Y así como caímos, podemos reparar
Gritar, suspirar, llorar y llamar: cómo experimentar el shofar
Es difícil definir el sonido del shofar, que atraviesa el aire de las sinagogas de todo el mundo al comienzo de cada Rosh Hashaná. Por un lado, es un sonido muy terrenal y áspero – como un simple grito ronco que rasca el aire y viaja. Por otro lado, si lo escuchas con un corazón abierto, es una voz profunda como ninguna otra, un sonido crudo, abismal y primordial capaz de sacudir las entrañas más íntimas de nuestro ser. Y este es precisamente su propósito: conectarnos con un punto primario en nuestro interior, desde el cual podemos renovarnos y mejorarnos.
Más allá del sonido básico del shofar, está la estructura especial de las ráfagas de aire que se utilizan para generarlos. Esto se conoce como el orden de las ráfagas”, seder hatekiot (סֵדֶר הַתְּקִיעוֹת). Como en otros detalles de la vida judía, detrás de cada mitzvá y práctica hay todo un tratado de ideas, tejidas hábilmente con el hilo del pensamiento finamente afinado. Si estudias estas ideas y las contemplas, puede parecer al principio que te estás alejando de la simple experiencia del acto de soplar el shofar.
Pero mientras el análisis intelectual no vaya en detrimento de la conexión con la experiencia, entonces el análisis enriquece la experiencia, y somos capaces de regresar a la experiencia con una mayor comprensión y conexión.