PARASHAT SHOFTIM  ALIÁ POR ALIÁ

 JUECES Y REYES

שׂ֣וֹם  תָּשִׂ֤ים  עָלֶ֙יךָ֙  מֶ֔לֶךְ (שפטים יז, טו)

“Pondrás sobre ti un rey …”

 (Deuteronomio 17:15)

La porción de la Torá de Shoftim se relaciona en particular con el sistema judicial y el nombramiento de diversos funcionarios públicos en el pueblo judío: los jueces, los oficiales de policía, los cohanim (sacerdotes), los levitas, y los profetas. La figura central mencionada en la porción es el rey.

El sistema judicial actual en el moderno Estado de Israel se basa en la ley no judía. No está obligado a la Torá. Los tribunales rabínicos están limitados a áreas específicas, y las sentencias que dictan a menudo son severamente restringidas. Contemplar la jerarquía de los funcionarios en el gobierno judío ideal nos ayudará a comprender nuestra oración sincera, “Regresa a nuestros jueces como al principio, y a nuestros consejeros como al principio”.

Los Jueces – La Mente

En general, la pirámide del gobierno judío está encabezada por dos cuerpos: los jueces y el rey. Los jueces también están organizados en un sistema jerárquico, desde el juez local en la pequeña ciudad hasta el Sanhedrín, el Gran Tribunal, que reside en el Salón de las Piedras Talladas, junto al Templo de Jerusalén. Si un tribunal menor no llega a una decisión satisfactoria, el Gran Tribunal tiene la última palabra. Cualquier erudito de la Torá que viole el fallo de la Gran Corte es severamente castigado.

Shoftim (שֹׁפְטִים) el nombre de la porción, significa “Jueces”. De los diferentes funcionarios enumerados, se menciona en primer lugar a los jueces. Representan la mente lúcida del estudio de la Torá. Así como la cabeza es el gobernante indiscutible del cuerpo, los jueces supervisan el comportamiento del pueblo, como nación y como colectivo. La Torá abarca todo el corpus de la ley, por lo tanto, todo puede ser juzgado por sus estándares. Además, y tal vez sorprendentemente, el poder judicial del gobierno también posee algunos poderes legislativos.

El Rey de Israel – El Corazón

Sin embargo, el Sanhedrín tampoco tiene derechos exclusivos sobre el poder judicial. El gobierno judío tiene otra rama – donde reside el liderazgo: “Vosotros sin duda designareis un rey”.[1] Necesitamos estudiar en profundidad el pasaje relacionado con el nombramiento de un rey que aparece en nuestra porción de la Torá. Un rey judío, y el Mashíaj, el epítome de la realeza justa, son la antítesis de la imagen que se desprende de la experiencia del mundo con los reyes tiránicos. La Torá, los Profetas y el tema de nuestras oraciones se centran en el restablecimiento del reino de David y la revelación del Mashíaj. Una vez que hemos estudiado este pasaje, podemos saber de qué trata la verdadera realeza y el tipo de rey por el que esperamos y oramos.

Hoy en día, un gobernante real es una figura decorativa que promulga la ley en su – de él o de ella – reino. No tiene ninguna otra autoridad legal especial y está completamente obligado a la legislación del país. También en la ley judía, la Torá establece las reglas del juego, y los jueces son los que juzgan de acuerdo con ellas. El rey, al igual que sus ciudadanos, está sujeto a las leyes de la Torá. Desde esta perspectiva, no tiene inmunidad real ante la ley, y la regla es: “Los reyes de la dinastía davídica son juzgados si hay una causa contra ellos”.[2]

Sin embargo, hay una amplia gama de áreas en las que el rey toma decisiones legales importantes. En el caso extremo de alguien que se rebela contra su reino, el rey decide cómo y cuándo imponer el castigo (o puede optar por perdonar al rebelde).

Algunos comentarios distinguen entre la “Justicia de la Torá” y la “Justicia del Rey”. Los jueces son responsables de la “Justicia de la Torá”, que es la verdad Divina absoluta. A partir de ella, establecen los principios de la justicia judía. El alcance de la justicia del rey, por otro lado, es el bienestar de la nación. Se ocupa de cuestiones temporales que exigen atención inmediata. El rey decide cuándo reclutar al ejército para la guerra. Puesto que el rey es el líder, ¿por qué no es la máxima autoridad de la nación en todas las circunstancias?

Los jueces del Sanhedrín representan la mente racional de la nación. Esto es cierto hasta tal punto que, en ciertos casos, los jueces son referidos por uno de los Nombres que se refiere a Dios, Elokim (אֱ־לֹהִים). La capacidad de juzgar es uno de los principales atributos de Dios, como establece el versículo: “Porque Dios juzga; Él depone [a un individuo] y Él eleva [el otro]”.[3] 

Al rey se le conoce como un “príncipe”, nasí (נָשִִׂיא), que es susceptible de pecar.[4] Representa el corazón de la nación. El corazón no refinado tiene una proclividad al pecado. Los versículos de la Torá enfatizan el corazón del rey, en particular. Limita el número de esposas y caballos que el rey puede acumular, “para que su corazón no se enaltezca”.[5] El rey también tiene el mandamiento constante de llevar un rollo de la Torá “junto a su corazón”. La Torá, su juez y su mente racional, debe gobernar sobre su corazón y él no debe volverse arrogante con sus hermanos. El corazón es sensible, vivo y cálido. Con cada latido del corazón es consciente del momento. El Zohar dice: “La mente gobierna sobre el corazón”. El rey debe estar sujeto a la coherencia de la ley, representada por los jueces de cabeza fría y mente estable. Esta subyugación a los jueces alimenta un sentido interior de humildad que debe acompañar a todo rey, como el rey David dijo de sí mismo: “Parezco humilde a mis propios ojos”.[6]

Sin embargo, el rey tiene privilegios especiales que ningún otro judío tiene, ni siquiera los jueces. Esto le otorga un aura de grandiosidad a los ojos de sus súbditos. Todos deben tener temor del rey y deben mantener una distancia respetuosa de él. “Un rey que renuncia a su honor, su honor no puede ser renunciado”.[7] ¡Un rey que no es “exaltado” por su pueblo no es un rey en absoluto!

En palabras de Maimónides,[8]

Así como la Torá le concede un gran honor y todos están obligados a honrarlo, así también se le ordena que su corazón sea humilde dentro de él y vacuo, como está dicho: “Y mi corazón está vacío dentro de mí”.[9] No debería ser demasiado arrogante con el pueblo judío. Debería ser indulgente y compasivo con las clases bajas y altas por igual, y debería preservar el respeto del ciudadano menor. Siempre debe comportarse con gran humildad, y debe llevar sus asuntos, y su carga, y sus quejas, y su furia, como la nodriza lleva al lactante. El versículo lo llama “un pastor”.

El rey transmite una envoltura externa de soberanía, mientras que, paradójicamente, alimenta un sentido interno de profunda humildad y bajeza. “El corazón de los reyes es insondable”.[10] Aquí vemos que el “corazón” de la nación, el rey, tiene una dimensión externa y una dimensión interior profunda. El punto más íntimo de la humildad del rey es el origen puro del alma de la nación. Toca el infinito, donde “el corazón de un rey está en las manos de Dios”.[11]

Jasidut nos enseña que por encima del nivel en el que “La mente gobierna sobre el corazón”, hay un nivel más profundo en el que “el punto más íntimo del corazón gobierna sobre la mente”.[12] El comportamiento externo del rey está sujeto a las normas y enseñanzas de los jueces, pero su núcleo puro e íntimo de humildad se eleva por encima de ellos y gobierna sobre ellos. La autonomía del rey se deriva de su humildad hacia los ciudadanos bajo su gobierno. Como tal, lo más profundo del corazón del rey refleja el corazón de todo el pueblo judío. Esto le otorga el poder de dar una orden temporal que se adapte exactamente al momento. Incluso puede anular el fallo normativo de la Torá. Este es el aspecto de gobierno que es más grande que los sabios y los jueces.

Revelar al Rey

El Baal Shem Tov enseñó que cada judío tiene una chispa de Mashíaj que está esperando ser revelada. Podemos revelarlo rebajándonos a nosotros mismos y desarrollando nuestra sensibilidad innata hacia los demás. Un individuo verdaderamente justo, que ha refinado su corazón hasta tal punto, intuye los principios de la Torá de manera natural. Esto corresponde al estado de conciencia natural que se puede alcanzar en la Tierra de Israel.25

Leemos la parashat Shoftim al comienzo del mes de Elul. Este es el mes en el que hacemos teshuvá, es decir, regresamos a Dios, tanto como individuos, refinando y rectificando nuestras propias acciones. Pero también debemos volver a Dios como colectivo. Podemos lograr este objetivo uniéndonos como judíos y estableciendo un auténtico liderazgo judío. Esta es nuestra oración por el regreso de los jueces y la reinstalación del reino de David. Que sea pronto y en nuestros días.

QUINTA LECTURA:

 AFLIGIR EL ALMA

שָׁלוֹשׁ עָרִים תַּבְדִּיל לָךְ בְּתוֹךְ אַרְצְךָ אֲשֶׁר י-הוה אֱ-לֹהֶיךָ נֹתֵן לְךָ לְרִשְׁתָּהּ (שפטים יט, ב)

“… Tres ciudades reservarás en la tierra que Havaia tu Dios te da para que poseas “ (Deuteronomio 19:2)

En la parashat Shoftim, la Torá reitera brevemente el mandamiento de las “ciudades de refugio”, arei miklat (עֲֵרֵי מִקְלָט), en las que un individuo que accidentalmente asesinó a otro debe refugiarse. Este mandamiento se menciona por primera vez y se describe en detalle en la parashat Masei y se repite una vez más en el Libro de Iehoshúa. En Masei y en el Libro de Iehoshúa, el individuo que ha cometido homicidio involuntario es descrito como “aquel que accidentalmente aflige el alma”, maké nefesh bishgagá (מַכֵּה נֶֶפֶש בִּשְׁגָָגָה); el que comete un asesinato intencional es llamado “aquel que aflige el alma”, maké nefesh (מַכֵּה נֶֶפֶש).

El Rebe de Lubavitch explica que este mandamiento y todo lo que implica con respecto al homicidio involuntario es relevante incluso hoy en día. Comenta que cuanto mayor es la sensibilidad espiritual de un individuo, más siente que el título de “quien aflige un alma” se aplica a sí mismo, porque él también ha afligido su alma (y la de los demás, indirectamente) al permanecer en su zona de confort, incapaz y reacio a escapar y aspirar a más. De hecho, en ninguna parte esta sensibilidad es mayor que en el individuo perfectamente justo, el tzadik, quien, a pesar de ser un líder de su generación, vive con el conocimiento de que ha afligido el alma más que cualquier otra. Cuanto más bajo es el nivel de un tzadik (y todo el pueblo judío es tzadikim), menos sensible es a esto y menos puede aspirar a salir de su zona de confort.

Es el papel del Mashíaj ayudar a estos tzadikim a probar la dulzura de la teshuvá, el acto de regresar y acercarse a Dios aspirando más alto, haciéndolos sensibles a cómo ellos también han afligido el alma. Reconocer cómo cada uno de nosotros, en su propio nivel espiritual, ha afligido el alma requiere que salgamos de nuestra zona de confort y seamos capaces de mirarnos a nosotros mismos con un ojo verdaderamente mesiánico. Este tipo de trabajo espiritual es más apropiado tanto para las Tres Semanas (entre el 17 de Tamuz y Tisha B’av) cuando se lee la parashat Masei como para el mes de Elul, cuando se leela parashat Shoftim, las dos épocas del año que nos llaman a salir de nuestros hábitos y estrecheces espirituales.

En total, encontramos 7 niveles de sensibilidad creciente a haber afligido el alma. Naturalmente, corresponden a las siete sefirot inferiores, desde reinado hasta bondad.

Reinado (maljut): En el nivel más bajo de sensibilidad, una persona se siente perfectamente cómoda consigo misma sin la sensación de estar limitada por barreras espirituales. No experimenta cómo su servicio a Dios es menor de lo que podría ser. Podría estar convencido de que ya ha alcanzado el nivel más alto de servicio Divino, porque ya estudia Torá y guarda los mandamientos hasta el más mínimo detalle. En resumen, no se esfuerza por elevarse en absoluto, sintiendo que su nivel actual está bien. Tal es la experiencia de la sefirá de reinado, que debido a que está orientada hacia abajo, no puede sentir la luz Divina de arriba y no se da cuenta de cuán limitada es la visión de la realidad que realmente tiene.

Fundamento (iesod): Un poco más sensible es el individuo que sabe que debe esforzarse constantemente por ascender más y más alto en su servicio Divino. Pero porque también sabe que incluso el más grande de los viajes comienza con un solo escalón y que la escalera espiritual tiene muchos peldaños, no se estresa por su nivel actual convencido de que el ascenso debe ser ordenado; no hay necesidad de dar un salto hacia adelante. Este nivel describe la experiencia subyacente de la sefirá de fundamento, que tiene que ver con el orden y la secuencia.

Reconocimiento y Victoria (netzaj y hod): Aún más sensible a la aflicción del alma es aquel que está moderadamente perturbado por su presente identidad espiritual y por lo tanto espera pacientemente la primera oportunidad para saltar fuera de su piel espiritual. Aún más sensible es aquel que experimenta su estado presente como una prisión espiritual y siente la necesidad, en este mismo momento, de dar un salto adelante en busca de una identidad más elevada y auténtica. Estos dos niveles corresponden a las sefirot de reconocimiento y victoria, que trabajan en conjunto. Estas dos sefirot se describen como situadas “fuera del cuerpo”[13] (es decir, el torso, que corresponde a la sefirá de belleza). Por lo tanto, en su forma más pura, reflejan una sensación de constricción del cuerpo causada por el hecho de que la sefirá de entendimiento, la fuente de todos los sentimientos de teshuvá (retorno a Dios) se extiende hasta reconocimiento, imbuyendo tanto el reconocimiento como la victoria, junto con la prerrogativa de saltar fuera de su piel.

Belleza (tiferet): Más alto aún es aquel que no sólo aspira a salir de su estado espiritual actual, dándose cuenta de lo constreñido y limitado que está, sino que se da cuenta de que todo lo que actualmente llama “servir a Dios” no es más que un vuelo de la fantasía. Toda la imagen que él y los demás puedan tener de él como alguien que se esfuerza por servir al Todopoderoso es simplemente una ilusión. Su sensibilidad a la aflicción del alma le lleva a darse cuenta de que ni siquiera ha comenzado a recorrer un camino espiritual y está tan lejos del servicio auténtico como puede estarlo. La sefirá de belleza es la fuente de nuestros poderes de imaginación y falsa autoimagen que nos lleva a jactarnos[14] de haber alcanzado niveles que no tenemos.

Poder (guevurá): En este estado elevado de sensibilidad, el individuo siente que no sólo no ha comenzado el camino de servir al Todopoderoso, sino que, por el contrario, todas sus acciones hasta la fecha, habiendo sido inauténticas en su esencia, no han sido más que un flaco favor al Amo del Universo. Basándose en el versículo: “Porque no hay justo que haya hecho el bien y no haya pecado”,[15] el Baal Shem Tov enseñó que incluso mientras hace el bien, una persona puede estar pecando en ese mismo acto de bondad. Esto ocurre cuando la motivación para la buena acción es cualquier cosa menos el mandato de Dios. Realizar acciones por cualquier otra motivación los imbuye de un punto de pecado. Este nivel de sensibilidad corresponde a la sefirá de poder, la facultad donde se manifiestan los “juicios severos” (que resultan en una autocrítica en profundidad).

Bondad (jesed): Finalmente, en el nivel más alto de sensibilidad, está el individuo más amado (“Todos los séptimos son amados”)[16] quien, debido a su tremendo amor por el pueblo judío, siente que con cada momento es responsable de afligir realmente las almas de Israel con sus acciones. Este individuo especial está constantemente preocupado de que al no ser parte de la solución (acercar la verdadera y completa redención sirviendo a Dios), es parte del problema (lo que resulta en la prolongación de nuestro exilio). Este individuo justo experimenta la necesidad de huir a una ciudad de refugio para salvarse a sí mismo y a los demás del vengador, el gran fiscal que lo persigue. Por supuesto, este nivel final corresponde a la sefirá de bondad, ya que está motivada por el amor a los demás.

Sólo el individuo que ha alcanzado el nivel más alto de sensibilidad a sus propias limitaciones y estrecheces espirituales puede, con la ayuda de Dios, saltar a un auténtico estado de posibilidades ilimitadas. Este estado está simbolizado por su señal desde lo alto (en la práctica, la muerte del Sumo Sacerdote) que lo libera para dejar la ciudad de refugio; libre de manifestar su verdadero yo auténtico con actos de total autosacrificio, mientras está motivado por un amor indescriptiblemente grande. Es entonces cuando este individuo sirve como una revelación de la luz esencialmente infinita de Dios, que en sí misma no tiene límite y que nunca fue limitada por el acto de contracción que dio inició a la creación. 

(de Sha’ashuim Iom Iom)


[1] Deuteronomio 17:15

[2] Sanhedrín 19a

[3] Salmos 74:8

[4] Levítico 4:22

[5] Deuteronomio 17:20

[6] 2 Samuel 6:22

[7] Ketubot 17a

[8] Hiljot Melajim 2:6

[9] Salmos 109:22

[10] Proverbios 25:2

[11] Véase en profundidad en Wonders, número 108, pp. 3 y ss.

[12] Vea nuestras enseñanzas sobre “conciencia natural” en los volúmenes en hebreo Muda’ut Tivit y HaTeva HaIehudi.

[13] Zohar 2:110b

[14] El verbo hebreo para “jactarse”, lehitpaer (לְהִתְפֵָּאֵר) proviene de la misma raíz que “belleza”, tiferet (תִּפְאֶֶרֶת).

[15] Eclesiastés 7:20

[16] Vaikrá Rabá 29:9