel ben Tzuar, el príncipe de Issajar”. Issajar es considerada la más sabia de las tribus: “Y de los hijos de Issajar, conocedores del entendimiento de los tiempos, para saber lo que Israel debe hacer”. Además, nuestros Sabios dicen que Netanel ben Tzuar fue la persona que aconsejó a los príncipes traer sus ofrendas para la dedicación del Tabernáculo. Si es así, ¿por qué no fue Issajar la primera tribu en traer su ofrenda? ¿No debería la sabiduría abrir el camino?
Iehudá es el corazón e Issajar es el cerebro. Es cierto, “el intelecto debe gobernar al corazón”, y por lo tanto, Iehudá necesita a Issajar a su lado para darle buenos consejos e ideas (“entendimiento de los tiempos”). Pero en un nivel interior, hay algo en el corazón que es más poderoso que el cerebro. “La dimensión interior del corazón gobierna el cerebro”. Los sentimientos interiores y el coraje del corazón de Iehudá son justamente los dignos y merecedores de gobernar y dirigir la Nación de Israel, como con Najshon ben Aminadav, que siguió la dimensión interior de su corazón para ofrecerse voluntariamente (l’hitnadev, afín a Aminadav) para dirigir Israel.