Poder: Frente a Dios con Temor
Contrastando con el deseo primario del corazón de expandirse y dar que deriva del amor, el temor evoca la fuerza de carácter necesaria para rechazar e incluso luchar contra las fuerzas destructivas. Muchas veces son necesarios, pero muy a menudo nuestros miedos no tienen una base real y pueden transformarse en fuerzas autodestructivas.
Explica el jasidismo que nuestros miedos deben ser sublimados. En su sentido más abstracto el miedo se relaciona en general a una hipersensibilidad hacia los demás. Cuando no se trata de la necesidad de repeler a algo o alguien amenazante o peligroso, este sentimiento nos debe motivar a tener consideración por los de los demás y respetarlos. Cuando el miedo es sublimado produce una preocupación por no herir los sentimientos del prójimo o de causarle algún daño.
Para rectificar nuestros miedos y transformarlos en interés y sensibilidad al prójimo necesitamos meditar en la experiencia del miedo en su forma rectificada tal como está en la Torá, donde el atributo de temor está asociado con el segundo patriarca de Israel, Isaac, el alma arquetípica de la sefirá de “poder”, cuya conciencia y servicio a Dios es conocido como “el miedo de Isaac”. (14) Al meditar sobre el miedo como la cualidad de este patriarca de devoción al Todopoderoso, se va sublimando en nosotros mismos.
Una vez más, el miedo no rectificado que permanece en su estado tosco inicial nos desvía a temer al hombre en vez de a Dios y eventualmente se vuelve una motivación para actos de violencia y a la postre de asesinato. Esta fue la cualidad peculiar de Esau, el hijo de Isaac, cuyo padre lo bendijo con las palabras: “Y vivirás por tu espada”. (15)
El crimen del asesinato es la expresión más violenta de insensibilidad y falta de respeto a los demás. Más aún, indica claramente que el trasgresor no le teme a nadie, ni al Todopoderoso. Por eso la prohibición de asesinar nos resguarda contra la peor violación posible del atributo de poder y su experiencia interior el temor.
De esto derivamos el segundo principio de servicio y meditación Divina para los Bnei Noaj: el temor reverencial a Dios.
Todo ser humano posee libertad de elección y, por cierto, los no judíos pueden ejercerla tanto para observar como para ignorar las siete leyes noájicas. Pero en un sentido más profundo, tanto para el judío como para el que no lo es, sólo hay una decisión que enfrentar: dirigirse hacia Dios como un acto de sumisión a Su Voluntad en este momento de la vida o no. Esto está resumido en el dicho de los sabios “todo está en las manos del Cielo, salvo el temor al Cielo” (16).
En cierto sentido, este precepto concierne especialmente al servicio Divino del no judío.
Existen dos versos similares en los Salmos que comienzan con la frase “Sirve a Dios…”. Uno dice: “Sirve a Dios con alegría”; (17) el otro: “Sirve a Dios con temor”. (18)
Los sabios interpretan que el primer versículo está dirigido a los judíos en particular, mientras que el segundo a los no judíos. (19) Por supuesto que ambos deben servir a Dios con alegría y temor reverencial, la única diferencia está en el énfasis.
Podemos agregar, por otro lado, que existen muchos niveles de temor reverencial a Dios. Para los no judíos, el nivel más básico que motiva alejarse del pecado es el miedo al castigo. (20) Para los judíos, la sefirá de poder se traduce primero y principal como el temor a Dios, en tanto Soberano omnipotente del universo.
El miedo y el temor se sienten respecto al tremendo poder de Dios de decretar la vida o la muerte, pero se diferencian en que el primero no se centra en el Todopoderoso en Si Mismo, sino solamente en la amenaza de recibir Su castigo. Este miedo humano al juicio Divino proviene del miedo animal básico frente a un peligro inminente. Pero el temor es una emoción más refinada que deriva de una experiencia superior de la Divinidad. Es la sensación de estar frente al Rey Mismo en toda Su majestuosidad, no frente a Su juicio, algo distintivo de las facultades superiores del hombre.
Al identificarse con el sendero de la Torá (que fue entregada para toda la humanidad) y cumpliendo las siete leyes noájicas, los no judíos también pueden experimentar el temor del Rey Todopoderoso Mismo, no sólo por Su juicio.
Como decíamos, no importa cual es la motivación, en definitiva la única decisión verdadera que se puede hacer en la vida es si dirigirse a Dios o no. El judío se vuelve a Dios con amor y Lo sirve con alegría, mientras que el temor está presente dentro de la placentera experiencia de estar frente a Él para servirlo. (21) El no judío, inspirado por la Torá, se dirige a Dios con temor.
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En la Biblia, el relato más profundo de una sociedad no judía que se vuelve a Dios es la del arrepentimiento de la ciudad de Nínive registrado en el Libro de Jonás. Los judíos leen esta historia en el punto más elevado del día más sagrado del año, Iom Kipur, el Día del Perdón.
Dios le ordena al profeta Jonás llevar el veredicto Divino decretado sobre los residentes de Nínive. Tratando de evadirse de esta misión Jonás se escapa a bordo de un barco, pero al fin de cuentas no puede escapar, durante la travesía se desata una terrible tormenta enviada por Dios. Los marineros gentiles echan suertes entonces para descubrir al culpable de la tormenta y el sorteo cae sobre Jonás. Este cuenta a los marineros que está escapando de Dios, y luego de dirigirse a Dios en plegaria arrojan al profeta por la borda donde es tragado por un enorme pez. Eventualmente, Jonás acepta la orden de Dios y el pez lo arroja a la playa. Llega a Nínive donde proclama el veredicto de Dios, donde temblando de miedo por el inminente castigo, los ciudadanos inician un ayuno de arrepentimiento y se alejan de sus malas senderas.
En esta historia vemos que es Jonás, un alma judía, quien se convierte en un instrumento en las manos de Dios para inspirar a una multitud de almas no judías a retornar a Dios en arrepentimiento sincero. Inicialmente, parecería que los habitantes de Nínive estuvieron motivados por el miedo al castigo. Sin embargo, una lectura más profunda del texto revela que su repentina transformación fue el resultado de ser inspirados por Jonás y su propio milagro en el mar. Así como el temor de Jonás por el Todopoderoso causó que acepte la Voluntad de Dios, ellos también experimentaron un sentimiento de temor al Dios de Israel y se convirtieron en ejemplo de arrepentimiento para los demás.
La emoción del temor es claramente opuesta a la del amor. Del versículo final del Libro de Jonás aprendemos que la incapacidad de experimentar temor hacia Dios es un signo de inmadurez psicológica. El versículo dice: “Acaso Yo [Dios] no tendré compasión por la gran ciudad de Nínive, con más de 120.000 personas que no disciernen entre sus manos derecha e izquierda, y una miríada de animales” (Jonás 4:11). De acuerdo a los comentaristas, “personas que no disciernen entre….” se refiere a jóvenes inmaduros.
Las enseñanzas jasídicas elaboran este concepto, agregando que la capacidad de distinguir entre las manos derecha e izquierda describe a individuos (incluso mayores) en quienes el amor (el servicio Divino simbolizado por la mano derecha) y el temor (el servicio Divino simbolizado por la mano izquierda) no están aun bien definidos. En otras palabras, estos individuos son incapaces de distinguir plenamente entre el amor y el temor, porque estos no son maduros e independientes entre si. Sólo cuando los opuestos innatos (como masculino y femenino) maduran totalmente pueden complementarse uno al otro, funcionando en equipo y unidos.
Servir a Dios con un amor maduro permite al individuo incluir simultáneamente la experiencia del temor a Dios (simbolizada por la mano izquierda) dentro de la del amor y la alegría de servir a Dios (la mano derecha).
De todas maneras, aquellos individuos a que se hizo referencia como incapaces de discernir entre las manos sí pueden experimentar un cierto grado de temor al Rey Todopoderoso. Pero “miríada de animales” (que los comentaristas dicen también referirse a cierta clase de seres humanos; ver Rashi ad. los.) se refiere a aquellos individuos que sólo pueden sentir un miedo básico al castigo.
La distinción recién descripta entre jóvenes y “miríada de animales” nos puede ayudar a entender una regla importante de educación: incluso un niño es capaz de captar el significado de temor frente a Dios y por eso debe enseñársele a estar frente a la Presencia de Dios con temor y no sólo con miedo al castigo.
Desde la época del Baal Shem Tov, el fundador del movimiento jasídico, el miedo al castigo ha sido sublimado y en cierto sentido ha quedado “fuera de moda” (23) ya que las enseñanzas del Baal Shem Tov (y la luz que él y sus discípulos hicieron brillar en el mundo, reconocida y aceptada concientemente o no) sirven para elevar incluso a la más simple de las persona a un nivel más elevado de conciencia.
Por cierto, las emociones primarias que la gente experimenta ahora en relación al Todopoderoso son amor y temor respetuoso. Este, a diferencia del miedo, es acompañado por un sentido de admiración que uno experimenta cuando es testigo de la obra de la mano de Dios en la creación. Maimónides explica que observando la naturaleza, experimentando sus maravillas que revelan a su Creador, una persona desarrolla el amor y el temor (reverencial) al Todopoderoso. (24)