La psicología laica se basa, por definición, en los conocimientos que se obtienen y verifican por medio de la experimentación científica. Di-s, por supuesto, trasciende este estrecho marco. Así, la psicología secular no presume de conocer nada acerca de la existencia o los asuntos de Di-s. A pesar de que no niega categóricamente Su existencia, tiene que ignorarla como determinante activo de la salud mental. Más todavía, tiene que ignorar la existencia del alma Divina como entidad separada y que trasciende la conciencia básica humana, a la que la psicología reconoce y con la cual trata.
Esto deja a la psicología secular en algo así como un dilema filosófico. Si una persona se está hundiendo en arenas movedizas, se tiene que aferrar a algo o alguien que esté afuera para que lo saque. En forma similar, una persona asediada por problemas y ansiedades, necesita procurarse a si mismo de alguien o algo que trascienda estos inconvenientes, para que lo libere de ellos. Pero lo máximo que la psicología laica le puede ofrecer al alma sufriente, es la mano auxiliadora de otro ser humano (o quizás una dimensión humana aún inexplorada del mismo paciente). Esto puede proporcionar un respiro temporario, pero no puede aspirar a servir como una solución definitiva, de momento que todos los seres humanos, están sujetos a un mayor o menor grado de limitación y restricción psicológica.
Si estamos todos en el mismo barco, ¿quién está allí para arrojarnos una soga? Cualquiera sea el éxito que la psicología secular pueda conseguir en liberar al hombre de la maraña de problemas, es en el mejor de los casos sólo una ayuda temporaria o superficial. Por más impresionante que su éxito pueda ser, por su misma naturaleza, no puede encausar o resolver los enigmas fundamentales de la existencia humana. Después de todo, se origina en la misma mente humana que está tratando de comprender. En contraste, el reconocimiento conciente del alma Divina que hay dentro de nosotros, es la clave para nuestra redención psicológica personal, frente a las fuerzas que amenazan doblegarnos. No importa cuán bajo podamos pensar que hemos caído, Di-s permanece con nosotros y está siempre ahí, arrojándonos una cuerda de la cual agarrarnos, para que elaboremos nuestro camino para subir y salir del pozo. Cuanto más podamos sensibilizarnos a nuestra esencia Divina interna, más rápido podremos desembarazarnos de las tribulaciones que nos tiran para abajo.
Conocer a Di-s, significa sentir Su misericordia, porque la Torá nos enseña que ese es el atributo esencial de nuestro Creador. Cuando la persona está conciente de la infinita misericordia de Di-s, que lo envuelve en todo momento, ella puede evaluar segura y objetivamente su propia salud psicológica. Sabiendo que puede recurrir a Su amor, no tiene miedo de reconocer la verdad sobre si mismo, no siente la necesidad de esconder su comportamiento bajo toda clase excusas o justificaciones. Es por esta razón, que hasta que una persona no ha logrado cierto tipo de concientización de su alma Divina, es probablemente mejor que no afronte los aspectos oscuros de su personalidad, que yacen enterrados profundamente en su subconciente. Por cierto, es un acto de misericordia por parte de Di-s, que haya algo como el subconciente, donde la maldad que está al acecho en el corazón del hombre, se mantenga oculta hasta que estemos preparados para enfrentarla.
La psicología laica hizo, por supuesto, tremendos adelantos en ayudar al hombre a conocer su propia mente y mejorar su bienestar psicológico y habilidad para afrontar los desafíos de la vida. El judaísmo ve la ciencia y la investigación positivamente, siempre y cuando tenga por objetivo complementar e incrementar la sabiduría de la Torá, antes que suplantarla o atacarla. Inversamente, la sabiduría de la Torá nos permite identificar qué es verdadero y qué no lo es, en las pruebas de la investigación laica, y asociar cada verdad con su contexto apropiado en la visión del mundo que tiene la Torá.Haciendo esto, elevamos las chispas de divinidad, que son parte integrante de todo el conocimiento de la ciencia, y las liberamos de su sumisión a la orientación laica. Esta es en si misma, una fase importante en la rectificación de la realidad, que a fin de cuentas nos conducirá al regocijo de la Redención final y definitiva.