El Año Comienza en Jeshván
En muchas sinagogas existe la costumbre de proclamar públicamente las palabras: «Y Iaacov siguió su camino»[1] tres veces al comienzo de cada año: al concluir Simjat Torá, al finalizar Shabat Bereshit y el séptimo día de Jeshván. Esto indica que, tras todas las festividades de Tishrei y el séptimo día de Jeshván, el año ha comenzado realmente. Repetirlo tres veces consolida la idea en la realidad.
El séptimo día de Jeshván es el día en que comenzamos a pedir por la lluvia en la Amidá, la oración principal del judaísmo. Si bien ya comenzamos a reconocer que Di-s hace que «el viento sople y la lluvia caiga» en Sheminí Atzeret / Simjat Torá, solo empezamos a pedir lluvia explícitamente el séptimo día de Jeshván. La razón de esta demora es que, cuando el Templo estaba en Jerusalén, judíos de toda la Diáspora venían a Jerusalén para la festividad de Sucot, y la petición de lluvia tenía que esperar hasta que todos los peregrinos regresaran a salvo a sus hogares, ya que viajar bajo la lluvia sería muy dificultoso.
Cómo viajan los judíos
El séptimo día de Jeshván siempre coincide con la porción de la Torá de Lej Leja, cuando Di-s le ordena por primera vez a Abraham: «Sal de tu tierra, del lugar donde naciste, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré».[2] Un análisis detallado de las palabras «lej leja » revela un profundo doble significado: por un lado, Di-s le indica a Abraham que emprenda un viaje físico; pero, por otro lado, también lo instruye a realizar un viaje interior, pues «lej leja» puede interpretarse como «ve hacia/para ti mismo». El viaje arquetípico de Abraham resultaría ser tanto un viaje físico hacia la Tierra Prometida, como un viaje espiritual que le exigiría conectar con su alma.
De acuerdo con el importante principio de que «las acciones de los padres son una señal para los hijos»[3], Jasidut explica que cada pensamiento y acción de los patriarcas (y matriarcas) allanó el camino para cada judío en cada generación. Por lo tanto, anunciar que «Iaacov siguió su camino» en la porción de Lej Leja es sumamente significativo.
El dinámico movimiento dual de las palabras «lej leja» alude a un concepto fundamental en la Torá: «correr y regresar», una frase inspirada en el vibrante movimiento de los ángeles en la visión de Ezequiel.[4] Esta pulsación dinámica de correr y regresar se manifiesta de innumerables maneras en toda la creación: desde la contracción y expansión en los orígenes mismos del universo, hasta el latido de nuestros corazones y el pulso de la sangre que recorre nuestras arterias y venas; desde la exhalación e inhalación, hasta los altibajos de las emociones humanas; desde los ciclos de las estaciones, hasta el flujo y reflujo de las mareas.
En Jasidut se explica que el movimiento de los ángeles es, en realidad, estático en comparación con el de los seres humanos. En una poderosa visión registrada en Zacarías, se revela: «Serás un impulsor entre los que permanecen».[5] A los ángeles se les llama «permanentes» – lo que significa que, en términos relativos, permanecen en posiciones fijas a pesar de su enérgico movimiento. Pero a un tzadik como Abraham se le llama impulsor. Siempre está en movimiento, siempre buscando, siempre ascendiendo. Esta es la esencia de lo que significa ser humano: ascender, regresar y volver a ascender.
En la visión de Ezequiel, los ángeles corrían hacia arriba para vislumbrar la Presencia de Di-s, que tenía la forma de un cielo sobre sus cabezas, pero su intensidad los abrumaba y los hacía retroceder rápidamente.[6] Luego lo intentan de nuevo. Ascienden y descienden una y otra vez, en una danza perpetua de anhelo y temor. Sin embargo, en términos relativos, los ángeles no progresan; solo el libre albedrío humano puede producir verdadero movimiento, verdadero progreso y crecimiento espiritual.
La búsqueda de Abraham de la bondad
En la parashá Lej Leja, la Torá relata numerosos casos en los que Abraham se desplaza y viaja, además de cumplir con su primer mandato divino de «lej leja». En esta parashá, a Abraham se le suele referir como Abram, ya que Di-s solo le cambió el nombre a Abraham al final de la parashá, cuando selló el pacto con Di-s mediante la circuncisión. Citemos algunos de estos casos y expliquemos la importancia del primero a la luz de nuestra exposición anterior:
«Abram emprendió su viaje, yendo y viajando hacia el sur».[7]
En este versículo fundamental, la Torá utiliza tres verbos para describir el constante movimiento de Abraham, siempre buscando progresar y crecer espiritualmente. En Jasidut se explica que el «sur» se asocia con la bondad, la sefirá de jesed. Abraham es el arquetipo de la bondad amorosa; por lo tanto, este versículo atestigua que siempre viajaba más al sur, buscando fortalecer cada vez más su ya esencial atributo de bondad. La palabra hebrea para «sur» (negbah) que la Torá usa en este versículo también significa alturas y elevación. Abraham constantemente buscaba alcanzar mayores alturas y profundidades en su deseo de estar cerca de Di-s.
Otros versículos incluyen:
- “Y Abram recorrió aquella tierra, hasta el lugar de Shejem, hasta la llanura de Moré.”[8]
- «Haré que vuestra descendencia sea como el polvo de la tierra; si alguien puede contar el polvo de la tierra, así también se podrá contar vuestra descendencia. Levántate, recorre la tierra, a lo largo y a lo ancho, porque Yo os la daré.»[9]
- “Y Abram tenía noventa y nueve años, y Di-s se le apareció a Abram, y le dijo: ‘Yo soy el Di-s Todopoderoso; anda delante de mí y se íntegro’”.[10]
Como se mencionó anteriormente, cada acto de Abraham tuvo un profundo efecto en todo el pueblo judío a lo largo de las generaciones. Abraham abrió el camino para que cada judío buscara constantemente nuevos horizontes, sin conformarse jamás con aceptar la rutina y la monotonía como algo dado, como una realidad inamovible.
Festividades y Parashot
Otra profunda reflexión del Jasidut relaciona las tres primeras porciones de la Torá, Génesis, Noé y Lej Lejá, con las tres festividades de Tishrei: Rosh Hashaná, Iom Kipur y Sucot.[11] Génesis refleja Rosh Hashaná, ya que esta festividad conmemora la Creación en general y la creación del hombre en particular. De hecho, en Rosh Hashaná recitamos en nuestras oraciones: «Este es el día, el comienzo de Tus obras, un recuerdo del primer día».
La porción de Noé corresponde a Iom Kipur, ya que Noé significa literalmente “descanso”, y Iom Kipur es el día del descanso supremo. No solo descansamos de nuestras labores diarias, como hacemos en Shabat, sino que en este día sagrado del año descansamos completamente de todas nuestras necesidades corporales; no comemos ni bebemos, ni realizamos ninguna otra actividad física. El nombre de Noé se menciona dos veces en el primer versículo[12] de la Parashá Noé. Los sabios explican que las dos menciones de su nombre aluden a dos categorías de descanso conocidas como “descanso en lo alto [para el mundo espiritual]” y “descanso en lo bajo [para lo mundano]”.[13] En la Torá, Iom Kipur se denomina “Shabat Shabatón ”,[14] que también significa un doble descanso.
Finalmente, la Parashá Lej Leja corresponde a Sucot, el “tiempo de nuestra alegría”. Así como Abraham, el primer judío, el monoteísta por excelencia y el líder espiritual de todos los creyentes, trajo tanta luz a un mundo entonces sumido en la oscuridad. En las oraciones de Iom Kipur, Abraham es descrito como una gran luz: “Un individuo único – padre de multitudes -, de repente, como una estrella, brilló desde Ur Kasdim para iluminar la oscuridad”. En toda la tradición judía, la luz se asocia con la alegría. Rememorar la vida de Abraham cada año es fuente de verdadera alegría, como escribió el Rebe de Lubavitch[15] en nombre de su suegro, afirmando que la semana de la Parashá Lej Leja es la primera semana verdaderamente gozosa del año.
Existen dos conexiones adicionales entre Abraham y Sucot. En la parashá Vaieira, la Torá relata cómo tres ángeles vinieron a informar a Abraham y Sara que finalmente tendrían un hijo tras una vida de esterilidad. Abraham, al principio, los confundió con tres simples hombres errantes. Sin embargo, interrumpió una revelación que estaba recibiendo de Di-s para saludarlos y atender sus necesidades. Les dijo: «Señores míos, si he hallado gracia ante sus ojos, les ruego que no pasen de largo junto a su siervo. Permítanme tomar un poco de agua, lavarse los pies y descansar bajo el árbol».[16] Los sabios relatan que ofrecer a los tres huéspedes un lugar para descansar bajo el árbol sirvió como presagio de la futura festividad de Sucot.[17] Este es otro ejemplo del conocido dicho: «Las obras de los padres son una señal para sus hijos». Con este singular acto de amorosa bondad “bajo el árbol”, Abraham abrió las puertas para que la festividad de Sucot fuera revelada a todos sus descendientes, quienes también un día habitarían bajo un techo de vegetación en la sucá.
Otra hermosa conexión entre Abraham y la dinámica de correr y regresar se encuentra en la mitzvá de agitar las cuatro especies durante Sucot. Cada día de Sucot (excepto en Shabat) las agitamos hacia los cuatro puntos cardinales, así como hacia arriba y hacia abajo. Al cumplir con la mitzvá, sostenemos las cuatro especies cerca del corazón y luego las agitamos tres veces en cada dirección, llevándolas de regreso al corazón en cada ocasión. Este movimiento es una recreación física de la dinámica de correr y regresar, pero en un nivel más profundo también es una profunda recreación del primer mandato de Di-s a Abraham: lej leja, ¡vete hacia ti mismo!
[1] Génesis 32:2.
[2] Ibíd. 12:1.
[3] Bajiei sobre Génesis 12:10, basado en Bereshit Rabá 47:7 y otros lugares.
[4] Ezequiel 1:14.
[5] Zacarías 3:7.
[6] Ezequiel 1:22.
[7] Génesis 12:9.
[8] Ibíd. v. 6.
[9] Ibíd. 13:16-17.
[10] Ibíd. 17:1.
[11] Vea nuestro volumen hebreo, Mivjar Shi’urei Hitbonenut vol. 8, “Kavanot HaLulav VeTikunei HaTenu’ot”.
[12] Génesis 6:9.
[13] Bereshit Rabá 30:5.
[14] Levítico 23:32.
[15] Haiom Iom para el 3 de Jeshván.
[16] Génesis 18:2-4.
[17] Bereshit Rabá 47:6.




