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A medida que Iacob se aproximaba a la Tierra de Israel con sus esposas e hijos, se preparó para el encuentro con su mal dispuesto hermano Esav. Solitario, a la orilla del río Iabok, en el medio de la noche, Iacov fue atacado por un ser misterioso con quien hubo de luchar hasta el amanecer. Explican nuestros sabios que ese ser era la raíz espiritual –el arcángel- de su hermano Esav. Misión Cumplida Al despuntar el amanecer Iacov lo venció, y su control sobre el enemigo fue tan completo que el ángel tuvo que suplicarle que lo deje ir.

 Explican nuestros sabios que este estaba apurado por ir a rezar a Di-s la plegaria del amanecer. Cada ángel tiene un día en que adora a Dios y significativamente el día en que fue derrotado en manos de Iacov era el que le correspondía él, día en que cumplió su misión Divina de llevar a Iacov a un estado en el cual debía concentrar todo su coraje y energía en derrotar a Eisav. Toda persona está en un estado permanente de pugna con el ángel de nuestro enemigo físico y espiritual, Eisav. 

El propósito de este ángel, que simboliza la maldad dentro de nosotros y en lo que nos rodea, es motivarnos a sobreponernos a esa maldad y a triunfar en la bondad. A su vez, cuando el ángel completó su misión con Iacov alcanzó un estado en el cual pudo ahora alabar a su Creador por darle el obsequio de haber cumplido su propósito. En nuestras vidas cumplimos muchas misiones Divinas: es cada mitzvá, mandato, que realizamos. Y si triunfamos en el cometido llegamos a un estado en el cual estamos listos y capacitados para rezar a Dios por el regalo de alcanzar nuestro propósito.

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