Todo judío es misericordioso y realiza actos de bondad por naturaleza, y por eso “incluso los vacíos entre ustedes están tan llenos de mitzvot como una granada”. Incluso una persona malvada que camina por sus malos caminos sin pensar en sus actos y sin remordimientos se compromete automáticamente con las mitzvot – pero éstas no tienen un impacto real en su vida. (Sólo un acto grande y excepcional, que requiera un gran esfuerzo de devoción a Di-s, lo desviará del camino en el que está inmerso).
Cuando una persona estudia Torá, introduce en su vida una dimensión de conciencia Divina. Tiene una visión correcta de la realidad y, en consecuencia, ya sabe dónde no está en orden. Sin embargo, uno puede estudiar Torá como algo que Di-s dio en el pasado lejano, sin sentir la presencia Divina aquí y ahora y sin experimentar la renovación – y, en consecuencia, desesperar de la posibilidad de cambiarse a sí mismo y cambiar la realidad.
En cambio, en la oración nos dirigimos a Di-s como presente, “Bendito eres Tú”, y Le pedimos que intervenga en la realidad ahora. En la oración hay plena conciencia de la presencia de Di-s, de Su providencia sobre cada detalle, y de que Él renueva la realidad y “entrega la Torá” en cada momento del presente. Por lo tanto, es la oración la que abre la puerta al cambio real. La oración revela el punto del tzadik que existe en todas y cada una de las personas, incluso en alguien que vive como un malvado. Cuando se revela el punto de tzadik, uno puede esperar un cambio real.
Una persona sumida en la desesperación ni siquiera reza. Si una persona reza, no está desesperada. Incluso una persona inmersa en un camino negativo, que siente que no tiene el poder para efectuar un cambio, puede rezar y pedir a Di-s que la saque del lugar en el que se encuentra estancada. El Rebe de Lubavitch dijo que “el trabajo de refinamiento ha sido completado”. Esto puede interpretarse como que, en cierto sentido, hemos agotado las opciones entre el bien y el mal que somos capaces de hacer por nuestra cuenta. No obstante, se nos pide que nos dediquemos “al trabajo de unificaciones” – orar para que Di-s produzca un cambio en nosotros. Presentarse ante Di-s como pecador suplicando ayuda para cambiar, es una gran audacia, pero “Israel es el más valiente entre las naciones” y sabe cómo pedir ayuda.
Pero ¿qué se puede hacer cuando esta oración se convierte en rutina? Me quedo estancado en el mismo camino negativo, conociendo mis pecados y defectos en detalle, recluyéndome regularmente ante Di-s, ¡pero nada cambia realmente! Para renovarse en la oración, hay que contemplar profundamente y ver que nunca ha orado de verdad. En la oración, debo abandonar mi “yo” y dirigirme a Di-s como “Tú”. De hecho, si oré por un cambio en conducta porque mis pecados me repugnaban – me siento sucio y quiero que Di-s me saque del barro y me limpie de mi inmundicia – todavía sigo completamente inmerso en el “yo” y, esencialmente, estoy orando a y para mí mismo…
La oración ante Di-s debería sentir Su presencia, reconocer que los pecados enojan y entristecen a mi Padre en el Cielo, y dirigirme a Él y suplicarLe: “Mis pecados Te hieren, pero no puedo detenerme, y si Tú no ayudas, no habrá aquí ningún cambio…”. Si hasta ahora no he orado, no es de extrañar que no haya habido ningún cambio. Y si hoy rezo de verdad, desde lo más profundo de mi corazón, a Di-s y para Di-s, ¡seguro que el cambio vendrá!