RAZI Y LA BENDICIÓN TRIPLE

En una parte de la Biblia que se llama Parashat Nasó, ¡nos encontramos con una bendición súper especial! Es como un regalo de palabras para Aarón y sus hijos, ¡la Bendición Sacerdotal! Imagina que es una “Bendición Triple”, porque está hecha de tres frases mágicas. Lo más curioso es que cada frase tiene más palabras que la anterior, ¡como si la bendición fuera creciendo y creciendo, haciéndose más fuerte cada vez! Es como decir: “¡Que te vaya genial!”, “¡Que tu vida brille!”, “¡Que te ayuden a levantar el ánimo!”.

¿Eres de los que planean o de los que fluyen?

¿Conoces a esos amigos que lo tienen todo, pero todo, planeado? ¡Yo tengo uno, se llama Gadi! Él sabe exactamente a qué hora se va a levantar, cuánto tiempo le tomará desayunar (¡y hasta qué va a desayunar!), su mochila ya está lista desde el día anterior con una lista larguísima de cosas. Su alarma suena justo a la hora de salir de casa para llegar a tiempo a la parada del autobús. ¿A tiempo? ¡Claro! Incluso añade un minuto extra por si acaso algo sale mal en el camino. ¡Gadi siempre está preparado para todo!

A veces me da un poco de envidia Gadi. ¡Ojalá yo fuera así! Yo puedo poner mi despertador, pero levantarme a esa hora… ¡eso ya es otra historia! ¿Preparar la mochila el día anterior? Para eso necesito tener la cabeza en orden, ¡y la mía a veces es un desastre! La verdad es que ser tan organizado como Gadi tiene muchas ventajas. Pero yo no soy así, ¡para nada! Cuando hago algo, me gusta hacerlo con calma, sin prisas, disfrutándolo al máximo. ¿Tomar un chocolate caliente? ¡Despacio, con todo el tiempo del mundo!

Una vez en verano, Gadi y yo decidimos ir de excursión. ¿Adónde? A mí me daba igual, lo importante era que hubiera agua para poder darnos un buen chapuzón. Como te imaginarás, ¡Gadi se encargó de planearlo todo! La hora de salida, cuánto tiempo íbamos a caminar, a qué hora íbamos a volver, qué cosas teníamos que llevar, si el tiempo iba a estar bien… ¡Todo, hasta el último detalle! Y la verdad es que me vino genial, porque yo solo no hubiera podido organizar algo así. ¡Por eso le di las gracias de corazón!

¿Y tú, eres más como Gadi, de los que lo planean todo, o te gusta más ir sobre la marcha y ver qué pasa?

¡Hasta que… hasta que llegamos a la fuente!

…Y ahí, ¡Gadi se pasó un poco! Al principio, todo era súper divertido: nos tiramos al agua, chapoteamos, nadamos y nos reímos un montón. Después, nos sentamos a desayunar un delicioso atún ahumado. Pero para Gadi, ¡ahí se terminó la diversión! “Listo, según el plan, ¡ya es hora de empacar! Nos queda un largo camino por delante”, dijo Gadi.

Pero yo… ¡yo apenas estaba empezando! “¡Espera un momento, Gadi, esto apenas está comenzando!”, le dije. “¡Respira aire fresco, disfruta este instante! ¿Por qué tienes tanta prisa por irte?”. Gadi me miró extrañado: “¿Media hora no te bastó?”. “¡¿Bastar?!”, le respondí. “¿Vinimos solo a ponerle una ‘marca’ a la excursión y listo? ¡No te preocupes, los planes se pueden cambiar! ¡Sé un poco más flexible!”.

La fuerza de los límites

Las diferencias entre Gadi y yo son como dos tipos de personas: los que les encanta poner límites a todo, y los que prefieren ¡expandirlos! La verdad es que no solo hay dos tipos de personas, ¡sino que dentro de cada uno de nosotros existen estas dos formas de ser! En la sabiduría judía, a la primera forma la llaman “la fuerza del límite”, y a la contraria, “la fuerza de lo ilimitado”.

Lo interesante es que estas dos fuerzas también aparecen cuando hablamos de cosas sagradas, ¡como las mitzvot (mandamientos)! Cuando hacemos las mitzvot, queremos ser súper precisos, y ahí es donde entra “la fuerza del límite”. Las mitzvot que Dios nos dio tienen límites muy claros, y debemos hacerlas exactamente como nos dicen, ni más ni menos. La Torá dice: “No añadirán a la palabra que les mando, ni le quitarán”. Sentir “la fuerza del límite” nos ayuda a entender bien hasta dónde llega cada mitzvá.

Por ejemplo: el Shabat (día de descanso) empieza a una hora exacta; la oración del Shemá debemos decirla hasta un momento determinado; en Pésaj (Pascua Judía), medimos la cantidad justa de matzá (pan sin levadura) que debemos comer la noche del Séder; y antes de Sucot (Fiesta de los Tabernáculos), medimos con una cinta métrica el largo del hadas (una ramita de mirto) que usamos. ¡Todo esto para asegurarnos de cumplir la mitzvá correctamente!

La fuerza de lo ilimitado

¿Y dónde encontramos “la fuerza de lo ilimitado”? ¡Sorpresa, también en las mitzvot! Es cierto, hay un horario para rezar y debemos respetarlo, pero ¿cuánto tiempo hay que dedicar a la oración? Los sabios dicen: “¡Ojalá una persona rezara todo el día!”. Si Dios es infinito, ¡no tiene fin!, ¿tiene sentido limitar el tiempo que pasamos con Él?

A los jasidim (un grupo dentro del judaísmo) no les gusta mucho la idea de “salir del paso” o “cumplir la obligación” con las mitzvot. ¿Por qué “salir”? ¿Por qué no ir más a fondo? ¿Por qué no hacer más de lo que se pide? ¡No solo estamos obligados, también queremos hacerlo! ¡Más y más, sin límites!

Por ejemplo: ¿Hasta dónde llega la mitzvá de la caridad (tzedaká)? En el Talmud (un libro de sabiduría judía) dice que también esta mitzvá tiene un límite: “El que gasta, que no gaste más de un quinto”. Esto significa que si alguien da dinero a caridad, debe hacerlo con un límite razonable, dejando la mayor parte para sí mismo y no dando más del veinte por ciento de su riqueza. Pero, ¿cómo interpreta el Baal Shem Tov (un gran sabio) esta frase? Él se enfoca en una palabra: “gasta” (o “desperdicia”). Dice: es cierto, para quien dar dinero a caridad es un “gasto”, ¡que no se exceda! Pero para quien hacer el bien (la bondad) es su objetivo principal, ¡a esa persona se le permite dar mucho más, sin límite! ¡Para ellos, no es un gasto!

¿Qué te parece? ¿Eres más de límites o de darlo todo sin pensarlo dos veces?

Con límites

La fuerza del límite en la santidad es algo necesario. Gracias a ella, podemos mantener bien los límites de la Halajá (ley judía) y cumplir la voluntad de Dios. Al mismo tiempo, debemos tener cuidado de que nuestro deseo de mantener los límites no nos lleve, Dios no lo quiera, a conformarnos con poco. Se dice que quien solo busca “salir del paso” y se conforma con lo mínimo puede, más adelante, caer en la duda. Incluso podría preguntarse: “¿Quién dijo que es obligatorio? ¿Quizás es solo un rigor que inventaron?”. La fuerza de lo ilimitado en la santidad nos impulsa a aspirar siempre a añadir más y más, y a no detenernos.

¿Es la fuerza de lo ilimitado el objetivo final? Sin duda nos acerca a ella, pero definitivamente no es nuestra última parada. ¿Por qué? Porque, al final, Dios creó un mundo físico y limitado, y no lo hizo sin razón. La intención de la creación es que, precisamente dentro de este mundo limitado y físico, se construya para Él una morada. ¿Cómo? Precisamente a través del cumplimiento de los mandamientos físicos. Y esto ya es una gran pista sobre la existencia de una tercera fuerza, que une a las dos: una fuerza de lo ilimitado dentro de un límite. ¡Este es el sentido especial de la enseñanza de la Jasidut!

Cuando los Kohanim (sacerdotes) levantan sus manos, primero nos bendicen con la observancia de los límites de la santidad: “Que Dios te bendiga y te cuide“; en la siguiente etapa, nos bendicen con la revelación de la luz del rostro de Dios, que nos lleva a un progreso infinito que no se detiene: “Que Dios ilumine Su rostro sobre ti y te dé gracia“; y para finalizar, somos bendecidos con la fuerza para llevar los opuestos, el “límite” con lo “ilimitado”, y hacer que habiten en nosotros en paz: “Que Dios eleve Su rostro hacia ti y te dé paz“.

¡Que tengamos el mérito de bendecir y ser bendecidos con las tres bendiciones!

¡Shabat Shalom y bendecido!

Razi

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