La primera etapa de la terapia es suprimir la ansiedad, o sea disminuir su significancia y reducir su importancia en la vida de la persona. A pesar de que teóricamente esto puede ser realizado diréctamente minimizando el valor del problema mismo y demostrando que las cosas no son tan terribles como parecen, esto es contraproducente en la mayoría de los casos. En el momento en que un problema toma proporciones y se vuelve causa de ansiedad, muchas veces la persona afectada esta convencida de su extrema gravedad.
Tratar de argumentar en contra de esta convicción solo lo estimulará a probar cuan grave es el problema. El camino seguro es el indirecto, desinflar el problema desinflando el propio ego de la persona. Aunque al principio estemos tentados a pensar que la persona acusiada por la ansiedad sufre por tener disminuida su autoimagen, y que atacando su ego aumentaremos la gravedad de la herida, esto esta lejos de ser el caso. Cuando la ansiedad esta fuera de control, esto mismo infla el ego. La obsesión que tiene la persona por su problema exagera su autoconciencia y lo fuerza a pensar y focalizarse en sí mismo, al extremo de hacerlo incapaz de relacionarse con otras personas.
Su mundo se vuelve totalmente egocéntrico, más y más él y menos los otros. Más todavía, cuanto más grande es el problema según la percepción de la persona, tanto más grande se va a considerar a sí mismo, ya que sólo gente grandiosa puede sufrir semejantes problemas.
Por debajo de todo complejo de inferioridad yace un profundo complejo de superioridad. Pero lo opuesto también es cierto: cuanto más grande es el ego, mayores serán los temores y problemas de la persona. Cuanto más experimenta la persona su propio ser y llena su mente con sus propios sentimientos y autoimagen, mas intimidatorio es todo aquello que represente una amenaza potencial a la perfección de su auto percepción.
Más todavía, el ego genera deseos egoistas. Cuanto más grande se siente la persona, tanto más siente que merece, por lo que más agraviado se va a sentir frente a la falta de cualquier cosa a la que se siente merecedor. La dicotomía entre lo que tiene y lo que siente que debería tener lo molesta contínuamente. El ego entonces atrapa a la persona en un espiral de ansiedad que se autoperpetua y aumenta. A medida que su ego crece así aumentan sus problemas, y cuanto más se agravan su ego crece consecuentemente.
Entonces, la neutralización del ego es el paso obligado en el proceso de rectificación; la etapa más básica y primaria en la salud de la psique es la sumisión.
La pregunta es: ¿ Cómo podemos neutralizar el ego?
Tenemos aquí nuevamente un método directo y uno indirecto para elegir. Según las palabras de nuestros sabios del Talmud, la forma directa es contemplar la pequeñez del hombre, y la indirecta es contemplar la grandeza del Creador. Rabi Dover de Mezeritch sucedió al Baal Shem Tov como líder del movimiento jasídico; una vez dos discípulos suyos, Rabí Elimelej de Lizhensk y Rabí Zusha de Anípoli, le preguntaron si comenzar el proceso de autorefinamiento contemplando la grandeza de Di-s o la inferioridad del hombre.. Rabí Dovber les respondió que mientras que en las generaciones anteriores era posible comenzar con la humildad del hombre, en nuestra generación es mejor hacerlo a partir de la grandeza de Di-s.
En otras palabras, el metodo indirecto es nuevamente el de preferencia. Si una persona empieza por considerar su propia pequeñez puede lograr convencerse de ello, pero siempre va a estar centrado en sí mismo. Pero cuando ha contemplado plenamente la vastedad de Di-s va a ver su propia condición a la luz de la grandeza del Creador. Aun cuando va a enfrentar a su propio ego, seguirá haciendolo en forma indirecta.
Así, la respuesta jasídica al egocentrismo es el teocentrismo. Autorefinamiento o la anulación del ego significa reorientar las emociones hacia la Divinidad. Di-s se vuelve el objeto de nuestro amor, el único al que tememos, y asi sucesivamente con el resto de nuestras emociones. Esta es la esencia de la psicología judía, el objetivo de vivir no es “conocerse a sí mismo” sino “conoce al Di-s de tu padre”.Así y todo, una vez mas la persona puede tratar de cambiar la orientación de sus emociones directa o indirectamente. El metodo directo es buscando experiencias que inspiren amor y temor a Di-s. Por cierto que puede reorientar exitosamente sus emociones en forma temporal con este sistema, pero su efecto será efímero. En cuanto la experiencia termine, pasará con ella la emoción que engendro. El camino más efectivo para reorientar las emociones es el indirecto, o sea, llevar a la mente a contemplar verdades que provoquen una elevación espontanea hacia reacciones emocionales correspondientes.