COMPASIÓN INFINITA

Un principio fundamental del Jasidut es meditar en cómo Di-s, «en Su bondad, renueva diaria y perpetuamente la obra de la creación», haciendo surgir la realidad de la nada en cada instante. Una innovación aún más profunda del Jasidut es el reconocimiento de la providencia individual de Di-s sobre cada detalle de nuestro mundo.

La creación constante es una acción unilateral – Di-s trae el mundo a la existencia de forma continua, «porque Él desea la bondad», independientemente de las acciones de quienes están abajo y, por lo tanto, sin una conexión interna con ellos. En contraste, la providencia individual es un diálogo con la realidad, una respuesta a nuestras acciones y una referencia a nuestra situación. La creación es el secreto de «la obra de la creación», mientras que en la providencia individual reside la complejidad de un encuentro y una conexión entre dos, el secreto de «la obra de la carroza», que es infinitamente más profundo. La creación da forma a la realidad, pero la providencia individual es el camino para realizar el propósito de la creación: «una morada para Di-s en los reinos inferiores».

El entendimiento sencillo de la providencia individual, en la parte revelada de la Torá, es la conducta de “medida por medida” – una providencia de juicio, donde cada criatura es juzgada según sus acciones. Esta providencia se rige esencialmente por las “reglas del juego” con las que Di-s planeó y programó el mundo, cuando «surgió en Su pensamiento crearlo con el atributo de juicio».

El Baal Shem Tov reveló una providencia individual más profunda, cuya esencia radica en la preocupación por el bienestar de aquellos a quienes cuida, tanto en lo particular como en general, física y espiritualmente. La creación del mundo tiene un propósito, y cada ser creado es importante y necesario para su realización, ya que cada detalle de lo que le sucede se relaciona con el cumplimiento del propósito de la creación. Esta es la providencia individual de bondad, que contempla cómo cada detalle encaja en el conjunto de la creación, cumpliendo su destino al aportar su contribución necesaria a su propósito, y teniendo derecho a todo el bien divino. Esta providencia expresa la profundidad de la bondad y la generosidad de Di-s, quien creó el mundo para beneficio de sus criaturas.

Pero la providencia tiene una dimensión aún más profunda y penetrante: Di-s ama a cada judío con un amor infinito, cuya analogía más cercana en nuestro mundo es el amor de unos padres por su único hijo, nacido en su vejez. Cuando el niño sufre, el padre siente por él una compasión absoluta e incondicional. No lo ve como una parte importante de la familia, no piensa en sus futuras misiones ni en su destino en el mundo. Simplemente siente compasión por él en el momento presente y se entrega por completo a ayudarlo. En ese momento, no hay nada ante los ojos del padre excepto el niño, en quien se concentra todo su mundo. De igual modo, en la profundidad de la providencia individual de Di-s, existe una compasión infinita e incondicional por el individuo. En la mirada divina sobre él en su momento de tribulación, todo lo colectivo está incluido en él: él es la totalidad de todo y no hay nada más.

Estas misericordias intrínsecas del “Único del mundo”, que implican una identificación completa con el individuo, son el verdadero significado de la providencia individual: providencia que emana de la esencia misma de Di-s, del lugar donde verdaderamente “no hay nada más que Él”, extendiéndose a nuestro mundo y encontrándose con el individuo tal como es en el presente, y materializa por completo la “morada de Di-s en los reinos inferiores”.

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