PROVIDENCIA DIVINA RECÍPROCA

El Baal Shem Tov:

El santo Rabino de Kaminke relató la siguiente historia:

Una vez, un hombre pobre se presentó ante el Baal Shem Tov buscando salvación de su pobreza. El Ba’al Shem Tov le dijo que buscara bajo un cierto puente donde su petición sería cumplida y encontraría tesoros de oro y plata.

El hombre buscó bajo el puente, pero no encontró nada. Se encontró con un pobre sastre que le preguntó qué estaba buscando. El hombre le dijo las palabras del Ba’al Shem Tov, añadiendo que había buscado en vano y no había encontrado nada. El sastre respondió: “El Ba’al Shem Tov también me instruyó para que fuera a un cierto lugar (que en realidad era la casa del hombre que estaba buscando tesoros bajo el puente) y allí, bajo la estufa, encontraría un tesoro. Pero me dio pereza ir allí y excavar en la casa de otra persona…”

Cuando el hombre oyó las palabras del sastre, pensó: “¡Está hablando de mi casa! Iré a casa y miraré debajo de la estufa.” Y así fue como encontró el tesoro. Y el sastre pensó: “Ya estoy aquí cerca del puente, ¿qué daño hay en cavar aquí? Quizás las palabras del hombre en nombre del Ba’al Shem Tov sean ciertas.” Buscó bien y también encontró tesoros, y ambos se hicieron muy ricos.

Cada uno se dijo a sí mismo: “El hombre que conocí bajo el puente fue la causa de mi riqueza. ¿Cómo puedo soportar ver a la persona cuyas palabras me trajeron tanta riqueza en la pobreza?” Cada uno decidió llevar un paquete de oro y plata al otro, y así lo hicieron. En el camino, se encontraron, y su alegría fue grande. No sabían qué hacer con los paquetes de dinero que llevaban con ellos. Decidieron organizar un matrimonio entre sus hijos, ya que uno tenía un hijo y el otro una hija, y destinaron el dinero para la dote de los jóvenes.

El santo Rabino de Kaminke dijo: Esta historia es auspiciosa para el sustento y debe contarse en la comida de Melavé Malka. Después de la historia, no se debería contar ninguna otra historia, solo se debe recitar el Shir HaMa’alot y la Bendición Después de las Comidas. Y cuando se contó la historia, el santo Rabino inmediatamente recitó el Shir HaMa’alot. El santo Rabino dijo que a veces cada persona está destinada a una gran salvación, pero solo puede alcanzarla a través de ayudar a otra persona.

Un tesoro de temor al cielo

¿Por qué el Baal Shem Tov envió a cada persona a traer su sustento de lejos, cuando de hecho un tesoro se encontraba cerca de cada uno de ellos?

A menudo nos encontramos con que los tzadikim propician la salvación, pero exigen un esfuerzo por parte del receptor. Podemos explicar que el esfuerzo es un recipiente a través del cual el tzadik hace merecer al buscador la mitzvá de fe en él y de escuchar sus consejos, y a través de esto merece la salvación. Esto es lo que el Santo Bendito Sea hizo por nosotros cuando salimos de Egipto. Estábamos desprovistos de mitzvot, y Él nos dio las mitzvot de Pesaj y de la circuncisión para que pudiéramos merecer la redención a través de ellas.

Cuando se explica de esta manera, podemos decir más profundamente que nuestra historia no trata solo de un tesoro físico, sino principalmente del tesoro interno, que es el “tesoro del temor del Cielo” del cual dice el verso: “Si lo buscas como a la plata y lo rebuscas como a tesoros escondidos, entonces entenderás el temor de Di-s y hallarás el conocimiento de Di-s.” (Proverbios 2:4-5) Los hombres pobres en verdad solo buscaban dinero, pero el Ba’al Shem Tov los guio generosamente hacia lo que está en la raíz del dinero y el sustento – la clara sensación de que Di-s está orquestando todos los asuntos del hombre, y solo de Él nos alimentamos. Este es el secreto del poder y virtud de esta historia, que presenta los esfuerzos muy serios del hombre por luchar por su sustento bajo una perspectiva un tanto humorística, revelando así lo que realmente le falta al hombre pobre: no dinero, que está debajo de su estufa, sino el conocimiento de Di-s y temor del Cielo.

Y cuando se trata del temor del Cielo, el esfuerzo personal es ciertamente crucial. “Todo está en manos del Cielo excepto el temor del cielo.” (Berajot 33b) La inquietud por el nahama dekisufa – el pan de la vergüenza (riqueza espiritual o física adquirida sin esfuerzo) que avergüenza a quien lo come, es mucho mayor con respecto a las posesiones espirituales que con respecto a las físicas. Además, el temor del cielo debe encontrarse específicamente en el propio hogar y ámbito cercano. No es una posesión externa que se pueda obtener del dominio de otro. Los tesoros del temor al Cielo están escondidos en cada judío. Se revelan cuando uno cava y los busca.

Unidos permanecemos

Nuestros dos hombres pobres no son iguales; cada uno responde de manera diferente – tanto a las palabras del Baal Shem Tov como a la realidad. El primer hombre pobre está verdaderamente en la miseria, aparentemente sin siquiera una profesión. Quizás por eso encontró la fuerza dentro de sí mismo para cumplir las palabras del Ba’al Shem Tov, a pesar de que fue enviado a un lugar distante. En contraste, el sastre es más indiferente. De hecho, está en apuros y, por lo tanto, se dirigió al tzadik, pero la instrucción que recibió está fuera de su zona de confort. “Cada hombre ayuda a su compañero.” (Isaías 41:6) Como dijo uno de los tzadikim, una persona necesita un Rebe de quien tomar consejo sobre cómo cumplir la voluntad de Di-s, y también un buen amigo para que juntos puedan cumplir el consejo del Rebe.

El hombre pobre, con toda su devoción y prontitud, necesitaba la amabilidad del sastre, quien compartió con él lo que estaba pasando por compasión e identificación, y solo así encontró su tesoro. Y el sastre, de quien vino la salvación para el pobre, ciertamente también necesitaba el encuentro. Parece que no solo le faltaba información, sino que la energía que le llenó de la motivación para cavar bajo el puente nació dentro de él gracias a su encuentro con el pobre. Sin ello, no habría emprendido ninguna acción.

Las palabras del santo rabino de Kaminka, que esta historia contiene una segulá especial (remedio espiritual) para el sustento, se pueden entender principalmente a través de un principio importante ilustrado muy claramente en la historia: “Ningún hombre puede tocar lo que está esperando su prójimo, ni siquiera una milésima parte de ello.” (Iomá 38b) El hombre pobre cavó debajo del puente, y aun así sus ojos estaban cerrados y no encontró el tesoro. Por su parte, el sastre, podría haber ideado cavar en la casa del hombre pobre, pero por Providencia Divina de Di-s, no utilizó excusas justificadas para emplear esa opción.

Para muchas personas, el fin del Shabat es un momento de tristeza y presión, ya que lo que se experimentó en Shabat pasa y la semana que se avecina ya está en el umbral. Los días de la semana se caracterizan por una búsqueda implacable: uno debe ser siempre más inteligente que los demás, más rápido, más seguro de si mismo y, así, conseguir más. No todos son codiciosos, sino que simplemente asumen que estas son las reglas del juego. Para ellos, el Shabat es un día de refugio, como esas almas que sufren en el Gehenom que descansan en Shabat y, al final de Shabat, regresan a sus sufrimientos.

Si nadie toca lo que está dispuesto para su prójimo, significa que el sustento no es casual. Todos se alimentan de la mesa del Santo, y cada uno recibe su porción directamente de Su mano. Ninguna carne ni sangre puede impedir el sustento, ni pueden influir en él. La fuente del sustento está en el maná que alimentó a los israelitas en el desierto y del cual dice la Torá: “El que recogió mucho no le sobró, y el que recogió poco no le faltó.” (Éxodo 16:18) Cuando no desperdiciamos fuerzas en la vanidad y la vacuidad, el alma es libre para escuchar y entender lo que Di-s nos dice, cómo nos habla específicamente a cada uno de nosotros individuamente, y cómo nos envía lo que es apropiado para nosotros.

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