CORRER Y RETORNAR
El servicio a Dios se fundamenta en un latido espiritual saludable de “correr y retornar” – una elevación hacia lo sagrado con un anhelo apasionado por lo alto, seguida de un retorno a la realidad.
Este ritmo espiritual se expresa de manera sutil en los cambios y fluctuaciones que una persona experimenta en todas las áreas del servicio divino. A una escala más amplia, se manifiesta en las transiciones entre diferentes ámbitos de compromiso y acción.
Desde una perspectiva interna:
🔹 El “correr” representa la aspiración hacia el mundo superior, el mundo de la Emanación (Atzilut).
🔹 El “retorno” implica la integración en los mundos inferiores – el mundo de la Creación (Beriá), el mundo de la Formación (Yetzirá) y el mundo de la Acción (Asiá).🔹 El punto culminante de la escalera de la oración es la entrada al mundo de la Emanación, el mundo de la unidad divina.
🔹 Estar de pie ante el Infinito y dirigirse a Él directamente, diciendo “Tú”, es una experiencia enormemente poderosa que una persona no puede sostener por mucho tiempo.
Así, se cuenta sobre Rabí Pinjas de Koritz que antes de cada oración, se separaba de su esposa, no fuera que su alma se escape a lo alto durante la plegaria.
Después de la oración, es necesario descansar de la intensidad de la “carrera” y pasar de la sinagoga a la casa de estudio, dedicándose a la Torá con la fe de que el Dador de la Torá se revela nuevamente en cada instante dentro de Su Torá.
En comparación con la profunda exigencia emocional de la oración, el esfuerzo intelectual en el estudio de la Torá se considera un descanso. El “retorno” a la Torá pertenece al mundo de la Creación, el ámbito del intelecto comprometido con la Torá.
Sobre esto se dice: “Si tu corazón corre, regresa a tu lugar” y también “¿Quién es sabio? Aquel que conoce su lugar”. Esto significa que, a pesar del fervor del alma en la oración, la verdadera posición del individuo, asentada en su comprensión y conocimiento, es su porción y su espacio especial en la Torá.
Un nivel adicional de “retorno” a la realidad es el descenso al mundo de la Formación, donde el servicio a Dios se realiza a través del entusiasmo y el deleite. Sin embargo, “un deleite constante deja de ser deleite”. Por eso, incluso dentro del mismo entusiasmo y alegría, hay pausas y descensos, momentos en los que se debe servir a Dios con un intelecto más limitado, hasta que sea posible una nueva elevación a un servicio lleno de renovado gozo y plenitud.
Sobre esto se dice: “Si tu corazón corre, regresa”. Es necesario retirarse de la intensidad de la experiencia para que pueda renovarse y fortalecerse.
El propósito final del “retorno”
El objetivo último del “retorno” es descender al mundo de la Acción, pasando del ámbito de los deseos “espirituales” relacionados con la Torá, la oración y las mitzvot, hacia una participación activa y consciente en los asuntos de este mundo.
Este descenso surge de los “pesos” que Dios colocó sobre el alma – el alma animal, el cuerpo y el entorno material – para evitar que escape hacia la espiritualidad y, en cambio, dirija su atención a los asuntos del mundo.
Cuando una persona merece cumplir “En todos tus caminos, conócelo”, y más aún en la Tierra de Israel, donde la mayoría de las actividades cotidianas pueden realizarse con la conciencia de la mitzvá de asentarse en la tierra, el mundo de la Acción se convierte en la culminación del tikún (rectificación), donde se encuentra a Dios dentro de la realidad misma.
Sobre esto se dice: “Si tu corazón corre, retorna al Uno” –
Si tu corazón corre en busca del “Dios Único” en los planos superiores, regresa al mundo material para hacerle a Él, bendito sea, una morada en los mundos inferiores.
Es precisamente en este camino donde se puede encontrar Su esencia misma.
El vínculo entre “retorno” y teshuvá
La palabra “retorno” (שוב, shov) está relacionada con teshuvá (תשובה, arrepentimiento y retorno espiritual).
📖 El versículo “Y los seres vivientes corrían y retornaban como el fulgor del relámpago” (Yejezkel 1:14) tiene un valor numérico equivalente al doble de la palabra teshuvá.
De aquí aprendemos que, antes de embarcarse en un verdadero “correr” hacia lo alto, primero se debe hacer teshuvá para liberarse del apego a lo material.
Luego, se requiere una segunda teshuvá, que consiste en llevar a cabo la voluntad de Dios en los mundos inferiores, integrando la espiritualidad en la vida cotidiana y revelando Su presencia en la acción concreta.