CAPÍTULO 4  MANEJANDO LOS PROPIOS MERCADOS

Donde rige la Calidad

Alentar el espíritu familiar dentro de las filas, con el propósito de crear una atmósfera doméstica dentro de la compañía, debe estar equilibrado por una postura agresiva de cara a los mercados externos que intenta abastecer. Aquí, la postura de elección es asumir la confianza en el propio poder para influenciar y dominar. De momento que un estilo diferenciado puede ayudar a incentivar la cooperación interna y la productividad. Cuando se enfrenta el mercado, se debe aprender a adoptar una actitud de sano orgullo por el servicio o producto que se está ofreciendo.

De todos modos, es crucial que este orgullo corporativo este limitado a una sola cosa: La calidad. Reputación, precio, servicio y hasta la obtención de ganancias, nunca pueden reemplazar a la calidad de un producto como la gema en la corona de la compañía. Exponer el producto a los clientes en mercados tan vastos y extensos como los que enfrenta la manufactura de moda, se convierte una tarea que requiere sumo ingenio. Siendo la mayoría de los consumidores finales nada más que peces anónimos en el gran océano consumidor, la única opción razonable es ” lanza tu pan a las aguas” y dejar que el producto hable por sí mismo.

El carácter impersonal intrínseco de los mercados contemporáneos sirve para propulsar a las corporaciones modernas hacia promociones agresivas, con el objetivo de asegurarse hegemonía de esos mercados. En una economía de masa interactiva, donde el deseo desenfrenado por manejar el mercado puede conducir tanto hacia la prosperidad como a arriesgar todo lo involucrado, una compañía debe justificar sus pretensiones de poder y dominación. Es aquí donde el balance entre un estilo motivador dentro de la compañía y uno agresivo hacia afuera, sirve como seguro contra las tendencias autodestructivas frecuentemente observadas en la vida corporativa.

El objetivo de establecer una hegemonía en el mercado, exige que la compañía diseñe un prototipo de relaciones para interactuar con los mercados que está basado sobre un modelo monárquico. Al contrario de la relación con los empleados, donde un estilo informal y familiar promueve el crecimiento, ganar mercados potenciales requiere una imagen empresarial mucho más formal. Las leyes judías fijan que mientras que el padre y el maestro están autorizados a declinar el honor que normalmente se les concede, a un rey le está completamente prohibido comprometer la dignidad de su cargo, aunque esté motivado por la devoción hacia sus súbditos. El respeto asociado a la realeza no es un mero privilegio del rango, sino que es un aspecto integral de la función real. Para la corporación en crecimiento, esto significa evitar la tendencia a seducir a sus mercados, si hacerlo conlleva comprometer sus niveles de calidad.

El orgullo que uno tiene sobre la calidad de un producto es finalmente el reflejo del respeto por los mercados a los que el producto es dirigido. Si un rey no está habilitado a comprometer el honor de su gestión, es sólo porque esto podría comprometer el honor de su reino y sus súbditos. El riesgo de perder popularidad en el mercado es ciertamente pequeño, si está claro que mantener el estándar de calidad de un producto, refleja la imagen que se tiene de aquellos a los que el producto es dirigido.
Lo que mejor protege al ente corporativo del falso orgullo y la vanidad es una clara dedicación al ideal creativo. Especialmente en cuanto a la salud interna de la compañía, que puede ser puesta en peligro por el ego individual y la ambición, la capacidad de la gerencia de demostrar modestia en su empeño de excelencia empresarial, va a mantener a toda la compañía sin hacer peligrar la dignidad del propio ente ejecutivo.

Esto puede ser visto claramente del ejemplo del Rey Bíblico de Israel, para quien el Reino Celestial sirve de inspiración para su autoridad terrenal. En la descripción bíblica de la celebración que acompañó el ingreso del arca sagrada a Jerusalem, encontramos al rey David bailando desvergonzadamente y saltando frente al arribo del arca. A continuación, es castigado por su esposa Mijal por rebajar la dignidad de su rango, al comportarse tan frívolamente frente a sus súbditos. En la réplica que le hace, encontramos el testimonio de un soberano que entiende que el honor de su cargo no pertenece a su persona, sino al Poder que lo ha investido con la responsabilidad real:

“Y David dijo a Mijal: Fue frente a Di-s, que me eligió por encima de tu padre y toda su casa para ser designado como príncipe sobre el Pueblo de Di-s, sobre Israel, fue frente a Di-s ante quien me alegré. Ojalá pueda humillarme más aún, y ser despreciable ante mis propios ojos; ante los sirvientes de quien has hablado, por ellos seré honrado.

Este incidente junto con la respuesta del Rey David, indica que no siempre necesita ocultarse la humildad única del reinado, cuando su revelación permite a otros compartir la alegría de servir al ideal que legitima el poder real. En nuestro contexto, la gran ventaja de que el ejecutivo adopte ocasionalmente una actitud de discreción y un estilo de administración transparente, es que le permite a los empleados confirmar su autoridad, al exponerlos a la visión creativa en la que está basada.

En el mismo contexto en que la “humillación” de uno mismo delante de los empleados es justificada cuando es para compartir su visión y entusiasmo con los empleados, así también es correcto demostrar ocasionalmente una expresión de orgullo. Esta extraña combinación de orgullo y humildad esencial para el líder judío, es comparada en la Cabalá con el emerger (geiute) y refluir (shefel) del mar. La equivalencia numérica de estas palabras (geiute shefel = 410), que sugiere el movimiento pendular de la marea, sirve para enseñarnos también que la magnitud de la humildad de un líder es la que determina el grado de poder que puede llegar a asumir.

Lo que marca en forma exclusiva la humildad del reinado es el sentido de misión y responsabilidad con que esta imbuido. Refrenando su ego, el rey se asegura que el ideal que quiere promover golpeará profundamente en el corazón de sus súbditos, así como la trayectoria de una flecha es determinada por el grado de restricción ejercido al tirar del arco. Para el “arquero” empresarial, cuyo blanco es el mercado, el desafío de identificarse con la inigualable y digna necesidad de servir, brindará un foco para sus poderes de humildad y restricción. Una vez que tuvo éxito en reconocer esa necesidad externa, pondrá su producto en movimiento y entonces podrá dirigirse hacia el marco pretendido.

La tarea de identificar un objetivo que el mundo necesita y al que uno puede darle una respuesta especial, debe ser la primera preocupación de toda empresa con aspiraciones. Lo que va a determinar el éxito en el cumplimiento del propósito creativo, es la magnitud con la que el poder corporativo puede suprimir su “interés propio”, esto es, que no haya otro objetivo que el “bien común” del mercado.La calidad de un producto es ponderada por su función y forma distintivas. Pero su verdadera calidad estará determinada por su capacidad de satisfacer la necesidad para la que fue diseñada, y que al mismo tiempo evoque la visión creativa y el poder que la produce. La fuerza que uno está midiendo cuando considera la calidad, es denominada en hebreo como oz (“potencia”), el indicador del impacto que uno produce mediante el acto de la autoexpresión creativa. La marca dejada en un producto es la que lleva un mensaje de excelencia a los futuros mercados, asegurando de ese modo una relevancia duradera y supervivencia de la compañía.

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