El propósito de todos los cánticos de la Biblia es expresar agradecimiento hacia el Todopoderoso con gran alegría. De todas las canciones la que parece diferente es la Canción de Haazinu. Su significado literal parece ser una reprimenda al pueblo judío y una advertencia para que no se desvíen del camino de Dios. En cierto sentido, esto es apropiado ya que el cántico de Haazinu aparece al final del Libro de Deuteronomio cuyo tema central es el reproche de Moshé Rabeinu al pueblo en vísperas de su entrada a la Tierra de Israel.
Sin embargo, el enfoque Jasídico es que son específicamente aquellas cosas que parecen negativas las que contienen la mayor luz. Por lo tanto, debemos leer la Canción de Haazinu teniendo en cuenta que en realidad contiene un placer Divino infinito, que lleva a su clímax la profundidad del amor que se esconde en el franco reproche. De hecho, en hebreo, las letras de “reprimenda”, tojejá (תּוֹכֵחָה), es igual al valor de las palabras “por amor”, toj ahavá (תּוֹךְ אַהֲבָה) o “amor interior”. De hecho, vemos que inmediatamente después de este final culminante de su reproche, Moshé Rabeinu finaliza la Torá con una bendición que dura toda la parashá, la parashá Vezot Habrajá. Por lo tanto, en su esencia interna de reprensión y crítica hay bendición (como lo enseñaron el Baal Shem Tov, el Maguid de Mezritch y el Alter Rebe). En particular, la bendición oculta en la reprimenda abierta proviene del nivel más alto y sólo puede descender de incógnito, oculta en palabras duras. Dado que el tema general de Deuteronomio es el reproche, nos corresponde revelar ahora cómo alude en realidad a los niveles más elevados de servicio y bendición Divinos que podemos merecer recibir. Procedamos a enumerar las 11 etapas de servicio que corresponden a las 11 parashot de Deuteronomio con las cuales podemos merecer que aflore la luz más elevada desde la aparente oscuridad.
La primera parashá, Devarim, alude a la palabra “líder”. Como está en plural, se refiere tanto a Moshé Rabeinu como a Iehoshua, quienes se solapaban hasta cierto punto en su liderazgo. En la parashá Devarim, estos dos líderes se unen,[1] tal como el alma todo-inclusiva del líder de la generación y la chispa de la Divinidad dentro del alma de cada individuo se unen para convertirse en uno. Cada judío contiene una chispa de Moshe Rabeinu, el líder todo-inclusivo, y la manera de revelar esta chispa es identificarse y conectarse con Moshe Rabeinu, el líder de la generación.
Así, la primera etapa del servicio Divino que revela el placer infinito escondido dentro de la reprensión (en nuestros tiempos: el estado de exilio en el que aún nos encontramos) es alimentar nuestra conexión espiritual con el Moshé Rabeinu de nuestra generación, el individuo en cuyas palabras la Divinidad se escucha.
A la segunda etapa se alude en el nombre de la segunda parashá, Va’etjanan, que significa “rogué”. No basta simplemente con identificar al Moshé Rabeinu de nuestra generación y crear un vínculo con él. También debemos identificarnos y empatizar con el decreto celestial que enfrenta el líder; en el caso de Moshé Rabeinu esta fue la decisión de no entrar a la Tierra de Israel. Entonces debemos clamar desde lo más profundo de nuestro ser, su propio grito existencial de “¡¿Hasta cuándo…?!” ¿Cuánto tiempo durará el exilio hasta que merezcamos la verdadera y completa redención? La característica esencial que representa la identificación de un verdadero discípulo de Moshé Rabeinu de la generación es su capacidad no sólo de identificar, sino de experimentar realmente la angustia existencial del líder.
Luego pasamos a la parashá “Eikev”, que alude a Ikveta Demeshija, un período de tiempo difícil en el que sabemos que el Mashíaj ya está presente porque vemos sus figurados talones, pero no podemos experimentar su presencia completa. En sus primeras palabras, la parashá Eikev nos advierte que “porque escucharás…”, vehaiá ekev tishmeun (וְהָיָה עֵקֶב תִּשְׁמְעוּן). Al escuchar y comprender que el Mashíaj ya está aquí (aunque su presencia no se pueda ver) nos sentimos impulsados a mejorar nuestra conducta, alterando la forma en que abordamos incluso los mandamientos más ligeros de la Torá y preparándonos para la siguiente etapa: ¡ver!
El nombre de la siguiente parashá, Reé, significa “¡Mira!” La siguiente palabra en la parashá es Anoji, la forma de “yo” con la que el Todopoderoso se refiere a sí mismo en los Diez Mandamientos. El verdadero líder de la generación revela el aspecto de Moshé-Mashíaj descrito como el “Infinito dentro de lo finito”. La etapa de nuestro servicio descrita en la parashá Reé es ver al Mashíaj.
Estos primeros cuatro pasos permiten a quienes se han comprometido a buscar, identificar y conectarse con Moshé Rabeinu de la generación dirigir sus esfuerzos externamente y rectificar el mundo, transformando la realidad en una morada para el Todopoderoso, donde Dios pueda revelarse abiertamente.
La realidad transformadora comienza con los tres mandamientos comunitarios que, a nosotros, el pueblo judío, se nos ordenó al entrar a la Tierra de Israel: nombrar un rey, aniquilar a Amalek y construir el Templo Sagrado. Estos tres mandamientos corresponden a las siguientes tres parashot del Libro de Deuteronomio: Shoftim, Ki Tetzé y Ki Tavó. Shoftim comienza con el mandamiento de nombrar el tribunal judicial religioso y continúa con el mandamiento de nombrar un rey. Ki Tetzé comienza con una descripción de las leyes relacionadas con la guerra y concluye con la guerra contra Amalek. Ki Tavó comienza con el mandamiento de traer las primicias al Templo Sagrado.
Liberados del peso de la guerra como se describe en Ki Tetzé y Ki Tavó, procedemos al objetivo final de los mandamientos comunitarios, la unidad del pueblo judío, descrito en los primeros versos de la parashá Nitzavim. La unidad judía completa es posible cuando todos los judíos (desde el más grande hasta el más pequeño) reconocen su raíz espiritual común manifiesta en el alma de Moshé Rabeinu y el Mashíaj.
Desde la parashá Nitzavim continuamos hasta Vaielej, donde Moshé Rabeinu se eleva cada vez más para lograr la revelación del Portal número 50 – la revelación de la esencia Divina. Revelar el Portal número 50 fue una respuesta a su súplica de 38 años antes: “Muéstrame Tu gloria”.[2]
La parashá de esta semana, Haazinu, revela el placer oculto inherente a cada evento que ocurrió y ocurrirá en la historia de nuestra nación hasta la llegada del Mashíaj (que revela el Portal número 50), la resurrección de los muertos y la vida en el mundo venidero.[3] Es entonces cuando podremos identificarnos de todo corazón con las palabras pronunciadas por Isaías: “Te doy gracias Dios por Tu reproche… Tú me has consolado”.[4] Los grandes tzadikim se encariñaron profundamente con la parashá Haazinu porque a través de su lectura, merecemos que se nos muestre cómo la reprimenda y la bendición se unen en una sola, como se indicó anteriormente.
Finalmente, llegamos a la terminación del Libro de Deuteronomio en la parashá Vezot Habrajá donde leemos: “…La bendición que Moshé, el hombre de Di-s, otorgó a los hijos de Israel antes de su muerte”. Cuando Moshé Rabeinu se revela plenamente, “…ante los ojos de todo Israel”,[5] entonces el final de la Torá se reconecta con su comienzo, “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra”[6] revelándonos a todos, “…los nuevos cielos y la tierra nueva”[7] que estuvieron siempre ante Dios.
(Basado en el Daily Dvar Torá para Haazinu, 5768)
[1] La posibilidad de que Moshé Rabeinu y Iehoshua se unan en una sola generación es uno de los signos más importantes de la redención venidera, como lo explica el Rebe de Lubavitch.
[2] Éxodo 33:18.
[3] Como se alude en el séptimo verso de la parashá
[4] Isaías 12:1.
[5] Deuteronomio 34:12
[6] Génesis 1:1
[7] Isaías 66:22.